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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Valiente (31 page)

BOOK: Valiente
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Aquello no cuadraba. Geary sacudió la cabeza.

—No parece el tipo de persona que se queda sentada en silencio y que prácticamente pasa desapercibida para el comandante de la flota. Así no se consiguen buenas valoraciones. ¿Por qué nunca está entre los protagonistas de las discusiones y de los debates? ¿Por qué no trata de adularme? Los comentarios que hizo en la última reunión no tuvieron demasiado énfasis y parecían querer presionarme, no apoyarme para, de ese modo, impresionarme.

—A lo mejor tiene en mente una meta más alta. —Duellos lo dejó caer y continuó hablando, pensativo—. Aunque a muchos oficiales no les gusta debido a su experiencia personal o a la reputación que tiene. Si Kila fuese un animal, sería de esos que se comen a sus crías.

Geary arqueó una ceja mientras miraba a Duellos.

—¿No dijo que iba a ser solo algo imparcial?

—Solo un poco —dijo Duellos, dándole la razón—. Pero la opinión que tengo no es en absoluto la única en esa dirección. Nunca la aceptarán como comandante en funciones de la flota; y es lo suficientemente inteligente como para saberlo.

—¿Por qué iba una oficial de la flota tan ambiciosa como ella a reconocer que tiene un tope? He conocido a oficiales de ese tipo. Quieren llegar a lo más alto. Siempre apuntan al máximo, y no se detienen, pero no se dan cuenta de que sus estrategias terminan embarrándolos y al final no pueden ascender de rango.

—Sí, pero... —Duellos hizo un gesto, como si estuviese molesto—. Esta no es la flota que conoció. Si Kila pudiese seguir impresionando a sus superiores, podría esperar que la ascendiesen a pesar de los deseos de sus subordinados. Las habilidades diplomáticas son lo más importante que debe tener alguien que aspira a los rangos más altos.

—¿No querrá decir habilidades políticas? —dijo Geary sarcásticamente.

—Tampoco hay que ser ofensivos. —Duellos se quedó sentado, en silencio, durante un momento. Luego asintió con la cabeza—. Aunque nos resistimos a enfrentarnos a ese hecho, tiene razón. El almirante Bloch era mucho mejor político que oficial, y eso le sirvió para ascender y conseguir finalmente el puesto de oficial al mando de la flota. Aunque a esta y a la Alianza no les sirvió tanto como a él, eso está claro. A lo mejor nos hemos vuelto cada vez más hostiles con gente como la copresidenta Rione porque vemos en ellos aquello en lo que nos hemos convertido.

—Rione no es tan mala —dijo casi automáticamente. Duellos le devolvió la mirada. Después de un rato, Geary acabó asintiendo—. Bueno, a lo mejor a veces, pero está de nuestra parte.

—Esperemos que siga así.

Era el momento de cambiar otra vez de tema.

—¿Tiene idea de si Cáligo o Kila están entre los que apoyan la oferta de Badaya de que me convierta en dictador?

Duellos reflexionó durante unos minutos.

—Diría que Cáligo sí, pero no recuerdo nada que me haga pensar eso. Kila... bueno, no creo que le guste aceptar a cualquier otro oficial como dictador. No es tanto una cuestión de apoyar al gobierno electo como de su propio ego. Veré qué puedo averiguar. Si me permite el comentario, parece preocupado.

Geary suspiró profundamente.

—Tengo sospechas de que el accidente en el que murieron Casia y Yin no fue tal. Cualquiera de ellos podría haber decidido dar los nombres de los demás oficiales, pero al explotar el transbordador ya no podrán decir nada. —Duellos, durante un instante, se quedó helado. Luego asintió lentamente—. Y si los que se oponen a mí, los mismos que quieren que esté otro al mando de la flota, o en el puesto de dictador, están dispuestos a hacer eso, puede que la próxima vez sea peor.

—Veré qué consigo averiguar. Tiene más amigos y más apoyo en la flota que nunca. A lo mejor alguien puede contarnos algo.

—Algo me dice que son mis enemigos los que tienen que decirme algo —le contestó Geary.

Quedaban nueve horas para llegar al punto de salto de Wendig, y el ciclo nocturno del
Intrépido
estaba a la mitad cuando el sonido del aviso de mensaje despertó a Geary. Pulsó el botón para aceptar la comunicación y frunció el ceño al ver que el mensaje procedía de la comandante Gaes, del crucero pesado
Loriga
. ¿Por qué le enviaría un mensaje de máxima prioridad con el nivel de seguridad más alto?

No había vídeo, tan solo la voz tensa de la comandante Gaes.

—La flota de salto en sistemas de los gusanos.

La comunicación se cortó, y Geary frunció todavía más el ceño, extrañado. ¿Qué leches significaba aquello? La frase era un galimatías, como si las palabras estuviesen mezcladas.

Como si alguien intentase confundir al software que controla las transmisiones de la flota y que analiza las comunicaciones verbales. Se suponía que nada debería poder espiar los mensajes configurados con el máximo nivel de seguridad, pero por aquel entonces Geary tenía mucha menos fe que hacía unos meses en la protección que ofrecían los sistemas.

¿Qué palabras iban claramente juntas? Salto y sistemas. Sistemas de salto. Sistemas de salto de la flota. En. Gusanos. De repente la frase se ordenó y cobró sentido: «Gusanos en los sistemas de salto de la flota».

Salió a toda velocidad de la cama, se puso el uniforme y llamó a Desjani.

—Capitana, tengo que verla a usted y al oficial de seguridad del sistema cuanto antes.

En menos de un minuto, Desjani estaba en la escotilla de su camarote, acompañada por un capitán de corbeta alto y delgado y con los ojos permanentemente centrados en lo que tenía frente a su cara en lugar de en el mundo exterior.

Geary se aseguró de que la escotilla se sellase y de que los sistemas de seguridad estuviesen activados. Entonces les repitió el mensaje que había recibido.

Desjani tomó aire.

—¿Quién le envió esto, señor?

—Preferiría no decirlo. ¿Podrían confirmarme si es verdad?

—¿En el
Intrépido
? Claro, señor —afirmó Desjani, casi a la vez que giraba hacia el oficial de seguridad del sistema—. ¿Cuánto?

El capitán de corbeta hizo una mueca mientras sus ojos analizaron un visor virtual que solo él podía ver.

—Media hora, capitana. ¿Suponemos que los gusanos son malware?

—Hasta que averigüemos lo contrario, sí.

Veinte minutos después, Desjani volvió al camarote de Geary junto con el capitán de corbeta, que parecía alterado.

—Sí, señor. Estaban ahí muy bien camuflados.

—¿Qué habrían hecho? —preguntó Geary.

—Cuando saltásemos, habrían iniciado una serie de fallos destructivos en el sistema. —Con la luz de noche que había en el camarote de Geary, la cara del capitán de corbeta parecía ser más pálida—. El
Intrépido
no habría salido del salto.

Entonces Geary se preguntó lo pálido que parecería estar él en aquel momento.

—¿Cómo han conseguido infiltrarnos algo así?

—Tienen que conocer nuestros sistemas de seguridad de arriba abajo, señor. Además, sean quienes sean, son muy buenos. Es un diseño excelente para ser algo creado para causar tanto daño.

Geary miró a Desjani, que parecía estar a punto de estallar y ponerse a ahorcar a cualquier sospechoso de poner a su nave en semejante peligro. Sin embargo, el mensaje decía que estaban infectados los sistemas de la flota. ¿Habían saboteado a todas las naves para que se destruyesen, o era él el único objetivo? Podría hacerse una idea más aproximada de la amenaza si analizaban las naves de sus oficiales aliados más próximos.

—Capitana Desjani, quiero que usted y su oficial de seguridad del sistema avisen a los oficiales al mando de la
Osada
, de la
Leviatán
y de la
Furiosa
con el nivel máximo de seguridad. Cuéntenles lo que había camuflado en el sistema de salto del
Intrépido
, pídanles que examinen los suyos y díganme lo que encuentran en cuanto lo hagan.

—Sí, señor. —El saludo militar de Desjani fue tan rápido y cortante como el movimiento de una espada. Luego se marchó junto con el capitán de corbeta.

Media hora después, Geary estaba en la sala de conferencias de la flota observando las caras llenas de determinación e ira no solo de Desjani, sino también del capitán Duellos, Tulev y Crésida, presentes gracias al modo de reunión virtual. Tulev, que parecía estar inusualmente agitado, habló primero:

—Un gusano. Sí. Cuando la
Leviatán
intentase saltar la próxima vez, el gusano habría desconectado los sistemas de salto.

Duellos asintió con la cabeza, confirmando lo que Tulev acababa de decir.

—La
Osada
igual. No encontramos ningún elemento destructivo, solo un gusano diseñado para desactivar momentáneamente los sistemas de salto.

Crésida tomó la palabra con una extraordinaria tranquilidad, como si intentase mantener el control más de lo normal.

—La
Furiosa
estaba infectada con un malware parecido al del
Intrépido
. Habríamos saltado, pero no habríamos podido salir.

Desjani se puso roja.

—Entonces, sea quien sea el que esté detrás de esto, quería que como mínimo el
Intrépido
y la
Furiosa
fuesen destruidos, y que por lo menos parte del resto de la flota se quedase atrás.

—Los que intentan sacar al capitán Geary de su puesto al mando de la flota han decidido declararle la guerra a sus compañeros —afirmó Duellos, con un tono severo que contrastaba con sus comedidas palabras—. Ya no se trata de política. Esto es un sabotaje. Traición. Deben de haber atacado a la
Furiosa
porque todo el mundo sabe que la capitana Crésida apoya firmemente al capitán Geary.

—¿Por qué no hicieron entonces lo mismo con usted y con Tulev? —preguntó Desjani.

—Esa es una pregunta interesante para la que no tengo una respuesta segura. Podría conjeturar que la capitana Crésida es más impulsiva que yo y que Tulev, y que los responsables de esto tenían miedo de que tomase medidas agresivas contra cualquiera que intentase asumir el mando, si sospechaba siquiera que habían sido los responsables de la pérdida del
Intrépido
.

—¡Y habrían hecho bien! ¡Deberíamos aplicarles un castigo ejemplar! —añadió Crésida, moviendo una mano como si sostuviese una pistola.

—Es lo que haremos cuando los encontremos —prometió Geary.

—Arrestarlos no sería suficiente —insistió Crésida—. Esto es mucho peor que lo que hicieron Casia y Yin. Se podría argumentar que lo que hicieron Numos y Falco era con buena fe, pero en la flota seguramente no hay más de un puñado de personas dispuestas a admitir la idea de intentar destruir deliberadamente a dos de nuestros cruceros de batalla. Sobre todo de ese modo, dejándolos atrapados para siempre en el espacio de salto.

Geary asintió con la cabeza, mientras sentía que su interior se revolvía ante aquella idea.

—Si identificamos finalmente al responsable, haré que lo ejecuten. —Había sido un «si» importante, pero Geary se sorprendió al ver la tranquilidad con la que había prometido ejecuciones sumarísimas de colegas de la flota. No obstante, tal y como había dicho Crésida, aquello era el tipo de puñalada trapera que horrorizaría a la mayoría del personal de la armada. El capitán Casia había abandonado a sus compañeros, pero no había intentado matarlos.

—¿Cómo vamos a encontrar a los responsables?

Todos se quedaron en silencio, con aspecto de estar enfadados o afligidos.

El sistema de seguridad de la sala emitió una alerta, lo que significaba que alguien quería entrar. Geary comprobó quién era.

—Está aquí la copresidenta Rione. ¿Alguien le ha dicho algo? —Todos los demás oficiales negaron con la cabeza—. ¿Alguien se opone a dejarla entrar y contarle lo que sucede? A ninguno de nosotros se nos ocurre ninguna idea para atrapar a los saboteadores, pero quizá a ella sí. —De nuevo, Desjani estuvo a punto de decir algo, pero al final sacudió la cabeza como el resto.

Geary hizo que la escotilla dejase pasar a Rione. Luego la miró mientras entraba, echaba un vistazo a aquel reducido grupo, y se sentaba en un asiento libre.

—¿Qué ha sucedido? —preguntó rápidamente, al mismo tiempo que sus ojos se clavaban en Geary, haciéndole otra pregunta que no había llegado a formular: «¿Y por qué no me lo has dicho ni me has invitado al grupo?».

Nadie dijo nada, por lo que Geary la puso al corriente, a la vez que observaba su reacción. Rione abrió los ojos muy lentamente y de par en par, aunque también se puso algo roja. Geary se preguntó si los demás, que no estaban en absoluto tan acostumbrados como él a analizar las reacciones de Rione, se darían cuenta de aquello, o si por el contrario creerían que no había reaccionado de ninguna forma ante aquella información.

Al terminar, Rione suspiró profundamente y cerró los ojos.

—Hay que decírselo a todo el mundo.

—¿Qué? —Fue Crésida la que lanzó la pregunta con incredulidad, pero podría haber sido cualquiera de los presentes en la sala.

Rione abrió los ojos de repente, y respondió mirando a cada uno de los capitanes.

—Conozco la forma de pensar de los militares. Hasta ahora es un secreto, y consideran que los secretos deben seguir siendo lo que son, y creen que la mejor forma de guardarlo, para evitar que la gente intente averiguar cosas, es que nadie sepa que existe. Pero este no es el caso.

—¿Quiere que le demostremos a la gente que hizo esto que sabemos lo que han hecho? —preguntó Crésida.

—¡Lo sabrán de todos modos cuando la flota salte en ocho horas tal y como está previsto! O retrasan el salto sin dar explicaciones, lo cual hará que los descubran y causará problemas con el resto, o buscan el malware en cada una de las naves para poder saltar tranquilamente. —Rione miró a los demás—. Díganles a todos lo que ha pasado. Tanto los políticos como los militares guardamos secretos entre nosotros porque no queremos que la gente se ponga a investigar, pero en este caso necesitamos la información. Una vez que la gente lo sepa o sospeche que se ha hecho con malas intenciones, habrá muchos ojos y cabezas atentas al asunto para saber más, para averiguar quién está involucrado. —Su expresión se endureció—. Hay que decírselo a todos. Habrá miles de tripulantes y oficiales intentando indagar en lo que puedan, buscando en su memoria cualquier cosa que hayan visto u oído que pueda guardar relación con esto. Buscarán más sabotajes, y por lo que sabemos, hay más. Los enemigos que tenemos en la flota han cometido un grave error haciendo algo que hará enfurecer a prácticamente todo el mundo, y que además los pondrá alerta por la amenaza que constituyen.

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