Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta (25 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta
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—Quizá ésa sea la razón —dijo Leia, bajando la mirada hacia sus manos—. Quizá sea porque soy la única persona que está en la sala con él. Nadie más puede hacer esto, y sólo yo puedo hacerlo. —Titubeó durante unos instantes antes de seguir hablando—. Puede que una pequeña parte de mí siga intentando demostrar que tengo derecho a estar aquí.

—Nadie lo duda.

—Eres muy amable, Han, pero eso no es verdad. No me costaría nada escribirte una lista con los nombres de cien senadores a los que les encantaría ver cómo abandono el cargo.

—Bueno... No puedes complacer a todo el mundo. Si le gustas a todo el mundo y todos te quieren, entonces probablemente no estás haciendo tu trabajo.

—No se trata de gustar o de que me quieran —dijo Leia, y volvió a titubear—. Supongo que en realidad soy yo quien no está muy segura de si tengo derecho a estar aquí.

Han se volvió hacia ella.

—Eso es pura y simplemente una locura.

—No, no lo es. Nunca fui consciente de cuánto llegó a hacer Mon Mothma, o del terrible esfuerzo que le exigió. Este trabajo es tan abrumador... Todo el mundo quiere un pedazo de ti, y siempre te están pidiendo nuevos pedazos. Se necesita a alguien especial para vérselas con todas esas responsabilidades.

—Tú eres especial, jefa.

—Hay días en los que sencillamente no me siento a la altura de ellas —dijo Leia, y meneó la cabeza—. Behn-kihl-nahm, en cambio... Ah, sería un presidente magnífico. Tiene perspicacia, experiencia, prudencia... Tiene todo lo que hace falta. Lleva más de treinta años aquí, Han. Hay muchos momentos en los que tengo la sensación de ser un mero accidente de la historia. ¿Qué habría ocurrido si a ti y a Luke no se os hubiera metido en la cabeza la idea de rescatarme? Que me habría desvanecido en una nube de humo, eso es lo que habría ocurrido. Adiós, princesa Leia, adiós.

—Me parece recordar a cierta joven princesa llena de recursos que acabó dirigiendo su propio rescate —replicó secamente Han—. De no haber sido por la contribución de todos, no sé si habríamos salido enteros de allí.

—La cuestión es que yo podría haber muerto a bordo de la Estrella de la Muerte —dijo Leia—. Estoy segura de que mi padre habría sido capaz de matarme para obtener lo que quería el Gran Moff Tarkin.

—Nunca has hablado de ese tema.

—Ni siquiera me gusta pensar en él —dijo Leia.

—Vader no sabía que eras su hija.

Los labios de Leia se curvaron en una sonrisa llena de tristeza.

—Eso es bastante significativo, ¿no? Oh, no sé por qué digo estas cosas... Estoy empezando a hablar como Luke, ¿verdad? Ésa es la razón por la que no me gusta recordar el pasado. Volver la vista atrás nunca sirve de nada.

—¿Y por qué lo haces?

—Porque me has preguntado por qué me importan tanto estas negociaciones —respondió Leia, pero se apresuró a corregir su respuesta—. No... Estoy siendo injusta contigo. Llevo una hora acostada en la cama sin atreverme a cerrar los ojos, y sólo puedo pensar en esas condenadas negociaciones.

—Oh —dijo Han—. ¿Has vuelto a soñar con Alderaan?

—Dos veces durante la última semana —murmuró Leia—. Y ésa es otra razón por la que no paro de preguntarme si estoy haciendo lo correcto.

—¿Por qué? ¿Porque has tenido pesadillas? Cualquier persona que hubiera estado allí las tendría.

—Tarkin dijo que era yo quien había determinado la elección de los objetivos que servirían para demostrar el poder de la Estrella de la Muerte —dijo Leia en voz baja y suave—. Sus palabras todavía resuenan en mi mente, y nunca he conseguido dejar de oírlas. Todavía veo la explosión. —Desvió la mirada—. Y hay momentos en los que no puedo evitar tener la sensación de que todas esas personas murieron por mi culpa, y de que yo conseguí sobrevivir porque las traicioné. Y de ser así..., ¿en qué clase de líder o negociadora me convierte eso, Han?

—Tonterías. Sólo hubo un culpable de su muerte, y ese fue Tarkin —replicó Han—. Dijo eso únicamente para manipularte. No soporto ver que su truco todavía sigue surtiendo efecto, Leia.

—Los recuerdos tienen el brazo muy largo —dijo Leia, volviendo a apoyar la cabeza en sus almohadas—. Acabo de darme cuenta de otra cosa, Han. Es algo que tiene que ver con el porqué este asunto me importa tanto... Y como respuesta a tu pregunta, es bastante más válida que todas esas dudas mías sobre si realmente tengo derecho a ocupar la posición que ocupo ahora. —Meneó lentamente la cabeza y cerró los ojos—. Mi padre se esforzó tanto para dividir a la galaxia, que es como si me sintiera obligada a hacer cuanto pueda para unirla.

—No puedes cargar con todo ese peso...

—No puedo negarme a cargar con él —dijo Leia—. Luke no es el único que tiene sus demonios particulares, ¿sabes? Yo también tengo los míos, y ésa es la razón por la que nunca podrás pedirme que me olvide de esas responsabilidades. No sé si soy la persona más adecuada para encargarme de este trabajo, y hay momentos en los que me deja tan agotada que apenas puedo pensar y temo que voy a enloquecer, pero quiero estar aquí. Si estoy aquí, tal vez pueda hacer que el futuro sea un poco mejor. —Se volvió hacia su esposo e intentó distinguir su rostro en la oscuridad—. Eso es lo que intento hacer en esa sala cuando hablo con Nil Spaar, Han... Quiero conseguir que el futuro sea un poco mejor. ¿Hago mal?

Han estiró el brazo y le cogió la mano, apretándosela suavemente en una silenciosa demostración de afecto y perdón.

—No. No hay nada malo en eso. Pero tal vez deberías pensar en permitirte unas pequeñas vacaciones ocasionales. Ya sabes, cuando empiezas a tener la sensación de que las paredes se te van a caer encima de un momento a otro... Deja que otro se ocupe de la tienda durante una temporada.

—No hay nadie más —dijo Leia, con una sombra de tristeza en la voz—. Vienen aquí a ver a la presidenta, y eso quiere decir que he de ser la presidenta.

—Virrey, antes de que demos por terminada la reunión de hoy... Me estaba preguntando si podría pedirle un favor.

—¿De qué se trata?

—Me pregunto si podría satisfacer mi curiosidad sobre una cuestión histórica.

Nil Spaar inclinó la cabeza.

—Lo haré si puedo, princesa. No soy historiador.

—Es historia reciente —dijo Leia—. Se trata de algo que ocurrió bastantes años después de su nacimiento.

—Eso no supone ninguna garantía de que conozca la respuesta —dijo el virrey con una sonrisa—. Pero formule su pregunta, y veremos qué puedo responderle.

—Cuando el Imperio ocupó los mundos de la Liga, ¿estableció algún astillero en ellos?

—Oh, sí —dijo Nil Spaar— Varios, de hecho. Es una parte de la historia con la que estoy familiarizado. Los yevethanos poseemos grandes habilidades en todo lo concerniente a la mecánica y la ingeniería. Estas manos... —agitó seis largos dedos enguantados delante del rostro de Leia— rara vez se equivocan. Estas mentes... —se dio unos golpecitos en el tórax, justo debajo de su cuello— aprenden muy deprisa. Pero el Imperio convirtió nuestros dones en nuestra maldición. Miles de congéneres míos fueron obligados a trabajar como esclavos reparando las máquinas que eran utilizadas para oprimirnos, y para librar la guerra contra su Rebelión.

—Cuando el Imperio se fue de Koornacht...

—Se llevaron todo lo que pudieron consigo, y destruyeron todo lo que no podían llevarse: destruyeron los astilleros, los espaciopuertos y las centrales generadoras que les suministraban energía, e incluso las pocas naves de que disponíamos..., matando a más de seis mil yevethanos durante el proceso. Fue un último acto de salvajismo con el que pusieron fin a un reinado de crueldad —dijo Nil Spaar—. Pero dígame una cosa, princesa... ¿Por qué me hace esta pregunta? Conozco muy bien las expresiones de su rostro, y esto no es mera curiosidad ociosa.

—No —admitió Leia—. Mis asesores de defensa están preocupados por la posibilidad de que haya viejos navíos imperiales de gran tamaño en la zona de patrulla del Mando Espada Negra..., en Farlax y Hatawa, para ser exactos. Es más una cuestión de hacer cuadrar los libros que otra cosa, pero he tenido que darles permiso para que lleven a cabo algunas investigaciones.

—Sus asesores han dado una encomiable muestra de prudencia al insistir en ello —dijo Nil Spaar—. Le prestan un buen servicio al preocuparse por tales asuntos. Y dígame, ¿cuántas naves están buscando?

—Cuarenta y cuatro, virrey —respondió Leia—. Yo no puedo ofrecerle nada salvo mi buena voluntad, pero usted podría serme de gran ayuda en lo que debería ser una cuestión sin importancia. Si pudiera pedir a sus historiadores que echaran un vistazo a la lista de las naves desaparecidas, y que transmitieran toda la información disponible sobre el destino sufrido por cualquiera de esas naves que pudiera haber estado en Koornacht...

—Nos está pidiendo que revivamos un pasado muy desagradable —dijo Nil Spaar.

—Lo siento. Se lo pido únicamente porque espero que así podré conseguir que la operación de búsqueda se mantenga lo más alejada posible de Koornacht..., y eso quizá incluso pueda hacer innecesaria toda la operación.

—No he dicho que no debiera pedírmelo. De estar en su situación, yo lo habría hecho.

—Le agradezco su comprensión.

—Tampoco he dicho que no vayamos a ayudarles —prosiguió Nil Spaar—. Mi misión es proteger a mi pueblo. Si puedo contribuir a disipar los temores de sus asesores, entonces estoy sirviendo a ese deber. Deme la lista. La transmitiré al guardián de los archivos y antigüedades, y veremos qué se puede averiguar.

—Almirante, quiero que sepa que no entra en mis planes convertir en una costumbre este tipo de ejercicio inútil —dijo Ackbar, jadeando mientras caminaba por la pista junto a Drayson.

—Pensé que debía saber que Leia le había entregado esa lista.

—¿Cómo?

—Durante la tercera sesión, esta tarde.

—No debería haber hecho eso —dijo Ackbar, visiblemente preocupado—. ¿En qué podía estar pensando?

—Pidió al virrey que le proporcionara un informe sobre lo que saben los yevethanos de las naves desaparecidas —dijo Drayson con voz firme y tranquila—. De hecho, le pidió que se registrara los bolsillos él mismo para que la Quinta Flota no tenga que llegar a inspeccionarlos.

—Qué estúpido por su parte.

—Pero también lógico, desde cierto punto de vista. La princesa confía en él.

—¿Y usted? ¿Confía en él?

—No me pagan para que confíe en la gente —replicó Drayson.

—¿Y si esas naves están en poder de los yevethanos?

—Entonces estas conversaciones con Nil Spaar realmente son todo lo importantes que la princesa cree que son.

—No me gusta nada la forma en que Nil Spaar ha conseguido separarla de sus asesores —dijo Ackbar, moviendo la cabeza en una lenta sacudida—. Tendría que haber hablado con nosotros antes de haberle entregado esa lista.

—Pero no lo hizo —dijo Drayson—. Sin embargo, hay un aspecto en el que su acción puede resultarnos beneficiosa. Cuando Nil Spaar transmita esa lista a su planeta, eso debería permitirnos descifrar de una condenada vez sus claves de codificación. La lista tiene una longitud más que suficiente para ello, e incluye secuencias muy peculiares y fáciles de reconocer.

Las palabras de Drayson no parecieron consolar demasiado a Ackbar.

—Mientras tanto, tal vez hayamos revelado nuestros planes..., y la Quinta Flota zarpará dentro de dos días. ¿Qué voy a decirle al general Ábaht?

—Nada —replicó Drayson con firmeza—. Todavía no hay nada que podamos decirle. Veamos qué tal responde el virrey a la petición de Leia. Su reacción podría proporcionarnos alguna información bastante valiosa.

La lista que Leia había entregado a Nil Spaar se había vuelto amarilla debido a la acción del desinfectante y estaba sellada detrás de una gruesa capa de isófono transparente. Era el primer artefacto de la Nueva República que el virrey había permitido fuese introducido en sus aposentos del
Aramadia
..., y ello únicamente porque necesitaba reflexionar largamente sobre su significado.

Nil Spaar dedicó más de una hora a repasar meticulosamente el plan que había estado siguiendo y a decidir si la lista que tenía ante él alteraba alguna de las bases sobre las que se sustentaba, y acabó llegando a la conclusión de que no era así. Todo seguiría como antes, con la única diferencia de que quizá hubiera un pequeño cambio en el calendario establecido.

—Lo saben —dijo, inclinándose sobre el comunicador que enviaría su transmisión a su lugarteniente de N'zoth—. Preparaos. Ya no falta mucho.

Después fue hasta el mamparo y abrió el útero nocturno en el que su nido aguardaba con impaciencia el momento en que decidiera volver a él. Nil Spaar se hundió en su reconfortante suavidad y su aroma tranquilizador y permitió que el nido envolviera su cuerpo en un manto de oscuridad, encerrándolo en su refugio y rodeándolo con un delicado abrazo lleno de amorosa preocupación. El éxtasis no tardó en llegar, y Nil Spaar se entregó a la alegría de la reunión.

—Tengo buenas noticias para usted, princesa —dijo Nil Spaar cuando se encontraron a la mañana siguiente en el centro de la Gran Sala. Mientras hablaba le entregó una copia de la lista que Leia le había dado, y Leia la recorrió rápidamente con la mirada. La mayoría de los cuarenta y cuatro nombres habían sido señalados con marcas de un color, y los restantes habían sido señalados con marcas de otro color—. He consultado con quienes poseen más información sobre este asunto —siguió diciendo Spaar—, y he descubierto que sabían qué había sido de todas las naves que he marcado. La mayoría fueron destruidas en los astilleros de N'zoth, Zhina y Wakiza. En cuanto a las otras, se sabe que tomaron parte en las operaciones de destrucción y en la retirada.

—Estoy abrumada, virrey. Son unas noticias magníficas..., mucho mejores de lo que me había atrevido a esperar. Y el haber podido disponer de una respuesta tan deprisa hace que se lo agradezca todavía más.

Nil Spaar asintió.

—No ha sido muy difícil, princesa. Sencillamente se trataba de un asunto sobre el que poseíamos datos de los que ustedes carecían. ¿Nos sentamos?

—Por supuesto —dijo Leia, y los dos ocuparon sus sitios de costumbre—. Virrey, desearía poder devolverle este favor con otro de la misma clase. ¿No hay ninguna pregunta para la que yo pueda proporcionarle una respuesta? Alguna cuestión científica, histórica.., tal vez incluso de su propia historia. La Nueva República dispone de pleno acceso a todas las bibliotecas de Obra-skai.

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