Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta (43 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta
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La holopantalla se oscureció.

Ábaht dio la espalda al hipercomunicador.

—Lo siento —dijo—. Tendrá que hacer volver a las patrullas antes de invertir la trayectoria de la formación.

—¿Qué? Oh, sí, claro. Y ahora, olvídese de las excusas y dígame por qué lo hizo. Es una orden —añadió, al ver que Ábaht titubeaba.

—Muy bien —dijo Ábaht—. Creía que me habían negado la información de que necesitaba disponer para hacer mi trabajo correctamente, y me refiero a las dos partes de mi trabajo: proteger las fuerzas a mi mando y proteger los intereses de la Nueva República. La princesa Leia tomó una decisión militar por razones políticas, y eso me dejó en una situación insostenible. Intenté salvar el obstáculo que suponían sus objeciones buscando ayuda fuera de la Flota, y acudí al Instituto de Exploración Astrográfica. Ya conoce los resultados.

—Sí, creo que sí. ¿Y usted?

—¿Qué quiere decir?

—Ese lenguado no era ninguna nave espía.

—No.

—Y no se autodestruyó, ¿verdad?

—No.

—Entonces tal vez encontró justo lo que usted quería que encontrara..., lo que teme pueda estar acechando ahí fuera.

—Tal vez —dijo Ábaht—. Pero eso ya no importa. El navío cartográfico no transmitió ningún informe, y no enviarán más naves a esa zona. Sean cuales sean los secretos que están ocultando los yevethanos, seguirán siendo secretos. —Saludó marcialmente—. Solicito permiso para volver a mi camarote, señor.

—Permiso concedido —dijo, con el ceño fruncido, y Ábaht fue hacia la escotilla—. General...

Ábaht se detuvo y se volvió hacia Han.

—¿Con cuántos navíos de exploración cuenta la Quinta Flota?

—Tenemos un escuadrón, con un total de ocho naves. También disponemos de dos escuadrones de naves de reconocimiento robotizadas.

Han movió la mano en un amplio barrido que abarcó toda la hilera de consolas de control vacías.

—¿Tendría la bondad de decirme cuál de estos botones hará venir a su personal táctico?

—¿Qué está diciendo? —replicó Ábaht, mirándole como si no estuviera muy seguro de qué podía significar todo aquello.

—Bueno... Sabemos que ahí afuera hay algo o alguien que quiere crear serios problemas a la Nueva República —dijo Han en un tono bastante seco—. Es así, ¿verdad?

—Yo diría que sí.

—Pues me parece que sería mejor que hiciéramos algo al respecto y que intentáramos cubrirnos las espaldas mientras nos retiramos. ¿Le parece una idea razonable?

—Es usted quien está al mando de la flota, general Solo.

—Cierto —dijo Han—. Y nunca le doy la espalda a un rincón oscuro cuando sé que alguien anda detrás de mí. ¿Qué botón he de pulsar?

Ábaht señaló con un dedo.

—Ése.

14

«Cúmulo de Koornacht» siempre había sido un nombre llegado del exterior: era un nombre de astrónomo, con centenares de años de antigüedad, pero casi tan poco significativo como las letras y números de un catálogo.

Aitro Koornacht había hecho un gran favor relacionado con una mujer y una carroza imperial al Primer Observador de la Corte del Emperador Preedu III, en Tamban. La noche siguiente, el astrónomo detectó un nuevo disco de borrosa claridad en el ocular del más nuevo de sus telescopios. El Primer Observador, lleno de gratitud, había devuelto el favor a su benefactor bautizando el cúmulo estelar recién descubierto con el nombre del comandante del turno de noche de la guardia palaciega.

Pero esa misma agrupación de estrellas tenía otros nombres. Para los fias de Galantes, en cuyos cielos aparecía como un gran óvalo de luz, era conocida como La Multitud. Los wehttams, otros vecinos galácticos, la reverenciaban como el Templo de Dios. Los ka'aas, una especie nómada que era lo bastante vieja para haber presenciado el primer parpadeo de las estrellas más jóvenes del Cúmulo, la recordaban como no'aatpadu'll, el Pequeño Jardín de Infancia.

Los yevethanos se referían a ella con una palabra que significaba Hogar.

Dos mil soles y veinte mil mundos, todos nacidos de la misma gran nube de polvo y gases que todavía llenaba el vacío existente entre ellos. Eran soles jóvenes y mundos inhóspitos, y había muy pocos ojos disponibles para conocer a unos o a otros. Los colores de la vida sólo habían iluminado la superficie de menos de un centenar de planetas, y sólo una de las especies engendradas en el Cúmulo había logrado dar el gran salto desde su suelo natal hasta las estrellas.

Dos mil soles que se hacían compañía unos a otros en el espacio, ardiendo con tanta brillantez en los cielos por encima de N'zoth y sus hijos planetarios que impedían que el ojo pudiera ver las luces más tenues, la mucho más gigantesca galaxia que se extendía más allá de ella. Los yevethanos no se enteraron de que no estaban solos hasta que vieron aparecer a visitantes llegados de más allá del Cúmulo que querían explotar sus riquezas minerales.

La lección resultó difícil de asimilar. Los yevethanos, una especie joven con una ética dura e inflexible, estaban acostumbrados a su lugar como centro del universo. La implacable «otredad» de los extraños supuso un profundo desafío para la concepción de sí mismos que habían llegado a formarse los yevethanos. La respuesta que acabaron dando a ese desafío consistió en una nueva visión basada en la pureza del linaje, lo sagrado del territorio, y el odio.

La ocupación imperial había sido altamente educativa para los yevethanos..., y en más de un aspecto.

Cuando el Imperio llegó a Koornacht, los yevethanos eran sus únicos dueños y señores. Viajando a través del espacio real en sus inmaculadas naves esféricas, los yevethanos habían ido extendiendo sus dominios desde N'zoth, su mundo de origen, hasta once mundos más.

En toda la historia conocida de la galaxia, ninguna especie había establecido más colonias interestelares sin disponer de la tecnología hiperespacial. Para los yevethanos, las estrellas del brillante cielo nocturno de N'zoth parecían estar suspendidas justo encima de sus cabezas y llamarles con sus insinuantes parpadeos. La voluntad de los yevethanos era lo bastante fuerte para permitirles saltar las distancias que se interponían entre las estrellas.

Después de que el Imperio se retirara de Koornacht, esa voluntad quedó unida a una tecnología que podía saltar a través de las distancias interestelares. Naves inmensamente más veloces hicieron que los otros mundos yevethanos parecieran no estar más lejos de N'zoth que si se hubieran hallado al otro lado del globo, y las unidades de comunicación imperiales podían difundir la voz del virrey por todo el Cúmulo en cuestión de minutos.

N'zoth y sus hijos planetarios quedaron unidos de una manera que nunca había sido posible con anterioridad, y así se inició el Segundo Nacimiento. Los yevethanos visitaron y colonizaron una docena de mundos primarios más en un espasmo de expansión que satisfizo las ambiciones frustradas durante los años de la ocupación.

Pero el gran designio que guiaba a los yevethanos exigía un período de preparación y reflexión más prolongado. Durante ese tiempo, los ingenieros yevethanos trabajaron incansablemente para adaptar los diseños de sus naves de espacio real a las tecnologías imperiales, mientras que los artesanos del metal hacían cuanto podían para terminar y reparar los navíos de guerra capturados.

Reclamar y proteger todo lo que pertenecía a los yevethanos por derecho de nacimiento exigiría eso y mucho más, y obligaría a llevar a cabo un esfuerzo sin precedentes: harían falta no sólo naves y tripulaciones, sino comunidades enteras y, de hecho, toda una generación que estuviera dispuesta a abandonar su mundo natal para sustituirlo por un hogar en el cielo lleno de estrellas.

Y eso también exigiría que alguien se adelantara para ir preparando el camino.

Pues durante el tiempo que el Imperio tuvo el control del Cúmulo de Koornacht en sus manos, permitió que se fundaran algunas colonias de inmigrantes, alentó el desarrollo de otras y, finalmente, creó unas cuantas más para sus propios propósitos. Cuando el Imperio se fue de Koornacht, los yevethanos ya no estaban solos.

La transferencia entre el
Aramadia
y la mole de ocho kilómetros de longitud del Destructor Estelar
Orgullo de Yevetha
tuvo lugar en un punto de cita situado en las profundidades del corazón del Cúmulo de Koornacht, muy lejos de cualquier posible mirada indiscreta.

El trasbordador tuvo que hacer tres viajes para completar la transferencia del virrey. Durante el primer viaje transportó a su
dorna
y sus compañeros de reproducción. El segundo sirvió para transportar a los integrantes de su séquito personal, con su primer secretario Eri Palle entre ellos. El último viaje transportó a la guardia de honor, a Nil Spaar y a Vor Duull, el guardián de información científica del
Aramadia
. La inclusión de Vor Duull era una manera de recompensar su trabajo durante la misión de Coruscant, que se había visto coronada por el éxito.

Fueron recibidos por Dar Bule, quien había sido el leal lugarteniente de Nil Spaar desde mucho antes del día de la retribución. Después de convertirse en primado del
Orgullo de Yevetha
, Dar Bille había dirigido el adiestramiento de los otros primados a medida que cada antiguo navío de guerra imperial se iba uniendo al creciente poderío de la Flota Negra.


Etaias
—dijo Dar Bule, añadiendo el saludo de obediencia al honorífico.

Era más de lo que exigía la diferencia existente entre sus respectivas posiciones, y su gesto impulsó a los oficiales de segundo rango a cometer un exceso similar: todos doblaron una rodilla e inclinaron la cabeza.


Noreti
—dijo afablemente Nil Spaar—. Esto era innecesario, pero me complace. Eri, ocúpate de que todo el mundo llegue a sus camarotes sin problemas. Dar, condúceme al puente. ¿Está preparada la flota?

—Por aquí, virrey. La flota está preparada. Pero el
Gloria
no pudo despegar a tiempo de reunirse con nosotros —dijo Dar Bille, sabiendo que la noticia no sorprendería demasiado a Nil Spaar.

El
Gloria
era el navío que los imperiales habían conocido con el nombre de
EX-F
, y su curioso sistema de propulsión, distinto al de cualquier otra nave estelar, les había dado considerables problemas desde el principio.

Mientras seguía a Dar Bille por el pasillo, Nil Spaar permitió que las yemas de sus dedos se deslizaran sobre los cuellos desnudos de los oficiales arrodillados cuando pasaba por delante de ellos. El roce simbolizaba su aceptación del ofrecimiento de sus vidas que le estaban haciendo, y les dejaba en libertad de incorporarse.

—¿Y los demás? —preguntó.

—Después de la última prueba de combate, llegué a la conclusión de que la tripulación del
Bendiciones
no estaba adecuadamente preparada. Pero eso no nos creará ninguna dificultad adicional en esta misión.

—Supongo que el primado se ganó la recompensa esperada por su fracaso.

—La obtuvo de mi propia mano, al igual que su lugarteniente.

—Excelente —dijo Nil Spaar—. Quienes ocupan los puestos inferiores nunca deben llegar a pensar que el cuchillo sólo cortará la garganta de la autoridad.

—Al nuevo primado del
Bendiciones
le aguarda otra prueba de combate cuando regresemos. Quizá os gustaría presenciarla.

—Quizá —dijo Nil Spaar mientras llegaban al puente—. Por el momento, ya tengo la cabeza lo bastante llena con todo lo que hemos de hacer..., y con muchos recuerdos. Me parece que hoy deberías ser el primado de mi nave. ¿Te acuerdas de la Belleza, y del día en que descubrimos el primer nido de las alimañas?

La Belleza, una antigua corbeta de combate imperial, había transportado a Nil Spaar hasta los límites del Cúmulo y más allá de ellos. Aquella prolongada misión de exploración le había abierto los ojos, permitiéndole comprender las verdaderas dimensiones del desafío al que se enfrentaban y dando un propósito a todo cuanto Nil Spaar había hecho desde entonces. Nil Spaar había podido medir la grandeza del Todo y comprender su significado.

También había evaluado a sus enemigos y comprendido la amenaza que representaban, y después había vuelto a N'zoth para convertirse en virrey.

—Por supuesto,
etaias
—respondió Dar Bule—. Y aquí estamos de nuevo, juntos en el puente de una nave magnífica. Pronto volveremos a poder contemplar desde las alturas los nidos de las alimañas sin ser detectados..., pero esta vez no tardarán en saber que estamos ahí. —Su mirada fue más allá de Nil Spaar y se posó en el guardián de información—.
Lifath
... ¿Qué noticias tienes sobre la Quinta Flota de la Nueva República?

—Primado, nuestra sombra informa de que la flota ha desaparecido de Hatawa. Nuestros contactos en Coruscant nos han dicho que ha recibido órdenes de volver allí.

Nil Spaar inclinó la cabeza y dejó escapar un suspiro de alivio.

—Entonces todo se hará como es debido —murmuró—. El curso de los acontecimientos ha acabado dándome la razón.

Dar Bule volvió un rostro lleno de orgullo y alegría hacia Nil Spaar.

—A vuestras órdenes, virrey.

—Deseo dirigirme a todas nuestras naves.

Dar Bule, volviéndose rápidamente hacia el guardián de comunicaciones, hizo que se llevaran a cabo las conexiones necesarias y anunció la presencia del virrey a las tripulaciones de los veinticinco navíos de guerra que habían permanecido escondidos en parejas y tríos por todo el Cúmulo.

—Recordad que somos los benditos, nacidos de la luz del Todo —les dijo Nil Spaar—. Toda la belleza nos pertenece. Todo aquello que vemos en nuestros cielos fue creado para nuestros hijos. No fue creado para las criaturas que llegan arrastrándose desde la oscuridad que se extiende más allá de sus confines. Su mera presencia ensucia la luz y profana la belleza del Todo.

»Hoy las eliminaremos, de la misma manera en que el encargado de un granero debe eliminar a las alimañas para mantener la pureza de las cosechas. Y cuando vuestros pies vuelvan a pisar el suelo de N'zoth y alcéis la mirada hacia el cielo, sabréis que por encima de vosotros sólo hay hijos de N'zoth.

Después Nil Spaar se apartó del hipercomunicador y volvió la vista hacia Dar Bule.

—Puedes dar la orden —dijo generosamente.

Las crestas de Dar Bule se hincharon de puro orgullo y gratitud.

—A todos los navíos de la Flota Negra: os habla el primado del navío insignia
Orgullo de Yevetha
—dijo con voz fuerte y límpida—. Obedeciendo las palabras del virrey, os ordeno que iniciéis vuestros ataques. Que cada uno de nosotros pueda honrar el nombre de Yevetha en este día.

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