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Authors: Mari Jungstedt

Tags: #Intriga, Policíaco

Nadie lo ha visto (34 page)

BOOK: Nadie lo ha visto
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Emma se daba cuenta de lo cansada que estaba. Tenía que dormir. Sólo se levantó para ir al servicio. Todo le daba vueltas. El tiempo pasado en el búnker encerrada con Hagman parecía una eternidad, pensaba mientras escuchaba el chorrillo de pis en el inodoro. Se lavó, bebió un vaso de agua y volvió a la habitación.

Al lado de la cama había un jarrón con margaritas y clavelinas, y una tarjeta pegada a uno de los tallos. Sonrió al leerla. Era de Knutas. Le deseaba una pronta recuperación y le anunciaba que la llamaría al día siguiente.

Se metió en la cama. Ahuecó la almohada. Tenía el cuerpo lleno de magulladuras y le dolía la cabeza. Ahora sólo necesitaba dormir.

Cuando se disponía a apagar la lámpara de la mesilla de noche, reparó en un jarrón con rosas amarillas que había en la ventana.

Sacando fuerzas de flaqueza se levantó de la cama y encontró un sobre dentro del ramo. Contenía una tarjeta de Johan.

«¿Quieres compartir un huerto de patatas conmigo?».

K
nutas dio una calada fuerte a la pipa, lo cual le provocó un violento acceso de tos. Normalmente apenas fumaba, sólo se entretenía con la pipa, que cargaba de tabaco y aspiraba sin encenderla. Un método muy eficaz para evitar el cáncer de pulmón. Pero los últimos días había fumado más que nunca. Dentro de media hora se iba a reunir el grupo que había dirigido la investigación, para redactar un informe acerca de los trágicos sucesos que habían convulsionado Gotland aquel verano.

Repasó mentalmente los acontecimientos.

Cuando estaba sentado en el barracón del camping de Sudersand, lo llamó su colega Lars Norrby desde Visby.

Le contó que un vecino de Gunilla Olsson había reconocido a Jens Hagman como el hombre a quien viera junto a la casa de Gunilla las semanas anteriores a su muerte. «Qué sangre fría ha tenido —pensó Knutas—. Se ha preocupado de trabar amistad con ella antes de asesinarla».

Fue al propio Knutas a quien se le ocurrió que Jens Hagman podía haberse escondido en uno de los viejos búnkeres del ejército que había en Farö, donde eran muy numerosos. La policía peinó el noroeste de la isla, y no tardaron mucho en encontrar el coche de Hagman en el bosque. El Saab estaba precariamente camuflado con ramas de enebro, pero se hallaba en un lugar tan protegido que era muy difícil que lo descubrieran desde el aire.

Knutas se reprochaba a sí mismo que el drama hubiera terminado con la muerte de Hagman.

Karin Jacobsson sufrió una fuerte conmoción y se vio obligada a permanecer unos días en el hospital. Ni siquiera había herido a una persona antes, y ahora corría el riesgo de que la acusaran de haberse extralimitado en sus funciones, e incluso de homicidio por imprudencia. Eso lo diría la investigación interna que debía llevar a cabo la policía de Estocolmo. En realidad, el fallo había sido suyo. Él era quien dirigía la operación. Quizá las cosas hubieran sido diferentes de no haber aceptado las condiciones de Hagman. Si hubiesen pedido un mediador, o incluso asaltado el búnker…

Suspiró profundamente. Era imposible saberlo.

Había pensado mucho en Hagman. Toda su vida estuvo marcada por el odio, que arraigó con fuerza dentro de él durante la infancia. Era evidente que aquello afectó a todas sus relaciones con las mujeres. Jamás logró mantener ninguna relación con ellas. Vivía solo y tenía problemas en el trato social. Colgó los estudios en la universidad y trabajaba vigilando los torniquetes de acceso en el metro de Estocolmo. Incluso la relación con su hermana era tirante. Nunca se habían llevado bien, pese a que la diferencia de edad era sólo de dos años.

Los padres no hicieron nada por mejorar la relación entre los hermanos. La madre favoreció siempre a la hermana. El padre, Jan Hagman, con los años, se ocupó cada vez menos de la familia. Se replegó en sí mismo, igual que la madre. Ninguno de los dos fue consciente de lo que le estaba pasando a su hijo: las humillaciones a que fue sometido, su soledad, la angustia que sentía… El resultado fue desolador.

Los hijos se convirtieron en dos islas incomunicadas, cuyas vidas flotaban a merced de la corriente, sin apoyo ni ayuda de nadie. Cada uno de ellos debía ocuparse de sus propios problemas y de su vida afectiva. No había ninguna unión, ningún compromiso familiar.

En cierto modo, podía comprender a Jens Hagman. Tal vez no fuera necesario ser un enfermo psíquico para llegar a cometer un asesinato. Quizá bastaría con haber sido cruelmente humillado.

Lo de la mala relación con los padres era como un hilo conductor a lo largo de toda aquella investigación. También sucedía con las víctimas. Tanto Helena Hillerström como Frida Lindh y Gunilla Olsson tuvieron relaciones tensas con sus padres. Knutas tenía la impresión de que otro tanto ocurría con Emma Winarve. Era algo que víctimas y asesino tenían en común. Se preguntaba qué importancia podría haber tenido aquello para que los hechos se desarrollaran como lo hicieron.

Se levantó y contempló el aparcamiento, en el que daba un sol de justicia. Una mariquita trepaba por la repisa de la ventana. La dejó que subiera hasta su dedo y abrió la ventana.

La mariquita desplegó las alas y desapareció volando.

MARI JUNGSTEDT, (Estocolmo, 1962). Se ha consolidado como una de las autoras de más éxito de la novela negra escandinava. Licenciada en periodismo, trabajó durante diez años en la televisión sueca. La serie protagonizada por el comisario Anders Knutas y el periodista Johan Berg se ha publicado en más de quince países y dos de sus títulos han sido adaptados al cine.

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