Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta (50 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta
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—No sé qué órdenes habrá recibido el general, naturalmente —dijo Ourn—. Pero vieron cómo la princesa acompañaba a Ábaht hasta su lanzadera y toda la flota se ha ido tan deprisa como había vuelto, y con tan pocas explicaciones como cuando regresó.

—Gracias, cónsul —dijo solemnemente Nil Spaar—. Yevetha no olvidará su ayuda. Y ahora, le pido que se mantenga en guardia para no dejarse engañar por nuevas mentiras de la princesa y de aquellos que la sirven.

—Oh, la mantendremos bien vigilada, desde luego —dijo Ourn—. Virrey... Querría hacerle una pregunta. Es un asunto sin importancia, claro, pero...

—Por supuesto.

—¿Cuándo podemos esperar recibir la nave que nos prometió como compensación a que consintiéramos que su despegue causara todos esos daños en el
Madre de la Valkiria
? En el caso de que decidiera marcharme de Coruscant, mis únicas opciones son alquilar una nave, incurriendo en gastos muy considerables, o viajar en un vuelo comercial, lo cual me causaría notables molestias.

Nil Spaar sonrió afablemente.

—Muy pronto, cónsul, muy pronto. La última nave salida de nuestro mejor astillero está siendo alterada para adaptarla a sus requerimientos mientras hablamos. Tenga paciencia. No quedará desilusionado.

En una habitación vacía de una cabaña desocupada dentro del recinto del albergue diplomático de la Ciudad Imperial, un repetidor de hipercomunicaciones respondió a una llamada en código que había recorrido varios años luz para llegar hasta él.

El repetidor, a su vez, activó un delicado y elegante transmisor, el cual envió una curiosa señal al corazón de un edificio de austera fachada gris que contenía toda la maquinaria de la red de información oficial del gobierno de la Nueva República.

Unos instantes después Turat II Feen, el supervisor del segundo turno, se quedaba boquiabierto de asombro ante su puesto de control primario al ver cómo el sistema de notificación planetario del Canal Uno se activaba de repente como si tuviera voluntad propia.

Los nada frecuentes comunicados del Canal Uno sólo podían emanar del Consejo de Gobierno, la Presidencia y el Alto Mando de la Flota, los tres únicos centros gubernamentales autorizados a emitirlos. Pero el fondo de pantalla azul que llenó la imagen del Canal 1 no mostraba ninguna de sus insignias de identificación. Lo único que apareció fueron las palabras comienzo de la transmisión, seguidas por los minutos y segundos de una cuenta atrás.

Aun así, el Canal Uno se había activado. La señal de activación inicial alertó a toda la red de que estaba a punto de recibir un mensaje de alta prioridad. Casi inmediatamente, los receptores de hipercomunicaciones instalados en todos los planetas y en cada centro administrativo empezaron a responder, indicando que estaban preparados para cumplir sus funciones.

—¡Alguien ha logrado introducirse en nuestra red! —les dijo Turat a sus técnicos, intentando dominar su ira—. Averigüen por dónde está entrando la señal. Si no conseguimos bloquearla, quiero que desconecten todo el sistema.

Pero había muy poco que pudieran hacer.

—No lo conseguiremos... No hay tiempo suficiente —murmuró un técnico—. Se supone que los C-Uno tienen que ser emitidos ocurra lo que ocurra. Así es como diseñamos y construimos el sistema.

En el puesto de control de Turat, el índice del indicador de confirmaciones ya había subido al noventa y cinco por ciento.

—Hagan algo —dijo Turat con voz suplicante—. Si permitimos que un pirata emita un C-Uno, podremos considerarnos muy afortunados si conseguimos que luego alguien nos dé un empleo como instaladores de terminales de la red.

Pero se les había acabado el tiempo. La cuenta atrás llegó a los cero minutos y cero segundos y se detuvo. El fondo azul empezó a desvanecerse.

Turat echó un vistazo al indicador de confirmaciones y pensó en la audiencia que representaba, formada no sólo por incontables millares de receptores y grabadoras sino también por los funcionarios a los que se les había encomendado la misión de atenderlos. Ministros del gabinete y agregados diplomáticos, consejeros, asesores y gobernantes planetarios...

Todos habían sido levantados de la cama, apartados bruscamente de otros deberes y alejados de sus asuntos particulares para reunirse delante de los monitores de todos los planetas desde Bespin hasta Byss.

Turat II Feen no podía permanecer sentado en silencio junto con esa audiencia y ver terminar su carrera. Cuando empezó la transmisión, se levantó de su puesto de control, giró sobre sus talones y salió de la sala.

—Ciudadanos de la Nueva República...

La puerta se deslizó silenciosamente sobre sus guías hasta cerrarse detrás de él. No oyó nada más. Esa decisión hizo que Turat II Feen fuera una de las poquísimas personas que no oyeron el mensaje.

En el momento en que empezó la transmisión, una reunión que había empezado a una hora bastante tardía estaba teniendo lugar en el ala de la residencia presidencial que contenía los despachos y la sala de conferencias. Behn-kihl-nahm, el almirante Ackbar, el almirante Drayson, Leia y Han estaban redactando un comunicado sobre las masacres llevadas a cabo por los yevethanos, e intentaban diseñar una estrategia que guiara sus acciones después de que el mensaje fuera difundido por la mañana.

Acababan de conseguir ponerse de acuerdo sobre qué enfoque debían dar al papel que Plat Mallar había jugado en todo lo ocurrido —Leia estaba decidida a guardar silencio sobre el joven piloto a pesar de que revelar su existencia hubiera podido ayudarles bastante, y había salido vencedora de la discusión— cuando los cuatro cuadernos de datos que había encima de la mesa empezaron a emitir estridentes señales de advertencia.

—Es el Canal Uno —dijo Leia, desconectando su alarma—. ¿Alguno de ustedes ha...?

—No —dijo Ackbar.

—Desde luego que no —dijo Behn-kihl-nahm.

—¿Y entonces quién ha sido? —preguntó Drayson.

—Esto me huele mal —dijo Han con expresión sombría.

El holomonitor de la pared del fondo se iluminó por sí solo para mostrar un comunicado del Canal Uno.

—Ciudadanos de la Nueva República —dijo la imagen de Nil Spaar—. Les ruego que me perdonen por esta intrusión, y les pido disculpas por las tristes noticias que debo poner en su conocimiento.

El rubor de la ira tiñó de rojo el rostro de Behn-kihl-nahm.

—Si algún miembro del Senado ha tomado parte en esto...

—Soy el virrey de la Liga de Duskhan, una confederación libre de mundos yevethanos que se encuentra en lo que la Nueva República llama el Cúmulo de Koornacht —siguió diciendo Nil Spaar—. Comparezco ante ustedes por segunda vez para hablarles de acontecimientos que han tenido lugar muy lejos de sus mundos natales, y para advertirles de un peligro que está muy cerca de ustedes.

»Hace dos días, las fuerzas del Protectorado yevethano consiguieron frustrar una mortífera conspiración contra nuestro pueblo y nuestra forma de vida. En la conspiración estaban involucrados ciudadanos de tres planetas...

—¿Tres? —exclamó Behn-kihl-nahm—. O no saben contar, o son incapaces de decir la verdad ni siquiera cuando quieren hacerlo.

—... situados cerca de los límites de nuestro territorio. Estos forasteros, a quienes habíamos permitido generosamente que se instalaran en suelo yevethano, traicionaron nuestra confianza y nuestra hospitalidad. Se descubrió que todos estaban ayudando en secreto a nuestros enemigos en los preparativos de una invasión.

»Estamos a salvo del peligro inmediato. Actuamos rápida y enérgicamente para defendernos, y no ofrecemos disculpas por haber obrado de esa manera. Todos los responsables han sido ejecutados como castigo a sus crímenes...

—¡Oh, por todas las estrellas! —dijo Ackbar—. Es como si estuviera alardeando de haber cometido esas masacres.

—... pero ustedes y sus mundos natales siguen corriendo peligro, porque la conspiración que nos amenazaba se originó en Coruscant y ha sido urdida por una nueva generación de señores de la guerra. Ellos son nuestros enemigos..., no porque nosotros lo deseemos, sino porque ellos han elegido convertirse en tales.

»También son enemigos de todos ustedes. Esconden sus rostros y sus maldades detrás del falso telón de un gobierno legítimo que no tiene nada que ocultar. No subestimen su perfidia. Está naciendo el Nuevo Imperio, dirigido por una hija del antiguo Imperio. El sueño de los ciudadanos de la Nueva República ha sido traicionado. Han depositado su confianza en líderes carentes de moral que sólo pretenden engañarles.

»Acuso a la presidenta Leia Organa Solo de haber cometido crímenes gravísimos contra su cargo, y contra mi gente.

»E incluso ahora, después de que su conspiración haya quedado revelada, Leia Organa Solo sigue amenazándonos. Naves de guerra del Nuevo Imperio se encuentran en Farlax en este mismo instante, y pretenden imponerme el silencio y la sumisión. Leia Organa Solo codicia nuestra riqueza, y teme nuestra independencia.

»Pero hay una cosa que todos ustedes deben saber: los yevethanos nunca inclinaremos la cabeza ante esta mujer y sus asesinos a sueldo. Resistiremos sus depredaciones empleando todos los medios que tengamos a nuestro alcance. Ahora sus espías y conspiradores ya lo saben. Sus generales no tardarán en saberlo. Resistiremos, y acabaremos venciendo.

«Lamentamos las muertes que ya se han producido. Pero son las manos de Leia Organa Solo las que están manchadas con la sangre de esas muertes, así como las manos de aquellos que la sirven con ciega obediencia. Tenemos derecho a protegernos. Nunca aceptaremos que los señores de la guerra de Coruscant tengan autoridad sobre nuestros dominios, y no consentiremos que la hija de Vader se entrometa en nuestros asuntos.

»Si no renuncian a ella, y no la detienen, entonces prepárense para la guerra.

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