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Authors: Bertrand Russell

Tags: #Filosofía

Los problemas de la filosofía (6 page)

BOOK: Los problemas de la filosofía
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Mi conocimiento de la mesa como un objeto físico, al contrario, no es un conocimiento directo. Tal como es, se obtiene a través de la relación con las informaciones sensoriales que hacen que perciba la mesa. Hemos visto que es posible, sin llegar al absurdo, dudar si hay alguna mesa, pero que por el contrario no es posible dudar de nuestras informaciones sensoriales. Mi conocimiento de la mesa es del tipo que llamaremos “conocimiento por descripción”. La mesa es “el objeto físico que causa tales y cuales informaciones sensoriales”. Éste
describe
la mesa percibida a través de las informaciones sensoriales. Con el objeto de conocer algo sobre la mesa, debemos conocer las verdades que la conectan con las cosas con las que estamos familiarizados: debemos saber que “tales y cuales informaciones sensoriales son causadas por un objeto físico”. No hay estado mental del cual estemos directamente conscientes de la mesa; todo nuestro conocimiento de la mesa es realmente conocimiento de
verdades
, y la cosa en sí que es la mesa no es, hablando estrictamente, de ninguna manera conocida por nosotros. Conocemos una descripción, y sabemos que hay sólo un objeto al que se aplica esta descripción, aunque el objeto en sí no nos sea directamente conocido. En tal caso decimos que nuestro conocimiento del objeto es conocimiento por descripción.

Todo nuestro conocimiento, tanto el de las cosas como el de las verdades, se apoya fundamentalmente en el conocimiento directo. Es por lo tanto importante considerar las cosas que hay de las que tenemos conocimiento directo.

Las informaciones sensoriales, como hemos visto, están entre las cosas con las que estamos relacionados directamente; de hecho, ellas proveen el ejemplo más obvio y contundente del conocimiento directo. Pero si éstas fueran el único ejemplo, nuestro conocimiento estaría mucho más restringido de lo que realmente está. Podríamos sólo conocer lo que está ahora presente a nuestros sentidos: no podríamos saber nada sobre el pasado — ni siquiera concebir que hay un pasado — como tampoco sabríamos cualesquiera verdades sobre nuestras informaciones sensoriales, ya que todo el conocimiento de las verdades, como demostraremos, demanda del conocimiento de las cosas que tienen un carácter esencialmente diferente de las informaciones sensoriales, las cosas que a veces son llamadas como “ideas abstractas”, pero que nosotros llamaremos “universales”. Debemos por lo tanto considerar el conocimiento directo de otras cosas aparte de las informaciones sensoriales si queremos obtener algún análisis adecuado de nuestro conocimiento que sea tolerable.

La primera extensión más allá de las informaciones sensoriales a ser considerada es el conocimiento directo a través de la
memoria
. Es obvio que a menudo recordamos lo que hemos visto u oído o tenido lo que alguna vez estuvo presente a nuestros sentidos, y esto en tales casos en que estamos inmediatamente conscientes de que lo recordamos, a pesar del hecho que aparece como pasado y no como presente. Este conocimiento inmediato a través de la memoria es la fuente de todo nuestro conocimiento del pasado: sin él no habría conocimiento del pasado por inferencia, ya que nosotros nunca sabríamos que hubo algún pasado que se pudiera inferir.

La siguiente extensión a ser considerada es el conocimiento directo a través de la
introspección
. Nosotros no sólo estamos conscientes de las cosas, sino que muy seguido estamos conscientes de haber estado conscientes de ellas. Cuando veo el sol, estoy a menudo consciente del acto de estar viendo el sol; entonces “el acto de estar viendo el sol” es un objeto con el que tengo un conocimiento directo. Cuando deseo comer, puedo estar consciente de mi deseo por comer; luego “mi deseo por comer” es un objeto con el que tengo un conocimiento directo. De igual forma podemos estar conscientes de nuestros sentimientos de placer o de pena y generalmente de los eventos que ocurren en nuestras mentes. Este tipo de conocimiento directo, que podemos llamar conciencia de uno mismo, es la fuente de todo nuestro conocimiento sobre las cosas mentales. Es obvio que lo que pasa en nuestras mentes nos puede ser, por lo tanto, conocido de inmediato. Lo que pasa en las mentes de los demás nos es conocido a través de la percepción de sus cuerpos, es decir, a través de las informaciones sensoriales en nosotros que están asociadas con sus cuerpos. Pero sólo por el conocimiento directo de los contenidos de nuestras propias mentes no podríamos imaginar las mentes de otros, y por lo tanto nunca podríamos llegar al conocimiento que los demás tienen mentes. Parece natural suponer que la conciencia de uno mismo es uno de los aspectos que diferencian al hombre del animal; los animales, podemos suponer, a pesar de que tienen conocimiento directo con las informaciones sensibles, nunca están conscientes de su conocimiento directo. No me refiero a que ellos
duden
si ellos existen, mas de que ellos nunca han estado conscientes del hecho que ellos tengan sensaciones y sentimientos, como tampoco del hecho que ellos, sujetos de sus propias sensaciones y sentimientos, existen.

Hemos hablado del conocimiento directo con los contenidos de nuestras mentes como conciencia de uno mismo; pero no es, por supuesto, conciencia de su propio
ser
: es conciencia de pensamientos y sentimientos particulares. La pregunta sobre si podemos conocer directamente a nuestro propio ser, en oposición a nuestros pensamientos y sentimientos particulares, es una pregunta bastante difícil, sobre la que sería precipitado responder positivamente. Cuando tratamos de ver dentro de nosotros parece ser que siempre arribamos a un pensamiento o sentimiento en particular, y no hacia el “Yo” que tiene el pensamiento o sentimiento. No obstante hay algunas razones para pensar que conocemos directamente al “Yo”, a pesar de que este conocimiento es difícil de ser destrabado de otras cosas. Para hacer más claro el tipo de razón que hay, permítasenos considerar por un momento lo que nuestro conocimiento directo de los pensamientos particulares involucra.

Cuando me percato de “mi acto de estar viendo el sol” parece natural de que me percato de dos cosas distintas en relación de la una con respecto a la otra. Por un lado está la información sensorial que me representa al sol, por el otro está aquel que ve la información sensorial. Todo conocimiento por referencia, como aquel de mi información sensorial que representa al sol, parece con obviedad una relación entre la persona que se percata con el objeto que es percatado. Cuando un caso de conocimiento por referencia es uno que pueda ser conocido de la misma forma (cuando me percato de mi acto de percatar la información sensorial que representa al sol), está claro que la persona que se percata soy yo. Luego, cuando yo me percato de que veo el sol, el hecho entero del que me percato es “Me percato de mí mismo con la información sensorial”.

Aún más, sabemos que es verdad “Yo me percato de mí mismo con la información sensorial”. Es difícil ver cómo podemos saber esta verdad, o inclusive entender lo que significa, a menos que nos hayamos percatado con algo que llamamos “Yo”. No parece necesario suponer que nosotros nos percatamos de una persona más o menos permanente, la misma hoy que la de ayer, pero tampoco parece ser que debamos estar conscientes de esa cosa, cualquiera sea su naturaleza, que ve el sol y que se percata de las informaciones sensoriales. Luego, en cierto sentido parecería que debemos conocer nuestro propio Yo en oposición a nuestras experiencias particulares. Pero la cuestión es difícil y complicados argumentos pueden ser esgrimidos por una parte o por la otra. Entonces, a pesar de que muy
probablemente
nos percatamos de nosotros mismos, no sería sabio afirmar que sin duda esto ocurre.

Debemos por lo tanto añadir lo siguiente a lo que hemos dicho con respecto al conocimiento directo de las cosas que existen. Nosotros tenemos conocimiento sensorial de la información obtenida con nuestros sentidos exteriores, y en la introspección con la información de lo que podemos llamar sentido interno — pensamientos, sentimientos, deseos, etc.; obtenemos conocimiento de la remembranza de las cosas que han sido ya originadas por nuestros sentidos exteriores ya por nuestro sentido interno. Aún más, es probable, mas no cierto, que nos percatemos de nuestro propio ser, como algo que se percata de las cosas o de que tiene deseos de las cosas.

Además de nuestro conocimiento directo de las cosas particulares existentes, también tenemos el conocimiento directo con lo que hemos de llamar
universales
, es decir, las ideas generales como la
blancura
, la
diversidad
, la
hermandad
, y las demás. Cada enunciado completo debe contener al menos una palabra que sea un universal, ya que todos los verbos tienen un significado que es universal. Regresaremos al estudio de los universales más tarde, en el Capítulo IX; por ahora sólo es necesario protegernos contra la suposición de que lo que podemos percatarnos debe ser algo particular y existente. Cuando nos percatamos de los universales lo llamamos
concebir
, y de un universal del que estemos conscientes lo llamamos
concepto
.

Se verá que de entre los objetos que podemos conocer directamente no están incluidos los objetos físicos (en oposición a las informaciones sensoriales), como tampoco las mentes de la demás gente. Estas cosas nos son dadas al conocimiento por lo que llamo “conocimiento por descripción”, que ahora deberemos considerar.

Por una “descripción” me refiero a un enunciado con la forma “un tal-y-cual” o “el tal-y-cual”. Un enunciado con la forma “un tal-y-cual” lo deberé calificar como una descripción “ambigua”; una frase con la forma “el tal-y-cual” (en singular) la deberé calificar como una descripción “definitiva”. Luego “un hombre” es una descripción ambigua, y “el hombre con la máscara de hierro” es una descripción definitiva. Existen varios problemas con relación a las descripciones ambiguas, pero los ignoraré porque no tienen una importancia directa con la materia que estamos discutiendo, que es la naturaleza de nuestro conocimiento con respecto a los objetos en los casos en donde sabemos que hay un objeto que responde a una descripción definitiva, a pesar de que no tengamos
conocimiento directo
alguno con dicho objeto. Esta es una materia que concierne exclusivamente a las descripciones
definitivas
. Yo por lo tanto podré en adelante decir simplemente “descripciones” cuando me refiera a las “descripciones definitivas”. Luego una descripción significará cualquier enunciado de la forma “el tal-y-cual” en el singular.

Podemos decir que un objeto es “conocido por descripción” cuando conocemos que es “el tal-y-cual”, como cuando conocemos que es un objeto, y no más, que tiene cierta propiedad; y que generalmente implicará que no tenemos conocimiento directo del objeto. Sabemos que el hombre de la máscara de hierro existió, y muchas proposiciones son conocidas con respecto a él; pero no sabemos quien fue él. Sabemos que el candidato que obtenga mayor número de votos será elegido, y en este caso también muy probablemente conoceremos (en el único sentido en el que uno puede conocer a alguien más) al hombre que es, de hecho, el candidato que obtenga más votos; pero no sabemos cuál de los candidatos él es; por ejemplo no conocemos una proposición de la forma “A es el candidato que obtendrá más votos”, donde A es el nombre de uno de los candidatos. Debemos decir que sólo tenemos un “conocimiento descriptivo” del tal-y-cual cuando, a pesar de saber que el tal-y-cual existe, y a pesar de que posiblemente estemos relacionados con el objeto que es, de hecho, el tal-y-cual, aún así no conocemos alguna proposición “
a
es el tal-y-cual”, donde
a
es algo con lo que estamos relacionados.

Cuando decimos “el tal-y-cual existe”, nos referimos que hay un solo objeto que es el tal-y-cual. La proposición “
a
es tal-y-cual” significa que
a
tiene la propiedad tal-y-cual, y nada más. “El señor A es el candidato sindicalista para este distrito electoral” significa “El señor A es el candidato sindicalista para este distrito electoral, y nadie más”. “El candidato sindicalista para este distrito electoral existe” significa “alguien es el candidato sindicalista para este distrito electoral, y nadie más”. Luego, cuando nos percatamos de un objeto que es el tal-y-cual, sabemos que el tal-y-cual existe; pero podemos saber que el taly-cual existe cuando no hemos estado en relación con algún objeto que sepamos que es el tal-y-cual, e inclusive cuando no hemos estado en relación con ningún objeto que, de hecho, sea el tal-y-cual.

Las palabras comunes, también los nombres propios, son normalmente verdaderas descripciones. Es decir, el pensamiento en la mente usando correctamente el nombre propio de una persona puede ser expresado sólo de forma general si reemplazamos el nombre propio por una descripción. Es más, la descripción necesaria para expresar el pensamiento variará para personas diferentes, o para la misma persona en momentos diferentes. La única cosa constante (siempre que el nombre sea usado correctamente) es el objeto para el que el nombre se aplica. Mas mientras esto permanezca constante, la descripción particular involucrada normalmente no hace la diferencia sobre la verdad o falsedad de la proposición en donde el nombre aparezca.

Permítasenos dar algunos ejemplos. Suponga algún enunciado hecho con relación a Bismarck. Asumiendo que hay tal cosa como el conocimiento directo de uno mismo, el mismo Bismarck pudo haber usado su propio nombre directamente para designar a su propia persona que él conocía directamente. En este caso, si hizo un juicio sobre su persona, él mismo pudo ser el constituyente del juicio. Aquí el nombre propio tiene el uso directo al que siempre aspira, el de siempre nombrar al mismo objeto, y no como una descripción de ese objeto. Pero si una persona que conoció a Bismarck hizo un juicio sobre él, entonces la cuestión es diferente. Con lo que esta persona estuvo en contacto fue con ciertas informaciones sensoriales que conectó (correctamente, habrá que suponer) con el cuerpo de Bismarck. Su cuerpo, como cualquier objeto físico, y aún más su mente fueron conocidas sólo como el cuerpo y la mente conectadas con esas informaciones sensoriales. Es decir, fueron conocidas por descripción. Es, por supuesto, un asunto producto de la casualidad qué características sobre la percepción de un hombre aparecerán en la mente de un amigo cuando piensa en ese hombre; luego la descripción en la mente del amigo es accidental. El punto esencial es que él sabe que todas las diversas descripciones se aplican a la misma entidad, a pesar de no haber estado relacionadas directamente con la entidad en cuestión.

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