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Authors: Blue Jeans

Tags: #GusiX, Infantil y Juvenil, Romántico

Canciones para Paula (9 page)

BOOK: Canciones para Paula
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Paula: "No, no te preocupes, no vaya a ser que mis padres te vean. Tienen la mosca detrás de la oreja".

Ángel: "Está bien".

Paula: "¿Hablamos esta noche?".

Ángel, pensativo: Acaba de recordar que tiene que ir a la sesión de fotos de Katia. ¿Le dice algo a ella? Mejor no. La llamará cuando termine. "Claro. Yo te llamo luego".

Paula: "Vale, pues me voy".

La pareja se despide con un largo beso y cada uno toma un camino distinto.

Sus padres entran en el salón, uno al lado del otro, susurrando, como si estuvieran preparando algún tipo de estrategia para abordar a su hija. Paco se sienta a la derecha de Paula y Mercedes a la izquierda. Parece que el ataque va a ser por tierra, mar y aire. Preparados, listos…, ¡ya!

—Paula, comprendemos que ya no eres una niña —empieza diciendo su madre—, aunque para nosotros eso es difícil de asimilar.

La chica aún no sabe muy bien por dónde van los tiros, pero aquel comienzo no le gusta nada: no parece una bronca de las habituales.

—Lo que tu madre quiere decir es que tienes casi diecisiete años y a esas edades se cometen errores —añade su padre.

—También se cometen errores con vuestra edad, ¿no? —interviene Paula.

—Sí, sí, claro, cariño —se apresura a decir Mercedes—. Todos cometemos errores, pero hay algunos que son evitables. Quiero decir que es necesario…

—…tomar precauciones —dice Paco interrumpiendo a su mujer.

¿Precauciones? ¡Ah, precauciones! Paula empieza a entender hacia dónde se dirige aquella conversación.

—Eso, precauciones. Aunque si uno no está seguro de algo, es mejor no hacerlo hasta estar preparado… —indica Mercedes.

—Es decir, que si yo no estoy segura de aprobar el examen de Mates del viernes, mejor no lo hago, ¿no? —dice la chica sonriendo.

Sus padres se miran entre ellos.
Touché
.

—A ver, Paula —insiste su madre—. Tú sabes que nos puedes contar todo a nosotros. Y si tienes cualquier duda, tu padre y yo estamos para resolverlas.

—Ya os cuento todo… —miente.

—Bueno, seguro que hay cosas que te guardas. Y es normal. También tienes tu vida propia…

—…pero las cosas importantes es bueno que las sepamos —concluye Paco.

—Eso es. Por ejemplo…

A Paula le da miedo oír el ejemplo que su madre va a poner.

—.. .por ejemplo, si te echas novio… Eso es algo importante, ¿no?

¡Bingo! Sabía que ese iba a ser el ejemplo.

—Depende de cómo se mire. Pero sí, parece algo importante.

—Sí que lo es —confirma su padre—. Y todo lo que conlleva tenerlo, también.

"Lo que conlleva tenerlo… Es una manera bonita y maquillada de decir mantener relaciones sexuales", piensa Paula.

—Pero estamos hablando de un ejemplo, ¿no?

—Sí, claro, claro… Es un ejemplo de cosas importantes de las que nos puedes hablar a nosotros sin ningún problema. De tener novio y, como dice tu padre, de todo lo que conlleva tenerlo.

Tras las palabras de Mercedes, el silencio se instala en el salón unos instantes.

Es la chica la que decide romperlo por fin.

—Papá, mamá: no es preocupéis. Si me acuesto con un chico, tomaré esas precauciones de las que me habláis.

Y tranquilamente, Paula se levanta del sillón, da un beso a su padre, otro a su madre y sube a su habitación.

Paco y Mercedes la observan. Aún la ven como una cría, su pequeña. Es inevitable.

"Si me acuesto con un chico tomaré esas precauciones de las que me habláis". ¡Menuda frase para terminar la conversación! Se han quedado congelados.

Finalmente, es la mujer la que se dirige a su marido:

—¿Ves? No hay nada mejor que hablar las cosas…

Paco mira a su esposa y sonríe forzadamente.

—Sí, me he quedado mucho más tranquilo… —dice el hombre poniéndose la mano en la frente—. Voy por una aspirina.

—Tráeme a mí otra, por favor.

Y es que las farmacias podrían sobrevivir exclusivamente de los analgésicos vendidos a padres que se encuentran de golpe con el crecimiento de sus hijos… y todo lo que ello conlleva.

Esa noche de marzo en otro lugar de la ciudad.

Aparcan en una calle cercana al lugar en el que habían quedado. Héctor y Ángel se bajan del coche. Son cerca de las ocho y media, hora en la que se debían reunir con Katia para la sesión de fotos. La noche es cerrada.

Héctor lleva un gran maletín con todo su equipo fotográfico y Ángel le ayuda con las luces.

—¿Crees que nos llevará mucho tiempo? —pregunta el joven periodista, que no se siente del todo cómodo con aquella situación.

—Pues espero que no. Necesito una foto para la portada y tres para páginas interiores. Aunque nunca se sabe…

Los dos llegan caminando a un parquecito en el que ya están Katia y su representante. Ambos dialogan animadamente con dos chicas a las que Héctor ha llamado para que le ayuden con el vestuario y el maquillaje de la cantante.

La joven del pelo rosa es la primera en darse cuenta de la presencia del fotógrafo y el periodista y sale al encuentro de ellos.

—Buenas noches —saluda Katia sonriendo y dando posteriormente dos besos a cada uno—. Esta vez hemos llegado nosotros antes.

—Empate a uno —dice Ángel, que mira con curiosidad a la chica sin ocultar una gran sonrisa al verla.

La joven cantante esta vez sí va vestida de manera parecida a como normalmente lo hace en sus actuaciones. Lleva un vestido azul y rosa con mucho vuelo hasta las rodillas, unas medias de colores salteados, bailarinas y guantes de terciopelo a juego con el resto de su vestimenta.

—¿Voy bien así?

—Sí, me gusta —señala Héctor—. De todas formas haremos un par de cambios de vestuario durante la sesión para darle distintos tonos al reportaje. ¿Te parece?

—Por mí, perfecto.

Ángel y Héctor saludan también al resto.

Es un sitio solitario. Tenía que serlo para poder trabajar tranquilos, alejados de la multitud que seguro se agolparía para ver una sesión fotográfica de Katia. Aquella chica ha conquistado a muchísimos fans en poco tiempo.

—¿Comenzamos? —pregunta Héctor, que ha elegido un viejo y enorme roble para sus primeras fotos.

Katia se sienta en las faldas del árbol. El fotógrafo le va indicando y pidiendo distintas poses:

—Levanta la barbilla. Sonríe. Eso es. Clic Mira a la izquierda. Muy bien. Clic. Abre un poco las piernas. No tanto. Eso es. Clic. Ahora ponte de pie. Mira a la cámara fijamente. Clic.

Ángel está sentado en un banco del parquecito. No pierde detalle de la sesión. Observa atentamente cada movimiento, cada gesto de la cantante. Realmente, es una chica que tiene algo. No solo es guapa sino que, además, posee cierta magia. Aquellos ojos celestísimos son embrujadores. El periodista no sabe muy bien qué

pinta allí porque, como pensaba, no está aportando nada. Sin embargo, por alguna extraña razón, está contento de haber ido.

Los minutos pasan. La sesión fotográfica continúa. Diferentes lugares. Cambio de vestuario. Clic. Un poco de maquillaje por aquí. Retoques en el pelo por allá. La noche sigue avanzando y adentrándose en aquel pequeño parque retirado del bullicio de la ciudad. Un pequeño descanso antes de las últimas fotos.

Katia se acerca a Ángel y se sienta a su lado.

—¡Uff…! Estoy agotada. Parece que no, pero esto cansa. No podría ser modelo.

—Lo haces muy bien. Es como si llevaras en esto toda la vida.

—Bueno, forma parte de mi trabajo. Aunque no sea lo que más me gusta de él… —dice suspirando. —Toda profesión tiene su parte incómoda.

—Me siento algo ridícula poniendo esas caras y esas posturas. Cuando me ha dicho que abriera un poco las piernas… ¡qué vergüenza! Me ha dado la risa por dentro. No sé cómo he aguantado.

Ángel ríe ante el comentario de la chica.

Katia lo mira. Le parece muy guapo. Sí. Y cuando sonríe…

—Ángel…

—Dime.

—Nada, que muchas gracias por venir.

—Pero si no estoy haciendo nada… Sólo miro.

—Bueno, me da tranquilidad verte aquí. Como ya te dije, este tipo de cosas no son lo mío.

La voz de Héctor a lo lejos interrumpe anunciando que se terminó el descanso.

—Ve, rápido, que ya solo te queda un último pase.

—¡Voy!

Katia sonríe, se inclina y le da un beso rápido en los labios ante la sorpresa del joven periodista que no tiene tiempo ni de reaccionar. La chica del pelo rosa se levanta y acude corriendo a hacerse las últimas fotos de la sesión.

Ángel está paralizado. ¿Qué ha sido eso? ¿Por qué Katia le ha dado ese beso?

Seguro que debe tratarse de un error. Sí, hoy en día mucha gente se da ese tipo de besos, ¿verdad? Un beso de amigos o algo así. Solo ha sido un beso cariñoso.

La sesión continúa. Katia está posando en un columpio. Se balancea suavemente. Clic. Lleva el pelo suelto que se alborota con cada impulso. Héctor no pierde detalle con su cámara. Le pide que sonría. Clic. Ahora que mire hacia la derecha con cierta melancolía. Clic. Tras ese gesto, Katia ve a Ángel. El joven periodista está como ausente, pensativo. ¿Qué estará pasando por su cabeza?

—Katia, no te balancees ahora —dice el fotógrafo—. Eso es. Ponte la mano derecha en la boca. Muy bien. Eso es, como si estuvieras imaginando algo. Piensa en tu novio, por ejemplo.

¿Novio? No existe ningún novio. Pero ella piensa en alguien.

—Muy bien. Ahora, una expresión de duda: baja los ojos, inclina un poco la cabeza a tu derecha y mira hacia el suelo. Eso es. Precioso. Ahora, sonríe. Perfecto… Y con esta última, hemos terminado.

Ángel sigue sentado pensando en lo que minutos antes ha sucedido. Ve cómo Katia se baja del columpio, con su pelo rosa suelto. ¿Cómo es posible que le quede tan bien ese color? Su rostro es todavía el de una niña, nadie diría que tiene veinte años. Y aquellos ojos… Seguro que Héctor ha sacado fotos en las que sobresalga ese celeste tan llamativo. Sin duda, Katia es una tentación para cualquier hombre.

Finalizada la sesión, todos se reúnen en torno al fotógrafo. Ángel trata de evitar encontrarse con los ojos de la joven cantante. Sin embargo, termina sucumbiendo. La chica le sonríe cuando se da cuenta de que la está observando.

—Ha sido un bonito trabajo —indica Héctor—. Seguro que saldrá un reportaje fantástico.

—Estamos convencidos de ello —dice satisfecho Mauricio Torres, el representante de la cantante.

—La noche realza mucho la belleza de Katia —insiste el fotógrafo.

Sí, también Ángel piensa que serán unas fotos extraordinarias para acompañar su entrevista. Aquellos ojos celestes, las luces, la oscuridad de la noche… La noche… Entonces cae… ¡Paula! Tiene que llamarla. Mira el reloj. No es demasiado tarde aún.

—Perdonadme un momento, tengo que hacer una llamada —dice el joven mientras se aleja del grupito que continúa dialogando animadamente.

Katia es la única que no escucha lo que los otros están diciendo. Sus ojos están puestos en Ángel, que camina aceleradamente hacía un lugar retirado de los demás.

El periodista, cuando cree que está suficientemente apartado para que le oigan, saca el móvil de su bolsillo. Está apagado. Ángel intenta encenderlo, pero es inútil: se ha quedado sin batería.

Vuelve a mirar el reloj. No pasa nada, no es demasiado tarde. Tiene que ir a la redacción de la revista a por unos dosieres. Desde allí la llamará.

El joven regresa al grupo que, en su ausencia, parece que ha hecho planes para esa noche.

—Ángel, nosotros nos vamos a tomar algo. ¿Te vienes? —le pregunta Héctor.

—No puedo. Tengo que recoger unas cosas de la redacción y mañana quiero madrugar.

—Pero si mañana es sábado… ¡Venga, hombre, vente! Es solo a tomar una copa para celebrar el trabajo bien hecho—insiste el fotógrafo.

—No, de verdad. Tengo que ir a la revista a buscar unos papeles y es tarde ya.

—Yo tampoco puedo ir —interviene Katia—. Estoy cansadísima. También a mí me toca madrugar.

—Venga, chicos, solo una copa… —insiste Mauricio, que no le quita ojo a una de las chicas que ha ayudado en la sesión.

—Id vosotros. Yo llevo a Ángel a la revista, que me pilla de camino.

El chico se sorprende ante la propuesta de la cantante.

—Muchas gracias, Katia, pero no hace falta. Yo cojo el metro y…

—No es ninguna molestia. El metro más cercano está muy lejos. Yo te llevo. Es lo menos que podía hacer por ti después de molestarte en venir.

—Está bien… Si no queréis venir, os dejamos. Nosotros vamos a tomar algo —señala el representante de Katia, que ya ha hecho un par de amagos de pasarle la mano por el hombro a una de las maquilladoras.

Los seis se despiden. Las dos chicas, Héctor y Mauricio Torres se van por un lado. Katia y Ángel, por otro. Caminan hacia el Audi rosa aparcado en una calle oscura, casi escondida.

Andan en silencio. El periodista aún tiene en la cabeza aquel beso. No sabe cómo tomárselo. ¿Un gesto cariñoso o algo más? Incluso se siente un poco culpable. ¿Ha tenido él que ver en aquello?

Las estrellas iluminan otro cielo despejado. La luna se deja ver en la noche que ya está bien avanzada. Aunque para Katia y para Ángel la noche no ha hecho más que empezar.

A esa misma hora, en otro punto de la ciudad.

Tumbada en la cama espera a que él la llame. Lleva así cerca de media hora.

¿Por qué no la ha llamado ya?

Paula está ansiosa por volver a oír su voz. Son tantas sus ganas que no puede más y decide ser ella quien lo llame. Busca su número y lo marca. Decepción: tiene el móvil apagado. La desilusión es tan grande que hasta le entran ganas de llorar. ¿Pero por qué? Si han pasado dos días increíbles… Los dos mejores de su vida.

"¡Qué tonta soy…!".

Pero no puede dejar de pensar en él. ¿Qué estará haciendo Ángel ahora?

Tiene que serenarse un poco. Todo está bien. Solo debe distraerse y no obsesionarse. Ya se lo dice su madre a veces, que la vida tiene muchas cosas como para dedicar todo tu tiempo únicamente a una. Ya llamará.

Enciende su ordenador para oír música. Buen remedio para pasar el tiempo. Elige
Apologize
, de One Republic. Precioso tema que ha descubierto hace poco. Pero la música no es suficiente para olvidarse de todo. Necesita algo más. Ya lo tiene:
Perdona si te llamo amor
. Puede ser un buen antídoto meterse otra vez en el mundo de Niki y leer sus aventuras con aquel publicista mucho mayor que ella. Qué historia de amor… En cierta manera, se siente identificada con la protagonista. Ella está viviendo una experiencia parecida.

BOOK: Canciones para Paula
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