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Authors: Chuck Palahniuk

Tags: #Humor, Relato

Superviviente (25 page)

BOOK: Superviviente
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Es la hora de ocupar nuestros puestos.

Los Colts y los Cardinals salen renqueando del campo, el marcador veinte a diecisiete.

La multitud pide más fútbol.

Los ángeles y el equipo de atrezzo salen con el altar y las flores de seda, los candelabros encendidos y la plataforma llena de palomas.

El corsé me está metiendo todos los órganos abdominales en la garganta.

El tiempo avanza hacia el comienzo de la segunda parte y mi agente sigue vivo. Sólo puedo respirar a cachitos.

Mi preparador físico se me acerca y dice:

—Toma, esto le devolverá el color a esas mejillas.

Me pone una botellita debajo de la nariz y me pide que inspire fuerte.

La gente patalea, el tiempo pasa, el marcador está muy apretado, y yo inspiro.

—Ahora el otro —me dice el preparador físico.

E inspiro. Y todo desaparece. Excepto el rumor de mi sangre circulando por las venas de mis oídos, y el de mi corazón bombeando contra la presión del corsé, no noto nada.

No oigo nada. No veo nada. No siento nada. No temo a nada.

A lo lejos el coordinador me hace señas de que salga al césped artificial. Señala la línea pintada sobre el campo y luego al grupo de gente reunida sobre la plataforma nupcial cubierta de flores que hay en medio del campo.

El rumor de mi sangre se acalla hasta que oigo música. Paso de largo junto al coordinador, salto al campo con miles de personas gritando en sus asientos. La música sale atronadora de no sé dónde. El dirigible va dando vueltas y anuncia:

«Muchas felicidades de parte de las diferentes divisiones de productos de la compañía Philip Morris».

La novia, Trisha, Laura, la que sea, llega desde el lado opuesto.

Sin abrir la boca, el juez de paz dice:

¿TOMAS TÚ, TENDER BRANSON, A TRISHA CONNERS COMO TU ESPOSA, PARA SERLE FIEL Y FECUNDARLA Y TENER TANTA DESCENDENCIA COMO OS SEA POSIBLE HASTA QUE LA MUERTE OS SEPARE?

Se puede sentir la vibración de un centenar de altavoces. Sin abrir la boca, digo:

SÍ, LA TOMO.

Sin abrir la boca, el juez de paz dice:

—¿TOMAS TÚ, TRISHA CONNERS, A TENDER BRANSON HASTA QUE LA MUERTE OS SEPARE?

Y Laura finge decir:

—SÍ, LE TOMO.

Bajo el zoom de las cámaras fingimos intercambiar los anillos. Fingimos el beso.

El velo se queda casi en su sitio. Laura es Trisha. Desde lejos, todo parece perfecto.

Fuera de cuadro, la policía empieza a entrar en el campo. El agente debe de estar muerto ya. Por la colonia. Vapores de cloro.

La policía está en la línea de diez yardas.

Le pido un micrófono al juez de paz para anunciar mi gran predicción, mi milagro.

La policía está en la línea de veinte yardas.

Me dan el micrófono, pero no suena.

La policía está en la línea de veinticinco yardas.

Digo: probando, probando, uno, dos, tres.

Probando, uno, dos.

La policía está en la línea de treinta yardas, con las esposas abiertas y listas para endosármelas.

El micrófono suena y mi voz retumba por el sistema de sonido.

La policía está en la línea de cuarenta yardas diciendo que tengo derecho a permanecer en silencio. Si decido renunciar a ese derecho, todo lo que diga podrá ser utilizado en mi contra...

Y renuncio a mi derecho. Doy mi predicción.

La policía está en la línea de cuarenta y cinco yardas. Digo, con voz que retumba por todo el estadio:

—EL RESULTADO FINAL DEL PARTIDO DE HOY SERÁ COLTS VEINTISIETE, CARDINALS VEINTICUATRO. LOS COLTS GANARÁN LA SUPER BOWL DE ESTE AÑO POR TRES PUNTOS.

Y se monta la de Dios es Cristo.

Y lo que es aún peor, el motor número dos acaba de apagarse. Aquí solo en el vuelo X039, me quedan únicamente dos motores.

15

Para hacer bien el trabajo, se coge la hoja de los dorados y se dobla para que envuelva la hoja blanca. Se pone un cupón entre las hojas dobladas. Se les junta una hoja de cupones de descuento. Se dobla todo junto a la carta de presentación y se mete en un sobre.

Pega la etiqueta con la dirección en el sobre y ya te has ganado tres centavos.

Hazlo treinta y tres veces y ya casi te has ganado un dólar.

Este sitio donde estamos hoy es idea de Adam Branson.

La carta que estoy doblando empieza así:

¿Entran en casa de los WILSON parásitos peligrosos con el agua corriente?

Se supone que aquí estamos seguros.

Los dorados con la blanca, dentro el cupón, la hoja de cupones, la carta, al sobre, y ya estoy tres centavos más cerca de la huida.

¿Entran en casa de los CAMERON parásitos peligrosos con el agua corriente?

Estamos los tres sentados a la mesa del comedor, Adam, Fertility y yo, rellenando sobres. A las diez, la encargada cierra la puerta principal y se detiene de regreso a la cocina para preguntar si le va mejor a nuestra hija. ¿Han dicho los médicos si ha mejorado? ¿Sobrevivirá?

Fertility, con arroz aún en el pelo, responde:

—Aún no está fuera de peligro.

Por supuesto, no tenemos una hija.

Lo de que tuviésemos una hija fue idea de Adam Branson.

Tenemos alrededor una combinación de tres o cuatro familias, padres y niños, hablando sobre cáncer y quimioterapia, sobre quemaduras y trasplantes de piel. La encargada nos pregunta cómo se llama nuestra hijita.

Adam y Fertility se miran entre sí, Fertility con la lengua fuera para pegar la solapa del sobre. Cuando miro a Adam es como mirar la fotografía de cómo era antes.

Decimos a la vez tres nombres diferentes.

Fertility dice:

—Amanda.

Adam dice:

—Patty.

Yo digo Laura. Pero los tres nombres se solapan.

La encargada me observa, vestido con los restos requemados de mi esmoquin blanco, y pregunta qué tratamiento recibe en el hospital nuestra pequeña.

Decimos a la vez tres problemas diferentes.

Fertility dice:

—Escoliosis.

Adam dice:

—Polio.

Yo digo tuberculosis.

La encargada se queda mirando cómo vamos doblando, la amarilla con la blanca, el cupón, los cupones, la carta, y sus ojos se van cada poco a las esposas que cuelgan de mi muñeca.

¿Entran en casa de los DIXON parásitos peligrosos con el agua corriente?

Fue Adam el que nos trajo aquí. Sólo una noche, dice. Aquí estamos a salvo. Ahora que soy un asesino múltiple, Adam sabe cómo podemos salir mañana en dirección norte hasta llegar a Canadá, pero necesitábamos un escondrijo para esta noche. Necesitábamos comida. Necesitábamos un poco de efectivo, y por eso nos trajo aquí.

Esto pasa después de lo del estadio y después de que la multitud reventase la línea de control policial. Esto pasa después de mi boda de pega, después de la muerte de mi agente y de que la policía luchase por mantenerme con vida para poder ejecutarme por asesinato. El contenido del estadio entero fue cayendo al campo en cuanto anuncié que los Colts iban a ganar. Con una manilla de las esposas cerrada ya en torno a la muñeca, la policía no podía hacer nada frente a la marea de borrachos que se precipitaba sobre nosotros desde las bandas.

La banda estaba por ahí tocando el himno nacional.

De todas direcciones, la gente salta de las gradas al campo. La gente corre hacia nosotros con los puños cerrados. Están los Cardinals de Arizona con sus uniformes. Están los Colts de Indianapolis en su banquillo, palmeándose y abrazándose.

En el momento en que la policía llega a la tarima le doy una patada al interruptor y cinco mil palomas en vuelo forman una pared sólida a mi alrededor.

Las palomas mantienen a raya a la policía el tiempo suficiente para que la muchedumbre llegue al centro del campo.

La policía repele al gentío y yo me hago con el ramo de la novia.

Aquí sentado, mientras relleno sobres, querría contar a todo el mundo cómo fue mi gran evasión. Cómo los cartuchos de gas lacrimógeno volaban trazando espirales por encima de nosotros. Cómo el rugir de la multitud retumbaba bajo la cúpula. Cómo arrebaté el puñado de flores blancas de poliseda a la novia lagrimeante. Cómo acerqué un momento el ramo impregnado de laca a una vela para tener una antorcha con la que repeler a cualquier atacante.

Con la antorcha de gladiolos y falsa madreselva por delante, salté de la tarima y me abrí paso a lo largo del campo. La línea de cincuenta. La línea de cuarenta. La de treinta. Vestido con el esmoquin blanco fui fintando y driblando para avanzar. La línea de veinte. Para impedir los placajes iba agitando las dalias en llamas de lado a lado. La línea de diez.

Hay diez mil defensas que vienen a por mí.

Algunos borrachos, otros profesionales, ninguno chutado con los excelentes productos que me propulsan a mí.

Las manos buscan mis faldones.

Se lanzan a por mis piernas.

Los esteroides salvaron mi vida.

Por fin, ensayo.

Paso bajo los postes de gol, recto hacia los portones de acero que me permitirán abandonar el campo.

Mi antorcha se ha consumido hasta no ser más que un par de minúsculas lilas cuando la tiro por encima del hombro. Cargo contra las puertas dobles de acero y corro el cerrojo del otro lado.

Mientras el público de la Super Bowl aporrea las puertas, estaré a salvo un par de minutos aquí con el refrigerio y la maquilladora. El cuerpo del agente está en una camilla, tapado con una sábana, junto al bufé. El bufé consiste sobre todo en bocadillos de pavo y agua sin gas, fruta fresca. Ensalada de pasta. Pastel de bodas.

La maquilladora se está comiendo un bocadillo. Con un cabezazo señala al agente y dice:

—Buen trabajo.

Me dice que ella también le odiaba.

Lleva puesto el pesado Rolex de oro del agente.

La maquilladora me pregunta:

—¿Quieres un bocadillo?

Le pregunto si todos son de pavo o los hay de otra cosa. La maquilladora me alcanza una botella de agua y me dice que mi esmoquin está ardiendo por la espalda. Le pregunto cómo se sale. La maquilladora me dice:

—Sal por aquella puerta.

Las puertas de acero tiemblan sobre sus goznes.

—Sigue por el pasillo largo —dice la maquilladora.

Al fondo a la derecha.

Sal por la puerta marcada «Salida».

Le doy las gracias.

Me dice que si lo quiero hay un bocadillo de carne.

Con el bocadillo en una mano salgo por la puerta que me ha dicho, sigo el pasillo y salgo por la salida.

En el aparcamiento espera un coche rojo, un coche rojo con cambio automático. Fertility está al volante y Adam está sentado junto a ella.

Me siento en la parte trasera y cierro la puerta. Le digo a Fertility, que está en el asiento delantero, que suba las ventanillas. Fertility juguetea con los botones de la radio.

Por detrás, la gente va saliendo del estadio y corre a rodearnos.

Las caras están tan cerca que puedo notar su saliva.

Entonces, del cielo llega el mayor milagro.

Empieza a llover.

Lluvia blanca.

Maná del cielo. Lo juro.

La lluvia cae tan fuerte y resbaladiza que la muchedumbre cae, resbala y cae y se queda tirada en el suelo. Trocitos de lluvia rebotan contra las ventanillas, contra la alfombrilla, se enredan en el pelo.

Adam observa asombrado el milagro de la lluvia blanca que nos permite huir.

Adam dice:

—Es un milagro.

Las ruedas traseras resbalan, derrapan y dejan una marca de goma quemada cuando al fin escapamos.

—No —dice Fertility, y mete gas—. Es arroz.

El dirigible da vueltas al estadio con un mensaje:
FELICIDADES Y FELIZ LUNA DE MIEL
.

—Ojalá no hicieran eso —dice Fertility—. El arroz mata a los pájaros.

Le digo que el arroz que mata pájaros nos ha salvado la vida. Ya estábamos en la calle. Luego llegamos a la autopista. Adam se vuelve hacia mí y me pregunta:

—¿Te vas a comer todo el bocadillo?

Le digo que es de carne.

Adam dijo que necesitábamos que nos llevasen al norte. Él sabía quién podía llevarnos, pero no salía de Nueva Orleans hasta la mañana siguiente. Llevaba casi diez años haciéndolo, viajando de punta a punta del país en secreto y sin dinero.

Para matar gente, le digo.

—Para llevarles ante Dios —dice él.

Fertility dice:

—A callar.

Necesitamos dinero en mano, nos dijo Adam. Necesitamos dormir un poco. Comida. Y él sabía dónde encontrarlo. Sabía de un sitio donde la gente tenía peores problemas que nosotros.

Sólo tendríamos que mentir un poco.

—A partir de ahora —nos dice Adam—, vosotros dos tenéis una hija.

No tenemos ninguna hija.

—Vuestra hija está mortalmente enferma —nos dice Adam.

No lo está.

—Estáis en Nueva Orleans para llevarla al hospital —dice Adam—. No tenéis que decir más.

Adam dice que él se encarga del resto. Adam le dice a Fertility:

—Gira aquí.

Le dice:

—Ahora gira aquí a la derecha.

Le dice:

—Sigue dos manzanas y gira a la izquierda.

Allí donde nos lleva podremos pasar la noche sin pagar. Podremos comer comida de donaciones. Podremos hacer alguna tarea menor, cotejar documentos o rellenar sobres, para ganar algo de dinero. Podremos ducharnos. Podremos ver nuestra huida por la tele en las noticias de la tarde. Adam me dice que estoy demasiado hecho polvo como para que me reconozcan como el genocida fugado que se cargó la Super Bowl. Allá donde vamos, nos dice, la gente tiene problemas propios de los que preocuparse.

Fertility pregunta:

—¿Cuánta gente hay que matar más o menos para dar el salto de asesino múltiple a genocida?

Adam nos dice:

—Quedaos en el coche, yo entro ahora a allanar el terreno. Recordad: vuestra hija está muy enferma.

Por fin dice:

—Ya hemos llegado.

Fertility mira a la casa, y mira a Adam, y dice:

—Tú sí que estás enfermo. Adam dice:

—Yo soy el padrino de vuestra pobre hijita.

En el cartel de la entrada se lee: «Hogar Ronald McDonald».

14

Imaginad que vivís en una casa, pero que cada día esa casa está en una ciudad diferente.

Adam se sabía hasta tres formas de salir de Nueva Orleans. Adam nos llevó a un bar de camioneros a la entrada de la ciudad y nos dijo que escogiésemos. Los aeropuertos estaban vigilados. Las estaciones de tren y de autobús estaban controladas. Los tres juntos no podíamos hacer autoestop, y Fertility se negaba a conducir hasta Canadá.

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