Read Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta Online
Authors: Michael P. Kube-McDowell
—He mantenido mi primera reunión con las alimañas —dijo Nil Spaar—. Todo está yendo muy bien.
A primera vista, la tarjeta de datos que el almirante Hiram Drayson introdujo en el cuaderno de datos que había encima de su escritorio no se diferenciaba en nada de las tarjetas estándar del sistema de Intercambio Universal de Datos.
Pero las tarjetas que Alfa Azul utilizaba para almacenar los datos concernientes a los asuntos de alta seguridad empleaban un proceso de codificación distinto al habitual, que hacía que la tarjeta pareciese estar en blanco cuando era introducida en un cuaderno de datos estándar.
El pequeño rectángulo de plástico incluso podía ser borrado y reformateado sin que eso destruyera la información que contenía..., que, en el caso de aquella tarjeta, consistía en extractos de una grabación obtenida hacía algunas horas mediante un diminuto audiotelescopio escondido en las complejas molduras que recubrían el techo de la Gran Sala. Los extractos habían sido seleccionados por un androide analizador de Alfa Azul, el cual había utilizado sofisticados protocolos de procesamiento basados en el contexto para decidir qué fragmentos merecían la atención de Drayson.
Drayson se recostó en su sillón y juntó las manos encima del abdomen, y empezó a escuchar aquella grabación que ningún otro ser inteligente había oído..., u oiría, a menos que Drayson decidiera compartir los datos con él.
Primero escuchó la voz de la princesa Leia.
—Quiero que Coruscant represente la idea de que existe una alternativa a la guerra y la tiranía. Cooperación y tolerancia..., lo mejor de todos nosotros, disponible para todos nosotros.
Después escuchó la voz del virrey Nil Spaar.
—Ni queremos su protección ni la necesitamos. Hemos disfrutado de la «protección» del Imperio durante la mitad de mi existencia, y estamos decididos a evitar ese tipo de bendiciones en el futuro.
«Ojalá nos hubiera permitido entrar en esa habitación con usted, princesa —pensó Drayson mientras escuchaba la grabación—. Pero haré cuanto pueda para asegurarme de que en el futuro no tenga que llegar a lamentar haber tomado esa decisión.»
El tiempo carecía de significado dentro del refugio secreto de Luke Skywalker.
El ciclo elemental del día y la noche seguía teniendo su eco en el ir y venir de la Fuerza, naturalmente, y se iba reflejando en su flujo a medida que la red viviente de Coruscant se agitaba y dormía, luchaba y buscaba sus alimentos. La sucesión de las estaciones creaba un ritmo más lento y prolongado, un casi imperceptible crescendo y declive de vitalidad y adormilamiento, fecundidad y muerte.
Más allá de eso, como un simple murmullo, se extendía el eco casi inimaginablemente profundo y sutil del nacimiento de las estrellas, la creación y la extinción de la vida y el florecimiento de la inteligencia.
Sumido en su meditación, unido a los misterios de la Fuerza por un vínculo de insondable profundidad, Luke podía ver cómo el universo se conocía a sí mismo a través de las manifestaciones de la vida, y cómo contemplaba sus propios prodigios en ellas.
Pero salvar tales distancias y llegar a ese grado de unión exigía un terrible esfuerzo, y Luke descubrió que para poder llevarlo a cabo necesitaba renunciar a sus sentidos cotidianos hasta un grado que le habría parecido imposible de alcanzar en el pasado.
Sellado detrás de muros opacos, Luke vivía en la oscuridad, prescindiendo de la luz durante varios días seguidos y sin apenas ser consciente del hambre, la sed u otras exigencias corporales. Llevaba ropas únicamente por la fuerza de la costumbre, pero la costumbre se fue debilitando poco a poco. Los vientos aullaban fuera del refugio, pero Luke no los oía. No prestaba ninguna atención al curso del sol y las lunas, ni al incesante subir y bajar de la marea o al cielo siempre cambiante sobre el que se extendían las pinceladas de la luz y las nubes.
El mar empezó a helarse a medida que el hemisferio norte se iba adentrando en el corto Winter de Coruscant. Durante un período de muchos días, las rocas y la playa quedaron recubiertas por una gruesa corteza de hielo esculpido. El espectáculo habría sorprendido considerablemente a Luke..., en el caso de que le hubiera importado lo suficiente como para salir de su refugio e ir a contemplarlo.
Leia ya no intentaba establecer contacto con él, aunque eso se debía más a la ira que a la comprensión de lo que Luke quería obtener con su alejamiento del mundo. Eso no preocupaba a Luke porque le importaba más el resultado que la razón oculta detrás de él. Su soledad era completa, intemporal y libre de toda perturbación.
Y entonces llegó una visitante, y todo cambió.
Fueron sus sentidos corrientes, que habían despertado de repente, los que informaron a Luke de su presencia. Primero hubo un sonido, que pasado algún tiempo Luke comprendió era su propio nombre.
En aquel momento, habían transcurrido muchos días desde la última vez en que había hablado o, incluso, pensado utilizando palabras.
Luke se concentró.
—Luces, intensidad media.
La cámara de meditación reapareció a su alrededor. La vista le informó de que había una mujer en la cámara, y de que estaba inmóvil a media docena de pasos de él. Llevaba los hombros desnudos, y su garganta estaba cubierta por un largo chal que desaparecía por su espalda. Tenía los cabellos largos y recogidos en una trenza, y llevaba unas hermosas prendas de tela muy delicada que realzaban su silueta. Sus ojos eran oscuros y penetrantes, y estaban llenos de sabiduría.
Al principio Luke la tomó por una proyección, pues era impensable que alguien pudiera haber atravesado los muros y sus pantallas sin que él se hubiera dado cuenta. Pero después rozó su brazo desnudo, y el contacto le dijo que su piel era real, y agradablemente cálida. Luke describió un lento círculo alrededor de la mujer, y el sentido del olfato le habló de aire salado, de hierba espinosa muerta aplastada por unos pies, de un cuerpo bañado en flores, y de una débil sombra de los aceites rancios y los persistentes vapores que se mantienen adheridos a una persona después de un largo vuelo.
—Explícame quién eres y qué haces aquí —dijo cuando volvió a estar de cara a ella.
—Eres tú... Eres Luke, hijo de Anakin. —Una sonrisa llena de deleite iluminó su rostro—. Perdóname. Pensé que nunca te encontraría. Lo que percibí debía de ser el reflejo de tu actividad mental cuando construiste este lugar. Eso fue lo que me ha guiado hasta aquí.
—¿Percibiste lo que hice? ¿Desde dónde?
—Desde Carratos —respondió ella, nombrando un planeta que se encontraba en un sistema situado a cuarenta pársecs de distancia de Coruscant.
Luke invadió de repente la mente de su visitante, entrando en ella con tanta descortesía como aquella mujer había entrado en su refugio, y exploró el lugar secreto donde residía la sensibilidad a la Fuerza. Si poseía la clase de talento que le atribuían sus palabras, entonces Luke saldría despedido a través de la cámara cuando el antiguo reflejo repeliera su roce mental. Así había ocurrido con todos los Jedi a los que había sondeado, y con todos los candidatos a convertirse en Jedi que había llevado a Yavin para adiestrarlos.
El sondeo de Luke no encontró ninguna resistencia. No sintió la presencia de ningún escudo que detuviera o desviara su examen. La mente de la mujer estaba abierta ante él..., y sin embargo no hubo ninguna respuesta refleja. Luke estaba tan seguro de que aquella prueba era infalible que nunca se le habría ocurrido tomar en consideración a su misteriosa visitante como posible candidata para el ingreso en su Academia Jedi.
Pero, aun así, aquella mujer había logrado dar con él. Además, y de alguna manera inexplicable, se las había arreglado para entrar en un espacio en el que no hubiera debido poder entrar a menos que sus capacidades para utilizar la Fuerza igualaran las de Luke.
—¿Quién eres? —le preguntó Luke, cada vez más sorprendido.
La mujer se rió.
—Perdóname. Soy Akanah, de los fallanassis, y soy una adepta de la Corriente Blanca.
—Me temo que no conozco ni a tu gente ni ese camino —dijo Luke.
—Lo sé —replicó ella—. No nos encontrarás en vuestro censo, ni en el del Emperador o el de la Antigua República. Nada más alejado de la naturaleza de nuestro pueblo que el reclamar tierras y alzar banderas, o el hacer cola para que nos cuenten. Pero deberías conocernos. Eso forma parte de la razón por la que he venido.
El enarcamiento de cejas de Luke indicó de una manera muy clara la perplejidad que sentía.
—Si tu pueblo realmente es tan misterioso y enigmático, ¿por qué debería conoceros?
—Porque tu madre es una de nosotros, Luke Skywalker. Porque estás unido a nosotros a través de ella.
Luke la contempló en silencio durante unos momentos antes de responder.
—¿Mi madre? ¿Cómo puedes...? ¿Acaso tú...? ¿Qué quieres decir con que mi madre es «una de nosotros»? Leia me dijo que mi madre había muerto.
—Sí, lo sé. De la misma manera en que Obi-Wan te dijo que tu padre había muerto.
—¿Me estás diciendo que mi madre tal vez esté viva?
—No lo sé —dijo Akanah, y la tristeza invadió sus ojos de repente—. ¿Quién la vio caer? ¿Dónde está su tumba? Ah, ojalá pudiera responder a tu pregunta... Pero ni siquiera conozco el destino de mi madre. Llevo demasiados años separada del cuerpo de mi pueblo.
—¿Separada? ¿Por qué?
—Yo me encontraba muy lejos cuando el Imperio llegó al mundo al que llamábamos hogar por aquel entonces. Los fallanassis tuvieron que huir, porque no podían permitir que sus personas y sus dones fueran utilizados para la violencia y el mal. No les culpo. Sé que me esperaron tanto tiempo como pudieron. Ya hace diecinueve años de eso. Yo tenía doce años, y todavía era una niña.
—¿Y nunca has vuelto a saber nada de tu pueblo? —Había una sombra de sospecha en la voz de Luke—. Después de todo, has conseguido dar conmigo...
—Los fallanassis tienen mucha más experiencia en el arte de esconderse que tú, Luke Skywalker —replicó Akanah con una sonrisa llena de tolerancia—. Y no hay gran cosa que una niña abandonada pueda hacer, en plena guerra, para encontrar a una familia que no quiere ser encontrada.
—Supongo que no —replicó Luke, hablando muy despacio.
—No pude empezar a pensar en esta búsqueda hasta que el Emperador fue derrocado, porque antes temía revelar su existencia si trataba de dar con ellos. E incluso después, no creas que a una joven que vive en Carratos le resulta tan fácil llegar a ser lo suficientemente rica como para poder irse del planeta. Especialmente si quiere marcharse en una nave de su propiedad, sin tener que rendir cuentas a nadie de lo que hace...
—Así que ahora estás intentando encontrarles, y dices que mi madre podría estar con ellos. —Luke meneó la cabeza—. Mi madre... Ha sido un misterio tan grande para mí durante toda mi vida que me siento incapaz de creer que puedas saber algo sobre ella. Ni siquiera sé cómo se llama.
—Tal vez tenga otros nombres —dijo Akanah—. Muchos de nosotros tenemos varios nombres, ¿sabes? Pero en el cuerpo es conocida como Nashira. Es un nombre-estrella, y está considerado como un gran honor para la persona a la que se le otorga.
—Nashira... —repitió Luke en voz baja.
—Sí —dijo Akanah—. Luke, sé que dentro de ti hay un vacío en el lugar que debería estar ocupado por los recuerdos de tu madre, y sé que también hay una debilidad oculta allí donde sus enseñanzas te habrían hecho más fuerte.
—Sí...
—En mi vida también hay un vacío, y por la misma causa. He venido aquí para pedirte que me acompañes en mi búsqueda y me ayudes a encontrar a nuestra gente, para que así los dos podamos recuperar por fin lo que nos falta.
—Creo que siempre he sentido que me faltaba algo —dijo Luke, volviendo la cabeza para no mirarla a la cara—. Los fragmentos de mi vida fueron dispersados por una tormenta antes de que hubiera tenido ocasión de enfrentarme al rompecabezas. Y cada fragmento desaparecido que consigo recuperar cambia toda la imagen. Estaba solo, y entonces de repente apareció Leia..., mi hermana. Era un huérfano, y de repente apareció Anakin..., Vader..., mi padre.
Se rió.
—Quería ir a la escuela por la única razón de que quería salir de la granja, y entonces el mentor de mi padre se presentó ante mí y me enseñó los secretos de un poder que yo ignoraba poseer. Era el hijo adoptado de un granjero de humedad que vivía en el centro de la nada, y de repente vi surgir de esa misma nada una espada de luz, y enemigos, los hombres más poderosos de la galaxia, que querían verme muerto.
Luke se volvió hacia Akanah y la miró fijamente.
—No sé si estoy preparado para alterar toda esa imagen y volver a dibujarla. Quizá eso es lo que me impide creerte. Quiero conocer a mi madre. Sí, en eso tienes razón... Pero tal vez la idea también me asusta un poco, y el miedo es una sensación que llevaba mucho tiempo sin experimentar.
—Cuando vine aquí ya sabía que esto iba a ser muy difícil para ti —dijo ella—. Pero aun así, debes reclamar ese fragmento de lo que eres.
—No sé quién eres —dijo Luke, no queriendo dejarse convencer con tanta facilidad—. No sé si hay algo de verdad en cuanto me has dicho.
—Pues entonces te diré algunas cosas que sabes son ciertas —replicó Akanah—. Tu padre sucumbió ante el poder del lado oscuro, y tú te viste obligado a tratar de matarle. Estuviste a punto de caer en el abismo de la oscuridad. Preguntarte si llevas dentro de ti esa debilidad debe de ser una carga terrible.
—Ya me he enfrentado a esa prueba —dijo Luke, poniéndose a la defensiva.
—¿Y habrías sobrevivido a ella sin Leia?
Luke Skywalker no tenía respuesta para esa pregunta.
—Quizá ésa sea la razón por la que no te has permitido amar sin sentir miedo —dijo Akanah en voz baja y suave—. Quizá ésa sea la razón por la que no has tenido hijos. Temes que puedas llegar a repetir la tragedia de tu familia en otra generación. Temes que algún día te encuentres dispuesto a matar a tu hijo, y que él esté dispuesto a matarte a ti.
—No...
—Tienes miedo de ti mismo. ¿Cómo podrías no tenerlo? ¿Quién no tendría miedo de sí mismo, si hubiera recorrido tu camino? El vínculo que te une a todos los horrores del reinado de Darth Vader es un peso terrible. ¿Acaso no es ésa la razón por la que estás aquí? —le preguntó de repente—. ¿Acaso no es ése el significado de esta estructura? Tú tal vez hayas perdonado a Anakin Skywalker.., pero sabes que la Nueva República nunca podrá perdonar a Vader los crímenes que cometió al servicio de Palpatine.