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Authors: César Millán & Melissa Jo Peltier

Tags: #Adiestramiento, #Perros

Las normas de César Millán (33 page)

BOOK: Las normas de César Millán
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Según avanzaban las pruebas y los perros se iban volviendo más hábiles en distinguir las muestras de pacientes con cáncer de las de control, la simple necesidad de reconocimiento y aprecio por el trabajo bien hecho de los caniches nos trajo problemas fuera del laboratorio. Michael Broffman aún se sorprende al contar lo siguiente: «Estábamos en la calle, un día libre, y de repente los perros identificaban a un desconocido, a alguien que pasaba por allí. Y nos llevó a muchos momentos difíciles en que teníamos que acercarnos a alguien que no conocíamos y decirle: “Perdone, pero nuestros perros nos están diciendo que tiene usted cáncer de pulmón. Y podría ser que se equivocasen, pero tienen razón en el 90 por ciento de los casos que estamos investigando en nuestro laboratorio. Nos sentimos obligados a decirle que quizá debería ir a hablar con el médico”. Nos llevó unos meses encontrar la forma de hacer que los caniches dejasen de trabajar cuando salían del área de investigación».

Al menos dos de aquellas personas a las que los caniches de la clínica habían señalado por la calle como posibles enfermos llamaron más tarde a los investigadores para decirles que sí, que los caniches tenían razón y el médico les había diagnosticado un cáncer. Ambos agradecieron mucho el temprano aviso canino. Los perros no sólo hicieron un excelente papel en esos estudios, sino también a lo largo de los cuatro meses en que se hicieron 12.295 pruebas de olfato aparte. Todas están grabadas en vídeo.

Como puede leerse en la página web de la Clínica Pine Street: «Lo más importante de esta investigación es que 1) unos perros normales, sin adiestramiento previo alguno para agudizar su olfato, pudieron aprender rápidamente a identificar a los enfermos de cáncer de pulmón y de mama oliendo muestras de su aliento al compararlas con tubos de muestras sin usar; 2) los perros pudieron distinguir fiablemente y con precisión las muestras de aliento de pacientes con cáncer de pulmón y de mama de las de personas sanas de control, y 3) a la capacidad de diagnóstico del perro no le afectó la fase en que estuviera la enfermedad, la edad del paciente, si fumaba o no o lo que hubiera comido recientemente ni en el caso de los enfermos ni en el de los sujetos sanos»
[5]
.

El primer artículo publicado por la Fundación Pine Street vio la luz en 2006 en la revista
Integrative Cancer Therapies
. En un estudio llevado a cabo en 86 sujetos —55 de ellos con cáncer de pulmón y 31 con cáncer de mama— cinco perros olfateadores profesionalmente adiestrados distinguieron con precisión las muestras de pacientes enfermos de las de 83 sujetos de control. La habilidad de los perros para identificar o descartar correctamente el cáncer de pulmón y de mama, ya estuviera en la primera fase o avanzado, fue de un 90 por ciento
[6]
.

El éxito de esa investigación valió a la fundación otra subvención para poder empezar con su actual investigación, que trata de demostrar la capacidad de los perros de detectar el cáncer de ovarios a partir de una muestra del aliento del sujeto. El cáncer de ovarios tiene una tasa de mortalidad alta porque las enfermas no muestran ningún síntoma hasta que la enfermedad está muy avanzada. El método del olfato canino promete poder detectarlo en fases más tempranas y salvar potencialmente las vidas de millones de mujeres.

Kirk Turner se encargó de seleccionar a los perros para esta nueva fase del proyecto. Algunos de los animales candidatos eran perros guía retirados. Kirk cuenta: «Vimos a unos cuarenta perros para seleccionar sólo a los cinco que siguieron con nosotros en diciembre. No podían venir de una casa en la que se fumaba porque eso arruina el sentido del olfato de cualquier perro en seis meses. Y tenían que ser perros contentos y alegres, sin ningún tipo de problema emocional, aunque tampoco podían estar demasiado mimados por sus dueños».

Una increíble demostración

El día que Angel y yo fuimos a la Clínica Pine Street, los dos Michaels (Broffman y McCulloch) y el adiestrador Kirk Turner nos habían organizado una demostración completa de lo que sus perros podían hacer detectando el cáncer. Kirk adiestra perros para esta labor tan especial desde hace más de siete años y ahora puede conseguirlo en muy poco tiempo. Kirk nos contó: «Dos semanas y media. Ése es el tiempo que me lleva adiestrar a un perro para que detecte el cáncer. Cinco pruebas y se lo llevan a pasear. Es el turno del siguiente perro. Normalmente hacen esto dos o tres veces cada día, lo cual quiere decir que no hacen más de quince pruebas al día. Cada prueba dura menos de un minuto». Yo repuse, impresionado: «Es una curva de aprendizaje increíble». Michael Broftman intervino entonces: «Las grandes subvenciones para investigación que hemos recibido en estos años han venido del Departamento de Defensa. Se levantaron ampollas cuando publicamos nuestra investigación hace un par de años. Nosotros éramos capaces de adiestrar a nuestros perros a detectar por el olfato en un tercio del tiempo que le llevaba hacerlo al mejor adiestrador canino de la sede de Alabama del Departamento de Defensa. Dio muchos dolores de cabeza a su equipo de adiestradores caninos el cómo y el porqué nosotros éramos capaces de adiestrar a los perros mucho más precisa y eficazmente que su mejor experto. Creo que era, sobre todo, porque nosotros estábamos actuando desde el punto de vista de potenciar y fomentar el instinto natural de los animales en vez de imponerles una rígida metodología de adiestramiento».

Kirk dijo entonces: «También queremos que sigan siendo perros cuando vuelven a casa. Por eso usamos perros que son el animal de compañía de alguien. No nos pertenecen». Ese día Kirk había llevado consigo para la demostración a Freeman, un entusiasta y musculoso labrador negro. Freeman es un perro guía retirado con una gran ética del trabajo y una personalidad enérgica. Para mantener a Freeman concentrado en su labor Kirk nos advirtió a mi equipo de grabación y a mí que no debíamos hacerle ninguna muestra de afecto antes de empezar la demostración. Como Kirk nos explicó: «La última vez se enamoró de un cámara y se olvidó de todo».

Kirk adiestra a los perros que detectan el cáncer con un
clicker
y con un tipo de adiestramiento que no incide en lo físico. Kirk dice: «No me centré en la cuestión de la obediencia. Cuando se trataba de indicar que había un cáncer usé el
clicker
, que me funcionó muy bien. ¿Y sabes qué? Creo que por eso el aprendizaje fue tan rápido: porque básicamente estaba dejando que el perro eligiese por sí mismo».

Para la demostración la fundación colocó cinco contenedores de almacenamiento normales, de los que se pueden comprar en cualquier tienda, a los que habían hecho un agujero en el centro de la tapa. En esos agujeros iban los recipientes especiales que tenían las muestra de aliento. Las muestras de cáncer de ovario las tomaron de voluntarias que habían soplado dentro de un tubo especial que capturaba, condensaba y sellaba las muestras para su uso en el futuro. Los investigadores tomaron muestras de mujeres sin cáncer como control.

En cada demostración los investigadores pusieron muestras de control provenientes de mujeres sin cáncer en cuatro de los cinco contenedores. Sólo uno de los cinco tenía una muestra de aliento de una cancerosa. Kirk se quedaba fuera de la sala mientras el equipo disponía las muestras, ya que siempre existe el peligro de que él, inconscientemente, indique a Freeman a través de su lenguaje corporal y su actitud cuál es el contenedor con la muestra de una enferma.

Era la hora de sacar a Freeman de la jaula. Cuando trabaja con este labrador tan enérgico Kirk prefiere dejarle puesta la correa, al menos en la primera vuelta. Kirk dice: «Prefiero que lleve la correa puesta para poder mostrarle lo que quiero que haga, que es olfatear los contenedores. Lleva unos meses sin trabajar, así que es posible que deba dar un par de vueltas antes de volver a su nivel normal». Kirk acercó a Freeman a los contenedores. Éste los olfateó todos y se sentó junto a uno de ellos. Sentarse junto a una muestra es la señal que el perro debe dar cuando identifica un cáncer. Freeman se había equivocado. Kirk le indicó que ya podía seguir y Freeman siguió olfateando. Entonces se sentó junto a otros dos contenedores. Kirk no le hizo caso ni le recompensó en modo alguno. Entonces volvieron al punto de partida. Era el momento de hacerlo en serio.

Esta vez Kirk le quitó la correa y le dijo: «A trabajar». Entonces Freeman recorrió la fila de contenedores, olfateándolos todos hasta sentarse junto a uno. Esta vez sí se había sentado junto al contenedor correcto. Kirk hizo sonar su
clicker
e hizo volver a Freeman para recompensarlo con una chuchería y muchos elogios.

Kirk y Freeman volvieron fuera. Él nos explicó: «Otra cosa que me gusta hacer es sacarlo para que huela otras cosas entre prueba y prueba». Es como cuando estamos eligiendo un perfume y el dependiente nos hace oler café entre uno y otro. Son olores tan distintos que si los olemos uno a continuación del otro nos es fácil distinguirlos.

El equipo hizo unas cuantas pruebas más ante mis asombrados ojos. Tras cada vuelta cambiaban las tapas de los contenedores para que la humedad de la nariz de Freeman no contaminase el olor. Freeman necesitó un ratito para estar listo, pero en poco tiempo ya había detectado el cáncer a la primera. Cada detección correcta se premiaba con un
click
y una chuchería que Kirk le daba. Cuando acabó la demostración, Freeman había acertado siete de ocho veces.

Mientras Freeman seguía con su actuación, el investigador Michael McCulloch lo miraba maravillado y tomaba notas en un cuaderno. Michael me contó: «Esos perros son muy buenos en lo que hacen. Una vez uno de nuestros perros detectó una recurrencia de cáncer de pecho un año y medio antes de que lo detectaran en una revisión rutinaria de seguimiento. Eso está en la investigación que publicamos en 2006. Se trataba de una persona que participó en las pruebas y que nosotros pensamos que pertenecía al grupo de control. Pero de veinticinco veces que los perros olfatearon su muestra, veinticuatro la identificaron como una muestra cancerosa. Y eso lo hicieron distintos perros. Así que fuimos a entrevistarla y resultó que le habían dado el alta definitiva de un cáncer de mama que le habían tratado hacía años. Más o menos un año después de concluir la investigación nos enteramos de que le detectaron en un escáner, junto al lugar donde había tenido el cáncer, un pequeñísimo tumor que hubiera sido indetectable en el momento en que nosotros hicimos la prueba con su aliento. Así de buenos son estos perros. Parece que son capaces de darnos un diagnóstico muy, muy temprano. Ahora seguimos con una investigación sobre el cáncer de ovario. Estamos reclutando a gente que quiera tomar parte, así que si alguna mujer está interesada que consulte la página
www.pinestreetfoundation.org
».

La siguiente fase de la investigación de la fundación busca comparar muestras de pacientes con cáncer que han sido identificadas ya por el olor con muestras del mismo sujeto analizadas químicamente. ¿Conseguirán los modernos análisis químicos de laboratorio la misma tasa de éxito que los perros? ¿Puede la ciencia descubrir exactamente qué minúsculos cambios moleculares son los que los perros pueden oler? Por ahora lo único que sabemos con certeza es esto: la nariz y el cerebro de un perro están entre los instrumentos de detección de olores más refinados del mundo y la ciencia moderna no ha empezado ni a acercarse a su capacidad.

El nuevo trabajo de Angel

Ese día yo había llevado conmigo a Angel, el schnauzer miniatura, porque sé el increíble olfato que tiene. Lo he criado desde pequeño para contarlo en mi libro
¿Cómo criar al perro perfecto?
Una vez, cuando era un cachorro, Angel encontró una colilla que estaba enterrada bajo diez centímetros de basura. Quería saber si Angel tenía lo que hace falta para convertirse en un perro salvavidas, en un perro capaz de detectar el cáncer.

Kirk me explicó en rasgos generales cómo era el adiestramiento. Como Angel no había recibido ningún adiestramiento formal excepto para mejorar su agilidad, Kirk tuvo que usar el
clicker
con él. Con la correa puesta Kirk le enseñó una chuchería. Cuando Angel se acercó y la tomó de sus dedos, sonó el
click
. Kirk me explicó: «Lo que quiero es establecer que, si suena un
click
, lo siguiente que pasa es que le damos una chuchería». Lo siguiente que estableció fue que cuando Angel lo miraba a los ojos, sonaba un
click
y le daban una chuchería. Angel, que siempre ha aprendido increíblemente rápido, lo captó enseguida y sin esfuerzo alguno. Entonces Kirk lo llevó junto a los contenedores y le dejó oler las tapas. Cada vez que éste olfateaba una tapa, lo premiaba con un
click
y una chuchería. Kirk me explicó: «Al llegar al que tiene la muestra de la paciente con cáncer, dejaré que se siente, se tumbe o lo que quiera hacer. Pero la idea es que lo primero es olfatear».

El adiestrador señaló la tapa del contenedor que tenía la muestra de la paciente con cáncer. Entonces se quedó en pie y, siguiendo esa señal no verbal, Angel se sentó. De nuevo recibió un
click
y un premio. Este patrón se reforzó una y otra vez hasta que Angel empezó a oler el contenedor y sentarse sin que Kirk se lo ordenase con su lenguaje corporal. Pregunté a Kirk qué tal lo había hecho. Él me tranquilizó diciendo: «Es un candidato excelente para este tipo de labor porque tiene una gran ética del trabajo y ya tiene una idea básica de cómo comunicarse con un ser humano. Bien, lo ha hecho muy bien».

De hecho Angel era un alumno tan dotado y capaz que el estadístico Michael McCulloch me preguntó si estaba disponible para adopción. Le contesté que no, que su dueña era SueAnn Fincke, la directora del programa
El encantador de perros
.

A Kirk también le decepcionó mi respuesta. «Siempre he soñado con educar a perros más pequeños. El primer perro que detectó un melanoma fue un schnauzer. Los schnauzers miniatura serían una buena opción para este trabajo porque son muy, muy listos. Les encanta aprender y trabajar. Si les enseñas las cosas haciéndolas divertidas, casi un juego, me parece que pueden ser una raza estupenda para esto. Y ya sabes, una de las ventajas de educar a un grupo de perros pequeños es que son más fáciles de transportar. Puedes meterlos a todos en un solo coche».

Kirk tiene otra aspiración que espera poder cumplir ahora que los investigadores de la Fundación Pine Street han podido cuantificar una capacidad que antes era un misterio. «Nuestras investigaciones demuestran sin lugar a duda que hay cánceres ocultos en el cuerpo que pueden detectarse simplemente examinando los olores que componen el aliento de alguien. Ésa es una de las razones por las que querría fundar nuestra propia empresa. Podríamos gestionar proyectos de otras organizaciones que se dedican a la detección de olores. Pero mi mayor ambición es adiestrar a médicos y perros para que colaboren y se comuniquen los unos con los otros. Imagínatelo: médicos y perros visitando juntos aldeas del tercer mundo hasta donde no puedes llevar caro instrumental médico y facilitando diagnósticos tempranos y otros tipos de terapia. Eso es ahora una posibilidad real».

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