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Authors: Mike Lee Dan Abnett

El señor de la destrucción (45 page)

BOOK: El señor de la destrucción
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—¿Reliquias? —dijo ella, mientras un ceño momentáneamente fruncido de consternación le contorsionaba la enconada frente—. ¿Reliquias? No había ninguna reliquia, bruja. Sólo él.

Nagaira, más rápida que una serpiente, golpeó a la muerta viviente con el dorso de una mano. El golpe, lo bastante fuerte como para partirle el cuello a un druchii vivo, resonó en el espacio sobrenatural.

—¡Estúpida! —gruñó la bruja—. ¡Sin las reliquias no podemos continuar! ¿Es que los gusanos se te han comido una gran parte del cerebro y no puedes entender eso? —Señaló a Malus—. Mientras el gran Tz'arkan no haya sido puesto en libertad, Malus será suyo. ¿Lo entiendes? Tenemos que encontrar esas reliquias, o jamás lograrás la venganza que ansias.

Lhunara se meció hacia atrás a causa de la fuerza del golpe. Su único ojo brillaba de furia.

—Registré sus habitaciones y no encontré nada —siseó.

Por un momento, Malus se atrevió a abrigar alguna esperanza. Ahí tenía una brecha que tal vez podría explotar. Pero entonces se movieron sus labios, y el demonio respondió.

—Guarda las cuatro reliquias en el lomo de su gélido —dijo Tz'arkan—. Envió a sus guardias personales a las cuadras de nauglirs para que se lo llevaran, pero no regresaron.

Los fríos puños de Lhunara se cerraron al oír la voz del demonio.

—En ese caso, encontraremos esas baratijas entre los muertos cuando hayamos concluido la destrucción de la Torre Negra —dijo, despectivamente.

—Entonces, prepárate —replicó Nagaira con frialdad—. El Rey Brujo está despertando dentro de la torre, y pronto comenzará la verdadera batalla por el dominio de la ciudad. No vuelvas a fallar, muerta viviente. Los ojos de los Dioses Oscuros están fijos en ti.

Si Nagaira tenía la intención de acobardar a Lhunara con sus amenazas, no lo logró en absoluto. La druchii muerta hizo una brusca reverencia y, tras lanzarle a Malus una mirada posesiva, giró sobre sus talones y salió rápidamente.

Nagaira la observó mientras se marchaba con los ojos entrecerrados.

—Cometiste un grave error cuando traicionaste a ésa —le dijo a Malus—. Es tan feroz e implacable como un vendaval de invierno. ¿Quién sabe durante cuánto tiempo permaneció tendida a la sombra del templo de Tz'arkan, con esa terrible herida en la cabeza? Y sin embargo, se negó a morir. Se quedó allí tumbada y le rezó a la oscuridad con cada pizca de voluntad, hasta que los Dioses Que Esperan finalmente respondieron cuando ella exhaló su último aliento. Le habrían dado cualquier cosa que les hubiera pedido, pero quería una sola cosa, y sólo ésa. Ni riquezas, ni poder, ni siquiera un pellejo ileso. No, no quería nada más que pura, sanguinaria venganza. —Nagaira sonrió con reacia admiración—. Para cuando yo la encontré, ya había reunido un considerable ejército entre los hombres bestia y la escoria humana que rodeaban la montaña. Cuando me di cuenta de lo mucho que deseaba ponerte las manos encima, resultó bastante fácil forjar una alianza y poner el Amuleto de Vaurog en torno a su cuello. —Rió fríamente—. Creo que esa estúpida tiene que haber estado enamorada de ti, hermano. ¿No te parece divertido? ¿Qué otra cosa podría haber engendrado un odio tan terrible? —La bruja sonrió a su hermano—. A veces, cuando piensa que está sola, susurra para sí todas las cosas terribles que sueña que te está haciendo. Es tan gloriosamente malvada y resuelta... —dijo Nagaira, con un terrible suspiro—. Eso la hace fácil de controlar, de modo muy parecido a como lo fuiste tú en otros tiempos. ¿Quién sabe? Si me sirve bien en la batalla que se avecina, puede que incluso decida entregarte a ella como recompensa. Si triunfamos aquí, podré permitirme ser magnánima.

—Así que tienes la intención de traicionar a Isilvar —dijo Tz'arkan.

La bruja bufó despectivamente.

—¿Traicionarlo? Eso implicaría que hubiéramos llegado a un acuerdo, en primer lugar —dijo ella—. Vino a mí arrastrándose, buscando una manera de escapar de la trampa en la que había caído. Desde el momento en que empezó el asedio, supe que intentaría algo parecido. Lo único que tuve que hacer fue aplicar presión y esperar.

—¿Y el Rey Brujo?

Nagaira se encogió de hombros.

—Malekith se hizo más predecible a medida que se prolongaba el asedio. Nunca abandonaría la Torre Negra sin presentar batalla, y una vez que atravesamos la muralla exterior, el contraataque se hizo inevitable. A estas alturas, la colosal arrogancia de Morathi le ha llevado a creer que yo he agotado mis energías durante el último ataque, así que ahora ha llegado el momento de atacarme. ¿Imaginas que podría dejar que pasara una oportunidad semejante?

El demonio rió entre dientes.

—Imagino que te quedan pocas alternativas. Tienes unos señores a los que servir, bruja. Un poder semejante no se consigue si no es a cambio de terribles promesas.

La expresión de Nagaira se petrificó.

—Hubo... acuerdos... que establecimos —concedió—. Malekith y su madre serán buenos regalos para los Dioses Que Esperan, y nunca han sido tan vulnerables como ahora. Yo diría que te sentirás complacido —dijo con altivez—. Creo que tener una aliada en la Fortaleza de Hierro facilitará mucho tus planes.

—¿Planes? —preguntó el demonio.

—Tú eres el Azote —fue la simple respuesta de ella—. La profecía fue escrita por ti hace eones, con el fin de preparar el camino para tu ascenso al poder. Tienes intención de usar a los druchii como agentes de tu ambición en este universo.

—¿Y tú? —inquirió el demonio.

La bruja sonrió apenas y se inclinó.

—Yo vivo para servir al Príncipe del Placer —replicó con su voz sobrenatural.

Tz'arkan sonrió.

—Me haces gracia, bruja —dijo—. Pero hay poco tiempo para batallar. Me queda muy poco tiempo. Malus ya va a tener que hacer correr a ese nauglir suyo hasta matarlo con el fin de llegar al templo.

—¿Hacerlo correr? Gran Tz'arkan, cuando haya ofrecido al Rey Brujo y a Morathi en sacrificio a los Dioses Oscuros, volaremos hasta tu templo en alas de dragón —dijo—. Hay tiempo de sobra para la venganza que busco. —Ladeó la cabeza como si oyera un sonido débil—. Tengo que despedirme de ti, temido señor. Los vientos de la magia ya comienzan a agitarse. Morathi y sus lastimosas novicias están preparándose para atacar.

Se dispuso a marcharse, y luego se detuvo para mirar pensativamente a Malus. La bruja lo observó atentamente a los ojos, como si intentara encontrar al noble en medio de la oscuridad que era el demonio.

—¿Estás muy apegado a este cuerpo? —preguntó, tocando el peto de Malus con una curva garra—. Una vez que quedes en libertad, podrás adoptar la forma que quieras.

—Eso es verdad —concedió el demonio—, pero la profecía se ha vinculado con su nombre. Una vez que haya recuperado la libertad, tendré que continuar siendo Malus durante un tiempo. —Interiormente, el noble percibía cómo se divertía el demonio—. Por supuesto, si tú pudieras asegurar que el verdadero Darkblade va a desaparecer de la vista...

Nagaira rió.

—Tenlo por seguro, temido señor. Eso no será un problema en absoluto.

—En ese caso, volveremos a hablar de esto en el templo del norte —replicó Tz'arkan—. Ve a cumplir tu venganza, bruja. Esperaré aquí hasta que regreses, y saborearé la desesperación de tu hermano.

Nagaira volvió a inclinarse, y salió del círculo. Los hombres bestia se levantaron como uno solo y la siguieron hacia la oscuridad.

En el exterior se oyó el lamento de un cuerno de guerra. Malus percibió movimiento por el campamento del Caos cuando las últimas reservas de la horda fueron llamadas a la batalla. ¿Tendría realmente Nagaira el poder para atrapar y matar al mismísimo Rey Brujo? Después de lo que había visto, el noble lo creía posible.

Quieto como una estatua, Malus quedó haciéndose preguntas mientras el reino de los druchii se tambaleaba al borde de la destrucción. La desesperación amenazaba con abrumarlo.

Enroscado como una serpiente en la oscuridad, Tz'arkan bebió largamente del pozo del dolor del noble.

Malus perdió pronto toda noción del tiempo. Pocos sonidos penetraban hasta el centro de la tienda de Nagaira, y cuando ella se hubo marchado la oscuridad fue absoluta. Podría haber permanecido allí durante meros minutos, horas o incluso días. Cada momento era más agónico que el anterior, porque sabía que la estratagema de Nagaira avanzaba hacia su cumplimiento.

Al principio no reparó en los sonidos. Se introdujeron lentamente en su conciencia como una especie de rasgueo débil, como ratas que corrieran por dentro de las paredes.

Malus concentró la atención en el sonido. Iba y venía, pero siempre desde la misma dirección general: hacia la izquierda del noble.

Después de un rato, el rascado se convirtió en un débil aserrar. Luego, oyó un suspiro ronco.

—¿Cuántos condenados compartimentos puede tener una tienda?

—Cállate y continúa aserrando —siseó una voz que a Malus le resultó familiar—. Ya tenemos que estar cerca del centro —dijo Hauclir.

—Eso dijiste las últimas dos veces —le contestó la primera voz, irritada.

Malus pensó que parecía la de Bolsillos.

Dentro de Malus, el demonio se removió, y él sintió la fría sonrisa cruel de Tz'arkan.

—Los Dioses Oscuros son generosos —murmuró el demonio—. Tendremos agradables diversiones en las que ocuparnos mientras esperamos el regreso de tu hermana.

Tz'arkan hizo girar a Malus y lo llevó hasta el otro lado de la cámara interior. Tendió las manos hacia delante y encontró la pared de lona. Momentos más tarde, algo afilado empujó la tela desde el otro lado.

Los labios de Malus se movieron.

—¿Hauclir? —susurró el demonio, usando la voz de Malus.

—¿Mi señor? —respondió el antiguo guardia personal—. ¡Me alegro de oír tu voz! ¿Estás atado o herido?

—No, estoy bien —replicó el demonio—. Pero Nagaira ha sellado la cámara con un hechizo. No puedo salir.

—Nosotros nos ocuparemos de eso, mi señor —respondió Hauclir.

El objeto continuó pinchando la lona. Pasado un momento, la fina punta de una daga la atravesó.

—Dioses del Inframundo —siseó Bolsillos—. Esto es como cortar piedra.

—Continúa en ello —ordenó Hauclir.

Mientras Bolsillos seguía empujando el cuchillo para intentar atravesar del todo la hechizada tela, el antiguo guardia personal le susurró a Malus:

—Te sacaremos de ahí en un momento, mi señor.

El demonio sonrió.

—¿Dónde están las reliquias?

—También las tenemos —replicó Hauclir—.
Rencor
está aquí cerca.

—Es una excelente noticia —dijo Tz'arkan.

Malus sólo podía observar con horror cómo su mano descendía hasta la daga que llevaba al cinturón. Lenta, silenciosamente, el demonio desenvainó el arma.

Bolsillos atravesó la pared de lona con el cuchillo, y comenzó a serrarla hacia abajo. Al cabo de pocos momentos ya había abierto un tajo lo bastante grande como para que un druchii se deslizara por él. El demonio alzó la daga de Malus.

—Entra —dijo—. Aquí hay estatuas de oro y plata. Es hora de que recojáis vuestra recompensa.

Malus se enfurecía impotentemente dentro de los confines de su propio cuerpo, intentando recuperar el control de sus extremidades, pero la presa del demonio era más fuerte que el hierro. Ya veía la matanza que estaba a punto de tener lugar en el momento en que Hauclir asomara la cabeza al interior de la cámara.

—Es la mejor noticia que he oído en todo el día —respondió el antiguo guardia—. Dame la mano.

—Por supuesto —replicó el demonio, mientras cambiaba el cuchillo a la mano izquierda de Malus y metía la derecha por el tajo de la lona. Palpó a ciegas en busca de Hauclir, manoteando con los dedos acorazados del druchii.

Luego, de modo repentino, la mano encontró algo y lo aferró. Malus sintió la suave empuñadura de una espada... y una torrencial corriente de calor que entró a través de su mano y le incendió las venas.

El demonio lanzó un grito furioso cuando la Espada de Disformidad de Khaine tomó a Malus en su ardiente poder. Tz'arkan intentó soltar el arma, pero los dedos del noble ya no le obedecían. Un colérico fuego colmó a Malus de pies a cabeza, y él gritó de dolor y triunfo al romperse la presa del demonio.

Pasado un momento, Malus se dio cuenta de que Hauclir le chistaba con urgencia. Se obligó a respirar profundamente y responder.

—¿Qué sucede?

—He dicho: ¿podrías gritar un poco más fuerte? Estoy bastante seguro de que al otro lado de los Desiertos del Caos hay unas cuantas tribus dispersas que no te han oído.

Malus rió en silencio, y flexionó los dedos alrededor de la empuñadura de la espada.

—Retrocede, condenado canalla —dijo, y cortó con cuidado la lona de la tienda, que se encogió con un siseo de tela quemada.

Hauclir, Bolsillos y Cortador entraron precipitadamente en la tienda con pequeñas lámparas de luz bruja en la mano. El antiguo guardia personal recorrió el espacio con la mirada y frunció el ceño.

—No veo nada de oro ni de plata —dijo.

—No —replicó Malus, sin aliento, con la espada en alto—. Eso era una descarada mentira.

—Debería haberlo sabido —replicó Hauclir, con un suspiro.

El noble miró a los mercenarios con asombro.

—En el nombre de la Madre Oscura, ¿qué estáis haciendo aquí?

Hauclir se encogió de hombros.

—Culpa a tu gélido, mi señor —replicó—. Tardamos una eternidad en abrirnos paso a punta de espada hasta las cuadras de nauglirs. Parecía que había manadas de esos malditos muertos vivientes acechando en todos los portales. Una vez que llegamos allí y soltamos a
Rencor
, el condenado bicho olió el aire
y
se alejó a saltos. No pudimos detenerlo, así que decidimos seguir a la bestia y ver adonde iba —explicó—. Nos llevó al exterior por la puerta sur, y luego salió de la ciudad. Pensamos que con toda seguridad alguien nos daría el alto, pero el campamento está desierto. Nagaira ha llamado a todos sus soldados al interior de la ciudad. En cualquier caso, después de un rato, dedujimos que el nauglir estaba siguiendo a alguien, y nos imaginamos que se trataba de ti.

Malus asintió con la cabeza.

—Pero ¿y esto? —preguntó, enseñándole la espada a Hauclir.

—¡Ah, eso es fácil! —replicó—. Cuando fuimos a las cuadras de nauglirs, resultó obvio que intentabas cogerla del lomo de
Rencor
, y que el demonio te lo impedía. Deduje que si te encontrabas aquí fuera, el demonio debía tener alguna responsabilidad en el asunto, así que pensé que era una jugada prudente traerme la espada. ¿Estaba en lo cierto?

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