Rescate peligroso

Read Rescate peligroso Online

Authors: Jude Watson

BOOK: Rescate peligroso
8.65Mb size Format: txt, pdf, ePub

 

Asesinato. Secuestro. Tortura.

Jenna Zan Arbor no se detendrá ante nada en su lucha para descubrir los secretos de la Fuerza, y en utilizarlos en su propio beneficio. Sigue teniendo a un Jedi cautivo. Y sus planes han tomado como rehén a un planeta entero. Ahora, sólo un equipo de Jedi se interpone en su camino.

Jude Watson

Rescate peligroso

Aprendiz de Jedi 13

ePUB v1.0

LittleAngel
01.11.11

Título Original:
Jedi Apprentice: The Dangerous Rescue

Año de publicación: 2003

Editorial: Alberto Santos Editor

Traducción: Virginia de la Cruz Nevado

Capítulo 1

Obi-Wan Kenobi escuchó la puerta cerrándose tras él. El sistema de bloqueo dio un chasquido y zumbó.

Sintió una oleada de impotencia que lo detuvo en seco.

—No —dijo.

Su acompañante, Astri Oddo, se dio la vuelta.

—¿Qué pasa?

Obi-Wan miró con desesperación la puerta cerrada.

—No puedo dejarlo aquí.

—Pero él te ordenó que te marcharas.

Obi-Wan colocó las manos sobre la puerta y negó con la cabeza.

—No puedo.

Astri esperó un momento. No se movió, pero Obi-Wan pudo percibir su impaciencia. Su recién afeitada cabeza brillaba en la débil luz grisácea. Una niebla densa caía como si fuera lluvia y formaba gotas sobre su piel.

—Obi-Wan, no tenemos tiempo —dijo ella—. Tengo que llegar al Templo cuanto antes.

Obi-Wan asintió, pero seguía sin poder moverse. El padre de Astri, Didi Oddo, agonizaba en el Templo Jedi. Astri llevaba consigo la antitoxina que podía salvarle. Astri había sido cocinera de la cafetería de su padre, y fue muy valiente al unirse a Obi-Wan en su intrépido plan para introducirse en el laboratorio secreto de Jenna Zan Arbor.

Sólo habían cumplido una parte de la misión. Habían encontrado la antitoxina que buscaban, pero el Maestro de Obi-Wan, Qui-Gon Jinn, seguía atrapado dentro.

Obi-Wan se dio la vuelta y echó una rápida mirada hacia la calle oscura, buscando entre las sombras.

—¿Dónde están Cholly, Weez y Tup? Ellos podrían buscarte un medio de transporte.

—No están aquí —dijo Astri, y la irritación de su voz se elevó mientras escudriñaba la calle—. Sabía que no podíamos confiar en ellos.

Obi-Wan apartó de su mente a aquellas tres comadrejas. Habían accedido a vigilar a Ona Nobis, la cazarrecompensas con cuyo aspecto se había disfrazado Astri para poder entrar en el laboratorio. Se suponía que debían avisar a Obi-Wan y a Astri en caso de que la vieran venir, pero no lo habían hecho. Por eso, Jenna Zan Arbor supo que había intrusos en el edificio, y Qui-Gon fue atrapado. Evidentemente, Cholly, Weez y Tup habían huido.

Pero a Obi-Wan ellos le daban igual. Lo que le importaba era que Astri regresara al Templo. Y volver a entrar en el laboratorio secreto para poder luchar junto a su Maestro.

—Voy a llamar a Tahl —dijo él. Astri le dio el intercomunicador. El había entregado el suyo a Qui-Gon, junto a su sable láser.

La voz de la Jedi Tahl resonó un momento después.

—Aquí estoy —dijo firmemente.

Obi-Wan le describió la situación con rapidez.

—Jenna Zan Arbor tiene otro prisionero. Ella afirma que Qui-Gon no le conoce, pero que está cercano a él. ¿Qué crees que significa eso?

—Me hago una idea —dijo Tahl—. Pero sigue.

—Si Qui-Gon abandona el edificio, el otro prisionero recibirá una inyección de veneno. Me ordenó que abandonara el edificio y llevara a Astri de vuelta al Templo. Dijo que lo más importante era salvar la antitoxina. Y... sentí que debía irme, Tahl.

—Hiciste lo correcto —dijo Tahl con firmeza—. Qui-Gon actuó correctamente dándote esa orden. Pero no quiero que te vayas de Simpla-12.

Obi-Wan sintió una corriente de alivio. Sólo era un aprendiz. Necesitaba el permiso de un Maestro Jedi para poder desobedecer a Qui-Gon, aunque su Maestro estuviera cautivo en ese preciso momento.

—¿Y qué pasa con Didi? —preguntó Astri, nerviosa.

—No te preocupes, Astri. La Maestra Jedi Adi Gallia y su padawan, Siri, llegarán a Simpla-12 en cualquier momento. En cuestión de segundos verás su nave. El piloto te traerá de vuelta al Templo con la antitoxina. Obi-Wan, tú emprenderás el rescate de Qui-Gon junto a Adi Gallia y Siri. Comenzaremos con un equipo pequeño, pero enviaremos más Jedi a Simpla-12 en caso necesario.

Obi-Wan percibió un brillo plateado en el cielo plomizo.

—Ya veo la nave. Luego te llamo.

Cortó la comunicación y contempló el pequeño y aerodinámico transporte que aterrizaba en un campo embarrado cercano. Él había trabajado antes con Adi y Siri. Adi era una Jedi brillante y con recursos, y poseía un gran talento intuitivo. Siri era una espléndida luchadora y no dudaba a la hora de enfrentarse al peligro. La relación entre ambos padawan había tenido sus altibajos, pero era el mejor equipo que podía haber pedido para rescatar a Qui-Gon.

Contempló la regia figura de Adi, que le resultaba familiar, bajando por la rampa de descenso. Siri, más pequeña y rubia, bajó tras ella. La mirada aguda de Adi escrutó los alrededores sin perder detalle. Después se acercó a Obi-Wan y a Astri.

Saludó con la cabeza a Obi-Wan y miró a Astri.

—El transporte te espera. Que la Fuerza te acompañe.

Incluso en situaciones apuradas, Astri tenía un momento para pensar en los demás. Puso una mano sobre el brazo de Obi-Wan.

—Sé que Qui-Gon estará bien.

—Y yo sé que Didi estará bien —le dijo Obi-Wan.

Habían pasado muchas cosas juntos. Astri no había pasado por un entrenamiento Jedi, no era sensible a la Fuerza, y apenas podía dar en el blanco con una pistola láser, pero Obi-Wan había terminado encontrando admirables sus muchas habilidades. Su miedo era obvio, pero nunca vaciló a la hora de enfrentarse al peligro.

Y ahora temblaba al quitarse la vibrocuchilla del cinturón.

—Toma. Podrías necesitar esto.

Él la cogió.

—Gracias. Te veré en el Templo.

Astri se mordió el labio y asintió. Luego salió corriendo, tambaleándose un poco por las botas de caña alta que se había puesto para disfrazarse de Ona Nobis.

La mano de Siri descansaba en la empuñadura de su sable láser. Llevaba el pelo rubio peinado hacia atrás y metido por las orejas. Su apariencia severa coincidía con su forma de enfrentarse a los problemas. No le gustaba perder el tiempo.

—Tahl se puso en contacto con nosotras hace un momento —dijo a Obi-Wan—. Zan Arbor ha bloqueado todas las comunicaciones desde el laboratorio, pero Qui-Gon consiguió hacer llegar un último mensaje al Templo.

Zan Arbor se ha encerrado con el otro prisionero, al que matará si Qui-Gon intenta escapar. Ahora está buscando una forma alternativa de entrar en esa habitación.

—¿Ha visto al otro prisionero? —preguntó Obi-Wan.

Siri negó con la cabeza.

—Creemos saber quién es —dijo Adi—. Es un Maestro Jedi.

Obi-Wan se quedó de piedra.

—¿Zan Arbor ha conseguido retener a dos Maestros Jedi como rehenes? ¿Cómo es posible?

—Noor R'aya es un Jedi anciano —explicó Adi—. No vive en el Templo. Ya no cumple misiones, pero decidió vivir el resto de sus días en reclusión y meditación en su planeta natal. Desapareció hace unas semanas. Le estábamos buscando.

—Seguimos su rastro hasta la cazarrecompensas Ona Nobis —explicó Siri—. En cuanto se lo dijimos, Tahl nos contó que Jenna Zan Arbor estaba involucrada. Noor R'aya debe de ser el otro rehén que Qui-Gon percibió en el laboratorio.

—Nuestro primer problema es cómo entrar —dijo Obi-Wan—. No hay ventanas y sólo hay una puerta. Hay otros equipos Jedi en camino, pero cuanto más nos retrasemos, más arriesgaremos las vidas de Qui-Gon y Noor R'aya. Y Simpla-12 no tiene cuerpo de seguridad. Estamos solos.

—No hay problema —dijo Adi serenamente—. Hay una forma de entrar.

Capítulo 2

Gracias a nuestros contactos, hemos sabido que alguien en Simpla-12 está buscando un gran cargamento ilegal de androides asesinos de seguridad —dijo Adi—. Sabemos que ese alguien es Jenna Zan Arbor. Hemos averiguado quiénes son los contrabandistas de androides. Ahora lo único que necesitamos es que nos permitan colarnos entre el cargamento.

—¿Cuándo tendrá lugar la transacción? —preguntó Obi-Wan con ansia.

—Lo antes posible —respondió Adi—. Los vendedores de androides tienen la impresión de que Zan Arbor está planeando abandonar el planeta. Quizás haya mentido, pero creo que los planes de marcharse son la razón por la que el pedido es tan urgente. Necesita protección para poder marcharse y adonde quiera que vaya. Sabe que los Jedi le pisan los talones.

—Si está planeando marcharse, no podemos esperar a solicitar refuerzos —comentó Obi-Wan.

Adi asintió con gesto sombrío.

—Estoy de acuerdo. Vayamos al almacén donde están cargando a los androides. Los contrabandistas nos esperan.

***

El almacén era una estructura metálica desvencijada que se inclinaba hacia un lado de forma alarmante. Los cimientos estaban profundamente hundidos en el barro. La constante nube que cubría Simpla-12 soltaba frecuentes aguaceros, y Obi-Wan, Siri y Adi se abrieron paso hacia la entrada con el barro cubriéndoles hasta los tobillos.

Obi-Wan empujó la puerta y escuchó unas voces que le resultaron familiares.

—Vaya, vaya, qué androides más viejos. ¿No podías haber encontrado modelos más nuevos?

—Pues claro que sí, ¿por qué no me lo dijiste antes? Espera que rebusque en mi bolsillo lleno de créditos y pague unos androides nuevos.

Obi-Wan gruñó en voz alta.

—No iréis a decir —dijo a Adi y a Siri— que los vendedores de androides son Cholly, Weez y Tup.

—¿Los conoces? —preguntó Adi.

En ese momento, Cholly vio a Obi-Wan.

—¡Amigo mío! —gritó en un tono cuya calidez hacía evidente su nerviosismo.

—¡Jedi Kenobi! —gritó Weez a continuación, mientras Tup se deslizaba tras él para esconderse—. ¡No te esperábamos!

—¿Por qué? —preguntó Obi-Wan, caminando hacia ellos—. ¿Porque pensabais que era prisionero de Jenna Zan Arbor? ¿Porque dijisteis que impediríais que Ona Nobis se acercara al edificio y en lugar de eso huisteis?

—Pues no —dijo Weez, balanceándose de un pie a otro—. Yo no diría eso.

Tup se asomó desde detrás de Weez.

—Estamos de tu parte, Obi-Wan.

—Siempre y cuando no tengáis que arriesgar vuestras vidas —añadió Obi-Wan.

—Pues claro que sí —dijo Weez—. Pero somos así con todo el mundo.

—Esperad, dejadme pensar... ¿Dijimos en algún momento que éramos valientes? ¡Creo que no! —señaló Cholly.

—Y Ona Nobis era un ser aterrador —dijo Weez.

—Ya ves —resopló Tup—. Eso tienes que admitirlo. ¡Pero la seguimos!

—¿Ah, sí? —preguntó Obi-Wan, cortante—. ¿Y adonde fue?

—A su nave privada —respondió Cholly—. Se fue de Simpla-12, eso lo sabemos.

Al menos le habían dado un dato realmente valioso. Ona Nobis se había marchado definitivamente. Le había dicho a Zan Arbor que no volvería a trabajar para ella. Tenía clientes más rentables.

—Podéis compensarme ahora —dijo Obi-Wan, frunciendo el ceño—. Ya volvisteis una vez la espalda a los Jedi. No volváis a hacerlo.

Other books

Murder at Whitehall by Amanda Carmack
Heart of a Dove by Abbie Williams
Dear Mr. Henshaw by Beverly Cleary
What Becomes by A. L. Kennedy
The Venetian Betrayal by Steve Berry
Pierced by Sydney Landon
City of Bones by Wells, Martha
Silverhawk by Bettis, Barbara