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Authors: César Millán & Melissa Jo Peltier

Tags: #Adiestramiento, #Perros

Las normas de César Millán (31 page)

BOOK: Las normas de César Millán
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Jerry continúa relatando cómo cree que empezaron las primeras razas de perro pastor: «Así que hay algunos rasgos que a los primeros humanos no les interesaban. No interesa tener un macho alfa total que va a acabar matando, porque si estás domesticando animales no es para que los perros se coman tu comida. Ésa es mi teoría, en cualquier caso. Nadie puede saberlo con certeza, pero en general todos estamos de acuerdo en que el perro pastor surgió de un estilo de caza en manada natural en los perros. Cómo decidió el hombre aprovechar aquello es un misterio».

Hay al menos veinte razas distintas de perros pastores pero el instinto de pastoreo aún sobrevive y aflora en razas mixtas, e incluso en algunos pocos perros que lógicamente no deberían tener un pasado de pastoreo en absoluto
[2]
. Es porque, siglos atrás, los humanos tomaron el instinto depredador innato de un canino y lo modificaron eliminando el aspecto que les llevaba a matar. Eso les brindó un animal que les era de gran ayuda, ya que estaba genéticamente programado para organizar a los rebaños de ganado domesticado. A muchos perros pastores no se los cría para que protejan a los rebaños de los depredadores, pero los perros que han crecido con esos animales tenderán a proteger al rebaño, que se habrá convertido en su manada.

Jerry lo explica así: «A menos que hayas criado a una raza eliminando deliberadamente esos rasgos, entonces es probable que esos rasgos estén aún presentes en el perro. Por eso se pueden dar chuchos que estén dispuestos a pastorear. Si no ha ocurrido nada en la genética de ese perro que lo desincentive a hacerlo, va a querer pastorear. No va a poder evitarlo.

»Algunas razas lo harán mejor que otras y eso es porque se las ha criado para que se manifiesten ciertos rasgos que el pastor busca, sea quien sea y tenga el tipo de ganado que tenga. Los rasgos variables son el tamaño del perro, su obstinación y la capacidad de manejar a los animales, ya sea mordiéndoles los talones o plantándose ante su cara. Por eso hay tantas razas de perro pastor: los corgis, los border collies, los boyeros, los pastores australianos… Es porque había muchos modos distintos de utilizarlos».

¿Dónde estaríamos hoy sin perros pastores? ¿Podría la especie humana haber llegado tan lejos en la cría de rebaños de vacas, ovejas y cabras si no hubiéramos tenido a los perros para hacer por nosotros esa fundamental labor? Con toda la tecnología que hay a nuestro servicio, los perros pastores son aún el mejor útil del ganadero. Hoy día el pastoreo es, aún, más un arte que una técnica, más una cuestión de instinto que de adiestramiento, a pesar de que a muchos perros pastores el adiestramiento que reciben de una persona les ayuda a sacar lo mejor de sí mismos.

Jerry dice: «No puedes enseñar a pastorear a un perro si no lo lleva dentro, eso seguro». Por tanto, ¿qué podemos ofrecerles a los perros pastores de hoy que pueda acercarse a compensarles por lo que ellos nos han dado a nosotros? Por supuesto, lo mejor que se puede hacer por un perro pastor es darle trabajo y dejarle hacerlo. En mi nuevo Centro de Psicología Canina estoy construyendo una pista justo para eso. Como la gente normal no tiene rebaños de ganado también hay clases como las que da Jerry, en las que los perros de compañía y sus dueños pueden tomar parte juntos en la actividad para la que el perro nació.

Jerry reflexiona: «Muchos de los problemas de los perros se dan porque el hombre tiene hoy un modo de vida muy poco natural. No puedes hacer que un perro pastor deje de intentar hacer lo que sabe hacer. Lo que pasa es que lo intentan en sitios que para nosotros son inapropiados. El perro se dedica a andarles al pie a otras mascotas o a las visitas, por ejemplo. Un perro pastor tratará toda su vida de hacer lo que cada célula de su cuerpo le pide que haga, pero se encontrará con que le regañan por ello. Y ya sabes que hay quienes inventan maneras de adiestrar al perro para que deje de hacerlo. Buscan técnicas de adiestramiento para que el perro lo deje, pero eso va contra el instinto natural del perro. Sólo hace lo que hace porque hay un imperativo genético para que lo haga».

«Cuando vienen a las clases de pastoreo, de repente el perro deja de hacer esas cosas que molestaban. Sencillamente desaparecen. Ya sabes que pueden ser irritantes, cosas como andar al pie de otra mascota en casa. Entonces se dan cuenta de por qué su perro lo hacía. “¡Ah, entonces no era que se estuviera portando mal…!”, dicen. De repente el perro tiene un lugar adecuado para hacer eso. La gente llega y se da cuenta de que ese perro es capaz de hacer algo en que ambos pueden tomar parte. Y toda la tensión del animal se diluye». Por tanto, ¿qué hacer si tiene un perro pastor y no hay nadie como Jerry Stewart cerca de donde vive? No es que sean los sustitutos perfectos, pero puede recurrir a las carreras de relevos. O a jugar al plato con él. O dedicarlo al entrenamiento en Agility.

Joel Silverman dice: «Les explico, sobre todo a los que tienen un perro pastor o un perro con un gran impulso depredador, que a esos perros les hace falta una labor que hacer. Si no se les da una labor, si no se adiestran, van a hacer lo que se les ocurra. Van a encontrar algo que hacer que, probablemente, a usted no le gustará. Búsqueles un trabajo. Creo que trabajar la agilidad es una maravillosa idea. Si eso es lo que su perro necesita, tiene que encontrar la forma de aprender sobre el perro y sobre lo que le gusta hacer».

El instinto de caza

Los perros de caza, los sabuesos, los cobradores, los terrier de trabajo que persiguen roedores y alimañas bajo el suelo… Durante siglos todos esos perros nos han ofrecido encantados su extraordinaria capacidad de olfatear, seguir, cavar y cobrar: todo lo que lleva aparejado el instinto de caza excepto dar muerte a la presa por sí mismos. Una vez más, me pregunto que hubiéramos hecho los humanos de no haber tenido a esos extraordinarios cazadores a nuestro lado.

Martin Deeley ha comprendido el poder del olfato a raíz de sus sesiones de adiestramiento de cobradores y otros perros de caza. Nos dice: «La nariz, su capacidad de olfatear es el sentido más importante y particular de nuestros perros. Su nariz es tan sensible que podemos usarla para infinidad de trabajos. Al principio el hombre usó al perro como compañero de caza. Posiblemente no sólo para atrapar a la presa, sino sobre todo para encontrarla gracias al olfato del perro. Son animales con un instinto inherente para encontrar a una presa, perseguirla, darle alcance, matarla y compartirla con el resto de los miembros de la familia. Adiestrar a un perro como compañero de caza significa disponer de esas habilidades, y uno de los atributos más importantes del animal es que se puede usar su olfato para encontrar pájaros, conejos y otras presas. Puede que sea el cazador el que mate a la presa tras descubrirla pero entonces el perro hace uso de otra de sus habilidades innatas: llevar la presa a la familia o manada, es decir, al cazador. Por tanto, la caza, el rastreo y el cobro son habilidades y atributos naturales en los que destacan y de los que nosotros nos podemos aprovechar. En el caso de algunos perros eso se ha potenciado por medio de la cría. Los spaniels, retrievers y pointers, en particular, han sido criados para esas actividades a través de la selección de los mejores para que engendren a los mejores».

Como hemos visto, sin embargo, usar la nariz se convierte en una recompensa en sí misma para muchos perros, ya que al hacerlo están cumpliendo un deseo intrínseco. Precisamente ésas son las «recompensas de la vida» de las que nos habla Ian Dunbar.

Martin nos dice de su perro de caza: «El cobro, de hecho, se convierte en la recompensa final del trabajo de olfateo. Llevar entre los dientes algo que le gusta es lo que le llena tras tener éxito en ese trabajo de olfateo».

Como escribe Patrick Burns de los terrier de trabajo jack russell, la pasión de su vida: «A un terrier de trabajo le encanta trabajar: vive para ese momento mágico en que el aroma sale de una madriguera y su código genético estalla por dentro, llevándoselo todo por delante como la marea. Un terrier de trabajo prefiere trabajar a comer, beber o descansar. El trabajo en sí mismo es lo que le hace sentirse satisfecho. Le dice quién es y qué es adecuado para este mundo. Cuando me preguntan cómo premio a mis perros por salir ahí y arrinconar a un bicho hasta dejarlo sin salida, contesto: “Les dejo volver a hacerlo”. Les encanta el trabajo y ésa es su recompensa»
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.

Al igual que el pastoreo, la habilidad de ir bajo tierra, rastrear y cobrar es en parte instinto y en parte adiestramiento. Patrick explica: «El terrier tiene la curiosidad de seguir un olor pero a menudo hay que adiestrar al perro (esto es, permitirle unas cuantas experiencias fáciles) para que entienda cuál es la recompensa de meterse bajo tierra. Un túnel pequeño, oscuro y estrecho no es un sitio obviamente divertido para un perro. Tienen que descubrir qué es lo divertido de eso, el código genético tiene que estallar. Cuando eso ya haya ocurrido el perro repetirá la experiencia por la emoción que conlleva».

¿Qué les podemos ofrecer a estos perros a cambio? En primer lugar, respeto, asegurándonos de que nos comunicamos con ellos respetando la regla de nariz-ojos-oídos. Podemos emplear sus narices durante el trabajo de olfateo, como vimos en la demostración de los Dunbar, de manera que su sentido favorito siempre esté implicado y se vea satisfecho. En lugar de tratar de erradicar esos instintos para que puedan vivir en paz con nosotros en un apartamento, podemos compartir con ellos actividades que canalicen sus ganas de correr, cavar y cobrar. Podemos hacernos cargo de los instintos que hemos potenciado en ellos a través de la cría en vez de considerarlos mal comportamiento.

El instinto de protección

En la encuesta que analizamos en el capítulo 2, el 22 por ciento de nuestros lectores dijeron que consideraban muy importante que sus perros les advirtieran o protegieran en situaciones de peligro. La mayoría de los antropólogos cree que la costumbre de ladrar para advertir de un peligro en potencia fue una de las cosas que los primeros humanos encontraron de más utilidad en sus compañeros caninos. Los registros históricos muestran que los perros de ataque se han usado para la protección personal o incluso en batalla durante miles de años. Dice la leyenda que en el 350 a.C. Peritas, el perro de Alejandro Magno, salvó a su dueño al atacar a un elefante que se le abalanzaba encima. Está claro que nosotros, los seres humanos, hemos confiado en nuestros perros para que nos defendiesen desde que empezaron a acompañarnos.

Hace años pasé mucho tiempo adiestrando a perros de protección. Era un pasatiempo y, en cierta medida, un negocio. Mi recorrido vital me alejó hace tiempo de esa fase de mi vida, pero, cuando estaba muy metido en ese mundo, vi a un montón de adiestradores enseñándoles a los perros a dejar de lado su sentido común canino cuando entraban en modo de ataque. La clave de todo adiestramiento para proteger es enseñarles primero a frenar. Antes que todo lo demás. En cambio, la mayoría de los adiestradores se concentran en poner al perro frenético e incitarlo a que ataque. Un perro que ha entrado en la locura del modo de ataque ya está ciego y sordo y no es capaz de regular la intensidad de su comportamiento. Una vez que el perro ha pasado ese nivel diez de intensidad, ya no escucha nada: ni a su instinto ni a su sentido común ni, desde luego, a su adiestrador.

A principios de la década de 1990 trabajé con un perro llamado Sa. Era un pastor alemán que me envió la división canina de la policía de Long Beach. Había sido el responsable de trescientos puntos de sutura en uno de los adiestradores y de cien en otro. En ambos casos el incidente ocurrió cuando los adiestradores le habían dicho que soltase, cuando le habían dado la orden de parar. El perro les había soltado y luego se había vuelto a lanzar sobre ellos. Lo rehabilité, pero ya no lo querían, así que se lo vendí a un cliente que quería un perro guardián. Sa fue absolutamente fantástico a partir de ahí. Ya estaba adiestrado. Lo único que no sabía antes era cómo tomarse las cosas con calma. Fui capaz de condicionarlo para que entendiese que lo más importante de su trabajo era escuchar para saber cuándo tenía que empezar y cuándo tenía que parar. El ataque en sí mismo era algo secundario.

La forma en que vi adiestrar a los perros guardianes en aquella época es similar a la forma en que hoy se les adiestra para las ilegales y crueles peleas de perros. Había mucho ruido —y mucho ladrido descontrolado—, lo que los adiestradores parecían considerar una demostración de que sus perros eran duros. Había muchos gritos y presión física y palabrotas dirigidas a los perros. Para mí este tipo de adiestramiento asfixiaba lo mejor de los instintos y capacidades innatas de los perros. Educaban a los perros por medio del oído y la vista, sin aprovechar nunca su olfato ni ayudarlos a practicar su autocontrol natural. Conseguí demostrar que había una forma mucho mejor de hacer las cosas.

El instinto de protección de un perro deriva de su instinto depredador y de caza. Si observamos a cualquier animal cazando en estado salvaje veremos que la caza no es un frenesí de actividad excepto, quizá, en el último minuto. Todo el prólogo de la caza es calma y mucha disciplina. Todo tiene que ver con la paciencia y con saber esperar y organizarse. Y hay mucho, mucho silencio.

Adiestré a mis perros empezando con un trapo atado a un palo que luego movía para estimular su impulso depredador. Quería que los perros utilizaran su capacidad natural para perseguir y su sentido común innato. Sólo les dejaba atrapar el trapo cuando estaban listos. Otros adiestradores hubieran dejado que los perros saltaran sobre el trapo, lo cual hubiera sido más bien un impulso.

Lo que yo quería era animar a mis perros a que se autocontrolasen. Para mí ése es un reto mucho más natural porque es un comportamiento que conocen. Están programados para esperar hasta que la presa se canse o se ponga en peligro por sí misma. Finalmente dirigí este tipo de comportamiento de persecución controlado hacia un señuelo humano equipado con ropa de protección. A mí me gustaba hacer ese papel. Así podía convertir el ejercicio en un juego, algo de lo que los dos disfrutábamos juntos. Y así podía también asegurarme al cien por cien de que mis perros comprendían que era siempre yo quien controlaba cuándo empezaba el juego y cuándo acababa, igual que hace Ian Dunbar cuando practica con Dune y Hugo sus juegos de tira y afloja. Muchos adiestradores de perro guardián les enseñan la orden «fuera» tirando físicamente u obligando a un perro a separarse de su objetivo. Ésa es una forma estupenda de hacer que la frenética agresividad restante en el perro se dirija hacia usted. Y eso era lo que le pasaba a Sa. Para enseñar a un perro la orden «fuera» le permitía morderme el brazo (siempre equipado con protección, claro) y entonces dejaba de moverme, me sentaba muy quieto y esperaba. Cuando el perro me soltaba espontáneamente, decía la palabra. Me ponía en la situación de tener que esperar a que el perro terminara de divertirse. Cuando él estaba listo para soltarme, yo decía «fuera». Así no forzaba las cosas. No usé comida como recompensa aunque sí lo alabé mucho y satisfice su orgullo. Lo que hacía era aprovecharme de la sabiduría natural del animal, que le decía cuándo soltar a una presa, sencillamente asociándola a una orden. Ésas son técnicas que tomé prestadas del método tradicional de adiestramiento Schutzhund.
Schutzhund
es una palabra alemana que quiere decir «perro guardián» y ha evolucionado a lo largo de cientos de años hasta convertirse en un exigente deporte que pone a prueba y plantea retos al temperamento y la velocidad de obediencia —o solidez— de un perro. Muchos adiestradores de perro guardián usan palabras en alemán porque sus métodos derivan del adiestramiento en Schutzhund.

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