Read Entre nosotros Online

Authors: Juan Ignacio Carrasco

Tags: #Terror

Entre nosotros (41 page)

BOOK: Entre nosotros
9.36Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Ya sabes que no lo comprendo.

—Vale, te lo voy a poner más fácil. ¿Si los vampiros no existiesen habríamos matado a Hide?

—No, no creo.

—Entonces una cosa está ligada a la otra. No puedes juzgar el caso de Hide sacándolo del contexto. No puedes ver a Hide como un ser normal porque era un verdadero monstruo, porque era peor que los vampiros. Hide tuvo la oportunidad en su día de escoger entre el Bien y el Mal, y eligió el Mal; los vampiros no tienen esa opción. No hace falta tener colmillos afilados o convertirse en lobo las noches de luna llena para ser un monstruo, simplemente hay que comportarse como tal. Yo he estudiado historia y sé que mucha gente piensa que no vale para nada saber lo que pasó hace mil años, pero vale y para mucho porque hace mil años ya había gente como Hide que se aprovechaba de gente como tú y como yo. ¿Sabes por qué parece que a la gente mala le van bien las cosas y a la buena parece que todo le sale mal?

—No, me lo he preguntado muchas veces, pero no lo sé.

—Pues porque la gente mala ya tiene la maldad en su interior y la gente buena es atacada por esa maldad. Es decir, están el Bien y el Mal, y el Mal quiere destruir al Bien, no al Mal, lógicamente. La gente buena es buena porque no quiere hacer daño a nadie y la mala es mala por lo contrario. El que asesina fríamente no tiene mala conciencia de lo que hace porque es malo y no tiene rival porque el bueno se lo pensará dos veces antes de disparar contra un ser malvado. Los malos siempre ganarán porque los buenos a lo único que aspiran es a no ser malos. A vuestro Cristo lo crucificaron, a Gandhi lo asesinaron, pero Hitler se suicidó y Stalin murió de causas naturales.

—Empiezo a entender lo que dices, pero creo que si tú tienes razón la gente podría tomarse la justicia por su mano para acabar con el Mal y entonces seríamos todos malos.

—Ya, por eso la gente no se suele tomar la justicia por su mano o al menos no debería hacerlo. Ahora bien, te vuelvo a repetir que el mundo de los vampiros no tiene nada que ver con el mundo real y, por lo tanto, las reglas no son las mismas. Yo no voy a ir ahora con una metralleta a una cárcel llena de violadores pederastas y asesinos a hacer justicia, porque eso está mal y tengo conciencia, pero si mañana me encuentro a un vampiro o a un amigo suyo tan malo como él, me los cargo sin pestañear. Estamos viviendo en un mundo paralelo. No vivimos en el mundo de los hombres, sino en el de los monstruos. Estamos viviendo en un mundo que no es real, en el argumento de una novela o de una película, en una partida de una máquina recreativa, y Hide te quería quitar una de tus vidas. Yo tengo claro quién soy cuando cojo una ballesta y quién soy cuando regreso a mi mundo, y a veces hay interferencias y me pongo a llorar como cuando Gabriel me dio aquella bofetada. No soy una psicópata con ballesta, como sé que le dijiste a Gabriel, soy una cazavampiros de noche y una simpática joven oriental de día. Si no hubiese tenido eso claro cuando Helmut se enfrentó a nosotros en el puerto de Nueva York, tú, Gabriel y yo ya estaríamos muertos.

—¿Cómo puedes tener dos personalidades? ¿Cómo puedes ser una cazavampiros de noche y una Arisa normal y corriente de día?

—Bueno, esto que te acabo de decir es una especie de teoría partiendo de las experiencias que he vivido. Tú viste lo que me estaba haciendo Helmut y tardaste en reaccionar.

—¿Cómo sabes que tardé en reaccionar?

—Pues porque te vi allí parado mientras Helmut me mordía y me metía mano.

—Lo siento.

—¿Por qué?

—Pues porque debí haber hecho algo desde el principio.

—No, si no hiciste nada es porque no pudiste hacerlo y si esto fue así es porque Helmut, como los otros vampiros, se aprovechó de que la gente piensa que no existen. Lo que viste que me estaba haciendo Helmut solo lo habías visto en películas y tu cerebro está programado para considerar cualquier producto fílmico como un producto de ficción. Aquello que estabas viendo para ti no era real, sino una película en tres dimensiones o la representación teatral de una escena sacada de alguna novela de vampiros. ¿Entiendes lo que quiero decir? Tu cerebro no fue capaz de entender enseguida lo que estaba viendo. El mío lo entendió más rápidamente porque no tuve más remedio. Helmut iba a violarme y a matarme, y por eso pude reaccionar rápidamente después. Pude entrar en su mundo. Gabriel y tú bajasteis al sótano de Strasser y rescatasteis a una dulce niñita porque no supisteis entender que todo lo que nos está pasando no es real. Aún hoy, le estáis buscando la lógica a todo, a interpretar lo que nos está sucediendo desde las perspectivas del mundo real, no del de ficción. Casi nos matan por mezclar ambos mundos en una novela y un cuento. Doy por hecho que cada vez que alguien se disfraza de vampiro en Halloween, nuestros amigos de colmillos afilados deben de sentirse satisfechos, y también deben de sentirse así cuando ven películas donde los vampiros son atractivos y seductores o en las que pueden enamorarse de alguien y dudar si morderle o no. ¡Oh, pobre vampiro, su instinto quiere matar a esa chica, pero se ha enamorado de ella y su corazón lucha contar su instinto! ¿Quién ganará al final? Eso es una puta mierda, Abel.

En ese momento me di cuenta de que Tom Braker tenía razón y de que Arisa tenía la cabeza bien amueblada, al menos mucho mejor amueblada que Gabriel y un servidor. Además, después de descubrir que Hide no era un vampiro, resulta que Arisa era la única que realmente se había cargado a bichos de esos. Quizá fuera porque era la única que realmente sabía lo que estaba haciendo.

—Arisa, hay una cosa que me gustaría comentarte, para que me dieras tu opinión —le dije entonces para empezar a explicarle mis dudas sobre la verdadera razón por la que me había metido en ese jaleo vampírico—. Sé que Gabriel se ha enfrentado a los vampiros porque mataron a sus padres y que tú lo haces porque le quieres…

—Bueno, sí, es porque le quiero, pero no es tan sencillo —dijo Arisa interrumpiéndome—. Le quiero, pero si hago lo que hago es por mí, no por él. Gabriel no actúa por venganza, actúa porque es un chico al que le han ido golpeando los vampiros durante toda su vida, aunque él no lo sabía. Cuando descubrió eso, se dio cuenta de que estaba en guerra y de que en las guerras se lucha. La pega es que es demasiado débil y su cerebro aún no está al cien por cien, y cree que es un hombre hecho y derecho y sólo es un crío asustado. Piensa como hombre y actúa como niño. Date cuenta de que suele hablar muy bien y tiene grandes ideas, pero, joder, anoche atacó a Anne Connelly con una vela de cera. Tú al menos atacaste a Helmut con una silla. Quiero mucho a Gabriel y también te quiero a ti, y sé que te va a sonar raro, pero estoy haciendo de vuestra madre. Con ballesta, pero mamá al fin y al cabo. Y siento lo que voy a decir, pero tengo unos hijos que son un desastre. Ni siquiera pudieron ellos solos con una vampiro de cuatro añitos. Por eso actúo como si no tuviera miedo a esos vampiros, porque algo en mi interior me pide que me la juegue por salvarme a mí misma, pero también a vosotros. Debe de ser el jodido instinto maternal. Lo que pasa es que no soy vuestra madre y eso de vez en cuando también me afecta, por eso tuve aquel ataque de nervios después de cargarme a Strasser. Pensé que todo había acabado, pero cuando te vi corriendo con una bandera nazi en la espalda, me di cuenta de que mi papel de mamá matavampiros no había acabado. Eso sí, estoy agotada y me alegro de que todo haya acabado y de que Tom nos libere de todo esto mañana.

—Vale, Gabriel se metió en este jaleo por esa guerra que tú dices y tú porque le quieres a él y a mí y quieres ser mamá o algo así, pero ¿yo por qué crees que estoy metido en este embrollo?

—¿En serio no lo sabes?

—No, no lo sé. He pensado que es porque cuando me dejó Mary entré en estado de shock o algo así y no sé lo que hago.

—No, no es por eso. Bueno, puede que sea en parte, pero si tú estás en medio de este embrollo como tú dices, es porque eres un cobarde. Más aún, eres la persona más cobarde que he conocido en toda mi vida.

No podía creerme lo que me acababa de decir Arisa. Vale que por temas genéticos nunca he sido muy valiente, pero, joder, en ningún momento me escondí cuando tuvimos que enfrentarnos a los vampiros. Tampoco iba a pecho descubierto, pero creo que se ha de ser muy valiente para jugarse el pellejo como yo lo hice. ¿Verdad que tengo razón? Pues no, al parecer, hice todo eso porque era un cobarde.

—¿Por qué dices que soy un cobarde? —le pregunté.

—Pues porque lo eres —me contestó Arisa con toda la tranquilidad del mundo—. Tú te has apuntado a esta guerra contra los vampiros porque te mueres de ganas de follar conmigo.

—¿Cómo?

—Lo que oyes. Lo estás haciendo por mí, para seguir dando vueltas a mi alrededor como una mariposa, esperando que yo un día te proponga que lo hagamos. Abel, tú actualmente eres una mezcla de serrín y pajaritos en la cabeza y hormonas dando botes por el resto del cuerpo. Y si te digo que eres un cobarde es porque aún no me has propuesto lo que deseas que hagamos juntos desde el día que nos conocimos. Es que eres un libro abierto, encanto. Entraste en mi habitación para decirme que solamente estábamos tú y yo en el seminario y pusiste una cara de bobo que me hizo entender lo que estabas pensando. Al día siguiente, haciéndote el tonto, viniste al lago porque yo iba en biquini y te sacaste aquel atardecer de la manga. Y yo, bueno, aparte de que soy coqueta por naturaleza, necesitaba cariño y te seguí un poco el juego. Lo que pasa es que llegó Gabriel y él es otra historia.

—En estos momentos me siento el gilipollas más grande del mundo.

—Sí, quizá lo seas, pero eres una persona maravillosa y tierna y por eso te quiero. Espero que un día puedas encontrar a una chica que te quiera como mereces.

—Pensé que Mary era esa chica, pero me equivoqué.

—A lo mejor no te equivocaste. ¿Por qué te dejó Mary concretamente?

—Me dejó para ponerme a prueba, para que reaccionara porque me veía muy distante.

—¿Y reaccionaste?

—No mucho, lo único que hice fue hundirme y ponerme a llorar.

—Porque eres un cobarde. En vez de ir a por ella y decirle que la querías más que a nada en el mundo y, tal vez, pegarle un buen meneo, decidiste que lo mejor que podías hacer era llorar y compadecerte. La chica intenta que espabiles y vas tú y la cagas.

—Ahora está con otro.

—Normal, seguro que debe de ser un tipo con más carácter que tú. Seguramente un cabrón hijo de su madre, pero si le deja una chica seguro que se busca a otra, se emborracha, se pone a jugar a videojuegos o se hace el despistado, todo menos ponerse a llorar. Tienes miedo a las mujeres o a lo que ellas piensen de ti. Por Mary has llorado y por mí casi te matan varias veces. Todo por cobardía. Si el día ese del atardecer en el lago Cayuga me hubieras propuesto que follásemos, ahora no estaríamos aquí hablando de esto.

—¿Por qué dices eso?

—Sencillo. Si lo hubiésemos hecho, ya no tendrías necesidad de demostrarme nada, y si yo te hubiera rechazado, seguramente que habrías pensado que ya no tendrías ninguna oportunidad conmigo, así que no ibas a jugártela por algo que nunca iba a ocurrir. Por cobardía, por temor a que te abofeteara o algo así, no me dijiste que te parecía atractiva. Y la noche que me atacó Helmut, tres cuartos de lo mismo. Me acuesto contigo, necesitada de cariño como estaba, y te digo que eres tierno y sensible, y tú no aprovechas la ocasión para proponerme que lo hagamos. Pensé que lo ibas a hacer, en serio, pero no lo hiciste y, bueno, lo acabaron pagando Strasser y la niña. Si lo hubiésemos hecho no habrías ido a por Strasser, ya no te haría falta, y de haberte rechazado tampoco te la habrías jugado por mí.

—¿Y qué habría pasado si te hubiese propuesto la otra noche que lo hiciéramos? ¿Qué habrías contestado?

—Pues te vas a quedar con las ganas de saberlo, Abel. Muchas noches, en la soledad de tu cama, pensarás en lo que pudo haber sido y no fue. Pensarás en mí, sí, muchas noches, y estoy segura de que siempre llegarás a la misma conclusión, de que fuiste un cobarde y un auténtico gilipollas por preocuparte más por lo que yo pensara de ti que por lo que tú sentías en ese momento. A lo mejor durante el día no pensarás en mí y te dará igual no haber sido valiente entonces, pero sé que lo lamentarás cuando llegue la noche. ¡Y esa misma noche lo lamenté!

Capítulo 19

Nosferatu

S
iete formas de despertar a una persona:

1. Soplándole en un oído. Hay gente que lo hace. Por ejemplo, mi abuela materna despertaba así a mi abuelo, el cual se refería a ella cariñosamente como «esa vieja de mierda que me dejó sordo con su manía de soplarme en el oído para despertarme por las mañanas».

2. Gritando. Hay gente que lo hace. Por ejemplo, mi abuela materna despertaba así a mi abuelo después de que este se quedara sordo.

3. Susurrando cariñitos. Hay gente que lo hace. Por ejemplo, mi abuelo materno despertaba así a su segunda mujer, la enfermera ayudante de su otorrinolaringólogo.

4. Tocando la trompeta. Hay gente que lo hace, por ejemplo mi primo Marty, al que Papa Noel le regaló una puta trompeta con la que nos jodió a todos las Navidades de 1998.

5. Clavando una estaca en el corazón. Hay gente que lo hace. Por ejemplo, Gabriel Shine despertó de esa manera a Samuel Hide.

6. Introduciendo un cubito de hielo en el ano. Hay gente que lo hace, no tengo ningún ejemplo que lo ilustre, pero estoy seguro de que hay algún perturbado por ahí que hace eso.

7. Sacando a la persona de la cama tirándole de los pelos, para después lanzarla al suelo y pegarle cuatro patadas. Hay gente que lo hace. Por ejemplo, así me despertó el vampiro que entró en mi habitación aquella noche. Después de pegarme las patadas, me puso una pistola en la cabeza y me hizo levantarme del suelo lentamente. Cuando salimos al pasillo, pude comprobar que otro vampiro había entrado en la habitación de Arisa y Gabriel y también los había despertado bruscamente y a punta de pistola. Nos bajaron a los tres a empujones y una vez en el hall de entrada, nos ataron las manos y los pies y nos amordazaron. Parecíamos actores haciendo cola para una prueba en una snuff movie. Gabriel y yo íbamos en calzoncillos y con una camiseta. Arisa estaba impecable, como siempre, vestida con su pijama —pantaloncito y camiseta rosa— y con las uñas de los pies pintadas también de ese color. Sé que las llevaba así pintadas porque ella, al igual que Gabriel y un servidor, estaba descalza. Los vampiros nos metieron a los tres en un
Vampmóvil
y pude ver cómo uno de ellos cogía el coche de Hide, justo antes de que el que iba a conducir el nuestro activara el dispositivo de las placas metálicas. Así que, por lo que parecía, el
Vampmóvil
era también un
Secuestromóvil
.

BOOK: Entre nosotros
9.36Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Journey to Enchantment by Patricia Veryan
Barren Fields by Robert Brown
Elizabeth by Evelyn Anthony
Los cañones de Navarone by Alistair MacLean
HH01 - A Humble Heart by R.L. Mathewson
So Little Time by John P. Marquand
Holidays at Crescent Cove by Shelley Noble