Authors: Laura Gallego García
Se esforzó por alejar aquellas preocupaciones de su mente. Se volvió hacia Jack y le sonrió.
Estaban aún bajo el pórtico de entrada, sin atreverse a salir al patio. Había mucha gente fuera: personajes importantes, como Gaedalu, Qaydar, Covan y algunos otros caballeros y nobles de Vanissar. También estaban allí sus amigos: Alsan, Shail, Zaisei. Y muchas otras personas a las que no conocían.
—Para haber avisado con tan poca antelación —murmuró Jack, nervioso de pronto—, se ha reunido mucha gente, ¿verdad?
—Hurra por nuestro gran poder de convocatoria —respondió ella, alicaída. Jack la miró, y se dio cuenta de que estaba temblando como un flan.
—¿Estás asustada? No deberías estarlo; al fin y al cabo, tienes en esto más práctica que yo —bromeó.
—Lo de anoche no se parecía en nada a esto —replicó Victoria—. Y, además, sigue siendo algo nuevo para mí. —Lo miró, y sonrió—. Es la primera vez que hago esto contigo. Quiero que sepas... —tragó saliva, y continuó, un poco sonrojada— que me hace mucha, muchísima ilusión.
—A mí también —aseguró Jack, emocionado—. Aunque habría preferido algo más íntimo.
—Y yo —suspiró Victoria—, pero no podemos decepcionarlos ahora, ¿verdad?
Jack sonrió otra vez.
—Hay algo que tengo que decirte —susurró—. No es muy importante, pero quería decírtelo.
—¿De qué se trata?
—Anoche, durante tu ceremonia de bendición de la unión con Christian... dijiste tu nombre. Tu nombre completo, quiero decir.
El nombre que tenías en la Tierra. Supongo que ya lo sabía de antes porque lo debo de haber visto escrito en alguno de tus libros de texto, pero no había prestado atención y no lo recordaba. Eres Victoria d'Ascolli. Para mí siempre habías sido simplemente Victoria.
Ella sonrió.
—¿A dónde quieres ir a parar?
Jack la miró con seriedad.
—¿Sabes acaso cómo me llamo yo? ¿Conoces mi nombre completo?
Victoria abrió la boca para responder, pero enseguida la cerró y negó con la cabeza. Jack sonrió otra vez.
—Me llamo Jakob Redfield. —Se rió al ver la cara de desconcierto que puso ella—. Jakob es un nombre danés, me lo puso mi madre. Pero mi padre era inglés y solía llamarme, simplemente, Jack.
—Creía que Jack era el diminutivo de John —murmuró ella, aún consternada.
—En mi caso, no. En realidad mi padre debería haberme llamado Jake, pero le gustaba más Jack.
—Jakob Redfield —repitió Victoria en voz baja—. Se me hace raro. Es como si me estuvieses hablando de otra persona.
Jack sonrió ampliamente.
—¿Verdad que sí? En fin, sé que esto no es exactamente una boda, pero se le parece mucho, y además vamos a tener un niño... así que me pareció obvio que por lo menos deberías saber mi nombre... antes de que lo pronuncie ante el sacerdote y te lleves una sorpresa.
—Puede que en el fondo no sea tan importante —opinó Victoria—. Al fin y al cabo... no es más que un nombre, ¿no? —Se rió, y recordó a Christian. Se preguntó, de pronto, dónde estaría, si se habría marchado ya, o si se había quedado cerca para observar la ceremonia desde las sombras—. Por otro lado —añadió—, aunque mi nombre oficial es Victoria d'Ascolli, en realidad no era ese el apellido de mis padres. Fui adoptada, ¿recuerdas?
—Victoria d'Ascolli suena muy bien —comentó Jack—. Suena elegante.
—Mi abuela siempre fue muy elegante —sonrió Victoria—. Ojalá estuviese aquí hoy —añadió, con la voz teñida de emoción.
Jack la tomó de las manos para consolarla. Victoria tragó saliva, parpadeó y sacudió la cabeza. El muchacho la contempló con cariño.
—Estás guapísima hoy.
Victoria enrojeció y se recogió un poco el borde del vestido, que se ajustaba justo debajo del pecho, dejando el vientre y la cintura sueltos. Era blanco, pero solo la capa inferior; livianos velos de gasa verde caían por su espalda y desde su cintura. Delicados bordados en plata adornaban el bajo de la túnica.
Jack la tomó de la barbilla y le hizo alzar el rostro hacia él. También la habían peinado con esmero, retirándole el cabello de la cara y dejándolo suelto sobre sus hombros. El joven no podía dejar de mirarla.
Durante un instante, todo el universo pareció detenerse a su alrededor. Se quedaron prendidos en los ojos del otro, saboreando toda una constelación de sensaciones.
—Te quiero —dijo Jack simplemente, y la besó con ternura.
El breve suspiro de Victoria quedó ahogado en aquel beso.
—Yo también a ti —susurró ella, temblando, cuando apoyó la cabeza en su hombro.
Jack demoró un poco más el instante de la separación. Cuando se apartó de ella, con delicadeza, aún sonreía.
—Pues que todo el mundo se entere —declaró—. ¿Estás preparada?
Victoria asintió. Jack deslizó una mano hasta su vientre.
—¿Y tú, pequeñín? ¿Listo?
Una enérgica patada pareció ser la respuesta. Los dos sonrieron.
Jack tomó a Victoria de la mano. Ambos inspiraron profundamente y salieron al patio. Cuando se percataron de su presencia, todos se volvieron para mirarlos.
Jack oprimió con fuerza la mano de Victoria y alzó la cabeza con aplomo. Juntos, los dos recorrieron la distancia que los separaba del altar. Allí los aguardaba Ha-Din.
—Bienvenidos —sonrió el Padre Venerable—. Celebro veros juntos otra vez.
—Gracias, Padre —respondió Jack. Victoria corroboró sus palabras con una inclinación de cabeza.
—La ceremonia de la bendición de la unión —prosiguió Ha-Din—, es motivo de alegría para la pareja y sus allegados. Es una forma de decir a todo el mundo que sentís algo el uno por el otro, un vínculo sólido y verdadero, que deseáis que sea duradero y que os aporte a ambos paz y felicidad. El vínculo es parte de vosotros mismos. Nace del corazón de cada persona y la une a aquellos que más le importan. Los vínculos son algo íntimo y privado, y los sacerdotes no podemos crearlos ni deshacerlos; solo dar testimonio de que existen... o de que no.
»Vuestro caso es especial. Que se sepa, nunca antes había existido un vínculo de esta naturaleza entre un dragón y un unicornio.
Pero también es cierto que nunca antes había habido dragones y unicornios con cuerpos y almas humanos. Por esta razón, vuestra relación es tan importante para todo el mundo. Sois el símbolo de Idhún. Sois el último dragón y el último unicornio. Y los dioses os han dado cuerpos humanos que pueden procrear.
El rostro de Victoria se había ensombrecido. No era aquello lo que esperaba. Dirigió una mirada fugaz a Jack, y vio que él también se había puesto serio.
—A pesar de todo ello —continuó el Padre—, esto sigue siendo una ceremonia de bendición de la unión. Una ceremonia que celebra un vínculo privado y personal que no debería concernir a nadie más. Por eso, antes de seguir, necesito saber que venís por voluntad propia, porque lo deseáis de corazón, y no porque se os haya presionado o porque creáis que es vuestro deber.
Hubo murmullos apagados entre el público. Ha-Din sonrió al percibir el desconcierto de ambos jóvenes. También supo que Alsan lo taladraba con la mirada, pero no se inmutó.
Victoria fue la primera en hablar.
—Yo he venido porque lo deseo —dijo—. Puede que hubiese preferido que la ceremonia se llevase a cabo de otra manera, pero no estoy en contra de que se celebre. Quiero hacer esto. De todo corazón.
Oprimió con fuerza la mano de Jack, que sonrió.
—Yo también he venido por voluntad propia —dijo.
Ha-Din asintió con placidez.
—No esperaba menos de vosotros. Ahora es vuestro turno: decid vuestros nombres.
—Mi nombre humano es Victoria d'Ascolli —dijo Victoria—. Mi nombre de unicornio es Lunnaris.
Jack la miró aprobadoramente. Se preguntó si Victoria había pensado en aquella fórmula después de su unión con Christian, o se le había ocurrido en aquel mismo momento de forma espontánea. De cualquier modo, le gustó.
—Mi nombre de humano es Jakob Redfield, o Jack, para los amigos —dijo—. Mi nombre de dragón es Yandrak.
Ha-Din sonrió.
—Hablad de vuestra relación y de vuestros sentimientos —los invitó.
Fue Jack quien empezó. Rememoró el momento en que había conocido a Victoria, recordó cómo había empezado a sentirse atraído por ella al llegar a la adolescencia. No dio detalles, porque había mucha gente presente, gente extraña; pero Ha-Din no los necesitaba. Bastaba con que él recordase cada momento, aunque no lo expresase en voz alta. Porque los recuerdos despertaban en su interior las emociones más puras y sinceras. Porque le hacían olvidarse de lo que sucedía a su alrededor para pensar solamente en Victoria.
Ella, a su vez, evocó el momento en que se habían reencontrado, después de dos años separados. Ambos se rieron al recordarse en la puerta del colegio de Victoria, felices de volver a verse pero demasiado tímidos como para demostrarlo.
Después, callaron un momento. En silencio, recordaron su primer beso, sus primeros momentos juntos, cada instante que les había pertenecido solo a ellos dos. Victoria se ruborizó levemente al evocar algunas escenas más íntimas. Jack tragó saliva, un tanto azorado. Ha-Din sonrió al percibir los sentimientos de ambos. Estaba claro que no iban a hablar en público de aquellos momentos privados, pero no hacía falta. El celeste detectaba ya, con total claridad, la ternura y la pasión que emanaban de ellos.
—Una relación hermosa y sincera —comentó, bajándolos a ambos de la nube—. Pero, ¿qué hay de los malos momentos?
Victoria cerró los ojos al recordar las discusiones, los celos y las suspicacias. Jack inspiró hondo y revivió el dolor de creer que Victoria lo abandonaría en cualquier momento para irse con el shek.
—La nuestra es, a veces, una relación difícil —reconoció Victoria.
No dijo nada más. Sobrevino un breve silencio, mientras ambos evocaban algunos de aquellos momentos dolorosos. Ha-Din entornó los ojos para percibir con mayor claridad los sentimientos de dolor, recelo, miedo e inseguridad. Claro que era una relación difícil. Victoria también estaba enamorada de otro hombre, pero Jack no tenía la menor intención de renunciar a ella.
Ha-Din valoró todo esto en conjunto. Valoró los buenos momentos y los malos, los sentimientos positivos y los negativos. Y después, lentamente, preguntó.
—Pese a todo, ¿queréis seguir juntos?
—Sí —respondió Jack sin dudar.
—Sí —dijo Victoria con aplomo.
Ha-Din dio un paso atrás y los contempló. Sí, allí estaba el lazo. Lo había visto en multitud de ocasiones, cuando ambos estaban juntos. Un fino cordón de energía que los unía y que resplandecía como si estuviese trenzado con rayos de los tres soles. Un vínculo sólido.
—Existe un lazo entre vosotros —anunció por fin—. Un lazo fuerte, hermoso y sincero. Y no son solo vuestras palabras las que dan fe de ello, sino también vuestros sentimientos. Soy testigo ante los dioses de que os amáis, y suplico a los Seis que derramen todas sus bendiciones sobre vosotros, que vuestro lazo perdure y que os colme de felicidad a ambos.
Victoria sonrió, emocionada, mientras el público estallaba en vítores, aplausos y buenos deseos para la pareja. Jack la besó con intensidad; no sabía si aquello era o no apropiado en aquella ceremonia, pero no le importaba.
Aún en brazos de Jack, Victoria detectó, por encima de su hombro, una sombra fugaz en las almenas. Fue apenas un instante y enseguida desapareció, pero no pudo engañarla. Sonriendo para sí, Victoria comprendió que Christian no había podido resistir la tentación de asistir... a su manera. Le dio las gracias mentalmente, pero no obtuvo respuesta. No le sorprendió. El shek sabía ser discreto cuando era necesario, y sabía que aquel momento, aquel día, era solo de Jack y de Victoria.
Enseguida se vieron rodeados de gente que se acercaba para felicitarlos. Victoria, algo aturdida, permaneció junto a Jack, mientras murmuraba agradecimientos y trataba de ubicar todas las caras. Tuvo la sensación de que había incluso menos gente de la que le había parecido en un principio. Demasiados desconocidos, pensó, turbada, y echó de menos a los que no estaban allí: a Christian, a Kimara, a Allegra... al Alsan que había conocido tiempo atrás, en Limbhad. Alzó la cabeza y lo buscó entre la multitud. Lo vio un poco más lejos, mirándola fijamente. Su rostro era una máscara inexpresiva, pero la fulminaba con la mirada, y a Victoria le apenó no ver el más mínimo rastro de cariño en sus ojos. Se preguntó, inquieta, si aquello era obra del brazalete que llevaba o si, por el contrario, había cometido un crimen tan horrible como para que él no pudiera perdonarla, como para que la rechazase hasta ese punto. Junto con Shail, Alsan había sido casi como su hermano mayor en los tiempos de la Resistencia. ¿Tanto habían cambiado todos?
Detectó a Shail un poco más allá. Estaba junto a Zaisei, diciéndole algo al oído. Ella se había ruborizado. Descubrió a Gaedalu mirándolos casi con la misma cara con que Alsan la había estado observando a ella. Shail debió de advertirlo, porque se apartó un poco de Zaisei. Fue entonces cuando sus miradas se cruzaron, y el mago le dedicó un saludo y una cálida sonrisa que hizo que Victoria se sintiese un poco mejor.
Jack la tomó de la mano y la arrastró lejos del corro de gente. Trató de llevarla hasta el pórtico, de nuevo, pero Victoria se detuvo de pronto y miró a su alrededor, extrañada.
—¿Qué sucede? —preguntó él, inquieto.
—¿No notas que hay menos luz? Como si, de repente, el hechizo de los magos tuviese más fuerza.
Por un instante, la esperanza de que Irial se hubiese retirado prendió en sus corazones. Pero les bastó con alzar la cabeza hacia el cielo para que fuera sustituida por un profundo horror.
Sobre sus cabezas había aparecido, de pronto, una enorme espiral de nubes que giraba lentamente, cubriendo los soles por completo. Incluso a través del conjuro de oscuridad que protegía el castillo podían ver con claridad el resplandor sobrenatural que emitía aquel torbellino, como si hubiera cientos de relámpagos trenzándose en su interior; el color de aquella masa nebulosa, de un violáceo intenso, tiñó por un momento sus aterrados rostros, dándoles un aspecto fantasmal. De pronto, el cielo entero emitió un espantoso crujido, y se levantó un viento huracanado que sacudió las ropas de todos e hizo gritar a algunas mujeres. Todos se habían quedado mirando el cielo, horrorizados, pero una nueva ráfaga de aire tumbó algunos asientos e hizo perder el equilibro a los más livianos, y Jack reaccionó: