Authors: Jude Watson
—Disculpen —dijo Siri—. ¿Nos podrían indicar dónde se encuentra el Centro Médico, por favor?
La pareja la miró con indiferencia y siguió adelante, hablando en sorrusiano como si Siri no existiera.
—Qué maleducados —dijo Siri. Detuvo a un joven sorrusiano que pasaba por allí, con las manos metidas en los bolsillos de la túnica.
—Disculpa. Mi compañero y yo no somos de aquí. Necesitamos saber dónde está el...
El chico se giró y se alejó de ellos.
—¿Me crees ahora? —preguntó Obi-Wan—. ¿Estás segura de que has sido lo suficientemente amable?
—Están totalmente paranoicos —gruñó Siri, pasándose una mano por el pelo—. ¿Cómo vamos a encontrar el sitio?
—La clínica debe de ser bastante grande, y ha de estar en una avenida principal —dijo Obi-Wan, escudriñando la calle ante ellos—. Y el piloto dijo que creía que estaba cerca del centro de la ciudad. Debe de estar por aquí cerca.
Tras unos minutos caminando, Obi-Wan y Siri encontraron el lugar. Yinn La Hi era una ciudad en crecimiento. El Centro Médico ocupaba varias manzanas, y pronto ocuparía aún más espacio. Había una fase en construcción.
—Y ahora tenemos que conseguir que alguien nos diga dónde está Astri —Siri observó mientras entraban por las puertas que conducían a una enorme sala llena de sorrusianos.
—¿Por qué no lo intentas? —le preguntó Obi-Wan—. Antes te ha salido muy bien.
Siri le miró irritada. Obi-Wan se acercó al mostrador de recepción.
—Recibí un mensaje de Ivo Muna diciendo que Astri Oddo había sido ingresada para su tratamiento.
La enfermera sorrusiana no dijo nada, se limitó a seguir escribiendo en su ordenador.
Obi-Wan se apoyó en el mostrador, frustrado. Le habló de forma clara y apremiante.
—¡Mi amiga está herida y tengo que verla!
La enfermera le miró con frialdad.
—¿Cómo dice que se llama?
—Obi-Wan Kenobi.
Un asomo de reconocimiento pasó por la mirada vacía de la enfermera.
—Ah, sí, le estábamos esperando. Por favor, vaya a ve al doctor Rai Unlu. Le está esperando allí.
Obi-Wan vio a un sorrusiano de baja estatura y complexión atlética apoyado en una columna. Llevaba una bata y tenía un pequeño datapad. Obi-Wan y Siri se acercaron rápidamente. Obi-Wan se presentó.
—Ah, sí, Astri Oddo. Una pena de caso. No sabemos cómo fue herida —le dijo el doctor sorrusiano con seriedad—. Déjeme comprobar su estado —pulsó algunas teclas—. Ah. Ha recuperado la conciencia. Buena señal.
—Tengo que verla —dijo Obi-Wan.
—Por supuesto, pero primero rellene la información del registro. Todos los extranjeros están obligados a ello en Sorras. Tendrá que ir al ala A, nivel 27, habitación 2245X. Astri se encuentra en el ala M, en la otra punta del complejo. Cuando rellene la información podrá preguntar cómo ir en la Oficina de Registro.
—Buena suerte —murmuró Siri.
—¡Pero voy a tardar muchísimo! —objetó Obi-Wan—. Tengo que verla cuanto antes.
—¿Podría rellenar yo los formularios mientras Obi-Wan visita a Astri? —sugirió Siri—. ¿Es viable?
Rai Unlu pareció dudar.
—No es el procedimiento...
—He venido desde muy lejos para verla —dijo Obi-Wan, convincente—. Y está muy malherida.
—Está bien —dijo Rai Unlu, mirando a su alrededor—. Pero no se lo contéis a nadie. Te llevaré con Astri. Tu compañera puede acudir al ala A siguiendo las indicaciones. Y desde allí podrá ir a la Oficina de Registro.
Siri asintió.
—Buena suerte, Obi-Wan. Iré a la habitación de Astri en cuanto termine.
Siri se alejó, y Rai Unlu indicó a Obi-Wan que le siguiera.
—Por aquí.
Obi-Wan le siguió desde el bullicioso recibidor por una serie de pasillos. Subieron a una pasarela en movimiento que les llevó a través de las distintas alas.
Al fin, Rai Unlu se bajó de la pasarela en el ala L.
—Desde aquí tendremos que caminar.
Caminaron a toda prisa por el área, pasando ante las puertas cerradas del pabellón, llegaron a una puerta con un cartel que decía: "PROHIBIDO EL PASO".
—Criterio de restricción para personal ajeno al edificio —le explicó Rai Unlu mientras entraba rápidamente.
Para sorpresa de Obi-Wan, la puerta daba acceso a una sala que no había sido construida del todo. Los pequeños gravitrineos con materiales de construcción abarrotaban el pasillo, y se veían todo tipo de conductos y cables a través de la rejilla abierta del techo.
—El Centro Médico está lleno. Tuvimos que ponerla en la zona nueva —dijo Rai Unlu.
—Pero si no está terminada —dijo Obi-Wan, pasando por encima de un contenedor lleno de escombros.
—Está recibiendo los mejores cuidados —le garantizó Rai Unlu—. Sorrus tiene los mejores recursos médicos de la galaxia.
Era una afirmación que Obi-Wan había oído más veces en otros planetas. ¿Habrían confinado a Astri a aquel alejado edificio porque era extranjera? Los sorrusianos no eran muy hospitalarios, pero esperaba un ambiente más esterilizado.
—Está ahí, la tercera puerta a la izquierda —le dijo Rai Unlu—Tengo que irme. Una urgencia.
—Espere —dijo Obi-Wan.
—Lo siento, he de irme —dijo Rai Unlu—. Me llaman. ¡Urgencia!
Se dio la vuelta y se marchó casi corriendo por el pasillo. La cautela inicial de Obi-Wan se convirtió en preocupación. Sintió una perturbación en la Fuerza que le alarmó. Ahora ya estaba preparado, y llevó las manos a su sable láser.
Abrió lentamente la tercera puerta a la izquierda. En lugar de una sala privada se encontró en un quirófano a medio construir. Había vigas en el techo, y una estructura de duracero. Sólo había dos paredes construidas.
Tuvo tiempo de ver una sombra moviéndose. Nada más. Obi-Wan dio un paso atrás, activó el sable láser, y la cazarrecompensas Ona Nobis apareció de repente sobre una viga y saltó sobre él.
Obi-Wan le había quitado su látigo láser cuando se enfrentaron en Simpla-12. No le alegró ver que ya lo había sustituido. Un arco de luz flexible y letal bailaba hacia él. Obi-Wan atacó al látigo antes de que pudiera alcanzarle. Los dos láseres se enredaron y echaron humo. Él no era tan rápido como Ona Nobis. Eso lo recordaba bien. No podía vencerla con la rapidez; era una luchadora increíblemente ágil que se movía de forma fugaz. Su mente también iba a la velocidad del rayo. Siempre tenía algún truco escondido en la manga.
Inteligencia. Acrobacia. Astucia. Flexibilidad. Tenía todas las habilidades necesarias en la batalla que le habían enseñado a él. Su adversaria no tenía potencial en la Fuerza, pero tenía ventaja.
En aquel espacio parcialmente cerrado era demasiado vulnerable. Tenía que salir a descubierto. Obi-Wan hizo retroceder a Ona Nobis con una serie de rápidos movimientos furiosos, obligándola a concentrarse en la defensa.
Cuando ella perdió el equilibrio, él subió al muro a medio construir. Se balanceó un momento en el borde y saltó al otro lado, hacia la obra.
Aquí había varios obstáculos: gravitrineos, grandes montones de varas de metal, bloques de piedra, una estructura de duracero de las paredes exteriores del ala, y un charco hondo y fangoso. Pero todos le servirían para defenderse y atacar. Y aquí la Fuerza le ayudaría.
El látigo chasqueó hacia la pared que Obi-Wan tenía tras de sí, enrollándose alrededor de una barra descubierta. Un momento después, Ona Nobis cogió impulso y tiró del látigo para elevarse. Su cabeza, con el visor negro que portaba para ocultar su mirada, giró hacia el. La sorrusiana se dejó caer, aterrizó suavemente y desenrolló el látigo para lanzar otro ataque.
Sus labios se tensaron, dejando al descubierto su dentadura.
—Llevo tiempo esperando esto —dijo.
El estaba preparado. Tenía todos los sentidos alerta y cada partícula de su ser concentrada en el inminente combate. Tenía que estarlo. El truco era conseguir que ella se acercara. Desde cierta distancia, usaba el látigo con efectos devastadores, pero si se acercaba, no tendría espacio para maniobrar.
"Para realizar un ataque perfecto lo primero es la atención. Hasta un guijarro puede ser un obstáculo o una ventaja. Centra tu objetivo. Añade velocidad, precisión, estrategia y sorpresa. No olvides que la Fuerza está contigo."
Obi-Wan saltó hacia el lado izquierdo de su oponente. Empleó una técnica que Qui-Gon denominaba "falso ataque". Sabía que no conseguiría la victoria gracias a esa estrategia, pero tampoco era lo que buscaba. Quería que ella se acercara a él.
Su sable láser giró rápido como el rayo mientras él se movía, rechazando el látigo que se enrollaba con el aguijón en la punta. Vio la mano de ella acercándose a la pistola láser que llevaba enfundada en las caderas, y la bloqueó con una serie de movimientos tan veloces que ella se vio obligada a concentrarse para poder aguantar. El suelo era irregular, lleno de barro y escombros, pero él se sirvió de la Fuerza para mantenerse en pie. Saltó sobre una pirámide de bloques de piedra y empleó el impulso para saltar por los aires y aterrizar a la izquierda de su contrincante. En lugar de retroceder, ella dio un paso adelante. Un movimiento impredecible en cualquier otro adversario, pero no en Ona Nobis.
Bien. Él se lo esperaba, era lo que había planeado. Giró en mitad del aire, añadiendo impulso a su salto y aterrizó tras ella. Ahora, Ona Nobis estaba de espaldas a una poza excavada y llena de barro y agua. Era imposible saber si era superficial o si tenía una profundidad de metros.
Él la hizo retroceder sin descanso. Vio cómo su cara se retorcía en una mueca furibunda al retorcer el látigo, faltaron milímetros para que lo hundiera en la carne de Obi-Wan. El asestó una estocada vertical. Los haces de luz se enredaron con un zumbido estruendoso.
De repente, ella tenía la pistola en la mano. Él apenas vio un borrón en el momento en que ella la desenfundó.
Pero Obi-Wan estaba preparado, y hacía girar el sable láser de manera vertiginosa para rechazar el fuego. La Fuerza manaba de él, dándole seguridad en cada movimiento.
Pero no podía concentrarse en todo a la vez. Perdió su conexión con el suelo. La resbaladiza superficie enfangada estaba llena de grava. Obi-Wan resbaló y perdió el equilibrio. Consiguió recuperarlo antes de caer, pero la pérdida de concentración le costó cara.
Ella se desplazó hacia su derecha y se abalanzó hacia delante, disparando al mismo tiempo. Obi-Wan se resbaló en las piedrecillas, luchando firmemente por volver a ponerse de pie, mientras rechazaba la terrible ronda de disparos y doblaba el cuerpo. Sintió la sacudida de aire cuando el látigo se enredó a su alrededor.
Por primera vez, comenzó a preocuparse de verdad. Ella era mejor que él, y él lo sabía. No tenía el control perfecto de la Fuerza que tenía Qui-Gon. Y no podía enfrentarse al reto doble del látigo y la pistola láser. No podía acercarse lo bastante como para quitarle sus armas, y dudaba que tuviera la suerte de capturar el látigo una segunda vez. En Simpla-12 lo consiguió porque Astri arremetió contra la cazarrecompensas con un gravitrineo.
"La duda es tu primer enemigo". ¿Cuántas veces había oído eso en clase? Y, aun así, sabía que sus dudas estaban justificadas. Con un látigo, y además una pistola láser, podía mantenerlo en movimiento mientras ella permanecía quieta. Más tarde o más temprano, Obi-Wan se cansaría. Se dio cuenta de lo mucho que dependía de Qui-Gon en el combate. Podía recurrir a una estrategia de Qui-Gon, pero él no podía crear una por sí mismo. Podía resultar un buen oponente, incluso podía llegar a herir a Ona Nobis si conseguía acercarse lo bastante, pero ella iba a ganar. Conocía bien el terreno, y era ella la que le había tendido la trampa. Y el había caído de lleno en ella.
Todos esos cálculos llenaban la cabeza de Obi-Wan mientras recuperaba el equilibrio, y fingía un ataque ante el cual Ona Nobis se vio obligada a retroceder unos pasos. Pero él sabía que era una victoria temporal.
"La decisión más difícil"
, le había dicho Qui-Gon en cierta ocasión,
"es la de huir"
. Él no lo entendió en su momento. Ahora sí. Contradecía todo lo que había aprendido sobre el combate, todo lo que era como Jedi.
¿O no? La misión era su principal preocupación.
Ona Nobis no formaba parte de la misión. Por lo que ellos sabían, ya no tenía relación con Jenna Zan Arbor. Ella quería luchar solamente por venganza.
Lo que significaba que no había razón para luchar.
Tras Ona Nobis había unas vigas altas que soportaban una de las paredes. Necesitaba unos pocos segundos, eso era todo.
Concentrando toda su voluntad, alzo una mano hacia un cortador láser que estaba en el suelo. Sintió la Fuerza moviéndose, y el cortador se deslizó por el barro y voló, con impulso repentino, directo hacia Ona Nobis.
Sorprendida, la cazarrecompensas chasqueó el látigo hacia el proyectil. Obi-Wan sintió la potencia en sus piernas cuando saltó por encima de la cabeza de ella, hacia la viga superior. Llegó a la viga y resbaló un poco por el barro que tenía en las botas. Pero sabía que recuperaría el equilibrio. Flexionó las piernas y saltó de nuevo hacia una viga superior.
A sus pies, el látigo serpenteaba hacia él. No pudo alcanzarlo, porque él siguió subiendo hacia la siguiente viga. Desde ahí comenzó a descender a saltos, lejos del alcance de Ona Nobis, en la parte más alejada de la obra. El grito de furia de la cazarrecompensas resonó en sus oídos mientras él escapaba a todo correr.
Siri estaba esperando a Obi-Wan en la recepción con sus intensos ojos azules brillando de impaciencia.
—Este sitio es una locura —dijo ella antes de que Obi-Wan pudiera hablar—. No hay ala M. Y si la hay no la encuentro, y ya sabes lo encantadores que pueden llegar a ser los sorrusianos. Además, Astri ni siquiera está registrada. Fui al ala A, y no tenían ni idea de quién era. Así que pregunté por Rai Unlu. Alucina, tampoco tienen ni idea de quién es. O al menos eso es lo que me han dicho. No sé si están mintiendo o si estoy atrapada en una pesadilla —de repente, Siri se dio cuenta de que Obi-Wan tenía la túnica llena de barro y la cara sucia—. ¿Te has caído en un charco?
—Acabo de tener un encuentro con Ona Nobis —dijo Obi-Wan—. Todo esto ha sido una emboscada. No creo que Astri esté ni siquiera cerca de aquí. Ona Nobis nos hizo venir para poder vengarse de mí.
—¿Y qué ha pasado? —preguntó Siri, que instintivamente se preparó para la acción.