Duellos frunció el ceño.
—¿Y si nuestros enemigos de la flota afirman que lo que decimos no es cierto, que hemos sido nosotros los que hemos montado todo esto?
—Cuanto más tiempo lo oculten, más personas sospecharán eso. —Rione dio un golpe con la palma de la mano sobre la mesa—. ¡Díganselo ya! Que vean sus reacciones iniciales, que vean lo sorprendidos, lo horrorizados y lo enfurecidos que están. Hagan exactamente lo mismo que harían si fuesen los síndicos los que infiltraron los gusanos.
Tulev asintió.
—Podemos mandar un aviso de máxima prioridad a todas las naves. Ordenar un análisis a fondo de los sistemas para asegurarse de que no hay nada más acechando en los sistemas automatizados.
—Y —añadió Rione— dar a conocer la pérdida del transbordador en Lakota. Ese extraño accidente en el que murieron dos oficiales que podrían dar nombres de los conspiradores. Pocos pondrían en duda que el destino del transbordador fue cosa de los mismos que han intentado destruir navíos de combate al completo.
Uno a uno, tanto Duellos como Crésida y Desjani acabaron asintiendo. Geary se giró hacia esta última.
—Por favor, que su oficial de seguridad del sistema prepare un aviso en el que además figure lo que sabemos del gusano. El
Intrépido
y la
Furiosa
podrían no ser las únicas naves de la flota con gusanos diseñados para hacer que se pierdan. Mándemelo cuando esté listo, y lo enviaremos con la máxima prioridad.
—Sí, señor.
—Al resto, gracias por sus aportes y sean discretos hasta que decidamos qué hacer. Intenten descubrir algo en sus naves que nos lleve hasta quién ha hecho esto, y de qué forma.
Las figuras del resto de oficiales desaparecieron en cuanto cortó la conexión de software, por lo que solo quedaron allí Rione, Desjani y Geary. Rione se levantó, con los ojos clavados en Geary, como si no hubiese nadie más allí.
—Puedo ayudarte si me dejas.
Luego se marchó a la misma velocidad que los que habían estado allí virtualmente y que se habían desvanecido.
Geary miró a Desjani y frunció el ceño, puesto que, al contrario que de costumbre, no había salido a toda prisa para llevar a cabo las órdenes lo más rápido posible.
—¿Qué?
Desjani vaciló, pero luego habló en voz baja, mirando hacia otro lado de la sala.
—Mi oficial de seguridad del sistema encontró algo más.
—¿Otro gusano? —dijo Geary, preguntándose por qué no se lo había comentado antes.
—No. Modificaciones no autorizadas en las configuraciones de seguridad. —Desjani suspiró hondo—. La escotilla de mi camarote. Se ha modificado recientemente su configuración para que la copresidenta Victoria Rione pueda acceder libremente.
Geary se quedó mirando, sin decir nada durante un rato, intentando comprender lo que aquello significaba.
—¿Por qué iba a hacer eso? Ya no puede entrar en mi camarote...
—¿Seguro?
Dudó. Al final pidió un informe remoto.
—También han cambiado mi configuración hace poco; para permitir de nuevo el acceso de Victoria Rione. —Recordó los comentarios de Rione, cuando admitió que lo mataría si fuese necesario para proteger a la Alianza, pero ¿por qué en aquel momento?
—¿Seguro que fue ella la causante de estas modificaciones?
—No puedo probarlo —dijo Desjani a regañadientes—, pero ¿quién iba a hacerlo si no?
—¿Por qué iba a querer tener acceso a nuestros camarotes?
Desjani se mordió el labio, y su cara se puso roja, bien por ira o bien por vergüenza, o quizá por una mezcla de ambas, y luego volvió a hablar con una tranquilidad artificial.
—Ambos sabemos que me ve como a una rival.
—No creerá que...
—No sé de qué es capaz la copresidenta Victoria Rione, señor.
¿Qué podía decir ante aquello? Rione le había dicho abiertamente que estaba dispuesta a matarlo si tenía buenas razones. Sin embargo, habrían sido motivos de peso relacionados con el destino de la Alianza, y si todavía tenía intención de hacer algo así, ¿por qué le pidió que cambiase la configuración de seguridad para que no pudiese entrar? Geary reflexionó empleándose al máximo, intentando separar sus sentimientos de todo lo que había visto sobre Rione, de todo lo que había aprendido sobre ella tanto en público como en privado.
—Sé que una vez sufrió una crisis, pero me cuesta mucho creer que la copresidenta Rione haya organizado su asesinato por ser su rival amorosa. Estaba dispuesta a alejarse de mí, Tanya.
—Qué amable —dijo Desjani entre dientes. Su cara acabó por evidenciar su enfado.
Ojalá hubiese un modo de estar seguro. Geary acabó dándose cuenta de que lo había.
—Voy a ver si está dispuesta a que le pregunten sobre este tema en una sala de interrogatorios.
Desjani se sorprendió.
—¿Pretende someter a un alto cargo civil electo de la Alianza a un interrogatorio llevado a cabo por el personal de Inteligencia militar?
—No, pretendo pedirle que lo haga. —Se levantó, y notó que tenía un nudo en la garganta—. Si realmente está lo bastante loca como para planear un asesinato, al pedirle eso debería lanzarse a mi yugular. Sin embargo, si acepta, quedaría limpia. —Al levantarse, Desjani pareció estar inquieta y no muy contenta—. No creo que sea peligrosa ni para mí. —No ahora mismo, al menos—. Ni para la flota.
—Con el debido respeto, señor, no puede permitir que un sentimiento de lealtad inapropiado o unos sentimientos personales pendientes se interpongan a la hora de realizar evaluaciones objetivas sobre el peligro que un individuo puede constituir para la flota.
Geary también se enfadó un poco, pero en realidad no tenía derecho a ponerse así puesto que había sido él quien había dejado que lo relacionasen con Rione.
—La lealtad que siento hacia Rione como persona no se acerca siquiera al deber que siento hacia esta flota y la Alianza. Y no hay nada pendiente de esos sentimientos. —Desjani, de algún modo, evidenció no estar de acuerdo pese a no decir ni hacer nada—. Confíe en mí, en que puedo valorar correctamente la situación.
—Sí, señor.
—Voy a seguir adelante con esto. Que conste que no estoy ignorando ni sus valoraciones ni lo que me dice.
—Sí, señor.
—Joder, Tanya...
—Sí, señor. Es su decisión.
Reflexionó sobre las posibles respuestas, pero la mayoría de ellas habrían sido injustas, poco profesionales o, simplemente, poco sabias.
—Gracias.
—Llevaré a cabo las órdenes que me corresponden, señor. Tendré preparado el mensaje que pidió tan pronto como sea posible, señor.
Quería gritarle, pero Desjani estaba comportándose de un modo totalmente adecuado y profesional.
—Gracias —repitió Geary, evidenciando que estaba irritado.
Mientras Desjani se marchaba, con la espalda cuadrada o simplemente recta, Geary se pasó un rato quejándose de lo injusto que era tener que lidiar con los problemas amorosos que tenía con una mujer con la que no podía tener una relación.
Victoria Rione no se lanzó a su yugular, aunque parecía estarlo pensando.
—¿Tienes idea de lo que me estás pidiendo? —Hacía bastante tiempo que no escuchaba su tono de voz tan frío—. ¿De verdad crees que pondría en peligro a esta flota teniendo algo que ver con los gusanos que habéis encontrado?
—¿Por qué tienes libre acceso al camarote de la capitana Desjani? —le preguntó Geary directamente—. Han modificado la configuración hace poco, sin que ella lo supiese.
—¡No tengo ni idea! —Rione parecía estar a punto de ponerse a gritar de lo enfadada que estaba—. Puede que fuese ella la que...
—También modificaron la configuración de seguridad de mi camarote para darte libre acceso otra vez.
Rione se tragó lo que iba a decir y se quedó mirándolo.
—Mierda. Pero ¿tú te crees que soy tan tonta como para hacer algo que me señale tan claramente, capitán Geary?
—No —respondió—. He estado pensando, y si pudieses haber cambiado las configuraciones, también podrías haber utilizado alguna identidad falsa que te permitiese el acceso. Eres demasiado lista como para dejar una evidencia tan clara de tu culpabilidad. Sin embargo, quiero saberlo sin que quede lugar para la duda.
Ella lo miró durante un momento antes de responder.
—Porque los demás oficiales estarían encantados de creerse lo peor de mí, de una política.
—Eso me temo. Por eso hicieron esto, estoy seguro. Para desacreditarte, como representante política de la Alianza, y para privarme de tus consejos.
Rione acabó por relajarse un poco, y jugueteó un poco con su pelo.
—Muy bien. Veo que te he enseñado algunas cosas. ¿Estás seguro de que quieres que el personal de Inteligencia se meta en esto?
—Sí. Necesito que declaren ante los demás que dijiste la verdad, y que nos ayuden con estos problemas. Con los traidores y con los alienígenas, me refiero. Ambos se han tomado más en serio sus ataques a esta flota, por lo que tengo que asegurarme de que algunas personas sepan a qué nos enfrentamos.
Rione reflexionó durante un momento, asintió, y echó a andar hacia la sección de Inteligencia en cuanto Geary avisó al personal.
Cuando llegaron a la escotilla de alta seguridad por la que se entraba a la sección de Inteligencia, el teniente Íger los estaba esperando, vestido con un uniforme que delataba haber sido puesto a toda prisa, y con una expresión de preocupación motivada porque lo hubiesen despertado tan pronto. Cuando Geary y Rione se estaban acercando, llegaron a toda prisa la capitana Desjani y el capitán de corbeta encargado de los sistemas de seguridad en dirección contraria. Desjani le ofreció a Geary una tableta de lectura, con una expresión tan impasible como la de Rione.
Leyó el aviso rápidamente y añadió algo más de información: «Todo indica que el que ha realizado el sabotaje es alguien de esta flota. Cualquiera que sepa algo al respecto deberá contactar con el buque insignia cuanto antes. Es tremendamente importante encontrar a los responsables del intento de destrucción de, por lo menos, dos de nuestros navíos y de sus tripulaciones, antes de que cometan otro acto de traición contra la Alianza o contra sus compañeros de la flota».
Desjani leyó lo que había añadido y asintió dando el visto bueno sin mediar palabra. Geary vaciló, pero acabó enseñándoselo al teniente Íger para que lo viese. El oficial de Inteligencia lo leyó por encima rápidamente. La conmoción que se observaba en su cara evidenciaba que ya lo había asimilado. Luego Geary presionó el botón de aceptar y el mensaje se envió. En poco tiempo, los oficiales al mando de las demás naves de la flota se despertarían con muy malas noticias. Geary no pudo evitar preguntarse cuántos de ellos se angustiarían no por el sabotaje, sino por el hecho de que lo hubiesen descubierto.
—Gracias, capitana Desjani.
—Sí, señor. —Los ojos de Desjani se dirigieron a Rione, luego a Geary de nuevo—. ¿Algo más, señor?
Sí, deja de comportarte de ese modo tan jodidamente frío y formal.
—Habrá una conferencia de la flota dentro de algunas horas.
—Sí, señor. —Se despidió con un rígido saludo militar y se marchó junto con el oficial de seguridad del sistema.
Geary se volvió hacia Rione, la miró durante un instante, y vio que ella no había podido ocultar totalmente su satisfacción al ver a Desjani marcharse, en posición firme.
—Teniente Íger. Necesitamos una sala de interrogatorios.
Íger, que todavía estaba impresionado, se sorprendió.
—¿Ya tienen un sospechoso, señor?
—Tenemos a alguien al que probablemente identifiquen como sospechoso, teniente. En realidad no creo que esté involucrada, pero hay evidencias que la señalan, por lo que ha aceptado responder a cualquier pregunta en un medio preparado para llevar a cabo interrogatorios.
El teniente Íger asintió con la cabeza, aunque seguía perplejo. Entonces su mirada se dirigió hacia Rione y abrió los ojos de par en par con un sentimiento de sorpresa renovado.
—¿Se... señora copresidenta?
—Acabemos con esto —ordenó Rione.
Sin darle más vueltas, Íger los llevó hasta la zona de Inteligencia, a través de más escotillas de alta seguridad, mientras el personal del área que estaba de turno a aquella hora miraba aquella extraña procesión casi sin disimilar su preocupación. Un oficial se acercó a Íger para preguntarle si necesitaba ayuda, y este le dijo que no con la mano.
El teniente de Inteligencia selló la escotilla que llevaba a la sala de interrogatorios que había tras él y luego miró con nerviosismo a Rione.
—Señora copresidenta, ¿sería tan amable de entrar por esa escotilla y sentarse en la silla roja?
Rione asintió altivamente y se dirigió al lugar sin decir palabra, mientras Íger llevaba a Geary a la sala de observación contigua. Había un separador que actuaba como un espejo unidireccional, por lo que tenían una visión clara de Rione mientras esta se sentaba y mirada fijamente de frente a lo que para ella era una pared en blanco. Íger manipuló los controles y activó los dispositivos que no solo iban a analizar los indicios físicos externos, sino también a realizar escaneos remotos de su cerebro y otros tipos de mediciones para saber claramente si la persona que estaba en la sala de interrogatorios mentía o decía la verdad.
Íger se giró hacia Geary.
—Señor... ¿Quién...?
—Yo haré las preguntas.
El teniente volvió a manipular los controles y asintió hacia Geary.
Este se serenó, y habló claramente, puesto que sabía que sus palabras se repetirían dentro de la sala de interrogatorios.
—Copresidenta Rione, ¿tenía conocimiento previo de los gusanos que se encontraron en los sistemas de salto del
Intrépido
y de otras naves?
—No. —Aquella única palabra fue tan seca y directa como una ráfaga de metralla.
Los indicadores que había ante Geary brillaron en verde.
—¿Tiene conocimiento de la existencia de algún malware en las naves de la flota de la Alianza?
—Ahora sí —respondió Rione fríamente.
Geary hizo una mueca. Tenía que formular mejor las preguntas.
—¿Tenía algún tipo de conocimiento, del tipo que sea, sobre las modificaciones llevadas a cabo bien en mi camarote, bien en el de la capitana Desjani, antes de que se lo dijese?
—No.
—¿Ha hecho algo que pudiese hacer daño a alguna de las naves de la flota de la Alianza?