Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano (55 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano
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—Pues ponte a la cola, porque yo estaba antes —dijo Lando—. Por eso tienes que establecer una verdadera conexión con tu amigo. Necesitamos saber dónde estamos y qué va a ocurrir. Si ese «hogar» del que hablas se encuentra en el sistema que mostraba ese planetario en vez de ser un punto perdido en la nada del espacio profundo, entonces tal vez tengamos una posibilidad de salir con vida de este lío.

—¿Qué quieres que le pregunte?

—Estaba pensando que quizá se le pudiera persuadir de que... Bueno, quizá podría dejarnos acceder a alguna clase de visor o ventanal. Una especie de cláusula especial bajo el encabezamiento general de estar dispuesto a proporcionarnos información, ¿entiendes?

—Puedo intentarlo —dijo Lobot, y empezó a quitarse el traje para poder entrar en los pasadizos internos.

—¿Quieres que vaya contigo?

—No —dijo Lobot—. Pero ven a buscarme si no he regresado dentro de veinte minutos.

Mientras esperaba, Lando reactivó a Erredós y, por primera vez desde el incidente con la baliza de llamada, a Cetrespeó.

—Buenos días, amo Lando —dijo Cetrespeó con gran jovialidad y, aparentemente, sin darse cuenta de que Lando seguía estando furioso con él—. Vaya, vaya... ¡Hay que ver lo despejados que tengo los circuitos esta mañana! No me había sentido así desde mi último diagnóstico de desfragmentación. Espero que usted se encuentre tan bien como yo, amo Lando. ¿Dónde está el amo Lobot? Oh, oh... No habrá sufrido ningún daño, ¿verdad? Veo su traje de contacto, pero no veo al amo Lobot por ningún sitio. Erredós, mi querido amigo y compañero... ¿Qué tal te ha ido todo últimamente? Te ruego que me lo cuentes todo. Amo Lando, mi controlador de sistemas sigue mostrando una alarma de agotamiento de reservas. ¿Todavía no ha localizado ninguna conexión de aprovisionamiento energético? El diseño de esta nave es claramente hostil a los androides, ya que de lo contrario sus constructores habrían intentado facilitar el acceso a ellos en vez de...

—Cetrespeó —dijo secamente Lando.

La cabeza del androide se volvió hacia él.

—¿Sí, amo Lando?

—Cierra el pico.

—Por supuesto, señor.

Erredós dejó escapar un pitido electrónico que muy bien podría haber sido una expresión de alivio. Lando se volvió hacia él.

—¿Te importaría llevar a cabo un sondeo del espacio local en busca de tráfico de comunicaciones, Erredós? Quizá hayamos vuelto a algún sitio que esté cerca de la civilización.

—Oh, eso espero, señor... —empezó a decir Cetrespeó, pero Lando hizo callar al androide con una mirada asesina.

Poco después Lobot emergió del acceso interno delantero y se reunió con ellos.

—¿Ha habido suerte?

—No estoy seguro —respondió Lobot—. Me ha dicho que deberíamos volver al auditorio. O por lo menos creo que es ahí adonde quiere que vayamos... Según la traducción más aproximada que puedo ofrecerte, el Vagabundo se refirió a esa cámara llamándola el Reflejo de los Infinitos Esenciales.

—Pero el planetario quedó destruido.

—Puede que el no reconstruirlo fuera una decisión voluntaria y no una necesidad impuesta por las circunstancias.

—Muy bien —dijo Lando, alzando las manos hacia el techo—. Vamos a averiguarlo.

En cuanto los cuatro miembros del cuarteto se hubieron agarrado a algún punto de la superficie interior del auditorio, la superficie exterior volvió a sufrir la transformación que la convertía en un gran panel transparente. Lobot, Lando y los dos androides volvieron a encontrarse suspendidos en el espacio, flotando sobre la esfera de un planeta más allá del cual se divisaba el disco de una estrella azul.

—¿Qué está pasando aquí? —exclamó Lando, sintiéndose cada vez más consternado—. ¿Qué demonios le pediste al Vagabundo, Lobot? Estamos viendo otro sistema planetario totalmente distinto. No quiero que me lleven a hacer un recorrido turístico por todo el catálogo astrográfico.

—Creo que tu impresión inicial te ha hecho llegar a conclusiones equivocadas —dijo Lobot—. Éste es el mismo sistema que vimos antes.

—¡Y un cuerno! Mira, ese planeta es una bola de hielo —dijo Lando—. Parece Hoth. —Meneó la cabeza—. Oh, maldita sea... Esto debe de significar que el Vagabundo no ha conseguido volver a su hogar.

—Pues yo opino que te equivocas —dijo Lobot—. Haz un sondeo y un análisis completo, Erredós. Cuando hayas terminado, compara los resultados con tus grabaciones de nuestra primera visita a esta cámara.

—Oh, vamos... El otro planeta tenía dos lunas —dijo Lando—. No necesito disponer de un módulo de análisis para ser capaz de ver que aquí no hay ninguna luna. —Lando se calló y contempló el planetario con los ojos entrecerrados—. Pero hay algo ahí, en órbita... Es algo minúsculo.

—Las dos lunas podrían quedar eclipsadas desde nuestra perspectiva actual.

El androide astromecánico dejó escapar un corto graznido.

—Discúlpeme, amo Lobot —intervino Cetrespeó—, pero Erredós dice que los elementos principales de esta representación son idénticos tanto en tamaño absoluto como en tamaño aparente a los de la que presenciamos anteriormente.

—¡Ya te lo había dicho! —exclamó Lobot—. Lando, lo que vimos la primera vez era Qella tal como estaba cuando el Vagabundo la vio por última vez. Lo que vemos ahora es Qella con el aspecto que tiene actualmente.

Erredós prosiguió con su informe en cuanto Lobot hubo dejado de hablar.

—Erredós también dice que no existe ninguna correspondencia en tamaño, número o configuración orbital entre los elementos menores de esta representación y los de la anterior...

—Eso es lo que estaba intentando decirte —dijo Lando—. Si eso es Qella, ¿dónde están las lunas? Esto no nos sirve de nada. No es más que una exhibición de planetario de talla única.

Los trinos de Erredós se volvieron más apremiantes.

—Sin embargo, Erredós afirma que puede identificar cuatro de los elementos menores —informó Cetrespeó—. El más grande y el más cercano de ellos es...

—... es esta nave —dijo Lobot en un tono exultante—. Lando, esto es un auténtico sistema de seguimiento en tiempo real... Estamos viendo un modelo de los alrededores, con esta nave incluida.

—¿Qué? Erredós, ilumina con tu puntero láser ese objeto del que estáis hablando.

—Se encuentra aquí mismo, justo delante de tus ojos —dijo Lobot—. Lo único que ocurre es que es muy pequeño... Un modelo a escala, ¿recuerdas? Cetrespeó, ¿cuáles son los otros objetos que Erredós puede identificar?

Cetrespeó se apresuró a asentir.

—Por supuesto, señor. Todos los otros objetos están en órbita alrededor del planeta. Por orden creciente de tamaño, los objetos son un satélite de difusión orbital del Servicio de Ingeniería de la Nueva República, un Soro Suub YR-Tres Mil y una Dobrutz DB-Cuatro para pasajeros.

—Eh, espera un momento... ¿Un Soro Suub YR-Tres Mil? ¡Es el
Dama Afortunada
! —gritó Lando, golpeando el aire con un puño—. No puedo creerlo... ¡Vamos a salir de aquí! ¿Dónde está exactamente? Erredós, ilumina el
Dama Afortunada
... Venga, venga, enséñame dónde está mi preciosa señorita...

Su petición se perdió entre los sonidos de exuberante alegría procedentes de los androides que rebotaron en las superficies de la cámara para crear un sinfín de reverberaciones.

Lobot fue el único que no se unió a la celebración.

—Lando, por favor... Espera un momento —dijo—. Sigue habiendo algo que no encaja.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Lando, soltándose de su asidero y descendiendo lentamente hasta quedar delante de Lobot—. Nuestro billete de vuelta está ahí mismo. Lo único que hemos de hacer es pedir al Vagabundo que esconda sus garras y luego podremos llamar al
Dama Afortunada
. Comida, una ducha caliente... Gravedad...

Lobot meneó la cabeza.

—Lando, haz el favor de escucharme... Tenías razón. Si esto es Qella... Si el modelo es lo suficientemente sofisticado para poder mostrarnos objetos del tamaño de un satélite de difusión orbital con el detalle suficiente para que Erredós pueda identificarlos... ¿Dónde están las lunas de Maltha Obex?

—¿Cuál es nuestra estrategia? —preguntó el coronel Hammax mientras estudiaba la pantalla de seguimiento por encima del hombro derecho de Pakkpekatt.

—Teniendo en cuenta que el Vagabundo es cien veces más grande que nosotros y que su poder es considerablemente superior a cien veces el nuestro, me parece que la auténtica pregunta que tenemos sobre la mesa es cuál va ser su estrategia.

—¿Hasta dónde va a permitir que se aproxime?

Pakkpekatt se llevó las manos al pecho y se lo acarició pensativamente.

—Eso también depende del Vagabundo.

—Durante el encuentro de Gmar Askilon el radio efectivo de la zona defensiva del Vagabundo fue de doce kilómetros —dijo Taisden—. Dado el tamaño de esta órbita, no deberíamos tener ningún problema para mantener un almohadón protector de mil doscientos kilómetros, lo cual espero que será más que suficiente.

—¿No cree que por lo menos deberíamos hacer un intento de establecer contacto con el general Calrissian? —preguntó Hammax.

—No quiero asustar al Vagabundo —dijo Pakkpekatt—. En Gmar Askilon todo fue estupendamente mientras permanecimos inmóviles y en una modalidad de sondeo pasivo. Vamos a seguir así hasta que tengamos una idea más clara de por qué está aquí.

—Bueno, puedo asegurarles que me gustaría saber si hay alguien vivo dentro —dijo Hammax—. Si he de entrar...

—Ya habrá tiempo para eso —le interrumpió Pakkpekatt—. De momento quiero el silencio más absoluto. ¿Puede comunicarse con el
Abismos de Penga
mediante una señal direccional?

—Durante un par de minutos todavía podremos hacerlo, pero están a punto de pasar por encima del horizonte para entrar en el lado nocturno.

—Infórmeles de lo que estamos haciendo, y dígales que mantengan una suspensión total de las operaciones de comunicación y sondeo y que esperen. —Pakkpekatt volvió a estudiar la pantalla de seguimiento—. Dadas las circunstancias actuales, la paciencia será nuestra mejor arma.

—Oye, esto no es tan complicado —dijo Lando con impaciencia mientras intentaba deslizarse por el túbulo en pos de Lobot—. Dile que queremos irnos. Consigue que prometa no freír a mi yate cuando intente atracar sobre su casco, ¿de acuerdo? Eso es todo lo que queremos, y es todo lo que le estamos pidiendo que haga. Después nos iremos, y entonces el Vagabundo podrá ir donde quiera y hacer lo que le dé la gana.

—Si intenta ir a algún sitio tal vez acabe autodestruyéndose —replicó Lobot—. Antes he de hacerle entender eso.

—¿Y qué nos importa que el Vagabundo acabe hecho pedazos mientras que nosotros no estemos a bordo cuando eso ocurra? —preguntó Lando—. Por lo que sé, ahora mismo esos androides que hemos dejado atrás pueden estar tratando de duplicar la señal de la baliza de llamada. Creo que tanto Cetrespeó como Erredós son perfectamente capaces de decidir que ha llegado el momento de actuar por su cuenta.

—Tu respuesta a los últimos acontecimientos me parece alarmantemente restringida y falta de imaginación —dijo Lobot—. Muestras una indiferencia total ante el destino de esta nave, el misterio concerniente a las lunas del planeta, la razón por la que el
Dama Afortunada
se encuentra aquí...

—Exacto. En estos momentos lo único que me importa es salir de aquí con vida —dijo Lando—. Y si tú te estás preocupando por alguna otra cosa, pues entonces debo decirte que eres tú quien tiene un serio problema. Vamos, vamos... Ya puedo paladear el delicioso sabor del coñac de nueces de tranna y semillas de doth que me está esperando en mi suite. Pide disculpas y luego utiliza esa maravillosa capacidad de persuasión tuya, y no pares de hablar hasta que hayas conseguido un permiso de atraque para nuestro bote salvavidas y unos pases de salida para nosotros.

—Veré qué se puede hacer —dijo Lobot frunciendo el ceño—. Pero no entiendo por qué sigues pensando que nuestra situación ha cambiado en algo. El Vagabundo no aceptará mis instrucciones.

—Si te preocupa lo que le ocurra a esta nave, será mejor que le vayas pidiendo al cielo que estés equivocado —dijo Lando—. ¿Sabes por qué? Pues porque si el
Dama Afortunada
está aquí, eso quiere decir que el resto de la fuerza expedicionaria no puede andar muy lejos. Y si el
Glorioso
y el
Merodeador
tienen que sacarnos de aquí empleando la fuerza, te aseguro que no se andarán con miramientos y que no será algo muy agradable de ver.

—Lo intentaré —dijo Lobot.

Lando le dio una palmada en el muslo.

—¡Ése es mi chico! Estaré cerca de ti.

El Vagabundo llevó a cabo su aproximación a Maltha Obex a gran velocidad, y sólo la redujo durante la última etapa para acabar instalándose en una órbita retrógrada ecuatorial de gran altitud. Moviéndose más despacio en su órbita de lo que giraba el planeta, el Vagabundo permanecería en el lado diurno durante casi treinta horas mientras que el planeta parecería girar en una lenta rotación hacia atrás por debajo de él.

—¿A qué creen que viene todo esto? —preguntó Pakkpekatt—. ¿Alguien tiene alguna idea?

—Quiere llevar a cabo un examen de superficie muy detallado —dijo Taisden—. Está buscando algo.

—O quizá se está dando un baño de sol —dijo Hammax—. Ha estado en un sitio donde hacía mucho frío —añadió cuando los demás le lanzaron miradas interrogativas— El doctor Eckels dijo que el Vagabundo es un artefacto biológico, ¿no?

—Procuremos no caer en el error de antropomorfizarlo —dijo Pakkpekatt—. Agente Taisden, al parecer la órbita actual del navío lo acercará considerablemente a nosotros poco antes de que atraviese el terminador.

—Entonces lo tendremos a sesenta kilómetros —dijo Taisden—. Y diecinueve horas después estará a sesenta kilómetros del
Abismos de Penga
. ¿Hasta qué punto podemos sentirnos seguros con una distancia de separación tan reducida, coronel?

—Preferiría no estar tan cerca.

—No podemos alterar nuestra órbita sin llamar la atención —dijo Taisden—. Si el Vagabundo se queda donde está ahora...

Pakkpekatt dejó escapar un siseo y se sacudió nerviosamente. Tener que tomar la iniciativa en una situación semejante iba tanto contra sus costumbres como contra su naturaleza.

—Tal vez no nos quede más remedio que atraer su atención de una manera u otra —dijo por fin, recostándose en su sillón—. Y si debemos hacerlo, entonces es preferible que lo hagamos cuando el Vagabundo todavía se encuentra a una gran distancia de nosotros.

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