Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta (14 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta
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«Maldito seas, Drayson... Podrías haberme dicho que tendría que vérmelas con un hortek», pensó Lando. Pero después de haberse permitido esa reflexión, enseguida intentó rodear sus pensamientos con una muralla mental lo más sólida posible. Además de ser una de las pocas especies de depredadores que habían solicitado su admisión en la Nueva República, los horteks tenían la reputación de poseer poderes telepáticos que podían ser usados no sólo entre su especie sino, hasta un grado desconocido, sobre otras especies. La combinación resultaba bastante impresionante.

—General... —dijo Pakkpekatt, reconociendo lacónicamente la presencia de Lando. Sus ojos se posaron en Lobot y los androides—. ¿Quiénes son estas... personas?

Cetrespeó, siempre dispuesto a mostrarse servicial, dio un paso hacia adelante.

—Me llamo Cetrespeó, señor, y soy especialista en toda clase de relaciones cibernético-humanas. Domino con fluidez más de seis millones de...

—Cállate —dijo secamente Pakkpekatt.

—Sí, señor —dijo Cetrespeó, apresurándose a colocarse detrás de Lobot.

Lando avanzó un par de pasos.

—Éste es mi personal, coronel Pakkpekatt. Me encantaría hacer las presentaciones necesarias, pero se me han dado algunas instrucciones de última hora que quizá debería conocer antes de que siguiéramos hablando. ¿Está disponible su sala de conferencias?

Pakkpekatt mantuvo la cabeza alta y estudió a Lando sin decir ni una palabra.

«¿Estás leyendo mis pensamientos? Bien, pues tú y yo tenemos que hablar, y lo que digamos debería quedar estrictamente entre nosotros.»

Pakkpekatt alzó una mano y señaló la puerta de la sala de conferencias.

—Continúe con los preparativos para la partida, capitán —dijo.

Apenas la puerta de la sala de conferencias se hubo cerrado, Pakkpekatt se plantó delante de Lando y se inclinó sobre él de una manera bastante amenazadora.

—Así que usted es el hombre que ha amenazado a mi oficial de servicio con no sé qué represalias para salirse con la suya, ¿eh? No crea que podrá usar el mismo método conmigo.

Lando sonrió, y después volvió a aumentar un poco la distancia existente entre ambos dejándose caer en una silla.

—Ni se me ocurriría intentarlo, coronel —dijo, adoptando una postura lo más relajada posible—. Y, francamente, no espero que sea necesario hacerlo. Estamos aquí para alcanzar la misma meta y trabajamos para las mismas personas: la princesa Leia, el Senado, la Nueva República...

Pakkpekatt emitió un seco ladrido gutural, el equivalente hortek a un gruñido.

—Se me dijo que esperara a un observador enviado por el Alto Mando de la Flota. No se me dijo nada acerca de su personal.

—¿Y qué necesidad había de decir nada al respecto? ¿Es que usted va a algún sitio sin sus ayudantes y suboficiales? —preguntó Lando, agitando las manos—. Mi personal posee ciertas capacidades y recursos que es muy posible puedan significar la diferencia entre el éxito y el fracaso para esta misión.

—Tenemos cinco androides de protocolo a bordo, y todos son de la serie E o de modelos aún más modernos —dijo Pakkpekatt—. Sus androides son superfluos.

—Pues siento tener que llevarle la contraria, pero yo considero que mi personal es indispensable —replicó Lando—. Y espero que sea tratado con la misma clase de consideración a la que tengo derecho en mi calidad de agente operativo de campaña enviado por Operaciones de la Flota.

Pakkpekatt se acercó un poco más, y su imponente mole se alzó sobre Lando como una torre a punto de desplomarse.

—Agente operativo... Qué términos tan curiosos, general. ¿Se le ha dado a entender que interpretaría un papel activo en la dirección de la misión?

—¿Y qué le dieron a entender a usted?

—Se me ha encomendado la misión de recuperar el
Vagabundo
de Teljkon —dijo Pakkpekatt—. No he recibido instrucción alguna acerca de compartir mi mando o esa responsabilidad con usted.

—No quiero que compartamos el mando, coronel —replicó Lando—. Lo único que quiero es un poco de cooperación mutua. Después de todo, los intereses de la Flota en este asunto son como mínimo igual de legítimos que los del Servicio de Inteligencia. Le recuerdo que fuimos nosotros los que estuvimos a punto de perder una fragata por culpa del
Vagabundo
.

—Pues entonces debería entender que se trata de un asunto extremadamente delicado. No tenemos ni idea de qué podemos encontrar ahí fuera.

—Coronel, si encontramos algo de valor ahí fuera, ni usted ni yo podremos quedarnos con ese algo —dijo Lando, obsequiando a Pakkpekatt con su mejor sonrisa conciliadora—. A menos que usted no confíe en la Flota, sencillamente no hay ninguna razón por la que no podamos colaborar para alcanzar un objetivo común.

Pakkpekatt dejó escapar una especie de chillido metálico, y el extraño sonido hizo que un escalofrío subiera y bajara velozmente por la espalda de Lando.

—¿Qué me está pidiendo? —preguntó el coronel en cuanto se hubo calmado un poco.

—No más de lo que pediría usted si estuviera en mis circunstancias. Libertad para movernos por toda la nave. Pleno acceso a los datos tácticos en todo momento. Ser consultados acerca de la estrategia a seguir. Y si subimos a bordo del
Vagabundo
, formar parte del grupo de abordaje.

—¿Sólo eso?

—Eso es todo. El resto de las prerrogativas del mando siguen siendo suyas.

—Comprendo —dijo Pakkpekatt—. Lo único que debemos hacer para mantenerle feliz y satisfecho es cargar con ustedes durante la parte más delicada de la misión, sin olvidar que se trata de una parte para la que están total y absolutamente faltos de preparación.

—Vamos, coronel...

—¿Acaso me toma por una presa herida? —preguntó el hortek, enseñándole los dientes—. Nosotros estamos preparados para organizar un equipo de asalto que se hallará en condiciones de enfrentarse a cualquier desafío que pueda presentar el
Vagabundo
. Sin embargo, no estoy preparado para organizar un grupo de asalto basado en el criterio de alguien que pueda llegar a pensar que resultará divertido formar parte de él.

—¿Tiene una ganzúa?

—¿Cómo ha dicho?

—Acaba de decir que están preparados para enfrentarse a cualquier cosa —dijo Lando—. Pero ciertas experiencias del pasado me han enseñado que cuando alguien que lleva uniforme dice estar preparado, lo que está diciendo en realidad es lo siguiente: «Tenemos cañones pequeños, tenemos cañones enormes y tenemos bombas de todos los tamaños». Hay otras formas de superar el obstáculo que supone una puerta cerrada. ¿Está tan preparado para abrir una cerradura mediante una ganzúa como lo está para volarla? ¿Está tan preparado para negociar y regatear como lo está para dar órdenes? ¿Está tan preparado para convencer como lo está para capturar? Si su respuesta a esas tres preguntas es no, entonces será mejor que revise sus ideas sobre cuál es su verdadero grado de preparación.

—Mi equipo técnico ha acumulado más de cincuenta años de experiencia en operaciones de inteligencia de todo...

—Oiga, coronel —dijo Lando, levantándose y colocando su rostro a escasos centímetros del pecho del hortek—. Estoy seguro de que su equipo está formado por excelentes veteranos en los que se puede confiar. Pero el mío tampoco es despreciable. Tengo a un humano equipado con una conexión cibernética directa, a un androide equipado con una conexión lingüística universal y a otro equipado con una conexión mecánica igualmente universal...

—No veo que haya nada de especial en las capacidades de su personal.

—A primera vista tal vez no —dijo Lando—. Pero saben cómo trabajar en equipo, y también saben cómo ganar. Vencimos a Darth Vader y vencimos al Emperador, y lo hicimos en su terreno y luchando según sus reglas...

—Eso es historia antigua. Y tuvieron mucha suerte.

Lando sonrió.

—Todos los jugadores saben que no debes apostar contra un tipo con suerte. Si impide que mis jugadores tomen parte en la partida, y acaba perdiendo, después lo pasará francamente mal cuando tenga que explicar por qué tomó esa decisión a la gente que nos ha enviado aquí.

—El mando lleva implícita una responsabilidad con la que hay que cargar.

—Pues yo no querría tener que cargar con la que le ha tocado a usted en este momento —dijo Lando—. Mire, coronel: no sé con quién o con qué podemos encontrarnos dentro del
Vagabundo
, pero lo que realmente importa es que debemos ser más listos que esa nave fantasma. Porque si no lo somos, entonces... Bueno, entonces sólo habrá dos finales posibles para esta misión: puede que tengamos que destruir esa nave o puede que ella tenga que destruirnos a nosotros, pero en ambos casos la misión habrá sido un fracaso.

—Soy muy consciente de ello.

Lando señaló la puerta.

—Bueno, ahí fuera tengo a Erredós y Cetrespeó, los androides personales de Luke Skywalker. Y Lobot y yo nos ganábamos la vida dejando en ridículo a los departamentos de Inteligencia y Seguridad en un sistema detrás de otro. Hemos utilizado trucos que su gente todavía no ha sido capaz ni de soñar. ¿Realmente está seguro de que no quiere tenernos en su equipo?

Las fosas nasales de Pakkpekatt se dilataron durante unos momentos.

Después dobló el cuello hacia abajo en el equivalente hortek a un asentimiento.

—Muy bien. Trabajaremos juntos.

—Excelente. Eso es todo lo que quiero —dijo Lando.

—No lo creo. Sé quién es usted —dijo Pakkpekatt en un tono amenazadoramente seco—. No piense ni por un momento que no sé quién es usted... Le estaré vigilando.

Lando mantuvo la calma.

—Vamos a llevarnos estupendamente, coronel. Ya lo verá.

5

La mañana del día en que vería por primera vez a Nil Spaar, Leia se levantó de la cama con un hombro dolorido, los ojos irritados y una manta de fatiga sobre sus miembros cuyo peso invisible hizo que tuviera la sensación de que estaba a punto de enfermar.

Anakin había despertado de una pesadilla aterradora a altas horas de la madrugada, y Leia había permitido que el pequeño se acostara entre ella y Han con la esperanza de que eso le ayudaría a conciliar el sueño. Pero Leia no estaba acostumbrada a que hubiera tres personas en la cama, y la presencia de aquel cuerpecito la había obligado a adoptar posturas bastante extrañas para dormir. Además, y eso había sido todavía peor, el sueño de Anakin había sido bastante inquieto, y Leia acabó encontrándose pendiente de cada uno de sus movimientos, y se había despertado una y otra vez cuando Anakin se daba la vuelta y se removía junto a ella.

Han —y el descubrirlo irritó considerablemente a Leia— había dormido profundamente sin que pareciese afectarle nada de lo ocurrido, sus propios ronquidos incluidos.

Su cansancio persistió durante todo el desayuno. Mientras se vestía para su entrevista con el virrey de la Liga de Duskhan, Leia sólo se sentía capaz de pensar en tumbarse sobre la cama, por fin vacía, para echar una siesta. Era la clase de mañana en la que todo parecía tentarla para que infringiera la regla, fijada por ella misma, que prohibía el uso de estimulantes y se permitiera tomar una taza de té de brotes de naris o masticar una barrita de chicle tonificante.

La tentación se fue volviendo más y más fuerte a medida que se iba aproximando el momento de la entrevista. La sala de conferencias parecía estar llena de cuerpos, y todo el mundo parecía estar hablándole a la vez.

Habría que tratar de conseguir derechos de tránsito y permisos de descenso para casos de emergencia como base provisional, y eso tendría que ser un primer paso para acabar consiguiendo plenos derechos de navegación. Joruna y Widek forman parte de la Nueva República, y los cargueros tienen que dar un rodeo enorme.

—Casi todos los datos sobre el Cúmulo de Koornacht de que disponemos actualmente son de hace treinta años. Estuvo en manos del Imperio desde las Guerras Clónicas hasta poco después de la batalla de Endor. El Imperio no dejaba entrar a nadie, y, por lo menos hasta ahora, a los yevethanos no parecía interesarles salir del cúmulo.

—Por lo que hemos podido averiguar, la Liga de Duskhan sólo incluye a los once mundos habitados por los yevethanos. Creemos que en el Cúmulo de Koornacht hay un mínimo de diecisiete planetas habitados por otras especies, y que no forman parte de la Liga de Duskhan. Pero hasta el momento no hemos podido enviar misiones de exploración ni ponernos en contacto con ellos.

—¿Hay alguna clase de recursos minerales disponibles para el comercio? ¿Qué pasa con esa información? ¿Es que no figura en el expediente de solicitud de admisión presentado por Duskhan? Se suponía que debía estar incluida.

—No hay ninguna solicitud de admisión. Los yevethanos no han pedido ser admitidos en la Nueva República. Esto más bien es un examen..., y somos nosotros quienes debemos superarlo. Nil Spaar parece pensar que esto es una especie de reunión en la cumbre. Tampoco quiere que le llamen «embajador».

—Me pregunto por qué Inteligencia no nos ha proporcionado más información. ¿Qué posición ocupa un virrey en la estructura de poder de la Liga de Duskhan?

—No creo que pueda haber ninguna duda de que Nil Spaar representa a más mundos, más población, más riquezas materiales y a una base tecnológico-industrial más avanzada que cualquier otro visitante llegado a la Ciudad Imperial durante los últimos doce años. Y probablemente él también lo sabe.

—Desde un punto de vista estratégico, Leia, es indudable que sería estupendo tener a un amigo tan robusto interponiéndose entre nosotros y las fuerzas que Daala haya podido reunir en el Núcleo, sean cuales sean. En estos momentos Koornacht es uno de los puntos más débiles del Perímetro Interior.

—¿Hay alguien que disponga de información realmente fiable sobre lo que quiere Spaar?

—El segundo día se estableció una conexión entre la red de hiperonda de la Nueva República y el sistema de información de Coruscant, pero el personal de Spaar se encargó de todas las operaciones. Por lo menos sabemos que no podían limitarse a escuchar las transmisiones por su cuenta.

—¿Dónde está el análisis técnico sobre la nave que ha traído hasta aquí a la embajada de Duskhan?

—¿Puedo saber si alguien más piensa que los yevethanos podrían ser parientes lejanos de los twileks?

—¿Has tenido ocasión de repasar los resultados de la búsqueda de datos llevada a cabo en la biblioteca de Obra-skai?

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