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Authors: César Millán & Melissa Jo Peltier

Tags: #Adiestramiento, #Perros

Las normas de César Millán (30 page)

BOOK: Las normas de César Millán
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Quieto: enseñarle a quedarse quieto al oír el
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Kirk Turner usa distintas técnicas para enseñar a que se queden quietos. Algunas con el
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y otras no. La orden de liberación es una parte importante del proceso de enseñarle con el
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la orden de «quieto». Kirk les adiestra a quedarse quietos incorporándola al «abajo» o «sentado».

En sus propias palabras: «Una vez que el perro esté sentado o tumbado empiece a moverse un poco y use el cuerpo para detenerlo cuando él comience a levantarse. Diga la palabra “quieto”, cuente hasta tres, haga
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y dele un capricho. Empiece a hacerlo a intervalos más largos y a alejarse más antes de hacer
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. Ése es buen momento para introducir una orden de liberación, algo así como “ya” o “descansa”, que debe usted pronunciar mientras hace
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».

Quieto: el método de las estacas

Otro método favorito de Kirk es uno que tomó prestado del difunto adiestrador John Fisher, fundador del equivalente británico de la Asociación de Adiestradores de Perros de Compañía.

Kirk lo describe así: «Tome cuatro estacas y clávelas en el suelo del jardín o el patio. Saque al perro con la correa puesta y empiece a pasear pasando casualmente cerca de las estacas. Deje caer el asa de la correa en una de las estacas disimuladamente, haga un gesto con la mano y diga “quieto”. Yo no combino esto con el sentarse o tumbarse. Entonces me voy rápidamente. El perro viene hacia mí, pero la correa se lo impide. No le presto atención, no lo miro ni nada. Me acerco a la estaca para darle una chuchería justo en ese lugar. Cuando el perro ha hecho eso un par de veces, ya no vuelve a estirar la correa hasta el límite. En poco tiempo empieza a quedarse ahí, justo al lado de la estaca. Indico que lo hagan cuatro veces en la estaca número uno, cuatro veces en la estaca número dos, cuatro veces en la estaca número tres y cuatro veces en la número cuatro. Cuando lleven diez días seguidos haciéndolo ya serán ciento sesenta repeticiones. Después les hago quitar la estaca número uno y ponerla en otro sitio. La número uno se convierte así en la número cuatro y empezamos a hacer itinerarios distintos por diferentes zonas. También hago que aprovechen lo que hay en su entorno. Por ejemplo, que usen los postes de las vallas del barrio o algo así. Es una técnica estupenda. Eso sí, creo que la palabra “quieto” es en cierto modo innecesaria. Si le dices a un perro “sentado” debería seguir ahí sentado hasta que se le diga que haga otra cosa».

El yin y el yang: ¡no se olvide de liberarlos!

El último comentario de Kirk Turner es importante. Como también nos recuerdan Mark Harden y Joel Silverman, ambos adiestradores de animales para cine y televisión, cuando se le enseña algo a un perro hay que enseñarle también la forma de dejar de hacerlo o de hacer lo opuesto. Si se sienta o se tumba usted debería poder decirle después que se levante o vuelva a su sitio, o darle la instrucción de «atrás» o de andar al pie. De lo contrario sólo estará al mando en parte. El perro hará lo que le pida pero creerá que está en su mano decidir qué hacer a continuación.

Pero a veces no querrá que su mascota espere a otra orden para poder relajarse y hacer lo que le apetezca, ya sea correr, olfatear, descansar o estar con el resto de la manada. Por eso es bueno enseñarle a su perro la orden de liberación, la instrucción que le dice que puede ser espontáneo, relajarse e irse a jugar.

Martin Deeley explica lo fácil que es equivocarse con esa orden: «A veces les enseñamos lo que entienden como una liberación sin darnos cuenta. Eso nos complica la vida. El perro hace lo que le pedimos, sentarse, por ejemplo. Una vez que ha obedecido decimos “vale”, sonreímos y lo animamos a que se mueva. Otro día le pedimos que se siente y hablando con un amigo le decimos a éste casualmente un “vale”, el perro lo oye y reacciona levantándose, sólo para encontrarse con un correctivo por hacerlo. Lo que tenemos ahora es un perro muy confuso. Así que elija bien la palabra que usa y tenga también cuidado con mostrar demasiada emoción o transmitirle una orden de liberación cuando lo alaba. Para algunos perros su alegre “¡bien!” se puede interpretar como una señal de que pueden irse y hacer lo que quieran».

La palabra o sonido que elija para transmitirle al perro que queda liberado debería ser distinta de las que usa para felicitarle o para darle cualquier otra orden. Como señala Ian Dunbar, los perros hacen asociaciones entre las palabras y los comportamientos, ¡no es que entiendan el significado que tienen en el diccionario! Cuando Ian y yo dimos nuestro paseo por el parque con Dune, su magnífico bulldog americano, él usaba «¡a jugar!» como clave general para decirle que quedaba liberado de cualquier cosa. Martin Deeley sugiere que usemos las palabras «libre» o «suelta». O puede usted escoger una palabra o un sonido, e incluso un gesto, que tenga un significado especial para usted.

Para enseñarle a reconocer el sonido o el gesto que ha escogido, comience por pedirle que se siente, y tras unos segundos dele la orden de liberación: anímelo a abandonar la posición de sentado poniendo un poco más de emoción en su voz, dando una palmada o, si lleva la correa puesta, dando un pequeño tironcito de ésta. Entonces puede vagar un poco con él, echar una carrera o jugar un rato: cualquier cosa que signifique que en ese momento no están haciendo prácticas de disciplina, sino disfrutando del cariño que se tienen.

Pare la actividad, pídale que se siente, espere un poco y dele después la orden de liberación, y a continuación déjele jugar un rato o dé un paseo a sus anchas. Una vez que haya conseguido fijar este patrón, cualquiera de sus órdenes significará que mantenga ese comportamiento hasta que le dé una nueva orden o lo libere para que se relaje.

De pie

Ian Dunbar usa la orden «de pie» como parte integral de su velocísimo adiestramiento en la obediencia a órdenes con cebo. Mark Harden usa «sobre las patas» para transmitirles a sus perros de espectáculo que les toca estar en sus puestos a la espera de la próxima orden. Cualquier orden que signifique «de pie» puede ser útil también a la hora de ir al peluquero canino o al veterinario.

La orden «de pie» puede ser fácil de enseñar si se usa la comida como cebo. Con la chuchería entre los dedos, tiente al perro para hacerlo sentarse y después, colocando la mano ante su hocico y avanzándola lentamente, llévelo a ponerse en pie.

Dele al principio la chuchería cada vez que se levante a la vez que lo alaba con suavidad. Repítalo unas cuantas veces hasta que le parezca que va entendiendo, al ver el movimiento de su mano, qué se espera de él.

Martin Deeley dice: «Cuando ya esté en pie, déjelo lamer y mordisquear la chuchería. Manténgalo en esa posición un rato más largo. Una correa ligera, que le dé un poco de control, puede ayudarlo a guiarlo».

A continuación y con el mismo movimiento guíelo hacia adelante hasta que se ponga en pie. Pero esta vez sin la chuchería. Si sigue su mano, como es de esperar, elógielo. Entonces haga que se siente y se ponga en pie dos o tres veces antes de darle el premio. Cuando le salga bien y sin resistirse, añada la orden verbal («de pie») mientras le indica que se ponga sobre las patas con el movimiento de la mano. Alábelo a medida que trabaja en ampliar el tiempo que se mantiene sobre las patas. Después de días de entrenamiento y tras muchas repeticiones podrá hacerse entender usando simplemente la orden verbal y hará que deje de estar sentado y se ponga en pie sin necesidad de comida ni gestos de la mano.

Martin nos repite: «Si se trata de perros a los que no les motiva especialmente la comida, les podemos enseñar este comportamiento usando la correa. Cuando el perro esté sentado ante usted, anímelo a avanzar y ponerse sobre las patas usando la correa y la voz, con calma y ejerciendo poca presión. Elógielo en cuanto lo haga y deje de avanzar. Espere unos segundos antes de dar un par de pasos hacia delante y pídale que se siente antes de repetir esta acción».

Elógielo con tranquilidad y no se mueva con demasiada brusquedad ni tire de la correa. A veces el simple hecho de erguirse sobre las patas traseras puede poner un poco nervioso a un perro y no es el momento para ello: deje que fluyan su seguridad en sí mismo y su calma. Martin también nos sugiere un modo alternativo de reforzar el concepto «de pie» por medio del paseo y la correa.

Martin dice: «Reduzca la velocidad paulatinamente mientras pasea y cuando el animal esté caminando al pie, ponga la mano frente a su hocico con naturalidad, deje de caminar y use la orden que signifique “de pie”. Hágalo con tanta tranquilidad como sea posible para que el perro no interprete su mano frente al hocico como una amenaza».

No todos los perros encuentran fácil ponerse en pie y no hacer nada más, así que aprovechar el paseo para practicar esta actividad es un ejercicio de paciencia. Párese, quédese de pie y mire pasar la vida con su perro al lado. Si se sienta, hágale avanzar un paso o dos para que tenga que ponerse en pie y entonces pare de nuevo.

Martin continúa así: «Con el tiempo entenderá la orden “de pie” en el contexto del paseo y usted podrá darle esa orden sin tener que usar la correa».

Su advertencia de no colocar la mano de manera que resulte amenazadora para el perro me recuerda una cuestión que espero haber dejado clara a lo largo de este libro: el adiestramiento es un tiempo durante el cual su confianza en su perro y el conocimiento que de él tiene son esenciales. Si lo ha criado usted mismo desde que era un cachorro o lleva ya mucho tiempo viviendo con usted, debería ser capaz de tocar cualquier parte de su cuerpo sin molestarlo. Entre los dos habrá una especie de código establecido y normalmente entenderá bastante bien lo que quiere comunicarle, aun cuando no entienda las órdenes específicas.

Si el perro acaba de llegar a su casa desde un refugio y aún no tienen plena confianza el uno en el otro, o usted no está seguro de cuáles son sus límites, no intente adiestrarlo ni use ningún gesto que él pueda percibir como una invasión. Como dueño suyo, tendrá que esforzarse para alcanzar ese grado de confianza total, sea cual sea el pasado de su perro. Pero crear esa relación puede llevar tiempo. Creo que debería conocer bien a su animal y asegurarse de que él lo conoce a usted antes de intentar adiestrarlo en modo alguno.

8
Instintos básicos
Cómo nos educan los perros

¿Cómo comenzó el adiestramiento de perros? Nadie lo sabe con certeza, claro, pero yo me imagino a un grupo de humanos y caninos recorriendo juntos las praderas y cooperando para conseguir comida, agua y refugio hace miles de años. Hay gente que supone que lo que quiera que esos primeros «adiestradores» de perros hicieran hace cinco mil años fue en cierto grado por la fuerza. No estoy tan seguro. Me inclino más por la teoría de que algunos lobos dóciles, parecidos a los perros, se empezaron a llevar bien con los primeros humanos y nos eligieron en la misma medida en que nosotros los elegimos a ellos
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. Me imagino a ese primer conductista o psicólogo de perros dándose cuenta de que un cachorro juguetón haría cualquier cosa por un poco de comida o un palito para jugar, ¡en aquellos tiempos no había tiendas de animales para comprar juguetes! Quizá entonces el cachorro le devolvió alguna cosa que había tirado el ser humano y éste se dedicó a entretenerse a sí mismo y al perro jugando al tira y afloja. Y ahí están dos de las mayores motivaciones de un perro: el impulso de jugar y el de conseguir comida. También estaba el impulso depredador, claro. Quienquiera que fuese ese pionero «adiestrador de perros», apuesto a que lo primero que pensó no fue en cuántas maneras hay de educar a un animal. No se preocupó de qué correa usar, a qué teoría adherirse o qué chucherías ofrecer. Seguro que estaba mucho más centrado en descubrir qué era lo que aquellos fantásticos protoperros podían enseñarle. ¿Cómo colaboraban para llevar a la manada hasta la presa más cercana? ¿Cómo rastreaban, seguían, rodeaban y daban caza a la presa? ¿Cómo sabían qué dirección tomar para llegar al manantial más próximo? ¿Cómo podían estar tan alerta ante la llegada de depredadores peligrosos, mucho antes de que los vigilantes humanos pudieran oír a una bestia o un enemigo acercándose?

Esos primigenios hombres y mujeres que se interesaron por los perros puede que se dieran cuenta de algo que los actuales propietarios de perros a veces olvidan: casi todas las cosas que les podemos enseñar a hacer en realidad derivan de sus instintos naturales. Más allá de descubrir cuál es la mejor manera de conseguir que un perro se siente o se revuelque o deje de saltarles encima a las visitas, estoy convencido de que el futuro del adiestramiento de perros irá más bien por la vía de como empezó este arte y técnica. Es decir, con nuestros perros enseñándonos a nosotros gracias a sus sorprendentes talentos innatos.

Muchas de las capacidades de un perro son muy superiores a las soluciones de alta tecnología que concebimos cuando tratamos de copiar lo que un perro hace naturalmente. El reto que nos espera no es enseñar a los perros a hacer lo que queremos, sino aprender de lo que ellos ya hacen por sí mismos y encontrar formas mejores de ayudarlos a comunicarnos su conocimiento innato. ¡Lo mejor de todo es que nuestros perros quieren colaborar con nosotros! Por eso es crucial que respetemos sus instintos y les ayudemos a expresarlos al máximo. Ése es el verdadero camino para conseguir que nuestro perro se comporte correctamente.

El instinto de pastoreo

El campeón de adiestramiento de perros pastores Jerome Jerry Stewart nos dice: «Bueno, pues yo tengo mi propia teoría sobre cómo los humanos y los perros se juntaron. La idea me vino a la cabeza durante un viaje que hice a Borrego Springs, en California. Paré al borde de una carretera con vistas a un valle y estuve un rato mirando cómo una manada de coyotes trataba de atacar a un rebaño de vacas. Me di cuenta de dónde se iba colocando cada uno de los coyotes respecto a los demás. Y entonces empezó la caza. Eso me hizo pensar en que, hace siglos, algunos hombres debieron de hacer lo mismo: se fijaron en ese comportamiento, observaron ese método innato de caza en manada y se dieron cuenta de que podían usar perros para hacerles el trabajo».

Jerry Stewart lleva practicando el deporte del pastoreo desde 1986, cuando se compró su primer perro pastor de shetland. Desde entonces hasta hoy se ha convertido en una presencia constante en las pistas de pastoreo, dando clases de pastoreo a todas las razas, ofreciendo asesoría por todo el territorio de Estados Unidos y ejerciendo como jurado en las competiciones de pastoreo del American Kennel Club y la American Herding Breed Association.

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