Authors: Jude Watson
—A mí no me importa la recompensa —dijo Astri—. Sólo capturar a Ona Nobis.
—No te precipites tanto —dijo Cholly.
Astri, Cholly, Weez y Tup se separaron del grupo y volvieron hacia el palacio.
—Creo que estás depositando mucha confianza en ellos —observó Adi.
—No te creas —dijo Qui-Gon—. Cuento con que Cholly, Weez y Tup llamen la atención. Puede que Ona Nobis se mantenga alejada de Uta S'orn si se da cuenta de que está vigilada. Eso nos dará tiempo para reunir pruebas de que Zan Arbor está detrás del envenenamiento del agua
De repente, todos los sentidos de Obi-Wan se pusieron alerta. Vigilaba cada sombra al caminar. Tras su último encuentro con Ona Nobis no iba a dejar nada al azar.
Percibió un movimiento repentino cercano, y se dio cuenta de que alguien estaba siguiendo a Astri.
Hizo un gesto a Qui-Gon con la mirada y se apartó del grupo rápidamente. Se escabulló por un callejón y contempló la calle trasera. El perseguidor, fuera quien fuese, se movía rápidamente de una sombra a otra.
Empleando el lanzacables, Obi-Wan se elevó hasta el tejado del edificio y corrió ligero por la azotea. Cuando llegó a la esquina se detuvo y esperó a que su objetivo le alcanzara. Luego saltó, y cayó justo delante de él.
Para su sorpresa, se encontró cara a cara con Fligh. Era el ladrón que había robado el datapad a Zan Arbor en Coruscant y que se lo había dado a Astri, poniendo sin querer en peligro a Astri y a Didi. Fligh llevaba un parche en el ojo y tenía una expresión aturdida.
Obi-Wan estaba tan sorprendido como Fligh. Qui-Gon, Adi y Siri se acercaron corriendo hasta ellos.
—¿Fligh? —dijo Obi-Wan—. Pensé que habías muerto. Vi tu cadáver en Coruscant.
—No, no lo viste, padawan —dijo Qui-Gon.
—Pero si lo viste tú también —dijo Obi-Wan, confuso.
—No —dijo Qui-Gon—. Vi un cuerpo que recordaba a Fligh. Pero tenía mis dudas.
—Ah —dijo Fligh. Tenía una cara triste por naturaleza, con las comisuras de los labios hacia abajo y la mirada apesadumbrada—. Nunca he sido lo bastante listo como para engañar a un Jedi, ni lo seré.
—¿Qué haces aquí ahora? —preguntó Qui-Gon.
—Seguir a Astri, por supuesto —respondió Fligh—. Pensé que se lo debía a Didi. Aunque no dejo de perderla, lo hago lo mejor que puedo, que tampoco es mucho. Pero es lo que hay.
Siri se acercó a Obi-Wan.
—¿Qué pasa? —le susurró—. ¿Quién es este personaje?
—Fligh es un amigo de Didi de Coruscant —le explicó Obi-Wan rápidamente—. Robó los datapad de Jenna Zan Arbor y Uta S'orn en el edificio del Senado. Luego le asesinaron. O eso pensaba yo.
—A mí me parece que está muy sano —le dijo Siri.
—¡Oye, que he perdido mi ojo! —protestó Fligh
—Ya lo veo. Lo siento —dijo Siri.
—Me refiero al falso —explicó Fligh—. Era una belleza, ¿a que sí? —preguntó a Qui-Gon y a Obi-Wan—. Pero decidí que tenía que dejarlo en la escena de mi asesinato. Son ese tipo de detalles los que convencen a la gente de que realmente has muerto.
—¿Cómo lo hiciste? —preguntó Obi-Wan con curiosidad.
—Tengo un amigo que trabaja en el tanatorio de Coruscant —explicó Fligh—. Y yo que pensaba que mi trabajo era desagradable.
—Tú no tienes trabajo —le señaló Obi-Wan.
—Ser ladrón es un trabajo —respondió Fligh, resoplando—. Me levanto todas las mañanas y me voy a trabajar, como todo el mundo. Pero aquella mañana en particular me di cuenta de que alguien estaba intentando matarme. Cuando te estrangulan con un látigo, algo te sugiere que puede existir esa posibilidad. Por suerte, mi casero es muy mañoso con el electropunzón, pero pensé que tenía que desaparecer por un tiempo. Así que hablé con mi amigo el del tanatorio, y encontró a alguien que reunía mis características generales. Y que estaba muerto.
—Eso lo suponemos —dijo Qui-Gon.
—Mi amigo hizo el resto. Llevamos el cadáver al callejón y lo dejamos allí. Junto con mi ojo, por cierto. Sabía que la policía de seguridad no se molestaría en hacer comprobaciones de identidad con mi cadáver. Tiene algunas ventajas no tener a nadie que se preocupe por ti. Otro descarriado con un final triste. Darían por buenos los documentos y llevarían el cuerpo al tanatorio. Nadie derramaría una lágrima.
—Didi lo hizo —dijo Qui-Gon con dureza.
Fligh sonrió.
—¿Ah, sí? ¡Qué buen amigo es!
—¿Pero por qué iba Ona Nobis a por ti? —se preguntó Obi-Wan en voz alta—. Ya no tenías el datapad de Zan Arbor. Se lo diste a Astri.
Fligh se encogió de hombros.
—Supongo que yo no era más que un cabo suelto.
—Bueno, creo que eras más que eso —dijo Qui-Gon, cruzando los brazos—. Te estás dejando algo, Fligh. El cuerpo que encontraron estaba desangrado. ¿Por qué hiciste eso?
—Porque así era como Ona Nobis dejaba a sus víctimas —respondió Fligh—. Seis de mis amigos de la calle fueron encontrados así.
—Pero eso todavía no se sabía. Nadie había realizado la conexión entre Zan Arbor y Ren S'orn, ni cualquier otra víctima. Ni siquiera sabíamos que Zan Arbor tenía algo que ver con el ataque a Didi.
—Ah, la lógica Jedi, es impresionante —dijo Fligh, nervioso—. ¿Estás seguro de eso?
Qui-Gon asintió.
—Segurísimo. Y eso significa que tú sabías que Jenna Zan Arbor estaba detrás del ataque. Y sabías que estaba llevando a cabo experimentos que incluían el desangramiento de las víctimas.
—Bueno, sí, es interesante que digas eso —dijo Fligh—. Estoy de acuerdo. Puede que lo supiera. Puede que investigara y descubriera la conexión entre la muerte de algunos de mis amigos y el laboratorio de Zan Arbor. Quizá fuera por eso por lo que robé su datapad. Pero no entiendo cómo hubiera ayudado a Didi saber eso, en aquel momento me sentí mal cuando le hirieron, claro. Quizá debería haberle advertido, después de todo. Quizá debería ser mejor persona en general. Pero al menos estoy vigilando a Astri mientras Didi está en las excelentes manos Jedi. Yo la protegeré si pasa algo. Por supuesto —añadió Fligh rápidamente, con una sonrisa nerviosa y apartándose un poco—, no sé ni protegerme a mí mismo, así que me alegro de ver que los Jedi están con ella. Y viendo que no soy necesario, supongo que lo mejor será que me marche...
—No tan rápido —dijo Qui-Gon, cogiendo a Fligh del codo—. Tengo más preguntas. ¿Qué pasó con el datapad de la senadora S'orn?
—¿Qué pasó con él? —preguntó Fligh.
—¿Dónde fue a parar?
Obi-Wan miró a Fligh con curiosidad. No había pensado en esa pregunta, pero le interesaba la respuesta. Cuando averiguaron que Jenna Zan Arbor era la que había contratado a Ona Nobis dejaron de mirar lo que había en el datapad de Uta S'orn, o lo que había sido de él. Parecía un detalle insignificante, pero Uta S'orn seguía estando relacionada con la misión, tanto si quería como si no. Puede que estuvieran pasando por alto algún detalle.
—Lo tengo yo —dijo Fligh—. Aún no he podido venderlo —se sacó un pequeño datapad de la túnica—. ¿Lo veis?
Qui-Gon se lo quitó.
—Es lo que hay —dijo Fligh, agitando una mano—. Ni siquiera voy a pedirte créditos a cambio. ¿Ves lo generoso que puedo ser con la propiedad robada? Tendrás que borrar todos los archivos que contiene. Son sólo holotranscripciones de los discursos del Senado. O déjalas, y podrás usarlas como somníferos —Fligh se rió con una carcajada ruidosa—. Quítamelo. Soy muy tonto. Y ahora, si no me necesitáis me marcho. Este planeta es demasiado deprimente hasta para mí. Creo que regresaré a Coruscant, el planeta de la diversión.
Fligh se alejó, despidiéndose con la mano. Qui-Gon centró su atención en el datapad. Accedió rápidamente a los archivos y buscó por ellos. Obi-Wan miraba por encima del hombro de su Maestro. Las cámaras flotantes grababan todas las sesiones del Senado. Los senadores podían descargarse las transcripciones a sus datapad para los registros oficiales. La senadora S'orn tenía grabados varios de sus propios discursos.
Qui-Gon cerró el datapad y miró a Adi.
—¿Qué piensas? —preguntó a la Jedi con tranquilidad.
—No me gusta cómo Uta S'orn vuelve una y otra vez a escena —dijo Adi—. Vayamos a la plataforma de aterrizaje.
De camino a la plataforma, Qui-Gon llamó a Tahl y le pidió que investigara la extraña formación bacteriana de Belasco.
Estaba a punto de colgar cuando se acordó de algo.
—Tahl, ¿podrías enviarme las transcripciones de las cámaras flotantes del Senado de...? Espera.
Qui-Gon entró en la lista de archivos y leyó las fechas y las horas.
—Claro —dijo Tahl fríamente—. Me encanta tratar con la burocracia del Senado. Es lo que más me gusta del mundo.
—Ya lo sabía yo —sonriendo, Qui-Gon cortó la comunicación.
—¿Por qué has pedido a Tahl que haga eso? —preguntó Siri.
—Es sólo un presentimiento. Quiero asegurarme de que las transcripciones del datapad de la senadora S'orn coinciden con las versiones oficiales archivadas —explicó Qui-Gon—. He oído que hay senadores que sobornan a los operadores para alterar las transcripciones oficiales por diversas razones. Tiene que haber una razón para que la senadora S'orn guardara esas transcripciones en su datapad. Puede que averigüemos por qué.
Una vez en la plataforma de embarque, los Jedi se dirigieron hacia el oficial al mando del registro de naves extranjeras. Los transportes a Belasco se habían reducido al mínimo cuando las noticias de la escasez de agua se habían difundido por la galaxia. Al responsable del hangar no le resultó en absoluto difícil repasar las entradas de los últimos dos días.
—Ese crucero Ala-V no es normal —dijo el oficial—. No suelen verse para uso privado. Creo que puedo encontrarlo... aquí está. Registrado a nombre de un belascano nativo que regresaba a casa. Cir L'ani y un pasajero.
—¿Tiene registros de ese pasajero? —preguntó Adi—. ¿Podría darnos su descripción?
—¿Creen que recuerdo todas las naves que pasan por el hangar? —preguntó el oficial, negando con la cabeza—. Sólo se registró el piloto de la nave. Eso es lo único que requerimos. Lo siento.
Dieron las gracias al oficial, y se adentraron en la bulliciosa plataforma.
—Podrían ser ellos, pero necesitamos pruebas —dijo Adi.
—Preguntemos a un trabajador —sugirió Qui-Gon. Miró por la plataforma—. Que cada uno escoja a alguien, y a ver qué averiguamos.
El grupo se separó. Obi-Wan se quedó dónde estaba. Estudió a los distintos trabajadores de la plataforma. Algunos comprobaban documentos, otros dirigían las naves, y algunos rellenaban depósitos. No sabía cómo elegir.
Pero entonces se fijó en una chica vestida de mecánico que trabajaba en la sección de combustibles. La joven estaba muy metida en su trabajo, pero observaba todas las naves que aterrizaban. Algo en su actitud de alerta llamó la atención a Obi-Wan. Era alguien a quien le gustaban las naves de diseño. Recordaría un crucero Ala-V.
Se acercó y la saludó.
—Si necesitas repostar tienes que pedir número en el controlador —le dijo ella—. Coge número y espera tu turno. Puedes hacernos una señal desde tu nave o ponerte allí —señaló a una cabina que había a poca distancia.
—No necesito repostar —dijo Obi-Wan—. Estoy buscando a alguien. Llegó en un crucero Ala-V. Negro y con el vientre plateado...
—Recuerdo esa nave —dijo la chica, a la que se le iluminó la mirada—. Era una belleza. Me encantaría poner las manos en esos controles.
—¿Recuerdas al piloto y a los pasajeros?
Ella se limpió las manos en la ropa de trabajo, pensativa.
—Recuerdo que me sorprendió. Esperaba a algún flamante piloto saliendo de la cabina, pero salió una humana pequeñita y un anciano enfermo. Su padre, dijo ella. Les rellené el depósito.
—¿Cómo sabes que estaba enfermo? —preguntó Obi-Wan.
—Porque se lo llevaron en una camilla. No creo que estuviera consciente. Un médico vino a recibirlos cuando llegaron. Un belascano de alta estatura.
Ésa podría haber sido Ona Nobis disfrazada.
—¿Sabes adonde se dirigían? —preguntó Obi-Wan.
La mecánica apoyaba su peso en cada pie de forma alternativa. No paraba de moverse mientras Obi-Wan le preguntaba cosas. Y parecía nerviosísima.
—No, pero es obligatorio rellenar un plan de vuelo —agitó un pie, mirando a Obi-Wan.
Obi-Wan notó cierto movimiento y miró hacia abajo. Una manita estaba enroscada alrededor del tobillo de la chica.
—Es mi hijo, Ned —dijo ella en voz baja—. Por favor, no se lo digas a nadie. Esta semana he tenido que traerlo al trabajo. Mi madre está enferma y es la que le cuida.
Obi-Wan sonrió al niño, que le miró desde abajo. Tenía un pequeño juguete agarrado con el puñito sucio.
—No se lo diré a nadie. Gracias por tu ayuda.
Se acercó rápidamente a Qui-Gon para contarle lo que había averiguado.
—Eso parece una buena pista —dijo Qui-Gon—. Aunque estoy seguro de que el plan de vuelo será falso.
Pero Adi era más escéptica.
—Yo preferiría confirmarlo —dijo—. Hay muchos ancianos enfermos en Belasco. No sé si esto convencerá a Uta S'orn.
—No soporto pensar en Noor inconsciente —dijo Siri, preocupada.
—Lo más probable es que le haya drogado —dijo Qui-Gon.
—Si es que realmente era Noor —dijo Adi.
Obi-Wan captó la irritación de Qui-Gon. Los instintos de Adi eran de todos conocidos, pero no abandonaba su amor por los hechos. Necesitaban pruebas. De repente, Obi-Wan recordó algo que le había llamado la atención.
—Un momento —dijo a los demás. Y volvió corriendo hacia la mecánica.
Ella le miró ansiosa.
Perderé mi trabajo si le cuentas a mi supervisor lo de Ned…
—No te preocupes —la tranquilizó Obi-Wan. Se agachó y habló con el niño—. Qué juguete más bonito. ¿Me lo dejas un momento?
El niño asintió amablemente y se lo dio a Obi-Wan.
Era un crucero Ala-V. Había sido fabricado de forma inteligente a partir de hilos finos atados fuertemente alrededor de trozos de metal.
Obi-Wan tocó los hilos. Pertenecían a la túnica de un Jedi. Noor no estaba inconsciente, sólo lo fingía. Y les había dejado una pista.
Ahora que sabían que Noor estaba en Belasco, tenían que descubrir por qué había viajado Jenna Zan Arbor hasta allí. Adi y Qui-Gon abrieron dos datapad a bordo de la nave diplomática. En uno ejecutaron la transcripción del Senado, y en el otro la de Uta S'orn. Obi-Wan y Siri contemplaban ambos con atención.