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Authors: Juan Ignacio Carrasco

Tags: #Terror

Entre nosotros (40 page)

BOOK: Entre nosotros
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—Cinco años después de su supuesta muerte —añadió Arisa.

—Y luego encontramos una bandera nazi en el sótano —dije yo—. Bueno, una bandera nazi, velones negros y una niña vampiro. La que luego me mordió y Arisa se cargó.

—¿También a esa te la cargaste tú, Arisa? —le preguntó Tom.

—Sí, parece que he nacido para eso —contestó Arisa con una sonrisa forzada.

Gabriel regresó con el portátil y le enseñó la foto a Tom.

—Es una macropantalla de vídeo, suponemos que para vigilancia, pero a lo mejor es para otra cosa —le explicó Gabriel—. Aparte de esto, en la casa encontramos ataúdes, velas negras…

—Ya se lo hemos contado —dije yo.

—¿Lo de la bandera nazi y la foto también? —preguntó Gabriel.

—Sí, eso también —contestó Arisa.

—Los velones negros, la foto y la bandera están en una caja en el garaje —explicó Gabriel.

—Lo cierto, chicos, es que estoy sorprendido por todo esto que habéis hecho —dijo Tom. Creo, sinceramente, que os habéis excedido un poco.

—Nosotros pensamos que con las pruebas de esa caja y el cadáver de Strasser podría demostrarse que los vampiros existen —señaló Gabriel—. Te hemos llamado para darte todo lo que tenemos y dejar el tema en tus manos.

—¿Conserváis todos los cadáveres de los vampiros que habéis matado? —nos preguntó entonces Tom.

—No, todos no. Es que tuvimos un problema con el primero —empezó explicando Gabriel—. Resulta que eso de que les afecta la luz solar es una patraña. Cuando matamos a Hide era de día y el tipo no se deshizo ni nada con la luz del sol.

—¿No se desintegran los vampiros con el sol? —preguntó Tom.

—No, te aseguro que no, lo hemos comprobado empíricamente —contestó Gabriel.

—En el bosque, aparte de Hide, están enterrados Helmut Martin y la niña de anoche —añadió Arisa.

—¿Y Strasser? —preguntó Tom.

—Está en el maletero del
Secuestromóvil
, cubierto de hielo —contestó Gabriel—. Perdona, el
Secuestromóvil
es a lo que antes llamábamos
Vampmóvil
. Tenemos el de Samuel Hide. Le hemos cambiado el nombre porque pensamos que las placas metálicas del interior son para secuestrar a gente, no para proteger de los rayos solares, ya que, como te hemos explicado, el sol no pinta nada en esta historia.

—Bueno, más o menos, me he enterado de todo —dijo Tom, bebiéndose el whisky que le quedaba en el vaso—, pero me vendría bien que me lo volvieseis a repetir, y esta vez que me lo cuente solamente una persona y, si puede ser, que esa persona sea Arisa, que creo que es la única que tiene la cabeza en su sitio.

¿La única que tiene la cabeza en su sitio? ¡Tendrías que haberla visto en acción! Pobre Tom, como profesor sería una eminencia, pero como psicólogo era evidente que no tenía ni idea. Arisa, como él quería, le volvió a contar toda nuestra historia a Tom quien, en esta ocasión, tomó apuntes. Cuando terminó el rollo patatero de Arisa, Gabriel y yo acompañamos a Tom al garaje. Allí nos dimos cuenta de que era mejor sacar el coche para que Tom pudiera examinar el cadáver de Strasser más cómodamente. Sacamos el coche y, antes de abrir el maletero, Gabriel dijo una de esas frases para la posteridad:

—Tom, lo que vas a ver a continuación va a marcar un antes y un después en la historia de la humanidad.

Abrimos el maletero y el señor Strasser se convirtió en un montón de cenizas en menos de diez segundos. ¿Por qué? ¡Pues porque como todo el mundo sabe, los vampiros quedan desintegrados cuando les da el sol! No puedo hacer una descripción detallada de la desintegración de aquel vampiro porque lo que únicamente pude ver fue un inmenso bulto cubierto por una sábana desapareciendo rápidamente tras una nube de humo verde y pestilente. Era como si alguien hubiera rociado aquel cuerpo con un ácido extremadamente corrosivo. Al final del proceso lo único que quedó en el maletero fue una sábana blanca impregnada con una especie de sopa de cenizas y un pequeño grupo de cubitos de hielo que aún no se habían deshecho.

—¡No puede ser, no puede ser! —empezó a gritar Gabriel—. ¡Esto no tiene sentido! Samuel Hide no se desintegró cuando le dio el sol.

—Quizá sea porque Hide era un vampiro de otra clase —dije yo.

—¿Dos clases de vampiros? —preguntó Gabriel.

—Sí, unos a los que les afecta el sol y otros a los que no —contesté yo—. A lo mejor se diferencian por temas de piel.

—¿De pigmentación de la piel? No creo —dijo Tom—. A mí me parece que hay una explicación más sencilla.

—¿Cuál? —preguntó Gabriel.

—Pues que ese Samuel Hide no era un vampiro —contestó Tom—. ¿Qué os hizo pensar que lo era? ¿Dormía en un ataúd? ¿Bebía sangre?

—No, dormía en una cama, comía de todo, bebía alcohol, tomaba somníferos y no le vimos beber sangre —contestó Gabriel.

—Entonces ¿qué era lo que, según tú, le hacía ser un vampiro? —preguntó Tom.

—Nada, tienes razón, no era un vampiro —contestó Gabriel—. Pensamos que lo era porque estaba en la lista que me dio mi padre, y porque él lo secuestró y lo mató.

—Sí, pero lo mató utilizando una pistola y antes de disparar Helmut mordió al padre de Gabriel, pero Hide no —expliqué yo—. Hide se comportaba como un vampiro porque era un asesino hijo de su madre, pero no era uno de ellos.

—Merecía serlo, pero no lo era —añadió Tom.

—Hemos matado a un ser humano —dijo Gabriel entristecido—. ¡Dios, qué mierda!

—Bueno, míralo desde el lado bueno, Gabriel; tu absurda teoría del ventanal de protección y realidad virtual ya no es tan absurda —dije yo para consolarle un poco—. Ese ventanal les protege del sol y les hace vivir una mentira.

—Por eso por fuera son espejos y por dentro una pantalla —dijo Tom—. Tiene mucho sentido, sí, mucho sentido.

—No cambiéis de tema, hemos matado a una persona. Es evidente que el asunto se nos ha ido de las manos —dijo Gabriel consternado—. Bueno, lo maté yo. Fui yo. Fue culpa mía.

—¡Y yo le corté la cabeza! —exclamé.

—Sí, pero ya estaba muerto —replicó Gabriel—. Lo tuyo debe ser necrofilia o algo así, pero lo mío es asesinato. No se puede ni comparar. ¡Soy un criminal!

—Gabriel, por favor, cálmate —dijo Tom—. Mirad, vamos a hacer lo siguiente. Olvidaos del tema de los vampiros, vuestras aventuras vampíricas se han acabado. A partir de ahora me encargo yo de todo. Dadme la dirección del vampiro que queda en la lista…

—Troughton —dije yo.

—Sí, ese. Dadme su dirección y yo lo investigaré —dijo Tom—. Esta tarde llamaré a algunas personas que conozco e investigaremos a ese vampiro.

—Abel, ve a mi habitación. En un cajón de la mesita que está más cerca de la puerta, encontrarás la carpeta que me dio mi padre, apunta la dirección de Troughton y tráesela a Tom —me ordenó Gabriel.

Me di cuenta de que Gabriel me ordenaba eso para quedarse un momento a solas con Tom y hablar del tema de la muerte de Samuel Hide en privado. Fui a su habitación, encontré la carpeta en el lugar que él me había dicho y apunté la dirección de Troughton. Al volver junto a Tom y Gabriel, el
Secuestromóvil
que, al parecer, era de nuevo un
Vampmóvil
había vuelto al garaje. Le di la nota con la dirección del último vampiro de la lista a Tom.

—Hoy tomaos el día de descanso, no hagáis nada —dijo Tom—. Yo mañana volveré, y os diré cómo están las cosas y pensaremos qué hacer. Vendré con un amigo que tiene un taller y nos llevaremos el coche para desmontarlo y buscar pruebas en él. También me llevaré la caja con lo que encontrasteis en casa de Strasser. Por favor, hoy ni se os ocurra ir por ahí a matar vampiros. El tema se ha acabado.

—De acuerdo, Tom, toma las llaves del coche —dijo Gabriel y le dio las llaves del
Vampmóvil
.

Tom se subió a su coche y antes de que lo perdiéramos de vista Gabriel se fue corriendo al interior de la casa. Yo fui caminando tras él y al entrar me encontré con Arisa en el vestíbulo, mirando hacia la escalera.

—Gabriel ha entrado corriendo y se ha metido en nuestra habitación dando un portazo —me dijo Arisa—. ¿Es que ha pasado algo?

—Sí, algo grave. Abrimos el maletero y Strasser se desintegró.

—Vaya, qué mala suerte.

—¿Mala suerte? ¿Tú sabes qué significa eso, Arisa?

—¿Qué se ha perdido la prueba más grande y gorda para demostrar que los vampiros existen?

—No, lo que significa es que Samuel Hide no era un vampiro, sino un ser humano. ¡Hemos matado a un hombre!

—¿Y cuál es el problema?

No supe decirle cuál era el problema porque no me esperaba esa pregunta. Me esperaba que se pusiera a llorar y a tirarse de los pelos o algo así, pero no que, con toda la tranquilidad del mundo, me preguntara eso.

—Yo ya sabía que Samuel Hide no era vampiro —me dijo entonces Arisa para acabar de rematarme—. No os dije nada porque sois un pelín sensibles, pero era evidente que no era un vampiro.

—¿Desde cuándo sabías que no lo era?

—Bueno, la verdad es que cuando fuimos al piso de Hide, y pese a todo lo que nos había pasado ya, yo no creía en los vampiros, pero me di cuenta de que no era vampiro cuando encontré los somníferos.

¿Un vampiro tomando somníferos? Luego apareció la asistenta y me pareció algo demasiado mundano para tener que ver con los vampiros. Después os sacasteis aquella absurda teoría del
Secuestromóvil
. ¿Para qué lo de las placas metálicas, si atando y poniéndole una capucha a una persona es suficiente para secuestrarla y llevarla a cualquier sitio? Pero lo que definitivamente me hizo entender que Samuel Hide no era vampiro fue ver la cara de Helmut transformándose en una bestia en el puerto de Nueva York. Entonces me di cuenta de que si Hide hubiese sido un vampiro, Gabriel y tú no lo habríais matado tan fácilmente. Cuesta matar a un vampiro, sobre todo si Dios te dota de la torpeza de la que Gabriel y tú hacéis gala.

—¿Por qué no nos dijiste nada? ¿Por qué no nos dijiste que Hide era humano?

—Pues porque conozco a Gabriel y sabía que haría lo que está haciendo ahora. Tenía pensado comentaros el tema con calma a la mañana siguiente, pero Helmut lo trastocó todo. Después de cargarme a Helmut, pensé que si os decía lo de Hide comenzaríais a lamentaros y Strasser salvaría la cabeza, y, bueno, yo tenía muchas ganas de seguir matando vampiros.

—No sé qué decir, la verdad.

—Ya, ya sé que no sabes qué decir, Abel. Ese es tu problema, que normalmente no sabes qué decir y cuando dices algo suele ser una tontería. Mira, hagamos una cosa, voy a subir a consolar a Gabriel y a hacerle descansar un poco. Ahora el pobre debe de estar inmerso en uno de sus ataques de nervios y de culpabilidad esquizofrénica, si es que eso existe. Si te parece bien, cuando Gabriel se duerma, bajo y nos vamos a dar un paseo y a cenar algo por ahí y hablamos de lo que quieras. Hasta entonces, relájate y descansa. Mira, te doy permiso para que veas la película porno que querías ver la otra noche cuando yo te interrumpí.

No me pude relajar nada. La película porno sí la vi, pero no me relajé nada. Bien entrada la tarde, bajó Arisa y me dijo que Gabriel ya dormía y nos fuimos a cenar. Ella eligió el restaurante y, por supuesto, fue el coreano-japonés al que fuimos el día de San Sol Naciente. Pedimos lo mismo que la otra vez y, por suerte, Arisa no me presionó para que comiera con palillos. Descubrí en esta segunda visita al restaurante que el
sushi
puede que sea uno de los grandes inventos de la humanidad. Me encanta. No sé por qué, pero me encanta. La mayor parte de la conversación que mantuvimos mientras comíamos estuvo centrada sobre las diferencias culturales entre Japón y Estados Unidos. No me enteré de casi nada de lo que Arisa me contó porque mi cabeza estaba dándole vueltas a Samuel Hide y a todo lo que nos había pasado desde que nos metimos en esta película de vampiros. Arisa se dio cuenta de que yo estaba pensando en lo que estaba pensando, así que decidió sacar el tema.

—Bueno, supongo que quieres que hablemos de lo de Samuel Hide, ¿verdad? —empezó diciendo Arisa—. ¿Cuál es el problema?

—Que no era un monstruo, sino un hombre —contesté.

—Vale, así que la cosa va de monstruos y hombres. Muy bien. Te sabe mal que hayamos matado a Hide porque era un hombre, pero no te sabe mal que hayamos matado a Anne Connelly porque era un vampiro. ¿Tengo razón?

—Sí, Arisa, tienes razón.

—Hide mató al padre de Gabriel y seguramente habrá matado a muchas más personas. Trabajaba para los vampiros y tenía un cargo muy importante, ya que Helmut parecía estar a sus órdenes. Sospecho que para que los vampiros le den tanto poder a un ser humano este debe de ser casi o igual de malo que ellos. O sea, debe de ser un vampiro, pero vivo y sin chupar sangre. Luego tenemos a Anne Connelly. Encontrasteis a la cría en el sótano, atada y dormida o inconsciente. Doy por hecho que si estaba atada era porque acababa de convertirse en vampiro. Además, en el piso de arriba encontrasteis un ataúd pequeño por estrenar que seguramente era para ella. Así que la pequeña Anne Connelly se estrenó contigo. La única cosa mala que hizo como vampiro fue darte un mordisquito. Sé que te dolió mucho, pero solo hizo eso, morderte con sus dientecitos de leche. Así que por un lado tenemos a un asesino cruel y sin entrañas y por el otro a una niña cuyo gran pecado es que fue secuestrada, asesinada, convertida en vampiro y que te mordió. Si los vampiros no existiesen, ¿cuál de las dos muertes es más injusta, la de Hide o la de la niña?

Después de leer libros, lo que más odio en el mundo es que me hagan pensar. Sobre todo lo odio cuando la persona que me obliga a pensar me está mirando fijamente cuando lo hago. A mi padre también le cuesta, pero adopta una pose de pensador filosófico o de detective experimentado, consistente en cerrar los ojos y tocarse repetidamente la punta de la nariz con un dedo. Yo no tengo ningún truco para disimular que mi cerebro es lento para según qué cosas.

—Vale, contesto yo por ti —acabó diciendo Arisa, cansada de verme con cara de tonto—. La pregunta no puede responderse tal como te la he planteado. Si los vampiros no existiesen, la niña no te habría mordido y, a lo mejor, Hide no habría asesinado al padre de Gabriel. Pero los vampiros existen y si existen las reglas de nuestro mundo ya no sirven. No hay justicia ni leyes ni ética ni nada. No podemos entrar en el mundo de los vampiros llevando la Constitución de Estado Unidos para saber qué hacer en cada momento. Esto es diferente, muy diferente. Estamos en medio de una historia fantástica donde le clavas una estaca a alguien en el corazón y no se muere. ¿Entiendes el problema? Mira, si te planteas que matar a Hide estuvo mal, lo haces porque ves eso desde la perspectiva del mundo real, del mundo en el que siempre has vivido, y eso es absurdo. Hide forma parte del mundo de los vampiros, no es un vendedor de periódicos o un panadero, es un personaje que vive, bueno, que vivía a costa de los vampiros y cuya principal arma era que la gente no creía en ellos. ¿Comprendes?

BOOK: Entre nosotros
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