Canciones para Paula (29 page)

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Authors: Blue Jeans

Tags: #GusiX, Infantil y Juvenil, Romántico

BOOK: Canciones para Paula
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Cuando Paula y Diana entran, se les quedan mirando fijamente y luego comentan algo que a ambos les provoca una risilla tonta. Ellas ni se inmutan. Están acostumbradas a ese tipo de comportamientos.

Las chicas van al fondo de la sala. Es su hábitat natural. Se sientan una al lado de la otra en una de las esquinas. Las dos encienden su PC al mismo tiempo y esperan a que se inicie la sesión. Tardan demasiado porque son máquinas viejas, aunque finalmente el ruido característico de Windows anuncia que el equipo está listo.

Lo primero que hacen es ir al MSN. Teclean sus nicks con sus respectivas contraseñas. También va lento.

—A ver cuándo les da la gana de cambiar los cacharros estos… —protesta Diana, acostumbrada a su portátil de 6,1 megas.

Sin embargo tiene suerte. Su MSN es el primero en funcionar. Paula la mira con cierta envidia. El suyo aún no da señales de vida. Contempla ansiosa cómo los muñequitos de la página de inicio del Messenger giran y giran, pero el programa no se abre. ¡Con las ganas que tiene de hablar con Ángel…! Aunque seguramente no esté conectado

—¡Vamos, arranca! —le grita a su ordenador, zarandeando con las dos manos levemente la pantalla.

Sus ruegos sorprendentemente tienen efecto y el MSN se abre.

—Vaya, ¿desde cuándo tienes poderes mágicos, bruja?—bromea su amiga.

Paula sonríe y rápidamente ojea los contactos que están conectados. Solo hay tres: Diana y otros dos que le iluminan los ojos, Ángel y Álex. ¡Qué suerte!

Se pone nerviosa. ¿A quién le habla primero? A Ángel, claro.

—¡Hola, amor! —escribe ilusionada.

Mientras espera la respuesta de su chico, abre la pantalla de Álex.

—Hola, escritor —saluda, acompañando su frase con un lacasito guiñando el ojo.

Pero su mensaje no llega. En la pantalla aparece un aviso en rojo indicando que lo que ha escrito no ha podido ser enviado a su destinatario.

Repite el intento con el mismo resultado. En ese instante, una luz naranja surge sobre la barra de herramientas. Ángel ya ha contestado.

—¡Joder! ¿Por qué no me deja hablarle a Álex? Diana se levanta y se sitúa de pie detrás de su amiga para ver qué le pasa.

—¿Tienes dos conversaciones abiertas?

—Sí, con Ángel y Álex.

—No puedes, solo dejan una. Tienen capados los ordenadores de tal forma que solo puedas hablar con una persona en el MSN.

—¿Y eso?¿Por qué?

—Ni idea. No sé si es para que no se sature la red o algo así.

—Qué tontería… Dejan entrar en páginas porno a los tíos y yo no puedo hablar con dos chicos a la vez en el MSN. No me lo puedo creer.

Diana se encoge de hombros y vuelve a su sitio.

A la lucecita naranja de la pantalla de Ángel se suma otra en la barra de herramientas del PC. Es Álex. Cliquea sobre ella y ve su saludo.

—Hola, Paula, ¿cómo estás?

Intenta contestar, pero una vez más aparece el mensaje de error. ¡Qué desesperación! Paula se lamenta, tiene que elegir entre los dos. Debe cerrar una de las ventanas para poder hablar en la otra. Es una decisión que en principio tiene que ser sencilla. Ángel es su novio. Pero, para su sorpresa, duda. No está del todo claro. Le encantaría hablar con Álex para saber qué tal le va con la novela. A Ángel además lo puede tener siempre que quiera. De Álex no tiene ni el móvil. Pero el periodista es su chico y quiere saber cómo se encuentra, sentir sus palabras cariñosas. Le necesita.

Suspirando, cierra la página de Álex y abre la de Ángel. —Hola, cielo, ¿cómo estás hoy? —lee Paula. La chica se remanga y comienza a teclear. Está feliz por encontrarse con él, pero su alegría no es plena. Malditos ordenadores del instituto.

—Bien. Faltando a clase.

—¿Y eso?

—No me apetecía ir a Filosofía y me he venido a la sala de ordenadores. Quería hablar contigo. Te echo de menos.

Ángel no contesta inmediatamente. En realidad, no tenía previsto hablar por el MSN. Necesita terminar el artículo. Desde el despacho escucha como le llama su jefe. —Espera un momento, ahora vuelvo.

Paula responde con un escueto "OK". ¿Adónde habrá ido? El pobre estará ocupadísimo.

Diana vuelve a levantarse y se sitúa otra vez detrás de Paula.

—¿Al final no has conseguido arreglarlo? —le pregunta.

—No, solo estoy hablando con Ángel.

—No se puede tener todo en esta vida.

—Ya —murmura entristecida.

—Si quieres, hablo yo con el otro.

Paula se gira y mira a Diana que le guiña el ojo.

—¿Tú? ¿Con Álex?

—Claro. Recuerda que tenemos que invitarle para tu "fiesta sorpresa" del sábado.

Es cierto. El sábado, su cumpleaños… También ella tiene que hablar del asunto con Ángel.

—Está bien, agrégalo. Pero a ver que le cuentas, ¿eh?

Diana memoriza el nick que Paula le dice y regresa una vez más a su ordenador. Está satisfecha. Tiene el MSN de ese tío tan bueno. Anota la dirección en su MSN y pulsa el enter.

Esa misma mañana de marzo, en otro lugar de la ciudad.

Revisa que su portátil funciona bien. Sí, todo en orden. No se ha caído Internet. Entonces, ¿por qué no contesta?

Álex está inquieto. Cuando ha visto que Paula se conectaba al MSN, algo inexplicable le ha recorrido por dentro y se le ha dibujado una sonrisa en la cara. Repentina felicidad. Sin embargo, su alegría se va desvaneciendo por segundos. La ha saludado y ella no contesta. Consulta el reloj de su ordenador. Ahora debería estar

en el instituto y Paula no parece una de esas chicas que faltan a clase. Quizá está en Informática y el profesor no le deja hablar por el Messenger. Esta idea le consuela levemente, convenciéndose a sí mismo de que existe algún motivo para que la chica, al menos, no le devuelva el saludo.

En ese instante, alguien le envía una solicitud a su MSN para ser agregado. Desorientado, Álex lee el nick: "Diana. ¿Quieres un Sugus de manzana? Cómeme. Carpe diem". No tiene ni idea de quién puede ser, pero acepta.

—Hola, ¿eres el escritor?

"¿El escritor?". Se pregunta si no será una de las personas que ha encontrado el cuadernillo, pero eso es imposible. Está en el otro MSN, no en el que ha hecho para
Tras la Pared
.

—Quizá. Prefiero decir que soy alguien que escribe. Escritor, para cuando publique algo. ¿Y quién eres tú?

—Diana. Soy una amiga de Paula, la tontilla esa que conociste el otro día en el Starbucks.

El chico sonríe. Parece simpática, aunque por el nick y por sus primeras frases supone que tal vez sea demasiado desinhibida.

—Yo me llamo Álex, aunque imagino que ya lo sabes.

—Claro que lo sé.

—Encantado de conocerte.

—Lo mismo digo. Oye, no tendrás por ahí una fotillo tuya, ¿verdad?

—¿Para qué quieres una foto mía?

—Pues para qué va a ser, para saber cómo eres.

Álex duda qué contestar. Aquella chica no se anda con rodeos. No le gusta que las cosas vayan tan deprisa, pero, si se niega, quedará mal.

—Espera, la busco.

—Vale.

Entra en su archivo de imágenes. Carpeta "Fotos Álex". No tiene demasiadas, nunca ha sido un gran aficionado. Sonríe mirando alguna y recordando el momento en el que se la hizo. Tenía bastante olvidado aquel rinconcito de su PC. Finalmente se decide por una en la que sale de pie delante de la puerta de su casa con los brazos y las piernas abiertas imitando al Vitrubio de Leonardo Da Vinci. Manda el archivo.

Diana acepta y enseguida recibe la foto. La observa atenta, incluso emplea el zoom del visor de imágenes. Resopla. Mira a su izquierda, donde una aburrida Paula tamborilea con los dedos sobre la mesa. "¿Cómo puede conseguir esos tíos?".

Sin decirle nada a su amiga, saca un CD de su mochila y guarda en él la foto de Álex. Luego la borra del ordenador.

—Estás bien —dice escueta, sin querer dar excesivas muestras de su entusiasmo.

—Muchas gracias.

—Muchas de nada.

—Oye, ¿y Paula? Veo que tiene el MSN encendido. Pero la he saludado y no me contesta.

Diana piensa qué contestar. Si le dice que está hablando con su novio y que solo les dejan tener abierta una conversación en el MSN, igual aquel chico se siente como segundo plato y se va.

—Ahora viene. Ha ido a la cafetería.

—Ah. Muy bien.

—Espérame un momento, Álex.

—OK.

Diana se gira hacia Paula, que se da cuenta y la mira inquieta.

—¿Qué? ¿Ya os habéis hecho amigos?

—Estamos empezando a conocernos —dice, haciéndose la interesante—. Por cierto, me ha preguntado que por qué no le has saludado y le he contestado que habías ido a la cafetería.

—Ah, gracias. Si llego a saber que Ángel me haría esperar tanto tiempo, habría hablado con él.

—¿No tenías tantas ganas de hablar con tu novio?

—Sí, muchas, pero le ha llamado su jefe y aún no ha vuelto. Apenas hemos cruzados dos frases.

—Es normal. Tendrá mucho trabajo o vete tú a saber si está ligando con la secretaria —comenta Diana.

—¿Qué secretaria?

—Yo qué sé. Todos los que trabajan tienen secretaria, ¿no?

—Ángel es solo un empleado de la revista. ¡No tiene secretaria!

—Bueno, bueno, no te enfades. Pero luego no digas que no te he avisado.

—Eres una capulla.

—Bueno, que yo solo te quería decir lo de la cafetería por si Álex te pregunta… Sigo hablando con él, no se vaya a ir a ligar con su secretaria como el otro.

Diana vuelve a centrarse en la pantalla de su ordenador mientras Paula protesta en voz baja por la tardanza de Ángel y las supuestas secretarias que su amiga intuye en todas partes.

—Ya estoy aquí. Perdona que tardase.

—No te preocupes, estaba mirando unas cosas —contesta Álex.

Mientras Diana hablaba con Paula, él examinaba su correo electrónico. Ninguna novedad respecto a los cuadernillos de
Tras la pared
.

—¿Tienes algo que hacer el sábado por la noche? —suelta Diana, siempre tan directa.

La pregunta le sorprende tanto a Álex que la tiene que leer dos o tres veces para estar seguro de lo que pone. Esa chica no pierde el tiempo. ¿No estará pensando en pedirle que salga con ella…?

—Pues no lo sé. Aún es lunes y me queda muy lejos el sábado.

Salida diplomática en espera de la propuesta.

—Pero no tienes planes de momento, ¿no?

—De momento, no —responde resignado.

—Pues no quedes con nadie. Es el cumpleaños de Paula y le vamos a dar una fiesta sorpresa. Bueno, ya no es tan sorpresa, porque ella ya lo sabe. Queremos que vayas.

La sorpresa en realidad se la acaba de llevar él. ¿"Queremos"? ¿A quiénes incluye ese "queremos"?

—Es verdad, es su cumpleaños.

—Sí, se nos hace vieja nuestra Paulita. Diecisiete añazos ya.

—¿Tú, cuántos tienes?

—Diecisiete también. Jaja. Pero yo sigo siendo una preciosa jovencita, aunque muy madura, ¿eh?

—Claro, claro. Nadie dudaba de eso.

Álex sonríe para sí. No está mal la amiga. Es desenvuelta. Le recuerda un poco a Irene. Se pregunta si utilizará sus mismas armas.

Diana sonríe también. ¡Qué bueno está, por Dios! No es que esté ligando con él, es que ella es así.

—¡Uh! —Diana da un brinco en su asiento. Paula se ha acercado sigilosamente y le ha dado un susto. Estaba tan pendiente de la conversación con Álex que no se ha dado cuenta.

—¡Capulla! Me has asustado.

—De eso se trataba. ¿Qué haces?

—Hablo con el escritor. Le estaba invitando a tu fiesta de cumpleaños sorpresa.

—¡Qué bien! Déjame saludarle, anda… —dice, empujando a Diana e intentando ocupar media silla.

—¡Qué haces! ¡Me vas a dejar caer! ¿Has echado culo? —protesta Diana.

—¿¡Qué dices!? Mi culo sigue perfecto. Igual es el tuyo, que con tantas patatas fritas que le robas a Cris…

Las dos amigas forcejean divertidas por la posesión de la silla y del teclado. Por fin, Diana se da por vencida y deja que Paula escriba:

—¡Hola, Álex! ¿Cómo estás? Soy Paula.

Álex se pone nervioso. ¡Paula! Pero ¿y si es la amiga "disfrazada", haciéndose pasar por ella? Sin embargo, su emoción es tal que actúa como si hablara con Paula.

—¡Hola! Muy bien. Escribiendo, ¿y tú?

—Bien. Acabo de llegar de la cafetería —miente.

—Ya me lo ha dicho tu amiga.

—¿Qué tal el tema del cuadernillos? ¿Cuántos te han contestado ya?

—Pues no muy bien. Solo una chica.

—Paciencia. Ya verás cómo responden muchos más. Cuando quieras, me llamas para volverte a ayudar.

—No te puedo llamar porque no tengo tu teléfono —indica Álex, aprovechando la ocasión. Perfecto. Paula sonríe y se lo escribe.

Diana cada vez está con menos culo apoyado en la silla. Mira a su amiga con odio. ¡Siempre consigue lo que quiere! Y ya podrá decir luego lo que sea, pero está ligando claramente con el escritor.

La campana anunciando el cambio de clases suena, sorprendiendo a las dos chicas. Deben abandonar la sala de ordenadores.

—Álex, nos tenemos que ir. Acaba de tocar el timbre. Un beso —escribe a toda prisa. Diana a su lado le increpa para que también le deje despedirse. Paula se levanta y se dirige a su PC. Ángel no ha aparecido.

—Muy bien. Ya hablaremos. Un beso a las dos.

—Un beso muy fuerte, escritor. Ya nos veremos —termina escribiendo Diana, antes de cerrar su MSN y apagar el ordenador.

Paula, por su parte, también ha apagado el suyo con cierta tristeza. Antes ha dejado un mensaje en la conversación con Ángel: "Lo siento, me he tenido que ir a clase. Me hubiera gustado hablar más contigo, pero entiendo que estás trabajando. Un beso, cariño".

Cinco minutos más tarde, las chicas se reúnen con el resto de compañeros en la siguiente clase. Lengua española. Cinco minutos más tarde, Ángel lee el mensaje de Paula. A él también le hubiera gustado hablar más con ella. Sintiéndose culpable de nuevo, se sienta delante de su ordenador y termina el artículo sobre Katia. Debe pensar algo con lo que compensar a su chica.

Capítulo 34

Ese día de marzo, después de las clases, en algún lugar de la ciudad.

—¡A las cinco me paso por tu casa! —le grita Paula a Mario, mientras corre hacia el autobús.

El chico quiere contestarle, pero no serviría de nada. Ella ya está de espaldas, lejos. Se traga las palabras, pero sonríe. ¡Por fin va a llegar ese momento que tanto lleva esperando!

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