Read The Unknown University Online
Authors: Roberto Bolaño
Tags: #Poetry, #General, #Caribbean & Latin American
SELF-PORTRAIT AT TWENTY YEARS
I set off, I took up the march and never knew
where it might take me.
I went full of fear,
I got the runs, my head was buzzing:
I think it was the icy wind of the dead.
I don’t know.
I set off, I thought it was a shame
to leave so soon, but at the same time
I heard that mysterious and convincing call.
You either hear it or you don’t, and I heard
and almost burst out crying: a terrible sound,
born on the air and in the sea.
A sword and shield.
And then,
despite the fear, I set off, I put my cheek
against Death’s cheek.
And it was impossible to close my eyes and miss seeing
that strange spectacle, slow and strange,
though fixed in such a swift reality:
thousands of guys like me, baby-faced
or bearded, but Latin American, all of us,
brushing cheeks with Death.
EL SUDAMERICANO
Hay algo que golpea el corazón, jefe.
El tipo alto y pálido
se volvió.
¿Qué demonios intentas decir?
Hay algo como una nube
que de repente bajó hasta esta zona y se puso a latir
al mismo ritmo que nosotros, jefe.
El tipo cerró la cámara.
No pienso quedarme atrapado
en esta historia.
Una nube larga extendida desde Castelldefels hasta Barcelona
y ¡muy baja!
Movimiento del ojo ocupando toda la pantalla.
Después el corazón salta.
Saca tu pistola, dijo mientras se echaba a rodar por el suelo
de la galería.
Olor a sopas putrefactas, jefe, como si ya estuviéramos
atrapados.
El corazón ha descendido esta noche.
No me cogerán vivo.
THE SOUTH AMERICAN
Something’s pounding my heart, boss.
The tall pale guy
turned back.
What the hell are you trying to say?
There’s something
like a cloud
that suddenly dropped down into this area and started beating
to the same rhythm as us, boss.
The guy closed the door.
I have no intention of getting trapped
in this story.
A long cloud that stretched from Castelldefels to Barcelona
and really low!
Eye movement filling the whole screen.
Then my heart jumps.
Get out your gun, he said as he started rolling around on
the gallery floor.
Smell of rotten soup, boss, as if we were already
trapped.
My heart has fallen tonight.
They won’t take me alive.
LUPE
Trabajaba en la Guerrero, a pocas calles de la casa de Julián
y tenía 17 años y había perdido un hijo.
El recuerdo la hacía llorar en aquel cuarto del Hotel Trébol,
espacioso y oscuro, con baño y bidet, el sitio ideal
para vivir durante algunos años.
El sitio ideal para escribir
un libro de memorias apócrifas o un ramillete
de poemas de terror.
Lupe
era delgada y tenía las piernas largas y manchadas
como los leopardos.
La primera vez ni siquiera tuve una erección:
tampoco esperaba tener una erección.
Lupe habló de su vida
y de lo que para ella era la felicidad.
Al cabo de una semana nos volvimos a ver.
La encontré
en una esquina junto a otras putitas adolescentes,
apoyada en los guardabarros de un viejo Cadillac.
Creo que nos alegramos de vernos.
A partir de entonces
Lupe empezó a contarme cosas de su vida, a veces llorando,
a veces cogiendo, casi siempre desnudos en la cama,
mirando el cielo raso tomados de la mano.
Su hijo nació enfermo y Lupe prometió a la Virgen
que dejaría el oficio si su bebé se curaba.
Mantuvo la promesa un mes o dos y luego tuvo que volver.
Poco después su hijo murió y Lupe decía que la culpa
era suya por no cumplir con la Virgen.
La Virgen se llevó al angelito por una promesa no sostenida.
Yo no sabía qué decirle.
Me gustaban los niños, seguro,
pero aún faltaban muchos años para que supiera
lo que era tener un hijo.
Así que me quedaba callado y pensaba en lo extraño
que resultaba el silencio de aquel hotel.
O tenía las paredes muy gruesas o éramos los únicos ocupantes
o los demás no abrían la boca ni para gemir.
Era tan fácil manejar a Lupe y sentirte hombre
y sentirte desgraciado.
Era fácil acompasarla
a tu ritmo y era fácil escucharla referir
las últimas películas de terror que había visto
en el cine Bucareli.
Sus piernas de leopardo se anudaban en mi cintura
y hundía su cabeza en mi pecho buscando mis pezones
o el latido de mi corazón.
Eso es lo que quiero chuparte, me dijo una noche.
¿Qué, Lupe?
El corazón.
LUPE
She worked in la Guerrero, a few streets down from Julián’s
and she was 17 and had lost a son.
The memory made her cry in that Hotel Trébol room,
spacious and dark, with bath and bidet, the perfect place
to live out a few years.
The perfect place to write
a book of apocryphal memories or a collection
of horror poems.
Lupe
was thin and had legs long and spotted
like a leopard.
The first time I didn’t even get an erection:
and I didn’t want to have an erection.
Lupe spoke of her life
and of what, for her, was happiness.
When a week had passed, we saw each other again.
I found her
on a corner alongside other little teenage whores,
propped against the fender of an old Cadillac.
I think we were glad to see each other.
From then on
Lupe began telling me things about her life, sometimes crying,
sometimes fucking, almost always naked in bed,
staring at the ceiling, hand in hand.
Her son was born sick and Lupe promised la Virgen
that she’d leave her trade if her baby were cured.
She kept her promise a month or two, then had to go back.
Soon after, her son died, and Lupe said the fault
was her own for not keeping up her bargain with la Virgen.
La Virgen carried off the little angel, payment for a broken
promise.
I didn’t know what to say.
I liked children, sure,
but I still had many years before I’d know
what it was to have a son.
And so I stayed quiet and thought about the eerie feel
emerging from the silence of that hotel.
Either the walls were very thick or we were the sole occupants
or the others didn’t open their mouths, not even to moan.
It was so easy to ride Lupe and feel like a man
and feel wretched.
It was easy to get her
in your rhythm and it was easy to listen as she prattled on
about the latest horror films she’d seen
at Bucareli Theatre.
Her leopard legs would wrap around my waist
and she’d sink her head into my chest, searching for my nipples
or my heartbeat.
This is the part of you I want to suck, she said to me one night.
What, Lupe?
Your heart.
LISA
Cuando Lisa me dijo que había hecho el amor
con otro, en la vieja cabina telefónica de aquel
almacén de la Tepeyac, creí que el mundo
se acababa para mí.
Un tipo alto y flaco y
con el pelo largo y una verga larga que no esperó
más de una cita para penetrarla hasta el fondo.
No es algo serio, dijo ella, pero es
la mejor manera de sacarte de mi vida.
Parménides García Saldaña tenía el pelo largo y hubiera
podido ser el amante de Lisa, pero algunos
años después supe que había muerto en una clínica psiquiátrica
o que se había suicidado.
Lisa ya no quería
acostarse más con perdedores.
A veces sueño
con ella y la veo feliz y fría en un México
diseñado por Lovecraft.
Escuchamos música
(Canned Heat, uno de los grupos preferidos
de Parménides García Saldaña) y luego hicimos
el amor tres veces.
La primera se vino dentro de mí,
la segunda se vino en mi boca y la tercera, apenas un hilo
de agua, un corto hilo de pescar, entre mis pechos.
Y todo
en dos horas, dijo Lisa.
Las dos peores horas de mi vida,
dije desde el otro lado del teléfono.
LISA
When Lisa told me she’d made love
to someone else, in that old Tepeyac warehouse
phone booth, I thought my world
was over.
A tall, skinny guy with
long hair and a long cock who didn’t wait
more than one date to penetrate her deep.
It’s nothing serious, she said, but it’s
the best way to get you out of my life.
Parménides García Saldaña had long hair and
could have been Lisa’s lover, but some
years later I found out he’d died in a psych ward
or killed himself.
Lisa didn’t want to
sleep with losers anymore.
Sometimes I dream
of her and see her happy and cold in a Mexico
drawn by Lovecraft.
We listened to music
(Canned Heat, one of Parménides García Saldaña’s
favorite bands) and then we made
love three times.
First, he came inside me,
then he came in my mouth, and the third time, barely
a thread of water, a short fishing line, between my breasts.
And
all
in two hours, said Lisa.
The worst two hours of my life,
I said from the other end of the phone.
El recuerdo de Lisa se descuelga otra vez
por el agujero de la noche.
Una cuerda, un haz de luz
y ya está:
la aldea mexicana ideal.
En medio de la barbarie, la sonrisa de Lisa,
la película helada de Lisa,
el refrigerador de Lisa con la puerta abierta
rociando con un poco de luz
este cuarto desordenado que yo,
próximo a cumplir cuarenta años,
llamo México, llamo D.F.,
llamo Roberto Bolaño buscando un teléfono público
en medio del caos y la belleza
para llamar a su único y verdadero amor.
The memory of Lisa descends again
through night’s hole.
A rope, a beam of light
and there it is:
the ideal Mexican village.
Amidst the barbarity, Lisa’s smile,
Lisa’s frozen film,
Lisa’s fridge with the door open
sprinkling a little light on
this disorganized room that I,
now pushing forty,
call Mexico, call Mexico City,
call Roberto Bolaño looking for a pay phone
amidst chaos and beauty
to call his one and only true love.