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Authors: Hans Küng

Tags: #Ensayo, Religión

Ser Cristiano (24 page)

BOOK: Ser Cristiano
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Como quiera que sea, el
Jesucristo Superstar
, junto con otras manifestaciones del mismo corte, ha proporcionado a muchas personas la oportunidad de reflexionar más sobre este Jesús, lo que de seguro no es peor que reflexionar sobre
My fair Lady, Hello Dolly o El hombre de la Mancha
. Parece, además, que hay sobrados indicios para esperar y confiar en que la
superb story
de este Cristo tenga fuerza suficiente para irradiar su propia luz incluso a través de los polícromos resplandores de una ingeniosa y espectacular vulgarización que lleva el sello de Broadway. Mas, ¿qué luz es ésta?

d) ¿El Cristo de los literatos?

«Si alguien me demostrase que Cristo no está en la verdad y estuviera matemáticamente probado que la verdad no está en Cristo, preferiría, con todo, quedarme con Cristo que con la verdad». Así escribía Feodor Mijailovitch Dostoiewsky, poco después de ser liberado de la cárcel
[32]
. En comparación con la altura de Dostoiewsky y la extrema seriedad de la problemática de Jesús dentro de la literatura universal contemporánea, dan una impresión bastante anodina las canciones de los Beatles y otros en torno a Jesús, el musical
Jesucristo Superstar
y hasta el musical
Godspell (=gos-pel)
, de mucha mayor profundidad.

¿Qué
características
presenta la actitud de la literatura contemporánea frente a Jesús de Nazaret?
[33]
En primer lugar, se somete a la religión a un análisis crítico y a la Iglesia se la ignora y hasta se la rechaza, pero a la figura de Jesús se la «cuida» ostensiblemente, hasta el punto de ser relativamente raros los casos de rechazo expreso, como el de Gottfried Benn y el de Rainer Maria Rilke, en su última época
[34]
, comprensible tras la lectura de Nietzsche. En segundo lugar, y sobre todo, se intenta explorar la figura de Jesús desde la periferia y sólo se habla de ella indirectamente, casi con recelo. Del mismo modo que los habitantes de la caverna en la alegoría platónica sólo ven las siluetas que dibuja el sol, así también los literatos modernos ven a Jesús en las sombras que arroja más que a plena luz del día. Jesús no está sino en sus reflejos. Se le observa en los efectos que produce, en los hombres «tocados» por él. Pero no se le describe, no se le atribuyen predicados, no se le aplican títulos. Quienes se acercan a él, lo hacen mediante el recurso de dejar vacío su puesto: en muy «púdica aproximación», como se hubiera dicho en otros tiempos. Todo esto denota, entiéndase bien, un enorme respeto, una particularísima reverencia ante la figura de Jesús.

Esta nueva orientación de la literatura supone también que está sobrepasada la época de las
representaciones convencionales de Jesús, historizantes y psicologizantes
, más o menos ortodoxas. Es posible que alguien se lamente de ello, sobre todo si en sus tiempos de estudiante ha leído la poética
Storia di Christo
(1924) de Giovanni Papini
[35]
y se ha entusiasmado con las sugestivas 24 Cartas de Nicodemo, del polaco Jan Dobraczynsky, incontables veces reeditadas, con su título programático
Confíame todos tus problemas
(1952)
[36]
. donde la figura de Jesús se contempla desde la perspectiva de un escriba judío, enfermo por la enfermedad de su mujer, y la problemática de Job se enreda y se soluciona a un tiempo con la problemática de la cruz. También puede lamentarlo quien piense en el
Barrabás
(1946)
[37]
de Pär Lagerkvist, en ese hombre convicto de su culpa, lleno de dudas, en perpetua búsqueda, que no puede desembarazarse del Jesús ajusticiado en su lugar. O quien recuerde el
Der Meister
(1952)
[38]
del judío Max Brod, administrador del legado de Kafka, donde se presenta a Jesús desde la perspectiva en que lo contempla con simpatía distante un funcionario griego de la administración romana de Jerusalén, el cual sitúa a Jesús entre el existencialista y nihilista Jasón-Judas y su hermana adoptiva Susana, de rasgos casi marianos, y lo coloca en la línea de los grandes profetas hebreos y de la verdadera humanidad.

Estas representaciones poéticas de Jesús, y otras anteriores, allá por el cambio de siglo
[39]
. no están exentas de calidad estética y profundidad teológica, aun cuando provengan de autores de fuera de la Iglesia o situados en su periferia. Pero se basan en una lectura ingenua y literal de los evangelios: con total desconocimiento de la problemática histórico-exegética y empleando ingeniosamente la fantasía literaria, la psicología moderna y una actualización más o menos encubierta, se encontró en los evangelios lo que no se puede extraer de ellos. Se emplearon los testimonios evangélicos como crónicas que es preciso completar y, «psicologizando», «historizando» y «estetizando» se escribieron biografías que constituyen algo así como una literatura de ficción
[40]
. En líneas generales son las contrafiguras poéticas de las vidas históricas de Jesús de los exégetas liberales (u ortodoxos) del siglo XIX y principios del XX.

Si los escritores actuales sólo se acercan a Jesús indirectamente es porque en el fondo abrigan el convencimiento teológico de que los evangelios no presentan una verdadera biografía de Jesús y no pueden ser utilizados como fuentes históricas sin más (sobre ello hemos de volver a hablar más detalladamente). A la vez es dudoso que los recursos estilísticos y los métodos literarios sean de suyo suficientes para recoger y expresar lingüísticamente la vida de Jesús, su persona y su mensaje, la conjunción de lo divino y lo humano en una persona histórica concreta.

Sin duda, las novelas convencionales sobre Jesús quieren ser algo más que historia: es muy difícil escribir de Jesús neutralmente, sin tomar partido. De una u otra manera son un testimonio religioso de sus autores. Tras estas descripciones noveladas de Jesús casi siempre se esconde el propósito de traer a la tierra a ese Cristo elevado al cielo, alejado del mundo y, por eso mismo, irrelevante del dogma, de la liturgia y de la teología; de hacerlo «desde abajo» comprensible otra vez para los hombres, retador y atractivo, y de expresar, en fin, los propios problemas individuales y sociales.

Pero mientras las novelas convencionales de Jesús, pese a su interés religioso, tienen preferentemente un carácter poético, el de las
nuevas representaciones de Jesús
es primordialmente crítico. Esto vale especialmente para aquellas representaciones poético-realistas en que, por lo menos de lejos, se advierte una relación con el contexto neotestamentario y Jesús aparece como una persona concreta, aunque desfigurada. Este Jesús encarna en su persona la crítica radical contra las más variadas formas de sensiblería y falsa piedad en torno a él. Se derrumban los muros de la sacralidad eclesiástica y se persigue conscientemente la desdivinización y descultización de la figura del Cristo elevado a los cielos: Jesús debe ser rescatado del inmovilismo dogmático y cultural y restituido a los hombres como ejemplo de auténtica humanidad, llegando incluso hasta la frontera de lo feo, lo cruel y lo brutal. El dato neotestamentario juega aquí, al contrario que entre los «poetas de Jesús» anteriores, un papel secundario. Se parte del horizonte de experiencias del hombre de hoy y no se tiene en absoluto la intención de trazar una auténtica imagen de Jesús.

En este contexto no es de extrañar que si se exceptúan las dos novelas aparecidas en 1970,
Jesús in Osaka
, de Günter Herburger, y
Das grosse Gesicht
, de Frank Andermann
[41]
, apenas haya grandes obras literarias, novelas o dramas, que presenten a Jesús como el «héroe» protagonista. Las
formas
literarias, en cambio, son
variadísimas
: un cúmulo de pensamientos que adoptan en la forma géneros literarios religiosos y cuyo contenido se cifra en los momentos clave de la vida de Jesús: nacimiento, pasión, muerte y resurrección. Claros ejemplos de esto se encuentran en el campo de la lírica: en Peter Huchel y Paul Celan
[42]
. E igualmente en narraciones breves, como las de Friedrich Dürrenmatt y Peter Handke; en piezas teatrales, como el
Cementerio de automóviles
, del español F. Arrabal, y en novelas cortas, como
El tambor de hojalata
, de Günter Grass
[43]
.

Si variadas son las formas, no menos
variadas
son las
técnicas
literarias. Como en el resto de la literatura contemporánea, parece que ha desaparecido definitivamente la perspectiva narrativa tradicional, así como las formas tradicionales (verso y estrofa) de la lírica. Se emplean en cambio reflejos, trasposiciones, refracciones, parodias, disfraces, asociaciones, evocaciones, traslaciones de modelos lingüísticos y conceptuales conocidos a contextos del todo dispares y, en fin, montajes de formas lingüísticas de distinta procedencia
[44]
. Pongamos tres ejemplos significativos también por contenido:

Actualización con refracción múltiple en Walter Jens. Jens reproduce una cita de la novela de su autor A. (cita suprimida posteriormente por A.), que contiene frases del análisis que de Jesús hace el protagonista de la novela
Herr Meister
: «Vosotros sostuvisteis su paso, a vosotros os tocó su sudor; habéis olido el rastro de su sangre y oído su terrible lamento, primero muy lejos, después acercándose, rechinante y fuerte, para alejarse por fin muy lentamente, ahogado por el griterío de la calle o por el rugido de los curiosos de las ventanas. Y aunque no queríais mirar, hubisteis de ver pasar su sombra, ocultos en la habitación, escondidos en sótanos y patios. El sol proyectó la cruz sobre la pared, los muros se hicieron ojos, todas las paredes recogieron el perfil de su figura, y nada se ha extinguido»
[45]
.

Reflejo en las personas directamente implicadas, en Ernest Hemingway: tres soldados romanos, ligeramente borrachos en una taberna, ya bien entrada la noche, a un tiempo brutal y profundamente impresionados, cuentan cómo lo clavaron y levantaron en la cruz: «… el peso tira de ellos. Esto es lo que los impresiona a algunos terriblemente». «—¿Que no los he visto? He visto cantidad de ellos. Yo os digo: ése se ha portado allí muy bien». Una frase que a lo largo de la historia se repite como un estribillo una docena de veces
[46]
.

Transposición por traslado a otro contexto, en Wolfgang Borchert: un soldado, a quien llaman Jesús, tiene que echarse en unas fosas para que, haciéndolas de acuerdo con sus medidas, se ajusten a las de los caídos. No obstante la orden recibida, se niega inesperadamente a prestar el servicio, «no colabora»: «¿Por qué se llama Jesús…? Oh, eso no tiene ningún motivo. El viejo lo llama siempre así por su dulce aspecto. El viejo opina que tiene siempre aspecto de mansedumbre. Desde entonces se llama Jesús. Ya, dijo el suboficial, colocando una nueva carga explosiva para la fosa siguiente; de todas formas tengo que denunciarlo, pues las fosas hay que excavarlas»
[47]
.

Finalmente, si variadas son las formas y técnicas literarias de las representaciones contemporáneas de Jesús, no menos
variados
son sus
temas y motivos
. En todas las épocas literarias de este siglo se mantiene claramente vigente el tópico del Jesús que retorna
(Jesús redivivus)
, comenzando por Balzac y Dostoiewsky, siguiendo por Hauptmann y Rilke y terminando con Ricarda Huch y Günter Herburger
[48]
. «¿Por qué vienes a molestarnos?»: esta frase de
El Gran Inquisidor
de Dostoiewsky podría colocarse como epígrafe en casi todas las representaciones contemporáneas de Jesús. Por todas partes se entremezclan tanto los planos temporales, que Jesús no puede sino aparecer como un factor perturbador de primer orden frente al actual ordenamiento eclesiástico y social, sea como defensor de la libertad humana en la Iglesia (Dostoiewsky), sea como hermano y amigo de los pobres y los oprimidos (Hermann Hesse, el joven Rilke, Bertolt Brecht)
[49]
. Para unos, desde el naturalista Amo Holz y el expresionista de izquierdas Carl Einstein hasta Erich Kastner, aparece como revolucionario social
[50]
. Para otros, por ejemplo Andermann, como un combatiente de la resistencia; para otros, en fin, y nombremos otra vez a Dostoiewsky, Hauptmann y los expresionistas, como modelo de todos los bufones, comediantes y locos, de los que sufren y son perseguidos por Dios.

Una línea directa lleva de aquí a la escena
pop
, que antes hemos mencionado: Jesús como figura marginada, como
outcast
de la Iglesia y la sociedad, precursor de todos los desharrapados y
hippies
, encarnación sintética, artificial y fantástica, de las actuales proyecciones (alentadas por Marx, Freud y Marcuse) del afán de liberación de cualquier forma de opresión para lograr una vida despreocupada y feliz. No otra cosa es, en Herburger, el democrático Jesús-«Cada cual», empeñado en toda clase de emancipación (frente a un consorcio japonés, frente a un maestro de zen, frente al papa, frente a una teóloga de la televisión, frente al hombre rico de la sociedad capitalista). ¿Dominará el sentimiento
pop
de la vida en una generación próxima? En todo caso, ambiguos y utópicos proyectos de futuro sin resultados unívocos. Así, el Jesús del dadaísta Hugo Ball, que hace que los hombres se tornen otra vez niños, muy similar al Jesús de Herburger, que al final acaba solidarizándose con los niños, con los niños partisanos. Un Jesús, pues, bajado de la cruz para identificarse con los hombres.

¿El crucificado o la cruz vacía? En esta disyuntiva se cifra el problema central de la literatura moderna sobre jesús, como ya había aparecido antes, si bien sólo en forma de hipotética premonición, en Jean Paul y su terrorífica visión de un «Discurso del Cristo muerto desde lo alto del edificio del mundo: que Dios no existe» (en
Siebenkas
, 1796/97)
[51]
. Sin embargo, su influjo aparece dentro del Romanticismo en todos los imaginables «monjes del ateísmo» (Heinrich Heine), llegando hasta los «demonios» de Dostoiewsky. Para este último, en especial, la figura del Cristo doliente, crucificado y abandonado supuso una terrible tentación. En Basilea, tras su huida de Rusia, la contemplación del crucificado muerto de Hans Holbein casi le provocó un ataque epiléptico
[52]
.

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