Los gatos no efectúan esos poderosos actos tipo suavizador con las patas traseras. En su lugar, emplean los dientes para morder las viejas vainas de las uñas de atrás.
Una segunda función del suavizamiento de las patas delanteras es el ejercicio y fortalecimiento del mecanismo de retracción y protrusión de las garras, tan vital para capturar a las presas, luchar con los rivales y trepar.
Una tercera función, insospechada para la inmensa mayoría de la gente, es la de marcar el territorio por los olores. Tienen unas glándulas odoríferas en la parte inferior de las garras delanteras, que frota vigorosamente contra la tela del mueble donde ha clavado las uñas. Al suavizar rítmicamente, garra izquierda, garra derecha, el olor se adhiere a la superficie de la tela y lo frota, depositando su firma personal en el sillón. Y ésta es la razón de que sea siempre nuestro sillón favorito el que sufra la máxima atención, porque el gato lo que hace es responder a la propia fragancia personal, y añadir la suya a la humana.
Algunas personas compran un costoso poste en las tiendas de animales domésticos, cuidadosamente impregnado con nébeda para hacerlo más tentador, y se ven amargamente decepcionadas de que el gato ignore rápidamente el instrumento y vuelva al mueble. El colgar del poste una vieja y sudada camiseta ayuda más a resolver el problema, pero si un gato ya ha elegido un sillón o una parte especial de la casa, como su «lugar para suavizarse», en dicho caso es tremendamente difícil alterar ese hábito.
En su desesperación, algunos dueños de gatos recurren a la práctica cruel de quitarles las uñas a sus animalitos.
Aparte del daño físico que eso supone, también resulta Psicológicamente perjudicial para el gato y lo coloca en seria desventaja en las persecuciones en que deba trepar, en la caza y en las relaciones sociales felinas. Un gato sin uñas no es un verdadero gato.
Cuando entras en un cuarto en el que un gato está tumbado en el suelo, y le diriges unas palabras cariñosas de salutación, puede éste responder rodando sobre su lomo, estirando las patas todo lo que pueda, bostezando, ejercitando las uñas y moviendo gentilmente el rabo.
Mientras lleva a cabo todas esas acciones, se te queda mirando, comprobando cuál es tu estado de ánimo. Ésta es la forma en que un gato te ofrece una reacción pasiva amistosa, y es algo que sólo ofrece a los íntimos de la familia. Pocos gatos se arriesgarían a una salutación así, en el caso de que la persona que entre en la estancia sea un desconocido, porque la postura de ofrecer la barriguita hace al animal en extremo vulnerable. En efecto, ésta es la esencia de su amistad. En realidad, el gato está diciendo: me vuelco y te enseño mi barriga tan vulnerable en prueba de confianza.
Un gato más activo correrá hacia ti y comenzará a rozarse en tu pierna como forma de saludo amistoso, pero uno más perezoso y soñoliento preferirá enseñarte su barriguita. El bostezo y el estiramiento que lo acompañan reflejan la somnolencia del animal, una somnolencia que está dispuesto a interrumpir el menor tiempo posible. La leve oscilación de la cola indica que está dudando entre seguir estirándose y saltar para aproximarse al recién llegado.
No siempre es seguro dar por supuesto que un gato que te enseña su barriga está preparado para permitirte acariciarle esta zona tan blanda. Tal vez parezca estar ofreciéndotelo, pero con frecuencia un intento de acariciarle se encuentra con el golpetazo de su garra irritada. La región de la barriga está tan protegida por el gato que encuentra desagradable el contacto en ese sitio, excepto en el caso en que entre el gato y su dueño haya mucha, pero que mucha confianza. Un gato así puede confiar tanto en una familia humana que permita que le hagan cualquier cosa. Pero el gato más típico y cauteloso pone unos cotos cuando alguien se acerca a sus partes más blandas.
En parte, para realizar un amistoso contacto físico con uno, pero aquí hay algo más. Por lo general, el gato empieza por apretarse contra ti con la parte superior de la cabeza o con un lado de su cara; luego se frota a todo lo largo de su flanco y, finalmente, puede hacer ondear levemente la cola a tu alrededor. Tras esto alza la vista y luego repite el proceso, en ocasiones varias veces. Si adelantas la mano y le acaricias, le estimulas a seguir rozándose contigo y, a menudo, empujará el lateral de su boca contra tu mano, o apretará hacia arriba con la parte superior de la cabeza. Luego, llegado el momento y una vez completado su ritual de saludo, se alejará, se sentará y comenzará a lamerse el pelaje.
Todos esos elementos tienen una significación especial.
En esencia, lo que el gato hace es llevar a cabo un intercambio de olores entre tú y él. Posee unas glándulas especiales en las sienes y en el aliento. Otra está situada en la raíz de la cola. Sin que te des cuenta, tu gato te ha marcado con su aroma procedente de esas glándulas. La fragancia felina es demasiado delicada para nuestro burdo olfato, pero es importante que los amistosos miembros de la familia del gato compartan los olores de esta forma. Esto le hace al gato sentirse más en casa con sus compañeros humanos. Y también le es importante rastrear con el olfato y lo consigue con el flanco, el elemento de frotamiento de su saludo, luego se sienta y lo «prueba» con su lengua, tan sólo con lamerse el pelaje que acaba de frotar tan cuidadosamente contra nosotros.
Uno de los problemas que tienen los gatos para acomodarse a la compañía humana es que somos demasiado altos para ellos. Oyen nuestras voces que proceden de lo que para ellos es una gran altura, y les resulta difícil saludar en su forma acostumbrada a semejante gigante. ¿Cómo pueden realizar la típica salutación de gato a gato frotándose las caras mutuamente? La respuesta es que no es posible. Tienen que frotarse contra nuestras piernas o contra la mano que les tendemos. Pero está en su naturaleza dirigir sus saludos más hacia la región de la cabeza, y así lo intentan con un pequeño movimiento: alzan del suelo las dos patas delanteras rígidas, y dando un salto elevan el cuerpo durante un breve instante y en seguida lo dejan caer quedando a cuatro patas. Este salto de salutación tiene, por lo tanto, un carácter simbólico del contacto cabeza contra cabeza.
Para llegar a esta conclusión nos basamos en la forma en que los gatitos saludan a su madre cuando regresa al nido.
Si sus patas no se han desarrollado suficientemente para poder dar un «salto», los gatitos llevan a cabo una modesta versión de este movimiento alzando las cabezas hacia la madre. En su caso, esto no es muy difícil de hacer, y la gata les ayuda bajando su propia cabeza hasta la de ellos, pero el salto incipiente está ya claramente marcado.
Junto a las salutaciones de frotamiento, el contacto cabeza con cabeza constituye un método felino de mezclar los olores de cada uno y convertirlos en una familia de aromas compartidos. Algunos gatos usan de su iniciativa para recrear un mejor contacto con la cabeza al saludar a su amigo el hombre. En vez del triste salto simbólico, saltan hasta un mueble cercano a la persona para estar más cerca a la hora de efectuar un cariñoso roce de cara contra cara.
Todos los dueños de gatos han experimentado el momento en que su gato salta y, con cautelosos movimientos, se acomoda en su regazo. Tras una breve pausa, comienza a apretar hacia abajo, primero con una garra delantera y luego con la otra, alternándolas en un amasamiento rítmico o en una acción de pisoteo. El ritmo es lento y deliberado, como si el animal estuviese marcando el tiempo a cámara lenta. A medida que el pisoteo se hace más intenso se puede sentir el roce de las garras, y es en este momento cuando el propietario, por lo general, empieza a irritarse y aleja al gato de sí, o lo coge con cuidado y lo deposita en el suelo. El gato se consterna ante este rechazo, y los dueños quedan asimismo perplejos cuando, tras cepillarse unos cuantos pelos de gato descubren que el animal ha estado babeando mientras pisoteaba. ¿Qué significa todo esto?
Para dar con la respuesta es necesario observar a los gatitos alimentándose en la teta. Se observa que hacen lo mismo con las pequeñas garras amasando el vientre de su madre. Se trata de los movimientos que estimulan el flujo de la leche a los pezones y el babeo es parte del «hacerse la boca agua» ante el delicioso alimento que está a punto de llegar. Este «pisoteo de la leche», como se le llama, se hace a un ritmo muy lento, aproximadamente a un golpe cada dos segundos, y siempre va acompañado por un ronroneo muy audible. Por lo tanto, lo que sucede cuando el animal adulto amasa en el regazo de su amo debe interpretarse como reminiscencia de su conducta infantil. Se presenta cuando el propietario se sienta de forma relajada, y parece como si le dijera al gato:
—Soy tu madre y me encuentro aquí tumbada, dispuesta a alimentarte con el pecho.
El gato adulto puede regresar así a su época de gatito y tumbarse, ronroneando la mar de contento y «creerse» que con esos movimientos estimulará el suministro lácteo.
Desde el punto de vista del gato se trata de un momento cálido y amoroso, y el ser arrojado de allí de mala manera por un amo al que le ha clavado las uñas, constituye algo por completo inexplicable. Ninguna buena gata madre se portaría nunca de modo tan negativo. La gente reacciona más bien de una manera diferente. Para el gato son claramente figuras maternales, porque les suministran leche (en un plato) y otros alimentos, y se sientan mostrando su parte inferior de forma invitadora, pero una vez se produce la reacción del pisoteo de la leche, de repente y con una reacción rara, se alteran y alejan de ellos al seudoinfante.
Se trata de un clásico ejemplo del mal entendimiento al que se puede llegar entre humanos y gatos. Muchos de ellos podrían evitarse al admitir que un gato doméstico adulto sigue siendo un gatito en su conducta respecto a su amo seudopadre.
Esta acción se toma siempre cómo indicativa de la extrema pulcritud del gato. A los dueños de perros con frecuencia les refriegan este hecho los propietarios de gatos, insistiendo en la superioridad de los felinos sobre los cánidos. Sin embargo, calificar como señal de higiene el enterrar las heces no se sostiene tras una investigación a fondo.
La verdad es que los gatos entierran sus heces para evitar que se propague su olor. Enterrar las heces es el acto de un gato subordinado, temeroso de su posición social. Se han encontrado las pruebas al examinar de cerca el comportamiento social de los gatos salvajes. Se ha descubierto que los gatos dominantes, lejos de enterrar sus heces, las colocan en un altozano «como anuncio», o en cualquier otro punto elevado dentro de su medio ambiente donde el olor sea aventado para producir el máximo efecto.
Sólo los gatos más débiles y los más sumisos son los que ocultan sus heces. El hecho de que nuestros gatos domésticos parezca que siempre cumplen con semejante rutina, nos da una idea de la medida en que se ven a sí mismos dominados por nosotros (y también, tal vez, por los otros gatos de la vecindad). Esto no resulta sorprendente.
Físicamente somos más fuertes que ellos, y dominamos por completo lo más importante en la vida de los felinos: el suministro de alimentos. Nuestro dominio arranca de su estadio de gatito, siguió en adelante y nunca se ha puesto seriamente en duda. Incluso los grandes felinos, como los leones, pueden mantenerse en este rol subordinado durante toda la vida, por parte de sus amistosos dueños, por lo que no resulta nada sorprendente que el gato doméstico esté permanentemente temeroso de nosotros y, por lo tanto, se asegure siempre de enterrar sus heces.