El juez de Egipto 3 - La justicia del visir (40 page)

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Authors: Christian Jacq

Tags: #Aventuras, Histórico, Intriga

BOOK: El juez de Egipto 3 - La justicia del visir
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—No he olvidado su condena a muerte, visir Pazair. Para los cobardes, el veneno más violento es la luz de mediodía; la que va a golpearle cuando salga de la pirámide lo aniquilará.

—¿No sois el único autorizado a penetrar en este santuario, majestad?

—Te has convertido en mi corazón, Pazair; ven junto al sarcófago.

Los dos hombres posaron sus manos en la piedra fundamental de Egipto.

—Yo, Ramsés, hijo de la luz, decreto que ningún cuerpo visible repose ya en este sarcófago. De este vacío nace la energía creadora, sin la que un reino sólo sería el mediocre gobierno de los hombres. Mira, visir de Egipto, mira el más allá de la vida y venera su presencia. No lo olvides al impartir justicia.

Cuando el faraón y su visir salieron de la gran pirámide, los bañó la dulce claridad del poniente; en el interior del gigante de piedra, el tiempo había sido abolido. Hacía largo rato que los guardias se habían llevado el cadáver calcinado del cobarde, fulminado en el umbral del templo de las purificaciones.

Suti se impacientaba; pese a la importancia de la ceremonia, Pantera se retrasaba. Aunque se negó a confesarle por qué había cubierto su cuerpo con pinturas de guerra, estaba convencido de que sólo la libia era lo bastante cruel como para asfixiar al ávido; Kem se había limitado a comprobar la muerte del condenado, cuyo cuerpo sería quemado como el de sus cómplices, pero no había abierto investigación alguna.

La corte entera se había desplazado a Karnak; nadie quería perderse la grandiosa ceremonia con la que Ramsés iba a recompensar a su visir, cuyas alabanzas cantaban las Dos Tierras. En primera fila, junto a Kem, con vestido de gala, estaban
Viento del Norte
,
Bravo
y
Matón
. El asno, el perro y el babuino policía, ascendido al grado de capitán, tenían un aspecto digno.

En cuanto finalizaran los festejos, Suti se marcharía hacia el gran sur, para restaurar la ciudad perdida y poner de nuevo en condiciones la explotación de oro y plata; en pleno desierto, se atracaría de sublimes alboradas.

Por fin llegó, adornada con collares y brazaletes de lapislázuli, forzando la admiración de los más indiferentes; su rubia cabellera, melena de indomable fiera, despertó muchas envidias femeninas.
Traviesa
, la pequeña mona verde de Neferet, se había instalado en su hombro izquierdo. Pantera lanzó coléricas miradas a algunas hermosas, demasiado atentas a la presencia del general Suti.

Todo el mundo guardó silencio cuando el faraón, llevando un codo de oro, se dirigió hacia Pazair y Neferet, que se hallaban situados en el centro del patio inundado por el sol.

—Vosotros salvasteis Egipto del caos, de la rebelión y la desgracia; recibid este símbolo, que sea vuestro objetivo y vuestro destino. Por él se expresa Maat, el intangible zócalo del que nacen los actos justos. Que la diosa de la verdad nunca abandone vuestros corazones.

El propio faraón consagró la nueva estatua de Branir, que fue depositada en la parte secreta del templo, con la de los demás sabios admitidos en el santuario. El maestro de Pazair y Neferet había sido representado como un escriba anciano, con los ojos clavados en un papiro desenrollado en el que se había escrito una fórmula ritual: «Vosotros que me contemplaréis, saludad mi
ka
, recitad por mí las palabras de la ofrenda; derramad una libación de agua y lo mismo harán por vosotros.» Los ojos de Branir brillaban de vida: cuarzo en los párpados, cristal de roca para el ojo y la córnea, y obsidiana en la pupila componían una mirada de eternidad.

Cuando la noche de estío parpadeó sobre Karnak, Neferet y Pazair levantaron los ojos. En lo alto de la bóveda celeste había aparecido una nueva estrella; atravesó el espacio y se unió a la polar. En adelante, el alma de Branir, apaciguada, viviría en compañía de los dioses.

A orillas del Nilo se elevó el canto de los antepasados: «Que los corazones sean clementes, habitantes de las Dos Tierras, ha llegado el tiempo de la felicidad, pues la justicia ha recuperado su verdad; la verdad expulsa la mentira, los ávidos son rechazados, quienes transgreden la Regla caen boca abajo, los dioses han sido colmados y vivimos días maravillosos, en la alegría y la luz.»

FIN

NOTAS

[1]
Maat es la diosa de la justicia, cuyo nombre significa «la que es recta, la que señala la buena dirección». Encarnando la regla universal, que sobrevivirá a la especie humana, se la simboliza con una mujer sentada que sostiene una pluma de avestruz.

[2]
Citas extraídas de
Las enseñanzas para Merikare
.

[3]
Traducción literal de la expresión egipcia que significa «asesino».

[4]
Un
deben
equivalía a noventa y un gramos de cobre; era un valor de referencia con el que se calculaba el importe de los productos.

[5]
Unos cinco mil cuatrocientos metros cuadrados.

[6]
Los animales fantásticos que pueblan el desierto están representados, especialmente, en las tumbas de los nobles de la necrópolis de Bani-Hassan, en el Egipto Medio.

[7]
Este bastón ritual es idéntico al cetro
aus
, que sólo las divinidades, con alguna excepción, podían llevar, pues su cabeza es la del animal de dios Seth, señor de la tormenta, del rayo y del fuego celestial.

[8]
El pescado denominado
bulti
(
Tilapia nilotica
) para mayor precisión.

[9]
Remedio que se consideraba muy eficaz contra los resfriados.

[10]
Estas gomorresinas (gálbano y ládano), extraídas de árboles y arbustos, que en nuestros días siguen utilizándose en perfumería, se consideraban sustancias medicinales.

[11]
De la planta
shepen
, amapola, se extraía el opio y la morfina, utilizados como sedantes y analgésicos.

[12]
Se añadían dos ingredientes no identificados, la planta
shames
y el fruto
shasha
.

[13]
Los gastroenterólogos.

[14]
En la época de Ramsés II, la población egipcia, según estimaciones de difícil verificación, contaba con unos cuatro millones de habitantes. El Egipto contemporáneo pronto superará los sesenta millones.

[15]
Algunos han sobrevivido; tratan de ginecología, de las vías respiratorias, de los dolores de estómago, de las vías urinarias, de oftalmología, de operaciones craneanas y de medicina veterinaria. Por desgracia, sólo una ínfima parte del arte del médico egipcio ha llegado hasta nosotros.

[16]
Aunque se menciona la existencia de la moneda en la XXX dinastía, el sistema monetario, sin embargo, no entra en vigor. Hizo su aparición en Egipto sólo bajo los Ptolomeos, soberanos griegos.

[17]
El
Malapterurus electricus
es una especie de pez gato eléctrico; en el choque, la víctima recibe una descarga de doscientos voltios.

[18]
El estiercol de murciélago, rico en vitamina A, es también un excelente antibiótico; dicho de otro modo, el tratamiento moderno corresponde al de los antiguos egipcios.

[19]
El nombre Pi-Ramsés significa «dominio (o templo) de Ramsés»

[20]
De donde se extrae nuestra moderna aspirina.

[21]
Según la mitología, el cielo descansaba sobre cuatro grandes pilares. En caso de la ruptura de la armonía con los dioses, corría el riesgo de caer sobre los humanos, creadores de disturbios.

Escritor francés, CHRISTIAN JACQ nació en París el 28 de abril de 1947. Está considerado uno de los más notables escritores de novela histórica en lengua francesa.

Licenciado en arqueología y egiptología por La Sorbona, la mayor parte de su producción literaria tiene como escenario al Antiguo Egipto. Ha publicado, además, gran cantidad de ensayos académicos al margen de sus novelas.

Jacq ha utilizado distintos nombres a lo largo de su carrera, siendo J. B. Livingstone, Christopher Carter y Celestine Valois, los más conocidos.

Prolífico en su campo, Christian Jacq ha publicado más de cincuenta novelas y ha sido traducido a multitud de idiomas. Sus obras con más éxito son las pertenecientes al ciclo de
El juez de Egipto
, así como la pentalogía de
Ramsés
.

Lo interesante de sus novelas es la mezcla entre ficción e historia real, que atraen tanto a lectores que buscan conocimientos académicos como aquellos que desean disfrutar de una aventura literaria.

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