—El otro día le hable de un comentario que hizo ella sobre él y se hizo el duro. ¿Y si se ha enamorado.
—Puede ser.
—¡Madre mía!
—¿Te imaginas a Diana de cuñada?
—¡Calla, loca! —carcajada silenciosa en la habitación de Paula. Pero realmente le preocupa su amigo.
—He quedado con el esta semana para estudiar en vuestra casa. Intentaré sacarle alguna información.
—Veo que el salir con un periodista te afecta, ¿eh? —icono Sonriendo y guiñando un ojo.
—¡Qué capulla…! Me preocupa tu hermano.
—Lo sé. Pues espero que te enteres de lo que le pasa y me lo cuentes. A mí no me dice nada nunca.
—Porque siempre te estás metiendo con el pobre —explica Paula y añade un lacasito amarillo sacando la lengua.
—Eso no justifica nada, listilla, aprendiz de periodista —responde Miriam con el mismo icono.
Paula contesta con un lacasito levantando su dedo corazón y Miriam con otro haciendo el gesto surfista. Y tras varios insulto "cariñosos", besos y "te quiero", se despiden.; ¿No?
¿Periodista? No es mala idea, aunque nunca se lo había planteado. Quizá. Al menos tendría enchufe, ¿no?
Esa noche de marzo, en un lugar alejado de la ciudad.
Luna Estrellas. Álex mira el negro cielo manchado de gotitas luminosas desde su pequeño rincón en la azotea de su casa, a las afuera de la ciudad En el centro, seguro que los altos edificios no le permitirían deleitarse con aquel espectáculo. Se siente minúsculo, ante tanta inmensidad, y afortunado.
Una suave brisa enfría la noche. En sus piernas sostiene el portátil. Está cansado. Ha repartido solo todos los cuadernillos que le quedaban. ¡Cómo le hubiera gustado tenerla a su lado! Paula no desaparece de su cabeza. Al contrario, le es difícil hacer algo sin que aquella chica invada sus pensamientos.
No está conectada. Hoy no han hablado en todo el día.
¿Pudo ser ayer el final? Se niega a creerlo.
Mira su fotolog, en el que, cuando puede, añade un fragmento de
Tras la pared
. Muchos comentarios le felicitan por su trabajo. Cada vez hay más gente que se está aficionando a lo que escribe. Durante media hora les contesta a todos. Y así se anima, pese a que sigue sin saber nada de Paula.
Sin embargo, pronto el pesar vuelve a su ánimo. No hay ninguna noticia de las personas que han encontrado los cuadernillos por la calle. Suspiros untados con paciencia.
No debe caer en el pesimismo. Nueva idea, nueva ilusión, nueva locura: el plan B. Se le ha ocurrido en el autobús de vuelta a casa. Se trata de llevar
Tras la pared
a otro nivel. Es una sinrazón, una irrealidad. Una misión imposible, pero no pierde nada por probar. Álex sueña con ser escritor. Cuanto más se dé a conocer, más tendrá; cuantos más lectores, más posibilidades habrá de encontrar una editorial una vez que concluya el libro.
Así que necesita factores especiales para que todo esto se produzca: los cuadernillos y el plan B.
Abre Google y busca algunas direcciones. Son links de diferentes discografías. De cada página, copia la ciudad, el código postal y la calle donde tienen su sede, y las pega en un archivo de texto.
Terminado el trabajo, redacta un documento base que va a utilizar como plantilla para todos sus envíos.
Buenos días, tardes o noches.
Para mí, buenas noches, ya que le escribo cuando la luna y las estrellas me cobijan.
En primer lugar, muchas gracias por abrir este sobre y perdón por las molestias causadas. Le habrá sorprendido este envío. Es lógico. A mí también me pasaría. Le explico. Soy un chico que pretende ser escritor. Algo difícil, lo sé, pero estoy poniendo todo mi empeño y mi esfuerzo en ello, y no solo escribiendo, sino moviendo todo lo que esté a mi alcance para al menos tener la oportunidad de ser leído. Y quién sabe si algún día alguna editorial se fijará en todo esto…
Lo que le mando en esa funda transparente son las catorce primeras páginas de
Tras la pared
, la historia que en estos momentos estoy escribiendo Solo pretendo divertir, entretener. Quizá es demasiado romántico, tal vez es irreal; a lo mejor infantil, juvenil, adolescente. Da igual: es en lo que ahora mismo estoy metido, y estoy satisfecho con ello. Aunque la verdad es que me queda mucho por aprender. Hace unas semanas comencé a escribir esta historia en Internet. En un fotolog. Pero, ¿por qué no seguir intentando crecer? Usar la imaginación para posibilitar que más personas conozcan lo que hago. Y en ello estoy. Lo que pretendo: en esta historia, la música es una parte muy importante de la trama. A lo largo de todo el libro introduzco canciones que los personajes en un momento u otro escuchan. Pero… ¿por qué no una dedicada en exclusividad para
Tras la pared
? Ya sé que esto es un atrevimiento, una osadía por mi parte. No tendrá tiempo ni para respirar, así que para dedicarlo a componer una canción para mi libro, será un imposible. En ese "casi" sostengo mi esperanza. Contar con un tema creado por usted para mi novela sería la guinda definitiva para esta aventura.
Cuanta más gente consiga que nos conozca a la historia y a mí, más posibilidades tendré con una editorial. Es un sueño, mi sueño, y usted está formando parte de él. Y si quiere puede colaborar.
La dirección de mi fotolog, por si le interesa, es: http://www.fotolog.com/tras_la_pared y mi MSN, para cualquier cosa que necesite: [email protected] o [email protected] .
Nada más. Le vuelvo a pedir perdón por mi atrevimiento.
Gracias por su atención y disculpas por las molestias.
Atentamente, el autor.
El joven repasa varias veces lo que ha escrito. ¡Es una locura!
Pero solo es una locura más, y no va a frenarla.
Vuelve a examinar la lista de cantantes y discográficas a los que va a enviar el cuadernillo. No pierde nada, sólo puede ganar. Y si esta vez sale bien, la victoria será grandiosa.
Entonces recuerda algo que ha oído en la radio del autobús. Claro, le falta por incluir a esa cantante que ha tenido un accidente esta mañana. Afortunadamente, han dicho que estaba bien. Busca en Internet la discográfica a la que pertenece. Ahí está: Una foto de Katia presenta la página. ¡Qué gran éxito está teniendo! Álex copia la dirección y la pega en el documento. Vuelve a mirar la foto de la cantante de pelo rosa. Es bastante guapa, tiene algo especial, sin duda.
Sí, ella será la primera a la que envíe su nueva idea marcada por el atrevimiento y la locura.
Esa misma noche de marzo, en un lugar de la ciudad.
Lleva despierta desde hace un rato. Abre los ojos. Lo mira, comprueba que sigue allí, y vuelve a cerrarlos. No se ha marchado. Sonríe. Ángel duerme en la cama de al lado. ¿Cuánto tiempo hace que no siente algo así por alguien? Mucho. Ni lo recuerda.
Ha tenido ligues, rollos y algún que otro novio de quita y pon. Sí, le gustaban, pero no le latía el corazón como lo hace ahora. Con todos los hombres que se le acercan y se tiene que ir a enamorar de uno imposible. ¿Imposible? ¿Imposible, por qué? Porque no se ha fijado en ella. Porque quiere a otra. Porque tiene novia. Que tiene novia.
Pero han empezando la relación hace muy poco tiempo. ¿Y si aquella Paula no fuera la chica de su vida? ¿Y si la chica de su vida fuera ella? Estaría desperdiciando una oportunidad. Es más, nunca sabría qué habría pasado entre ambos.
Katia vuelve a abrir los ojos. Lo mira otra vez. Está guapo incluso mientras duerme. Enseguida los cierra sonriente. Esta allí. Eso querrá decir algo. Ni siquiera ha tenido que llamarle para que acudiera a verla al hospital. Y, además, se ha quedado a pasar la noche, aunque está segura de que, en eso, su hermana ha tenido mucho que ver.
¿Tiene alguna posibilidad? ¿Y si le cuenta lo que siente? Quizá a él le pase lo mismo. Tal vez él también esté empezando a experimentar algo parecido. Pero, si no es así, ¿puede perderlo para siempre si le confiesa su amor? La chica del pelo rosa se agita nerviosa bajo las sábanas blancas de aquella cama de hospital. Le duele la cabeza y no precisamente por el golpe del accidente.
De todas formas, mañana todo habrá acabado. Mañana, cuando le den el alta, se despedirán. El seguirá con su vida, con su entrevista, con sus artículos. Con su Paula. Y ella sufrirá el acoso de los medios, de los interesados, de los admiradores. Todos querrán saber qué ha pasado, si está bien….
¡Uff! Se agobia. Pero abre los ojos y lo observa una vez más. Eso le ayuda a tranquilizarse. Respira hondo y se relaja. Aun queda noche por delante, horas compartidas, minutos en los que estarán juntos. No dormirá más: quiere disfrutar de esos instantes; de él, aunque esté dormido. Puede mirarlo y soñar despierta.
Dentro de Katia brota un fuerte impulso, una sensación inexplicable. Se desenreda de las sábanas y, con cuidado, se sienta en la cama. Se tambalea un poco, las piernas le tiemblan, pero consigue ponerse de pie.
Lentamente, descalza, camina hasta la cama de Ángel. Su dulce expresión mientras duerme le cautiva un poquito más. Ella sigue sintiendo algo arrollador en el interior de su pecho. Lo mira, fija sus ojos vidriosos en su rostro, se inclina despacio y lo besa. No nene miedo de que despierte, pero el beso es delicado, casi imperceptible, solo un roce de labios: una caricia que su boca hace a la boca de aquel chico, que no parece enterarse de que le están dando un beso de auténtico amor.
Esa misma noche de marzo, en ese mismo punto de la ciudad, en la cama de al lado a la de Katia.
Se despierta. Parpadea y abre los ojos lentamente. ¿Qué hora debe ser? Muy tarde. La noche está bien entrada y una tenue luz ilumina la habitación. Allí, acostada de frente a él, continúa ella. La observa detenidamente. Es una chica preciosa. Su cara transmite algo especial incluso dormida.
Pero él tiene ya a Paula. ¿Y qué hace allí?: un favor. No se pudo negar a lo que le pidió Alexia. ¿Cómo iba a hacerlo? Pero no deja de pensar que ese no es su sitio.
Son demasiadas mentiras en muy poco tiempo. Ha entrado en un peligroso círculo de falsedades o verdades a medias del que no puede salir. Desea que aquello quede en el olvido, como si nunca hubiese pasado. Sobre todo por Paula, que sufriría si se enterase de la verdad.
Suspira levemente. Está cansado: preocupaciones, responsabilidades…
Peter Pan huyendo del País de Nunca Jamás. Y cuando salga de aquel hospital será mucho peor. Mañana le espera un día duro. No ha adelantado nada de trabajo durante el fin de semana y además deberá dar explicaciones tanto a su jefe como a Paula de lo que ha pasado en el hospital.
Se pregunta cómo va a enfocar el tema. Por un lado está la noticia del accidente de Katia. Tendrá que escribir sobre ello irremediablemente. Y por otro lado, la parte personal. Ahí surgirá un conflicto consigo mismo, saber qué puede contar y qué no. Es una situación nada fácil.
Y a Paula le tendrá que decir más mentiras. Se promete que serán las últimas e intenta convencerse de que será así. Pero eso será mañana, ahora tiene que descansar. Cierra los ojos de nuevo e intenta dormir. No hay manera. Minutos más tarde sigue despierto. No consigue conciliar el sueño. Entonces percibe algo. Como si alguien se desplazara lentamente por la habitación. Sí, está más cerca. Abre un ojo a medias, con un párpado tembloroso, y ve cómo Katia se inclina sobre él y deposita sus labios
en los suyos. Suave, demasiado suave. No es un beso caprichoso, es un beso con cariño. ¿Agradecimiento? ¿Despedida? ¿Amor? Ángel se deja llevar, y sin decir nada, lo acepta y sigue haciéndose el dormido. La cantante regresa a su cama y él, perdido, confuso, no pegará ojo en toda la noche.
A la mañana siguiente de un día de marzo, en algún lugar de la ciudad.
Lunes. Odia los lunes. ¿Por qué tienen que existir? Con lo bonito que son los fines de semana… Pero todo lo bueno se termina pronto.
Paula corre de un lado para otro de la casa. Va desde su habitación al cuarto de baño, pasa otra vez por su habitación y baja a la cocina a desayunar. No tiene tiempo ni para beberse sentada el Cola Cao. De pie, da un mordisco a un poco de pan tostado que mastica a trompicones mientras llega al salón. No quiere perder el autobús como le pasó tres veces la semana pasada. Pero no puede olvidarse de nada.
Mercedes la observa inquieta y le pregunta si ha cogido esto. Y aquello. Está todo. O eso cree.
Tres minutos para que pase el autobús. Le da un beso rápido en la mejilla a su madre y sale disparada hacia la parada con la mochila de las Supernenas a cuestas. ¡Tiene que conseguirlo!
Avanza veloz por la acera. ¡Uff! El semáforo está en rojo. Impaciente, da pequeños saltitos sobre los talones. Por fin, verde. Camina aún más deprisa. Cruza un paso de cebra y tuerce a la derecha.
Como si fuera el anuncio aquel en el que dos novios llegan a encontrarse a la vez, Paula y el autobús coinciden de frente, cada uno en un extremo de la calle. La chica corre todo lo que puede. El vehículo se detiene delante de la marquesina. Hay una pequeña cola que cada vez se hace más corta. Sube el último pasajero. ¡Que se va!
El conductor cierra la puerta delantera, pero cuando mira a un lado y a otro para arrancar, ve llegar jadeante a una chica gesticulando para que no se marche sin ella. El hombre frena y espera a la joven. ¿Por qué no se levantarán cinco minutos antes? Paula, con las mejillas sonrosadas y el aliento entrecortado, sube y da las gracias al chofer del autobús. Exhausta, abre la mochila de las Supernenas en busca del tique del abono mensual. ¡Mierda! Pues no ha cogido todo… Siempre le pasa igual. Así que no le queda más remedio que pagar el billete.
Lamentándose y maldiciendo su olvido, camina por el estrecho pasillo. Caras adormiladas, la mayoría conocidas, habituales en la travesía; algún que otro saludo y
alguna que otra mirada furtiva de alguien que se gira cuando pasa por su lado. Se da cuenta, pero no le molesta. Está acostumbrada.
Menos mal, un sitio libre al fondo. Un chico con un gorro negro de lana de Ralph Laurence se levanta para que pase junto a la ventanilla. Buen compañero de viaje.
Se parece a Alex, piensa. Si, se da un aire. Aunque su Alex es un poco más guapo. Un momento, ¿desde cuándo es "su" Alex? Bah, no tiene importancia.
Respira hondo un par de veces, tratando de no hacerse notar demasiado a causa del esfuerzo de la carrera. Saca el mp3 con cuidado para no molestar al muchacho del gorro negro. Sin embargo, no puede evitar que sus codos choquen. Se excusa y sonríe. El chico serio no dice nada y, tras un breve repaso a la sonrisa de Paula, vuelve a mirar hacia delante. ¡Qué borde! Otro al que no le gustan los lunes… Pero podía ser más simpático, ¿no? Deberá prestar más atención en sus movimientos para no molestarlo. Guapo, pero poco cortés. No como Alex.