Ser Cristiano (21 page)

Read Ser Cristiano Online

Authors: Hans Küng

Tags: #Ensayo, Religión

BOOK: Ser Cristiano
11.21Mb size Format: txt, pdf, ePub

De estas dos perspectivas se hace patente que si el cristianismo quiere significar o volver a significar algo para los hombres de las otras religiones y para los humanistas actuales, nada logrará repitiendo simplemente lo que otros dicen o remedando lo que otros hacen. Tal cristianismo de papagayos no tiene ningún relieve ni para las religiones ni para los humanismos. Así, se torna irrelevante y superfluo. De nada sirven por sí
solas
la actualización, la modernización y la solidaridad. Los cristianos y las Iglesias cristianas deben saber lo que quieren, lo que tienen que decirse a sí mismos y a los demás. Con una apertura sin restricciones hacia los otros —no es menester insistir de nuevo en ello— deben saber traducir lo propio y privativo suyo en palabras, valores y realizaciones. Es decir, el cristianismo, en definitiva, no puede ser o hacerse relevante más que activando (en la teoría y en la praxis, como siempre) el
recuerdo de Jesús
en cuanto
determinante último
, o sea, activando el recuerdo de Jesús el Cristo, no simplemente de Jesús como uno de los «hombres decisivos»
[11]
.

Si el teólogo norteamericano, que se ocupa sobre todo de la psicología, sociología y politología, o el intelectual cristiano comprometido de Francia, España, Alemania u Holanda, o el revolucionario de Sudamérica, o el capellán universitario en la islámica Yakarta, o el misionero de África o la India, o incluso una condesa romana educada católicamente preguntan perplejos qué es lo propiamente cristiano o qué distingue al cristianismo de las otras religiones o cuasi-religiones, filosofías o concepciones del mundo, ello se debe a que buscan abstractamente la respuesta en cualquier postulado, concepto, principio o idea. Pero allí no pueden encontrarla porque no es posible reducir el cristianismo, como su mismo nombre podría sugerir, ni a determinadas ideas, aunque eternas, ni a principios abstractos ni a actitudes humanas. Todo el cristianismo queda en el aire cuando se le separa del fundamento sobre el que está edificado: este Cristo. Un cristianismo abstracto es intrascendente para el mundo. En el fondo, los cristianos deberían saber esto. Con sorprendente connaturalidad, sin embargo, suelen suponer que ya saben quién y qué es este Jesucristo. De esta manera, no esperan de él ninguna respuesta. La buscan en otro sitio: en una filosofía o concepción del mundo, en la cultura de la juventud, en la
black culture
, en la India, en un tercer mundo romántico o en cualquier otro refugio cultural o ideológico de la Edad Moderna, en el psicoanálisis o la sociología, en la cibernética, la lingüística, el estudio del comportamiento, en la más reciente y novedosa moda científica. Una contrapregunta: ¿cómo sabe el cristiano con tanta seguridad quién y qué es este Jesucristo? ¿No será quizá Jesús, dentro y fuera de la cristiandad, el desconocido que hace del cristianismo un conocido «desconocido»?

Repitamos de nuevo a grandes rasgos, aunque en forma todavía provisional, que sólo partiendo de este Cristo resulta posible responder a las apremiantes preguntas que en todos lados se formulan cristianos y no cristianos sobre la
diferenciación de lo cristiano
. Valgan como prueba algunos ejemplos.

Primer ejemplo: un ágape celebrado en Kabul entre cristianos y musulmanes en un clima de profunda fe en Dios, en el curso del cual se emplean plegarias de la tradición cristiana y sufita, ¿es una verdadera celebración eucarística cristiana? Respuesta: semejante celebración de la cena puede ser una auténtica y hasta muy laudable celebración litúrgica. Pero sólo será una celebración cristiana de la eucaristía si conmemora específicamente a este Jesucristo
(memoria Domini)
.

Segundo ejemplo: la inmersión de un hindú en las aguas del Ganges en Benarés, hecha con todo fervor y confianza en Dios, ¿puede identificarse con el bautismo cristiano? Respuesta: semejante inmersión es, sin duda, un rito de purificación enormemente significativo y saludable desde el punto de vista religioso. Pero sólo sería un bautismo cristiano si se administrara en el nombre de Jesucristo.

Tercer ejemplo: un musulmán de Beirut que tiene en alto aprecio todos los dichos de Jesús recogidos en el Corán —que son muchos—, ¿es ya cristiano? Respuesta: es un buen musulmán, siempre que el Corán conserve para él su carácter vinculante, y a su modo puede conseguir la salvación. Pero sólo es cristiano cuando, para él, ya no es Mahoma
el
profeta y Jesús su precursor, sino que este Cristo Jesús pasa a ser para él el determinante último.

Cuarto ejemplo: la lucha por ideales humanitarios, por los derechos humanos y por la democracia en Chicago, Río, Auckland o Madrid, ¿es un anuncio cristiano? Respuesta: es un compromiso social obligado e inaplazable para cada cristiano en particular y para las Iglesias cristianas en general. Pero sólo es proclamación cristiana cuando se hace valer en la sociedad actual lo que hay que decir partiendo de este Jesucristo.

Supuesta la clarificación llevada a cabo en la primera parte y la concretización que ha de tener lugar en la segunda, tercera y cuarta, para evitar desde ahora confusiones y malentendidos innecesarios, podemos y, creo yo, hasta debemos aventurar sin discriminación alguna las precisiones siguientes:

  • No es cristiano todo lo verdadero, bueno, bello y humano. Nadie puede negarlo: también fuera del cristianismo hay verdad, bondad, belleza y humanidad. Sin embargo, es legítimo llamar cristiano a todo lo que, en la teoría y en la praxis, tiene una relación positiva y expresa con Jesucristo.
  • No es cristiano todo hombre de verdadera convicción, sincera fe y buena voluntad. Nadie puede olvidarlo: también fuera del cristianismo hay verdadera convicción, sincera fe y buena voluntad. En cambio, es legítimo llamar cristianos a todos aquellos cuyo vivir y morir está últimamente determinado por Jesucristo.
  • No es Iglesia cristiana todo grupo de meditación o de acción, toda comunidad de hombres comprometidos que, para salvarse, procuran llevar una vida honesta. Jamás se debería haber puesto en duda: también en otros grupos fuera de la Iglesia hay compromiso, acción, meditación, honradez de vida y salvación. En cambio, es legítimo llamar Iglesia cristiana a toda comunidad, grande o pequeña, de personas para las cuales sólo Jesucristo es el último determinante.
  • No hay cristianismo en todas las partes en que se combate la inhumanidad y se realiza la humanidad. Es una verdad manifiesta que fuera del cristianismo —entre judíos, musulmanes, hindúes y budistas, entre humanistas poscristianos y ateos declarados— se bicha contra la inhumanidad y se promueve la humanidad. Sin embargo, no hay cristianismo más que donde, en la teoría y en la praxis, se activa el recuerdo de Jesucristo.

Todas estas fórmulas son, en principio, fórmulas de distinción. Pero tales
fórmulas doctrinales no
son
fórmulas vacías
. ¿Por qué?

Hacen referencia a una persona muy concreta
[12]
.

Detrás de sí tienen los orígenes del cristianismo y toda la gran tradición cristiana. Brindan una clara orientación para el presente y para el futuro.

Ayudan a los cristianos y pueden a la par encontrar el asentimiento de los no cristianos porque no sólo respetan sus convicciones, sino que también afirman expresamente sus valores, sin necesidad de subterfugio dogmático alguno para cobrárselos en beneficio del cristianismo y de la Iglesia.

De este modo, no aguando ni estirando arbitrariamente los conceptos en favor de lo cristiano, sino entendiéndolos con suma precisión, es decir, tomando los conceptos al pie de la letra, son posibles ambas cosas: salvaguardar la apertura hacia todo lo no cristiano y evitar la confusión, que no es cristiana. De aquí la gran importancia de estas fórmulas de distinción, pese a estar sólo apuntadas y ser sólo provisionales. Con toda su provisionalidad sirven para diferenciar lo cristiano.

Hay que tener la honradez de llamar a las cosas por su nombre, contra toda extensión, involucración, confusión y tergiversación de lo cristiano, bienintencionadas la mayoría de las veces: el cristianismo de los cristianos debe seguir siendo cristiano. Pero sólo sigue siendo cristiano cuando continúa explícitamente ligado al único Cristo, el cual no es un principio cualquiera o una intencionalidad o el punto final de una evolución, sino —como detalladamente se verá después— una persona bien definida, inconfundible e insustituible, con un nombre muy determinado. Por su mismo nombre, el cristianismo no se puede desdibujar o «sublimar» en un cristianismo sin nombre, o sea, anónimo. Para el que ve algún significado en ambas palabras, un cristianismo anónimo es una
contradictio in adiecto
, un hierro de madera. Un buen humanismo es una cosa honorable, aun sin bendición eclesiástica y beneplácito teológico. Pero el cristianismo comporta una adhesión expresa a este único nombre. Ni siquiera los teólogos cristianos deberían sentirse dispensados de hacerse esta pregunta: ¿qué, quién se esconde en realidad detrás de este nombre?

2. ¿QUÉ CRISTO?
a) ¿El Cristo de la piedad?

Mayores molestias se han tomado los filósofos con los diálogos de Platón para descubrir qué era y qué quería verdaderamente Sócrates que muchos teólogos cristianos con los documentos originales del cristianismo para averiguar lo que se esconde tras el nombre de Jesucristo. Tal cosa, creen ellos, se puede dar tranquilamente por sabida dentro de la cristiandad. No falta más que profundizarla especulativamente, aplicarla prácticamente y hacer que vuelva a tener relevancia para la sociedad y el hombre de hoy. Pero ¿cómo y por qué pueden ser —no hay más remedio que decirlo— tan ingenuos que den por supuesto tal conocimiento? Prescindamos por el momento del conocimiento no reflejo de la Biblia y fijémonos en la piedad cristiana y el dogma cristiano.

Las experiencias cristianas del único Cristo pueden ser muy distintas. Las mismas experiencias pueden dar pie a unos para consolidar su fe cristiana y a otros para abandonarla. Hay cristianos que desde muy pronto han conocido a Cristo como el piadoso y siempre amable divino Salvador y nunca más se han separado de ese
dolce Gesú
, hasta el extremo de que el Jesús crítico frente a la sociedad que presenta Pasolini en
El Evangelio según San Mateo
suscita en ellos recelosos interrogantes. Otros lo han conocido, probablemente en alguno de los movimientos juveniles nacidos entre las dos guerras mundiales, como el gran «Caudillo» y todavía siguen cantando con el mismo entusiasmo
Mir nach, spricht Christus unser Held (Seguidme, dice Cristo, nuestro héroe)
, aun cuando hoy ya no siempre esté claro adonde. Otros se han sentido tocados por su dulce y humilde corazón, hasta el punto de hacer del «Corazón de Jesús» el nombre propio de Cristo, lo que también indujo a algunos teólogos a elaborar una sublime teología en torno al «centro de la persona». Para muchos, el nombre de Jesús no evoca, durante toda su vida, otra cosa que los días de Navidad y el niño de cabellos rizados, un tiempo anual dedicado a la piedad que, en el mejor de los casos, acaba la noche de San Silvestre y no retorna hasta el año siguiente. Su nombre les recuerda simplemente a Dios en la tierra y no caen en la cuenta de que el Padre no es el Hijo y el Hijo no es el Padre. Otros, en fin, sólo piensan en el Hijo divino de una madre virgen, amabilísima, mucho más humana y cercana a nosotros, la cual puede adquirir tanta importancia que llega a estar en los altares, como en Lourdes, incluso sin su propio Hijo.

Podríamos continuar, pero nuestra verdadera intención aquí no es la de herir los más santos sentimientos. También el autor celebra gustosamente la Navidad y canta
Noche de Dios, noche de paz
sin graves reservas. No está en contra de la poesía. Únicamente quiere advertir que no debe confundirse la poesía con la realidad. Y esto no solamente sirve para la luna, que en la época cósmica que vivimos constituye un ejemplo particularmente manifiesto, sino también para ése que de nuevo, y como nunca hasta ahora, es cantado por los más distintos cantores como la estrella, como el
superstar
de la vida. Incontables son las canciones que se le han cantado a Cristo desde hace dos mil años en todas las lenguas del mundo, a él más que a ningún otro. Incontables las
imágenes
que de él han sido pintadas, talladas, esculpidas y fundidas en mil formas. No es esto, en verdad, lo menos importante que de él se puede decir. Pero justamente esta diversidad de imágenes particulares, diversidad que no es posible reducir a unos pocos modelos fundamentales estilizados, como en el caso de Buda, representado siempre de forma casi invariable, invita a preguntarse: ¿cuál de las imágenes de Cristo es la verdadera?
[13]

¿Es el pastor adolescente, imberbe y bondadoso del arte paleocristiano de las catacumbas
o
el barbudo y victorioso
imperator
y
pantocrator
de la imaginería más tardía (trasunto de las antiguas formas del culto al emperador), con su inaccesible rigidez áulica y su majestad amenazadora sobre el fondo dorado de la eternidad? ¿Es el
Beau Dieu
, de Chartres,
o
el misericordioso Salvador alemán? ¿Es el Cristo rey y juez del mundo, dominador desde la cruz, de los pórticos y ábsides románicos o el hombre doliente, tan crudamente realista, del
Christus im Elend
, de Durero, o de la única crucifixión que se conserva de Grünewald? ¿Es el Jesús de impasible belleza de la
Disputa
, de Rafael,
o
el hombre moribundo de Miguel Ángel? ¿Es el sublime y divino doliente de Velázquez o la figura torturada y convulsa del Greco? ¿Es el pulido e ilustrado Jesús de los retratos de los salones de Rosalba Carriera, y el de un Fritsch, elegante cual filósofo popular, o el de la imagen sensiblera del Corazón de Jesús del barroco católico tardío? ¿Es el Jesús del siglo XVIII, jardinero o farmacólogo que suministra polvos de virtud,
o
el redentor clasicista de Thorwaldsen, que escandalizó a su compatriota danés Kierkegaard justamente por eliminar el «escándalo de la cruz»? ¿Es el Jesús humano, débil y apacible, de los nazarenos alemanes y franceses y de los prerrafaelistas ingleses
o
el Cristo de los artistas del siglo XX, el de los Beckmann, Corinth, Nolde, Masereel, Rouault, Picasso, Barlach, Matisse, Chagall, que sugiere otros aspectos muy distintos?

Other books

Walking in the Shadows by Giovanni, Cassandra
B00BKPAH8O EBOK by Winslow, Shannon
Perchance to Marry by Celine Conway
Chasing Dare by Mikayla Lane
Born of Legend by Sherrilyn Kenyon
Best Kept Secrets by Rochelle Alers
The Wild Sight by Loucinda McGary
Don't Kill The Messenger by Joel Pierson