Valiente (33 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Valiente
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—No.

—¿Conoce a alguien que pudiese estar planeando ese tipo de acciones?

—Desde luego que no. Solo sospecho de algunos individuos que podrían estar involucrados.

Geary se detuvo e intentó pensar en otras preguntas. Luego miró al teniente Íger. Este asintió con la cabeza, se humedeció los labios con nerviosismo, y habló con el tono tranquilo e inexpresivo propio de un interrogador.

—Copresidenta Rione, ¿informaría a las autoridades pertinentes si sospechase de cualquier tipo de acción dirigida contra la Alianza o contra cualquier nave o persona de esta flota que esté cumpliendo con sus deberes con la Alianza?

—Sí, lo haría.

—¿Haría daño, o permitiría que otras personas hiciesen daño, a esta nave?

—No.

—¿Haría daño, o permitiría que otras personas hiciesen daño a cualquier persona de esta nave?

—Eso dependería de si tengo o no buenas razones para creer que está actuando en contra de la Alianza.

Los indicadores seguían en verde. Íger volvió a manipular los controles y luego habló con Geary.

—Señor, todos los resultados determinan que todo lo que dice es verdad. No está... a gusto, pero en su interior está siendo sincera, y las respuestas son cortas y directas.

Geary miró durante un rato largo los indicadores. Todos confirmaban lo que acababa de decirle Íger. Sin embargo, aquel «no está a gusto» era una buena forma de decir que los resultados indicaban grandes niveles de ira. Se preguntó en qué medida estaría aquella ira dirigida hacia él, cuánta hacia Desjani, y cuánta hacia el enemigo. Tengo a Rione en el único sitio en que podría saber qué significa cada una de sus respuestas. ¿Hasta qué punto has sentido algo por mí? ¿Cómo te sientes ahora? ¿Justificarías intentar hacer daño a Desjani si pensases en ella como una amenaza? No obstante, no podía preguntarle aquello. Aunque el teniente Íger no estuviese allí, hacerle aquellas preguntas rompería el pacto tácito por el que Rione había aceptado entrar en la sala de interrogatorios.

—Gracias, teniente. Saquemos a la copresidenta Rione de ahí. Habrá una reunión de oficiales al mando en unas cuantas horas. Me gustaría que asistiese.

—Sí, señor. —El teniente Íger pareció quedarse perplejo. Durante el último siglo, aquellas reuniones se habían convertido en juntas políticas, en asambleas cerradas en las que hacer tratos, y en las que los oficiales de más alto rango trataban de conseguir el apoyo de oficiales al mando de menos rango. Las personas de menor categoría quedaban excluidas, de forma que no podían saber cuáles eran los movimientos políticos que los altos oficiales estaban debatiendo.

—¿Le ha echado un vistazo a lo que le dije que mirase en el extremo opuesto del espacio síndico?

—Sí, señor. —La expresión de Íger volvía a ser de preocupación—. ¿Quiénes son? ¿Qué hay en el otro extremo del espacio síndico, señor?

—No tengo la menor idea, teniente. Aunque los líderes síndicos de mayor rango sí lo saben. ¿Está de acuerdo conmigo en que, sean lo que sean, han intervenido de forma activa en contra de esta flota?

—Sí, señor —repitió Íger—. Deben de haber sido los responsables de que la flotilla síndica se desviase a Lakota, pero ¿por qué?

—No lo sabemos, no podemos saberlo, está claro. Nuestra mejor teoría es que quieren que la humanidad siga enzarzada en esta guerra, y que tienen miedo de que consigamos una ventaja definitiva si llegamos a casa con la llave hipernética síndica. —Íger asintió con mala cara—. No vamos a hablar de este tema en la reunión, y no quiero que le diga nada a nadie sobre esto. No obstante, necesito que piense en ello, y en cualquier cosa que haya oído o escuchado gracias a las posibilidades de la sección de Inteligencia que pueda ofrecer algún tipo de información sobre esta amenaza.

—Entiendo, señor.

Después de que Desjani se uniese a ellos, el teniente Íger los guió de nuevo al corredor, donde la tenue luz del ciclo nocturno de la nave y la falta de más movimiento denotaban que todavía quedaban algunas horas para que el día comenzase oficialmente.

Rione esperó hasta que estuvieron a solas. Luego le hizo una pregunta en un tono tan bajo que Geary casi no pudo oírla.

—¿Quién me ha tendido la trampa?

—Si lo supiésemos, sabríamos también quién infiltró los gusanos.

—No necesariamente. Puede que sean cosas totalmente distintas. Ya sé lo que piensas. Soy la única mujer de esta nave capaz de actuar así por celos.

Tardó un momento en captar lo que Rione había querido decir.

—La capitana Desjani no haría eso.

—Me alegro de que lo tengas tan claro.

Geary miró a Rione.

—Tanya Desjani es una persona muy directa. Si quisiese hacerte daño, te cazaría y te daría una paliza. Se enfrentaría a ti cara a cara. Llevas suficiente tiempo en la nave como para saberlo.

Rione le devolvió la mirada durante un rato, y luego la bajó.

—Sí. No es el tipo de persona que te da una puñalada trapera.

—Ahora mismo tengo suficientes problemas como para que vosotras dos os andéis matando

—¿Le vas a decir lo mismo a ella?

Entonces Geary se dio cuenta por primera vez de que hacía tiempo que Rione había dejado de referirse a Tanya Desjani por su nombre.

—Ya lo hice, y volveré a hacerlo. Os necesito a las dos.

Rione arqueó las cejas mirando a Geary, con expresión sardónica.

—¿Cómo, nos necesitas a ambas? ¿Esta noche, quizá? Me sorprendes.

—Ya sabes a qué me refiero.

—Sé a qué crees que te refieres. —Rione se recompuso—. Le soy leal a la Alianza, capitán Geary. Haré lo que sea necesario por ayudarla. Ahora mismo eso implica ayudarte a ti lo mejor que pueda. Ni tú ni ella debéis tenerme miedo si no hacéis nada en contra de la Alianza. Sabes que te estoy diciendo la verdad.

Geary se dio cuenta de que era cierto, puesto que se había registrado una pequeña variación de aquella declaración en la sala de interrogatorios.

—Gracias. Sé que no es fácil.

—Espero que te estés refiriendo a la situación de la flota.

Geary la miró fijamente, preguntándose si debería admitir que también se refería a temas personales. Los ojos de Rione, mientras le devolvía la mirada, refulgían de ira.

—No te atrevas siquiera a sentir pena por mí. Fui yo la que te dejé. —Rione se dio la vuelta airadamente y se alejó a toda velocidad.

El ambiente que reinaba en aquella ocasión en la sala de conferencias era distinto al de otras veces. No había tensión, la reunión no estaba motivada por la política, ni había preocupación por los síndicos. Era algo introspectivo. Todas las presencias virtuales de los oficiales al mando observaban a su alrededor como esperando ver algún tipo de indicio sobre quién había intentado sabotear la flota. Sin embargo, aquellos mismos ojos también se posaron sobre el teniente Íger, que parecía incómodo, fuera de lugar; y sobre Victoria Rione, que estaba sentada con una cara tan inexpresiva y tan en silencio, que podría haber pasado perfectamente por una talla de piedra.

Geary se levantó, y todos los ojos se fijaron en él.

—Todos saben el porqué de esta reunión. He recibido informes de cada una de sus naves y se ha confirmado que todas han sido saboteadas infiltrando un malware de tipo gusano en los sistemas de salto. La mayor parte de esos gusanos habrían hecho que sus naves simplemente no pudiesen saltar la próxima vez, y dejarían los sistemas desactivados durante el tiempo que se tardase en neutralizarlos. Tres naves, los cruceros de batalla
Intrépido
,
Furiosa
e
Ilustre
, tenían gusanos que sí les habrían permitido saltar pero que, sin embargo, las dejarían atrapadas para siempre en el espacio de salto. —Hizo una pausa para que los demás lo asimilasen.

»Alguien ha intentado echarme del cargo que ocupo al mando de la flota destruyendo una nave de combate de la Alianza y su flota. Alguien ha intentado destruir también a la
Furiosa
y a la
Ilustre
. —Geary miró a Badaya, cuya expresión estaba marcada por la ira—. Fuese quien fuese, conocía los códigos de acceso diarios de los filtros del sistema y podía acceder a los medios necesarios para transferir el malware a cada una de las naves de la flota. Eso quiere decir que ha tenido que ser alguien que viste el traje de la Alianza. Ya no se trataba de una cuestión de no estar de acuerdo, ni de debate, ni de diferencias personales, ni es la obra de alguien leal a la Alianza. Es un acto de traición. Es un acto de cobardía. ¿Ha encontrado alguien alguna información que nos pudiese ayudar a identificarlos?

Miró de arriba abajo la larga mesa virtual, y cruzó su mirada con cada uno de los oficiales al mando. Le faltó poco para detenerse en la comandante Gaes, pero recordó a tiempo que no debía hacerlo. En aquella ocasión había sido una informante terriblemente importante, y no podía arriesgarse a ponerla en un compromiso. La Loriga fue una de las naves que siguieron a Falco, y parecía que fuese quien fuese el que seguía conspirando contra Geary, pensaba que Gaes seguía siendo lo sobradamente discreta como para seguir formando parte del complot. O eso, o Gaes había conseguido tener suficientes contactos entre los conspiradores como para conocer sus acciones.

Los capitanes Cáligo y Kila no habían revelado nada más que los mismos sentimientos que todos los demás.

Era imposible saber si alguna de aquellas caras reflejaba culpabilidad en lugar de ira o miedo. Geary hizo un gesto hacia Íger.

—El teniente Íger es el oficial al cargo de la sección de Inteligencia del
Intrépido
, y tiene información sobre la copresidenta Rione.

Los oficiales al mando de las naves de la República Callas y de la Federación Rift miraron a Rione y se quedaron boquiabiertos y con expresión compungida, pero esta se mantuvo suficientemente firme como para dirigirles una mirada tranquilizadora.

El teniente Íger comenzó a hablar con el tono de voz que utilizaba para enunciar los informes.

—Se me informó de que se habían llevado a cabo modificaciones en el software de seguridad del
Intrépido
que incriminaban a la copresidenta Rione.

—¿Por qué está aquí? —preguntó el capitán Armus, de la
Coloso
—. Deberían...

—Deje que Íger termine de hablar... —le interrumpió Geary, con una tono de voz frío como el hielo.

Íger continuó como si no se diese cuenta de que lo habían interrumpido.

—La copresidenta Rione se ofreció voluntariamente a que se le realizase una serie de preguntas en una sala de interrogatorios de clase seis. Se le hicieron las antedichas preguntas para determinar si efectivamente estaba involucrada en aquellas o en algún otro tipo de modificaciones del software, y los resultados determinaron que sus respuestas, en las que afirmaba no saber nada al respecto, fueron totalmente veraces.

Durante un momento se hizo el silencio. Entonces tomó la palabra el comandante del
Vengativo
.

—¿De clase seis? ¿Hay alguna forma de engañar o burlar la clase seis?

—Un entrenamiento especializado podría ofrecer modos de evitar dar respuestas falsas, pero tanto yo como mi personal hemos sido entrenados para detectar cuándo alguien utiliza ese tipo de técnicas —respondió el teniente Íger—. Quizá no podamos obligar a que se responda de forma precisa, pero podemos saber si está eludiendo la verdadera pregunta para que la respuesta no se registre como falsa. La copresidenta Rione no utilizó esas estrategias. Sus respuestas fueron directas e inequívocas.

—Entonces, ¿eso qué quiere decir, que alguien ha intentado incriminar a la senadora Rione?

—Efectivamente, esa sería mi conclusión, señor.

—Eso también es traición. —El oficial al mando del
Vengativo
se recostó, negando con la cabeza con incredulidad.

Geary se inclinó ligeramente hacia delante y habló con un tono de voz más alto de lo normal.

—Soy consciente de que, desde el momento en que asumí el mando de la flota, algunos oficiales no lo aprobaron, de que algunos han extendido rumores sobre mí, y de que algunos han intentado que la gente se ponga en mi contra. Sin embargo, esto no es ya una cuestión política sobre quién está al mando de la flota. Alguien ha intentado destruir tres importantes navíos de combate. Las naves en las que sus amigos y camaradas están de servicio, las mismas naves que han luchado a su lado. Me da igual hasta qué punto ha hablado cualquiera de ustedes mal sobre mí en el pasado, ni me importa lo que se hizo antes. No se trata de mí. Quienquiera que hiciese esto atacó también a la flota, y a naves en las que no estaba presente. Si alguno de ustedes ha ayudado ya sea de forma activa o pasiva a los que están detrás de esto, por favor, replantéense a quién le son leales. Les prometo, delante de todos, que no se llevarán a cabo acciones disciplinarias contra cualquiera que acuda con información relacionada con este sabotaje, a esta traición, siempre y cuando no participase activamente en la creación de los gusanos y en su infiltración, o no fuese consciente de su contenido o de lo que se pretendía hacer con ellos.

Volvió a reinar el silencio, aunque la verdad es que tampoco esperaba que nadie se pusiese de pie y montase la escena de señalar acusadoramente a alguien al grito de: «¡Fue el capitán X». Eso sería un desenlace adecuado para una obra de ficción, pero en el mundo real las cosas no se solucionaban solas tan fácilmente.

El capitán Badaya habló por primera vez.

—Hay alguien dispuesto a matar al personal y a destruir las naves de la Alianza. Perdimos un transbordador antes de salir de Lakota en un supuesto accidente. —Echó un vistazo a lo largo de la mesa—. En un tipo de accidente bastante raro pero creíble de no haber evidencias de irregularidades. El capitán Casia y la comandante Yin murieron en ese transbordador, y ahora sospecho que fue por el temor a que identificasen a algunos de los que conspiran contra el capitán Geary. Cualquiera de los que esté involucrado en esto debería tener en cuenta que, sea quien sea el cabecilla, está dispuesto a silenciar en cualquier momento a los posibles eslabones débiles. Si los cogen, estoy seguro de que la persona al mando de la flota los ejecutará. Si se quedan callados, corren el riesgo de que sus compañeros de conspiración los silencien para siempre. La única salida que les queda es destaparse. —dijo Badaya para terminar, mientras su mirada furiosa recorría la mesa.

—¿Por qué iba a hacer alguien eso? —preguntó la persona al mando de la
Atrevida
—. Todo el mundo sabe que hay personas que han estado en desacuerdo con que el capitán Geary asumiese el mando de la flota. Yo mismo tuve mis dudas. No obstante, ha demostrado lo que vale. La mayoría de los que dudaban, y me incluyo entre ellos, están ahora muy satisfechos con que sea él el que esté al mando.

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