Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta (22 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta
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Pero acceder al contenido exigía saber cuál de los más de cien algoritmos de secuencialización de datos imperiales había sido utilizado para inscribir la información en el núcleo de memoria; y ese conocimiento no estaba almacenado en ningún lugar del núcleo, sino en el sistema de control dual de a bordo..., el cual no había sobrevivido a la destrucción de la nave.

Los expertos de la Sección Técnica sólo conocían realmente bien catorce de esos algoritmos. Durante el primer día que el núcleo del
Gnisnal
pasó en el laboratorio, probaron suerte con los catorce sin que ninguno diera resultado. Los contenidos del núcleo siempre surgían de él bajo la forma de un parloteo aparentemente indescifrable.

Cinco equipos distintos formados por especialistas en ciencias de la información de primera categoría ayudados por androides analizadores de datos de alta velocidad empezaron a trabajar inmediatamente para tratar de descubrir alguna pauta escondida en aquel parloteo incesante. Utilizando archivos sacados de otros navíos imperiales como guía, examinaron el rompecabezas digital en busca de piezas que encajaran entre sí. Incluso unas cuantas secuencias cortas podían bastar para permitir que los androides recrearan el algoritmo desconocido y les proporcionaran la llave de los secretos que encerraba el núcleo de memoria.

El Equipo 3, dirigido por Jarse Motembe, logró recomponer la primera secuencia aparentemente válida, que estaba formada por los nombres y rangos de dos de los oficiales superiores del
Gnisnal
. Un día después el Equipo 5 había descubierto una secuencia todavía más larga que contenía un encabezamiento estándar de mensaje de los sistemas de hipercomunicación imperiales.

El último y decisivo progreso volvió a apuntárselo Motembe, y consistió en los quince pasos de la orden de mantenimiento completa para un bombardero TIE. Sus más de cuatrocientos datos secuenciales parecían describir todos los detalles del nuevo algoritmo. La confirmación no tardó en llegar: el primer fichero reconstruido contenía todos los turnos de servicios de la nave. El segundo contenía todo el archivo de comunicaciones del día en que fue destruida.

A partir de ahí, todo fue muy deprisa. Un androide de interconexión fue programado con el nuevo algoritmo y conectado al núcleo del
Gnisnal
, y esta vez el núcleo respondió con un chorro de decenas de millares de objetos y datos en vez de con un parloteo ininteligible. Cada fichero fue copiado, etiquetado, clasificado y enviado a la Sección de Análisis para su distribución posterior.

Uno de ellos, al que se le adjudicó el número de identificación AK031995 y un código de prioridad de Máxima Urgencia, acabó en manos de Ayddar Nylykerka.

Oficialmente, Ayddar Nylykerka era catalogador, y trabajaba en Seguimiento de Recursos. En la práctica, eso significaba que redactaba listas, solicitaba listas, recopilaba listas, repasaba listas y comparaba listas.

Todas las listas giraban alrededor del mismo tema: los navíos de guerra imperiales.

El departamento de Seguimiento de Recursos había sido creado después de un fallo del Servicio de Inteligencia que había estado a punto de provocar un desastre. El Gran Almirante Thrawn había sido el primero en dar con los más de cien destructores de la Antigua República escondidos conocidos como la flota de Katana, y había conseguido hacerse con la mayoría de ellos antes de que la Nueva República tuviera tiempo de reaccionar. A continuación la flota de Thrawn, vastamente reforzada, había atacado más de veinte sistemas de la Nueva República. Cuando Thrawn por fin fue derrotado, ya se había tenido que pagar un precio enorme en vidas y material.

Seguimiento de Recursos existía para asegurar que ese tipo de sorpresas tan dolorosas no volvería a producirse.

Pero el departamento había sufrido muchos cambios desde que fue creado. Al principio su personal ascendía a quince personas: ocho investigadores, tres catalogadores, dos analistas y dos androides administrativos. Las dimensiones del personal reflejaban la importancia que se daba a esa tarea, y el jefe de analistas siempre gozaba de excelentes conexiones con el Alto Mando de la Flota. Los informes emitidos por el departamento de Seguimiento de Recursos recibían invariablemente la atención de los más altos niveles.

Pero la estrella del departamento fue perdiendo brillo con el tiempo. El trabajo más sencillo ya estaba hecho, y cada nuevo informe contenía menos información nueva y útil. El paso del tiempo hizo que empezaran a surgir dudas sobre la utilidad de las evaluaciones emitidas por Seguimiento de Recursos, ya que su existencia hacía que los enemigos potenciales de la Nueva República tuvieran la posibilidad de construir nuevos navíos y lanzarlos al espacio. Poco a poco, el personal fue siendo trasladado a otros departamentos que se ocupaban de tareas de más alta prioridad, y los puestos que quedaban en Seguimiento de Recursos acabaron siendo considerados como callejones sin salida que significaban el final de una carrera administrativa. Quienes pudieron escapar de aquella trampa, lo hicieron..., salvo Ayddar Nylykerka.

Ayddar Nylykerka no sabía nada sobre la evacuación de Ihopek y Narth, la destrucción del
Gnisnal
o los descubrimientos del
Tenacidad
. Nunca había oído hablar del capitán Oolas, Norda Proi, Jarse Motembe, o de ninguna de las otras personas cuyo trabajo había hecho que el fichero llegase a sus manos. No era consciente de que, fuera de las paredes de su cubículo, estaba considerado como un personaje risiblemente falto de humor e inofensivamente obsesivo.

Pero conocía su trabajo, que no había cambiado desde la creación del departamento, y sabía que su trabajo consistía en inventariar y determinar la situación y estado actual de todos los navíos de guerra conocidos por la Nueva República y que no se hallaban bajo el control de la Nueva República.

Y sabía que en toda la historia del departamento de Seguimiento de Recursos, éste nunca había tenido a su disposición lo que él tenía delante en aquel momento: un listado de batalla imperial completo.

Todo estaba allí: cada navío de guerra, relacionado por nombre, clase, señal de llamada y comandante, asignado a cada flota y líder de combate.

Cada caza, interceptor, bombardero y escuadrón de asalto asignado a cada transporte, Destructor Estelar, Súper Destructor Estelar y Acorazado, con los efectivos de cada escuadrón minuciosamente detallados. Cada compañía de soldados de las tropas de asalto y batallón de infantería asignados a cada transporte, fuerza de ocupación, fuerte y puesto de avanzadilla. Cada nave averiada varada en un dique seco y cada nave a medio construir en un astillero, con las reparaciones que debían llevarse a cabo y las fechas en que estarían terminadas. El listado incluía hasta a los navíos de segundo nivel utilizados para el adiestramiento de los oficiales.

El sello de fechado del fichero tenía más de diez años de antigüedad, pero aun así seguía tratándose de un tesoro inapreciable. El listado de batalla contenía información que iba mucho más allá de la que los capitanes de navío corrientes y los comandantes de flotillas habrían tenido a su disposición, pues se trataba de una información que sólo podía ser conocida por un comandante de sector o por los mismísimos secretarios militares del Emperador.

Y eso hizo que Ayddar Nylykerka empezara a concebir ciertas sospechas, y las sospechas llegaron a ser lo suficientemente serias para que decidiese dedicar las horas siguientes a tratar de demostrar que el fichero era un fraude, un truco concebido por los servicios de contrainteligencia imperial que había salido a la luz cuando ya no podía servirles de nada.

Cuando no pudo hacerlo, llamó a sus esposas y les dijo que no le esperaran aquella noche.

Después concentró toda su atención en la verdadera labor que le aguardaba: encontrar algo en el AK031995 que justificara los últimos siete años de su vida profesional, algo que recordara a todos los peces gordos del Alto Mando de la Flota que el departamento de Seguimiento de Recursos existía por una razón. Después de haber verificado la autenticidad del listado de batalla a través del contacto de inteligencia en el que tenía más confianza, y estando seguro de que nunca volvería a tener semejante oportunidad, siguió trabajando como si no tuviera la más mínima fe en él.

Mientras estudiaba los datos, el lema no oficial de la Sección de Inteligencia pasó a ocupar el centro de sus pensamientos:
Si lo que creemos saber no se corresponde con la verdad, entonces es tan peligroso como lo que ignoramos
.

Ayddar Nylykerka no se apartó de su escritorio durante tres días. Cuando por fin lo hizo, no fue para ir a casa. Con su cuaderno de datos firmemente sujeto debajo del brazo, pidió a la central de vehículos oficiales que le enviara un aerodeslizador y puso rumbo al lago Victoria.

La residencia que el almirante Ackbar tenía en Coruscant estaba formada por dos gruesos cilindros blancos. Un cilindro, carente de ventanas, brotaba de la hierba que cubría la orilla del lago Victoria. El otro, mitad opaco y mitad de transpariacero, surgía de las tranquilas aguas azules. Las dos estructuras estaban unidas entre sí por un tercer cilindro, una forma alargada y esbelta que contenía un pasillo situado a la altura del segundo nivel. Un deslizador acuático monoplaza calamariano de gráciles líneas estaba amarrado a un pilote en el lago.

La identificación de la Flota de Ayddar bastó para permitirle superar el puesto de vigilancia del perímetro de seguridad, aunque se vio obligado a entregar su cuaderno de datos para que fuera examinado, y después tuvo que dejar el aerodeslizador en un aparcamiento e ir hasta la casa andando. Ya allí, se presentó a sí mismo en la entrada al cilindro que se alzaba junto a la orilla del lago.

—Ayddar Nylykerka, jefe de analistas del departamento de Seguimiento de Recursos, Sección de Inteligencia, Alto Mando de la Flota, para ver al almirante Ackbar.

Unos segundos después, la puerta curva se hizo a un lado con un siseo para revelar a un androide mayordomo de la Flota. Después de cruzar los brazos sobre el pecho, el androide pareció ocupar todo el umbral.

—Cuando el almirante Ackbar está en casa nunca ve a nadie cuyo rango esté por debajo del de comodoro —dijo el androide—. Aun así, el almirante ya tiene que pasar demasiado tiempo fuera del agua. Llame a su despacho por la mañana y pida una cita, analista.

Ayddar le contempló con incredulidad.

—No lo entiende —dijo—. Esto es importante.

—Entonces es lo suficientemente importante como para que antes moleste a sus superiores inmediatos —dijo el androide—. Utilice los canales reglamentarios. El almirante dedicará su atención a este asunto siempre y cuando llegue a su escritorio.

—No —dijo tozudamente Ayddar. Intentó estirar el cuello para ver el interior de la casa más allá del androide, pero lo único que vio fue el panel interior de la compuerta de seguridad—. No es una respuesta aceptable. He de verle personalmente. No puedo correr el riesgo de que esta información no llegue hasta él.

—Señor Nylykerka, el almirante Ackbar está descansando. No puede verle —dijo implacablemente el androide—. Y ahora, ¿tendrá la bondad de irse, o he de llamar al guardia?

Ayddar sostuvo el cuaderno de datos junto a su pecho y fulminó con la mirada al androide.

—Muy bien —dijo por fin—. Me iré.

—Gracias, señor Nylykerka —dijo el androide.

Después se quedó inmóvil en el umbral y esperó hasta que Ayddar hubo girado sobre sus talones y dado los primeros pasos por el sendero antes de cerrar la puerta.

Pero en cuanto la puerta se hubo cerrado, Ayddar se metió por el camino y pasó corriendo junto a la entrada para dirigirse hacia la orilla del lago.

Apretando los dientes y encogiéndose temerosamente, se adentró en el agua con una considerable torpeza, chapoteando ruidosamente y creando grandes surtidores. Las alarmas empezaron a sonar, y una hilera de luces de gran potencia disimuladas debajo del pasillo que unía los dos cilindros hizo desaparecer repentinamente el crepúsculo. Ayddar dejó escapar un grito animal y se zambulló en el agua, que le llegaba hasta la cintura, y empezó a avanzar hacia el cilindro del lago en una penosa imitación del nadar francamente lamentable.

Su primer y casi obsesivo impulso, que consistía en golpear los ventanales situados a la altura de la superficie del lago para atraer la atención de Ackbar, no le había permitido trazarse ningún otro plan. Pero cuando estuvo un poco más cerca, Ayddar vio que el cilindro era un habitáculo acuático calamariano y que el agua casi rozaba la pasarela.

Un aerodeslizador del servicio de seguridad voló sobre él en una pasada a baja altura, y una voz amplificada empezó a gritarle órdenes.

—Atención, intruso: ésta será la única advertencia que recibirá. Ha entrado en una propiedad gubernamental sin estar autorizado a ello. Le estamos apuntando con una batería de desintegradores antipersonales. Quédese donde está y no dispararemos contra usted. Si no se rinde, será aniquilado.

Ayddar, aterrorizado, se apresuró a levantar los brazos. Cuando lo hizo, su frágil dominio de la natación se disipó de repente, y su cuerpo se hundió por debajo de la superficie del agua. Antes de que pudiera comprender qué le estaba ocurriendo, Ayddar descubrió que tenía los pies y las manos profundamente hundidos en el fondo cenagoso del lago, y que era incapaz de liberarse para volver a la superficie.

Un anillo de lámparas instaladas alrededor de la base del habitáculo acuático inundó de luz las oscuras aguas. Por primera vez, Ayddar pudo ver que el cilindro estaba provisto de una entrada submarina. Ayddar se debatió desesperadamente, y consiguió avanzar por el fondo hasta llegar a ella. Después alargó el brazo y empujó la palanca de apertura.

No ocurrió nada.

Dominado por la desesperación, y con el sonido de los motores de un bote a reacción rodeándole y volviéndose más potente a cada momento que pasaba, Ayddar estiró los brazos y lanzó el cuaderno de datos contra la escotilla.

El cuaderno de datos pareció moverse a cámara lenta, y apenas hizo ruido cuando por fin acabó chocando con la escotilla.

Pero un instante después Ayddar se llevó la sorpresa de su vida al ver abrirse la escotilla. Lo que parecía un remolino del agua le agarró firmemente por la pechera de su camisa y tiró de él, metiendo su cuerpo por la entrada con una despreocupada facilidad que indicaba una fuerza impresionante. Unos instantes después Ayddar se encontró emergiendo de las aguas en la parte superior del habitáculo acuático. Jadeando ruidosamente, empezó a manotear en busca del borde del habitáculo. Ayddar no se dio cuenta de que ya no tenía su cuaderno de datos hasta que las puntas de sus dedos encontraron un precario punto de apoyo.

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