Read Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta Online
Authors: Michael P. Kube-McDowell
Lando sonrió sarcásticamente, y recordó lo cerca que «aquellos problemas» habían estado de significar el fin de la Nueva República.
—El
Corazón Valiente
disparó una andanada de advertencia por delante de la proa del
Vagabundo
justo después de haber grabado estas imágenes —siguió diciendo Drayson—. El
Vagabundo
devolvió el fuego mediante unas armas que seguimos sin entender, y dejó al
Corazón Valiente
sin propulsión con un solo disparo. Después saltó al hiperespacio. No volvió a ser visto durante casi dos años. ¿Todavía no estás aburrido?
—No. Siga.
El almirante Drayson dio la espalda a la pantalla y fue hasta un sillón de la mesa de conferencias.
—En realidad, ése fue el segundo avistamiento documentado. El primero se produjo cuando un navío de exploración de Hrasskis estaba recorriendo el sistema de Teljkon.
—De ahí el nombre.
—Exacto. El navío de exploración pensó que se habían tropezado con un pecio a la deriva, e intentó interceptarlo. Debo decirte que se habían pasado horas y horas enviando toda clase de transmisiones, y que no habían obtenido ni un solo pitido de réplica..., y de repente el
Vagabundo
emite una modulación en todas las bandas del espectro que dura cinco segundos y que quema prácticamente todos los circuitos de comunicaciones del navío de exploración. Existe una grabación, pero está tan distorsionada que en realidad nos sirve de nada. Bien, el caso es que treinta segundos después de que el
Vagabundo
enviara la señal...
—A ver si lo adivino: desapareció en el hiperespacio.
—Has dado en el centro de la diana.
—¿Y qué hay del tercer avistamiento?
—Ése podemos apuntárnoslo. Pensamos que íbamos a actuar con astucia, ¿entiendes? Un navío de vigilancia del Servicio de Inteligencia intentó adherir una lapa de localización al casco del
Vagabundo
. Ni siquiera consiguieron acercarse a él.
—¿Y el cuarto?
Drayson se recostó en su asiento y tabaleó con los dedos sobre el acolchado del brazo.
—Ha tenido lugar ahora mismo, en el espacio profundo cerca de Gmar Askilon. Tenemos otro navío de vigilancia siguiéndole...
—Espero que se estén manteniendo lo bastante lejos para no correr peligro.
—Oh, no corren ningún riesgo. Pero queremos seguirle la pista —dijo Drayson—. Inteligencia está organizando una flotilla en estos mismos instantes. Quieren capturar al
Vagabundo
, abordarlo y disipar de una vez para siempre todos esos enigmas. El coronel Pakkpekatt del Servicio de Inteligencia estará al mando de la misión. Si hubieras tardado aunque sólo fuese una semana en venir a verme, ya habría sido demasiado tarde: ya habrían partido.
—¿De veras? —preguntó Lando, con el rostro tan indescifrable como si estuviera jugando una partida de sabacc—. Parece que he sabido escoger el momento, ¿eh?
—Desde luego que sí. Bien... ¿Te parece lo suficientemente interesante?
—Es una historia muy interesante —dijo Lando, poniendo un énfasis un tanto malicioso en la palabra «historia»—. Pero de momento todavía no veo ningún papel interesante para mí en ella.
Drayson adoptó una expresión de solemne seriedad.
—Me gustaría que fueras en la nave de Pakkpekatt..., nominalmente en calidad de enlace de la Flota, por supuesto. Después de todo, el
Corazón Valiente
era un navío de la Flota. Los de Inteligencia no pueden negarles el derecho a sentir un cierto interés por todo este asunto.
—Pero eso sólo sería una tapadera, porque en realidad yo estaría allí en calidad de agente suyo, ¿no?
—No —dijo Drayson—. Podría haber introducido a cualquier agente de Alfa Azul en la tripulación de una de esas naves. De hecho, tú no puedes estar seguro de que no lo haya hecho. No, no quiero que me informes.
—¿Y entonces por qué quiere que forme parte de la misión?
—Porque piensas como un contrabandista, y porque Pakkpekatt piensa como un coronel. Porque tienes una habilidad especial para llegar a los sitios en los que la gente no quiere que metas las narices, superando trampas que otros no ven hasta que ya es demasiado tarde. Porque pienso que la misión tiene más probabilidades de éxito si estás allí que si no estás.
—¿Eso es todo?
—Eso es todo. Ése es mi trabajo, ¿entiendes? —dijo Drayson—. Debo asegurarme de que ocurran algunas cosas, y de que otras no lleguen a ocurrir jamás. ¿Te interesa? ¿Quieres unirte a la cacería del
Vagabundo
de Teljkon?
Lando se limitó a sonreír.
El comunicador de Han aprovechó el primer momento de tranquilidad del día para atraer su atención con un pitido.
—Han, aquí Luke —dijo una voz familiar—. ¿Puedes venir a verme?
—¿Qué? ¿Luke? Oye, chico, tu hermana te ha estado buscando por todas partes...
—Lo sé —dijo Luke—. ¿Vendrás a verme, y solo?
—Ah... Eh... Bien, de acuerdo. ¿Dónde estás? ¿Estás realmente en Coruscant, como afirma Leia?
Luke no le dio una respuesta directa.
—Sube a tu deslizador y sigue un rumbo oeste con relación a la Ciudad Imperial. Cuando llegues a la costa, desconecta tu sistema de navegación y suelta los controles. Te llevaré hasta el sitio en el que estoy.
—Bueno... Está bien. No parece muy complicado. Pero tendrá que ser más tarde —dijo Han—. Esta noche, ¿eh? Alguien tiene que vigilar a los chicos.
—Por supuesto. Te veré esta noche.
—Espera un momento —se apresuró a decir Han antes de que Luke pudiera cortar la comunicación—. ¿Se supone que esto es un secreto? ¿Puedo decirle a Leia adonde voy?
—Si no tienes más remedio que hacerlo, sí. No quiero que le mientas.
—¿Estás seguro de que no quieres llamarla y hablar con ella?
—Estoy seguro —replicó Luke—. Dile lo que necesites decirle. Pero ven solo, por favor.
Antes de que la tempestad de la Fuerza desencadenada por el clon de Palpatine devastase Coruscant, la costa del mar occidental había sido un soberbio parque de atracciones, un mundo alegre y lleno de maravillas que nunca dormía. La zona todavía no se había recuperado por completo. Sólo las luces de unos cuantos complejos para turistas dispersos en la oscuridad indicaban la situación del sinuoso perfil de la costa mientras el deslizador de Han pasaba como una exhalación sobre ella para abrirse paso por el manto negro del cielo que se extendía encima del mar occidental.
Han esperó durante varios segundos que le parecieron muy largos hasta que comprendió que no tenía ni idea de qué estaba esperando que ocurriera.
—De acuerdo, Luke. Espero que me estés escuchando, dondequiera que estés. Esta noche no me apetece nadar, ¿sabes?
Se inclinó hacia adelante, alargó el brazo y desconectó el sistema de navegación, un proceso que exigió tres confirmaciones y dos anulaciones manuales. Una tercera parte de los controles de la cabina del deslizador se apagaron de repente, y unas brillantes letras color naranja aparecieron en la parte inferior del parabrisas para advertir a Han de que había pasado a la MODALIDAD DE VUELO MANUAL.
—Pues allá vamos —dijo Han con un suspiro, recostándose en su asiento y cruzando los brazos encima del pecho.
El deslizador se desvió bruscamente hacia la derecha casi al instante y emprendió un veloz picado hacia el agua. Han tuvo que hacer un considerable esfuerzo de voluntad para no volver a empuñar los controles.
Pero el deslizador no tardó en volver a nivelarse, aunque lo hizo a una altitud alarmantemente reducida. La luna aún estaba bastante por debajo del horizonte, pero Han podía ver la ondulante superficie del mar gracias a la pálida luz fosforescente de millones de diminutas criaturas que cabalgaban sobre las olas y las corrientes. El espectáculo era fantasmagórico y maravilloso, pero también se encontraba a un brazo escaso de distancia por debajo de la quilla del deslizador, y desfilaba a una velocidad vertiginosa.
—Eh, Luke... ¿Estás ahí? —preguntó Han, poniéndose tan cómodo como se lo podían permitir el asiento del deslizador y sus largas piernas—. ¿Va a ser un vuelo muy largo? ¿Tengo tiempo de echar una siesta? Por cierto, chico, puedes empezar a servir la cena cuando quieras.
No hubo ninguna respuesta.
—Condenadas líneas espaciales —masculló Han, cerrando los ojos—. Son todo sonrisas hasta que se han quedado con tu dinero y te han metido a bordo para encerrarte con el resto del rebaño. Entonces intenta conseguir aunque sólo sea un vaso de agua, y ya verás cómo...
Un albatros de largas alas surgió de las rocas para volar en formación con el deslizador de Han cuando éste redujo la velocidad y fue directamente hacia la playa. Despertado por el repentino cambio que eso produjo en el suave zumbido que brotaba de las toberas del deslizador, Han intentó ver hacia dónde podía estar yendo.
Y entonces un agujero se abrió en el cielo delante de él, un óvalo brillantemente iluminado que quedó suspendido sobre la playa como una puerta a la mañana. El albatros viró bruscamente y el deslizador siguió avanzando hacia el óvalo de luz, y se posó sobre el suelo de una cámara de techo muy alto y totalmente vacía. Han se retorció en su asiento para echar un vistazo al incomprensible acceso por el que había entrado, y volvió la cabeza justo a tiempo de ver cómo la abertura se sellaba detrás de él.
«Hola, Han —dijo una voz dentro de su mente—. Sube.»
—¿Que suba? —murmuró Han, saliendo del deslizador—. Pero si no hay...
Apenas había empezado a protestar cuando la pared más próxima se deformó para crear una escalerilla, y una abertura apareció en el techo por encima de ella.
—Oh, ya veo —dijo Han—. Supongo que fabricar una escalera de verdad debe de ser mucho más complicado, ¿eh?
Pero alargó los brazos hacia la escalerilla y trepó por los peldaños, subiéndolos de dos en dos por una simple cuestión de orgullo. Aun así, no le hizo ninguna gracia oír los gruñidos que se le escaparon en el comienzo de la escalerilla o sentir cómo su corazón latía a toda velocidad cuando hubo llegado al final de ella.
Han se encontró en el fondo de una gran sala esférica que no contenía mobiliario ni tecnología alguna..., o por lo menos, ningún mobiliario o tecnología que él pudiera detectar.
—¿Y ahora qué?
«Sigue adelante —dijo la voz que hablaba dentro de su cabeza—. Sube por la pared.»
—Sí, claro, a ti te resulta muy fácil decirlo —murmuró Han, empezando a sentirse un poco irritado.
Pero la abertura por la que acababa de pasar ya había desaparecido, por lo que no tenía mucho donde elegir. Han alzó la mirada hacia la curvatura del muro y se llevó una gran sorpresa al descubrir que, fuera cual fuese el sitio en el que se encontrara, éste siempre parecía ser el fondo de la esfera.
No había forma alguna de saber si se trataba de un truco realizado mediante campos gravitatorios, si Luke estaba empleando alguna clase de habilidad Jedi o si era la misma sala la que estaba girando debajo de él.
Han intentó no pensar en esa posibilidad, aunque empezó a moverse bastante más cautelosamente mientras sus pies rebasaban lo que antes había sido el centro de la pared..., o, al menos, lo que debería haber parecido el centro de la pared.
Después de que hubiera avanzado una docena de vacilantes y un tanto temblorosos pasos más, una sección del suelo —¿techo? ¿pared?— descendió de repente delante de él para formar una rampa que le ofrecía una salida de la esfera. Han pensó que su cuerpo tenía que haber quedado cabeza abajo en relación al resto de la estructura, pero de repente se encontró, y aparentemente en la misma posición vertical de siempre, entrando en una gran habitación piramidal por uno de sus tres lados. Aquel recinto estaba tan desnudo como todos los que había visto hasta ese momento y se hallaba iluminado por la misma claridad curiosamente uniforme, que parecía surgir de detrás de los muros sin que los ojos pudieran detectar ninguna luminosidad en sus superficies. La luz era tan fría como el aire.
—Bueno, tu pequeña casita en lo alto del árbol no está nada mal... —dijo Han, avanzando lentamente hacia el centro de la habitación mientras alzaba la vista hacia la punta en que terminaba el techo—. Y has hecho un trabajo de simplificación realmente magnífico. Creo que has conseguido llevar la idea de los armarios ocultos hasta un nivel totalmente nuevo. Tendrás que darle el nombre de tu decorador a Leia.
—Gracias por haber venido, Han —dijo una voz a su espalda—. Me alegro mucho de verte.
Han giró sobre sus talones y se encontró con que Luke estaba inmóvil a un metro de distancia de él, casi como si hubiera estado siguiéndole. Una sonrisa torcida de muchacho travieso iluminó las facciones de Han.
—Bueno... Eh, quería salir de la casa, y dado que estaba en el barrio... Ya sabes que tú también podrías haber venido a vernos, ¿no?
—No, no podía hacerlo —dijo Luke. Llevaba una túnica que le llegaba hasta los tobillos y que parecía haber sido confeccionada con trozos de varias prendas, un uniforme de piloto y una capa para las arenas de Tatooine entre ellas. Su expresión era tranquila y relajada pero un tanto distante, y eso hizo que el impulso de envolverle en un abrazo de oso y darle palmadas en la espalda que había sentido Han al verle se disipara casi enseguida—. Espero que cuando te vayas de aquí habrás entendido por qué no podía.
—Bueno... Tendrás que empezar por el principio, porque no entiendo absolutamente nada de lo que está ocurriendo —dijo Han—. ¿Qué clase de sitio es éste? ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué te estás escondiendo? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué no has querido que Leia viniera conmigo?
—Leia quiere algo de mí —respondió Luke—, y tú no. En cuanto al resto de tus preguntas, necesitaré un poco más de tiempo para responder a ellas.
Han frunció el ceño y miró a su alrededor.
—Si esta conversación va a ser larga... Oye, supongo que no tendrás nada parecido a una silla escondido por algún sitio, ¿verdad?
—Lo siento —dijo Luke, inclinándose en un solo y fluido movimiento para sentarse en el suelo y adoptar una postura de meditación con las piernas cruzadas—. Siéntate donde quieras, y pondré un cojín de aire debajo de ti. —Después esperó hasta que Han estuvo cómodamente instalado antes de seguir hablando—. Como puedes ver, soy capaz de esconderme bastante bien incluso de Leia. Pero preferiría estar a solas y que nadie intentara dar conmigo. Espero que volverás y le pedirás a Leia que lo acepte. Si no lo hace... Bueno, no va a conseguir lo que quiere. Lo único que logrará con eso será obligarme a abandonar Coruscant.