Episodios 1 y 2 de las aventuras de don César de Echagüe, un hombre adinerado, tranquilo, cínico, casi cobarde. Oculta así su otra personalidad: él es el héroe enmascarado «el Coyote», el justiciero que defenderá a sus compatriotas de los desmanes de los conquistadores yanquis, marcando a los malos con un balazo en el lóbulo de la oreja.
José Mallorquí
El Coyote/La vuelta del Coyote
Coyote 001 y 002
ePUB v1.3
Cris198730.10.12
Título original:
El Coyote/La vuelta del Coyote
José Mallorquí, 1943/1944.
Ilustraciones: Julio Bosch y José Mª Bellalta
Diseño portada: Salvador Fabá
Editor original: Cris1987 (v1.3)
Corrección de erratas: Faro47
ePub base v2.0
«
Es necesario destruir los cimientos de la vieja California, pues sólo así podremos edificar una California a nuestro gusto
»…
Con estas palabras del general norteamericano Clarke, conquistador de Los Ángeles en 1846, se inicia la primera novela de
El Coyote
y una de las más extraordinarias sagas de la literatura popular de todos los tiempos
.
Su autor es José Mallorquí Figuerola. Y autor y obra se convirtieron en auténticos clásicos contemporáneos de la cultura española, hasta cubrir más de dos décadas de la pequeña historia de los mass–media con las andanzas y aventuras de
… El Coyote.
En todas las literaturas de todos los tiempos existe una larga tradición de personajes que se autoerigen en vengadores de alguna injusticia y, bien sea con su personalidad auténtica o bajo una máscara o una falsa personalidad, ejecutan la Ley allí donde el brazo de ésta no alcanza. A esta estirpe pertenecen los Robin Hood, Dick Turpin, Pimpinela Escarlata, El Zorro… y en nuestros días, y llegando al campo del comic, héroes como Spiderman o Daredevil, por ejemplo
.
Se trata de una raza de rebeldes, con ribetes de soñadores, que encuentran sus raíces en Espartaco y en cuantos han roto las cadenas para enfrentarse con sus opresores, en lucha por la conquista de su dignidad de hombres
.
Ejemplo modélico de esta raza
, El Coyote
recoge todas las virtudes de sus antecesores y mejora el modelo. No en vano surge en un tiempo histórico y en un país muy concretos, convirtiéndose pronto en un símbolo inconsciente de las vagas aspiraciones de justicia y esperanza que nutrían la conciencia histórica del españolito de a pie
.
Pero lo cierto es que
El Coyote
es algo más, mucho más. José Mallorquí es un narrador nato y sus historias se nutren en la realidad, pasada por el tamiz de la historia y la construcción literaria. Hasta el punto de que sus personajes son más que eso y encarnan caracteres de gran complejidad y riqueza de matices
.
El valor de la figura protagonista
, El Coyote,
su singularidad, la especial sicología que Mallorquí infunde al personaje, así como la perfecta estructura de los argumentos y la minuciosa reconstrucción histórica en la que los mismos se apoyan, han hecho que la colección de novelas de
El Coyote
se convierta en clásico absoluto del género del Oeste. Algo que trasciende las categorías literarias para inscribirse en la de los mitos
.
Porque eso es
El Coyote
para los públicos lectores de España, Italia, Alemania, Austria, Francia, Inglaterra, Dinamarca, Portugal, México, Finlandia… un auténtico mito
.
Y es que José Mallorquí fue durante treinta años el autor español cuya obra se tradujo a más idiomas… después de
El Quijote.
Autodidacta, traductor, pronto novelista popular y finalmente maestro de la narrativa, Mallorquí tocó todos los géneros y todas las teclas de un oficio difícil como pocos: divertir a un público de masas, conectando con ese inconsciente colectivo que nos impulsa a todos a escapar de la estrecha y gris vida cotidiana
.
Creado hace años
, El Coyote
es un héroe positivo, cuya recuperación por Ediciones Forum alcanza dimensiones de acontecimiento, por tratarse de un personaje absolutamente vivo, capaz de despertar hoy como ayer las más profundas emociones en el público juvenil y en el adulto
.
Son precisamente los jóvenes los mejores destinatarios de estas novelas y del comic derivado de las mismas, ya que a ellos ofrece Mallorquí un mundo de acción, repleto de aventuras, todo dinamismo, con un justo sentido de la violencia necesaria, siempre contrapesada por la inteligencia, esa arma superior de los seres capaces de comprender lo que la realidad tiene de relativo y complejo
.
Héroe de la novela y del
comic, El Coyote
representa una bocanada de aire fresco en la literatura de evasión de nuestro tiempo; tanto que esta nueva cabalgata de
El Coyote,
de la mano de Forum, se presenta con un aire de novedad que, una vez más, arrastrará en pos del mito a los lectores, mujeres y hombres, jóvenes y adultos españoles
…
Un mito… Bajo el antifaz se esconde un hombre bueno, inteligente y… tranquilo que se ha alzado frente a la injusticia para defender a los pobres y a los explotados. Armado con dos revólveres, recorre California imponiendo su ley… Su nombre se pronuncia con temor, es
… El Coyote.
—Es necesario destruir los cimientos de la vieja California, pues sólo así podremos edificar una California a nuestro gusto.
El general Clarke pronunció estas palabras con la satisfacción de quien dice algo digno de quedar grabado en las páginas de la Historia. Su compañero movió dubitativamente la cabeza.
—No sé, general, no estoy muy seguro de que ande usted acertado.
—Porque ustedes, los civiles, ven las cosas sentimentalmente —replicó Clarke—. Nosotros, los militares, no podemos ser sentimentales, como no sea en lo que respecta a la defensa de nuestra patria. Para todo lo demás tenemos que ser prácticos, implacables, inflexibles. Si nos dejásemos llevar del sentimentalismo, no podríamos enviar a nuestros hombres a un asalto donde la mitad han de morir. Sólo a base de que sea el sentido práctico el que domine podemos hacer triunfar nuestras armas.
—Pero en este caso no se trata de triunfar en ninguna batalla —sonrió el interlocutor de Clarke. Y con cierta ironia agregó—: Usted ya ganó todas sus gloriosas batallas, general. El Congreso se lo ha reconocido.
Por un instante el general pareció aceptar aquella ironía. ¡Sus victorias! La campaña contra Méjico no había sido pródiga en verdaderos triunfos militares. Sin embargo, por los Estados Unidos circulaban estampas litográficas en las cuales el general Clarke, héroe de la conquista de Los Ángeles, aparecía al frente de un grupo de enérgicos soldados de cuadrada mandíbula, kepis azulado, fusil con bayoneta calada, siguiendo la bandera de la Unión, desgarrada por la metralla. En torno a los héroes de Los Ángeles estallaban siete u ocho granadas y, frente a ellos, una masa de soldados mejicanos, erizados de bayonetas y de piezas de artillería, se batía en retirada frente a un enemigo inferior en número, pero «muy superior en valor». Mas la realidad… No, no era extraño que Edmonds Greene, delegado del Gobierno en el nuevo territorio anexionado a los Estados Unidos, sonriese. Había seguido la campaña y había presenciado la «toma de Los Ángeles» por Clarke y los suyos. Por sus venas corría la sangre de los Greene, sangre que se había vertido en Yorktown, cuando el abuelo de Edmonds combatió contra los ingleses al lado de Washington, y también en Trípoli, cuando el padre de Edmonds intervino en 1815 en la campaña contra la piratería tripolitana, ocupando un puesto de mando en la
Constitución
. Durante estas operaciones, el joven Edmonds había permanecido en Alicante, puerto que servía de base a los mercantes americanos. Más tarde cuando las operaciones adquirieron mayor intensidad, pasó a Malta. Por su estancia en el puerto español y por la misión que el abuelo Greene desempeñó junto al Gobierno de Madrid en tiempos de la lucha por la independencia, el conocimiento que los Greene tenían de España era muy grande. Esto movió al Gobierno Federal a enviar al tercer Greene a California «con la seguridad de que sus gestiones entre los Estados Unidos y los habitantes del territorio recién conquistado contribuirán a una mejor inteligencia entre nuestros nuevos súbditos». Así rezaba la orden recibida por Greene. Ahora, el general Clarke hablaba de cómo debía tratarse a los californianos. Aunque entre ellos y los españoles a quienes Greene había conocido mediaba un abismo, el joven tenía el convencimiento de que las medidas por las que abogaba Clarke no podrían ser más contraproducentes.
—Yo opino que debemos portarnos como amigos —expuso.
—¡Bah! —exclamó, despectivo, Clarke—. Con esa gente no se puede ir con blanduras. Es necesario convencerles de que somos los más fuertes, de que nos importa un comino acabar con todos ellos y de que, además, hemos venido a quedarnos para siempre. Dentro de unos años, Los Ángeles no se llamarán Los Ángeles. Nuestros nietos harán lo imposible por borrar toda huella del paso de los mejicanos y españoles por estas tierras.