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Authors: Hans Küng

Tags: #Ensayo, Religión

Ser Cristiano (27 page)

BOOK: Ser Cristiano
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b) Testimonios comprometidos

De lo dicho se desprende que quien lee los evangelios como protocolos estenográficos, los interpreta erróneamente. Los evangelios no quieren informar sobre Jesús históricamente, no quieren describir su «evolución».

Del principio al final quieren anunciarlo a la luz de su resurrección como el Mesías, el Cristo, el Señor, el Hijo de Dios. «Evangelium», originariamente, no significa «escrito evangélico», sino, como aparece ya en las cartas de Pablo, «mensaje proclamado oralmente»: un mensaje bueno, alegre
(eu-angelion)
. El primer «Evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios», escrito por Marcos, no intenta otra cosa que difundir por escrito ese mismo mensaje de fe.

Los evangelios, por tanto, no quieren ser informes documentales objetivos y desinteresados y, mucho menos, escritos históricos científicos y neutrales. Tampoco se esperaba nada de esto cuando fueron redactados, dado que el autor no sólo contaba los acontecimientos históricos, sino que describía también su significación y sus consecuencias. Así, pues, son relatos que, de alguna manera, comportan también un testimonio, están muy influenciados por el autor que se halla tras ellos. Los historiadores Herodoto y Tucídides eran tan apasionados de la causa griega como Livio y Tácito de la romana. También ellos dejaban traslucir diáfanamente su actitud y, con frecuencia, extraían enseñanzas de los hechos que narraban: su historia no era sólo informativo-narrativa, sino también didáctico-práctica.

Ahora bien, los evangelios son auténticos testimonios en un sentido mucho más profundo. Después de la segunda guerra mundial, la «escuela de la historia de las formas» ha puesto en claro, mediante el análisis de las distintas palabras e historias de Jesús hasta en sus más mínimos detalles
[9]
, que los evangelios están marcados y determinados por las diferentes experiencias de fe de las comunidades. Miran a Jesús con los ojos de la fe. Son, en definitiva,
testimonios de je comprometidos y comprometedores
, documentos no de observadores desinteresados, sino de creyentes convencidos; quieren llamar a la fe en Jesucristo y tienen por eso forma interpretativa, incluso confesional. Relatos que son a la vez, en el más amplio sentido de la palabra, predicaciones. Esos testigos están afectados por Jesús como sólo se puede estar afectado en la fe, y quieren transmitir esta fe. Para ellos, Jesús no es sólo una figura del pasado. Para ellos, Jesús es también una persona que sigue viviendo en la actualidad, que tiene una importancia decisiva para los oyentes del mensaje. Por eso los evangelios no se limitan a informar, sino que quieren proclamar, conmover, suscitar la fe. Son un testimonio comprometido o, como también se suele decir, empleando el correspondiente término griego, un
κήρυγμα, kerygma
: proclamación, anuncio, mensaje.

Esta finalidad peculiar de los evangelios no solamente hace imposible una biografía de Jesús, sino que también dificulta en general la interpretación histórica objetiva de los textos. Ningún investigador serio acepta ya hoy, como se aceptó al inicio de la crítica de los evangelios, la hipótesis de que la historia de Jesús fue falseada conscientemente por los discípulos. Estos no inventaron a su arbitrio los hechos y dichos de Jesús. Tenían simplemente la convicción de que en aquel momento se sabía mejor que durante la vida de Jesús quién era éste verdaderamente y qué significaba en realidad. Y así se recurrió sin reparos a un recurso corriente en aquella época: se respaldó con su autoridad personal todo lo que había que decir sobre Jesús, bien poniendo en sus labios determinadas sentencias, bien forjando determinadas historias acordes con su imagen global. Pero al menos para nuestra conciencia histórica, se plantea aquí un problema muy serio: ¿ qué es en estos evangelios relato de hechos verdaderamente acaecidos y qué interpretación? ¿Cuáles son los dichos y hechos de Jesús y dónde comienza la interpretación, el complemento, la sublimación o transfiguración pascual de la comunidad o los evangelistas?

Si los evangelios son primariamente fuentes de fe pospascual de las comunidades cristianas, ¿pueden ser fuentes con respecto a lo que el Jesús prepascual, terreno, histórico dijo e hizo personalmente? Karl Barth
[10]
, y con él Bultmann
[11]
y Tillich
[12]
. basándose en los resultados de la investigación liberal sobre la vida de Jesús, manifestaron su escepticismo histórico (no compartido con A. Schweitzer) y, adhiriéndose a la concepción de Kierkegaard, propugnaron como verdadera una fe sin seguridad histórica o una fe asegurada dogmáticamente contra la historia.

Sin embargo, los nuevos planteamientos exegéticos han propiciado en los últimos tiempos una amplia coincidencia de fondo entre el método alemán, más progresista, y el método anglosajón y francés, más conservador; los evangelios son, sin duda, testimonio de fe, documentos de la fe y para la fe (en esto tenían razón Barth, Bultmann y Tillich). Pero contienen también informaciones históricas. En cualquier caso, es posible preguntar desde ellos por el Jesús de la historia. Por la historia de Jesús se había preguntado ya el mismo Albert Schweitzer, tantas veces invocado infundadamente en favor del escepticismo (él únicamente se mostró escéptico frente a un Jesús modernizado, liberal, capaz de intervenir en cualquier momento en una conferencia pastoral), presentando al final de su estudio un proyecto personal, de reconstrucción: el Jesús originario era para él el Jesús de la «escatología consecuente» (de la que se hablará más adelante).

3. LA HISTORIA Y LA CERTEZA DE LA FE

Las historias de Jesús dan pie para preguntarse por la verdadera historia de Jesús, es decir, no por una biografía continuada, pero sí por lo que realmente aconteció. Los presupuestos para tal estudio, no obstante sus dificultades, están hoy mucho mejor perfilados gracias al moderno
método histórico-crítico
: si hoy se puede decir que el Nuevo Testamento, traducido a unos 1.500 idiomas, es el libro más y mejor analizado de toda la literatura, ello se debe a los trescientos años de minucioso trabajo de generaciones enteras de eruditos. Eruditos que, aplicando toda clase de métodos críticos (textual, literario, de formas y de géneros) y teniendo en cuenta la historia de los términos, de los motivos y de la tradición, han trabajado laboriosamente sobre cada escrito, sobre cada frase y hasta sobre cada palabra (como el no especialista puede comprobar echando una mirada a las numerosas colecciones de comentarios al Nuevo Testamento y, sobre todo, a los nueve tomos del monumental
Theologisches Wörterbuch zum Neuen Testament)
[13]
.

¿Qué ha logrado la
critica textual
para el estudio de los evangelios? Mediante la crítica externa e interna, mediante análisis de lenguaje y contenido, y teniendo en cuenta la historia del texto, ha fijado con la mayor aproximación y exactitud posibles el tenor literal de los escritos bíblicos en la forma más primitiva que era dado alcanzar.

¿Y la
crítica literaria?
Ha examinado la integridad literaria existen actualmente traducciones completas en inglés e italiano de los escritos. Ha puesto de relieve las diferencias en los presupuestos legales, religiosos y sociales, en lenguaje, cronología y datos históricos, en ideas teológicas y morales. Diferenciando las fuentes de la tradición oral y escrita, descubre, bajo el material elaborado más tarde, los eventuales documentos que le sirvieron de base. Ha precisado la época, origen, destinatarios y peculiaridad literaria de los distintos escritos neotestamentarios. Con procedimientos aplicados en el campo de la literatura comparada, los ha confrontado con la literatura helenística y judía de la época y ha descrito sus peculiaridades.

¿Y la
crítica de las formas y los géneros?
Ha estudiado «el contexto de la vida»
(Sitz im Leben)
de la comunidad y del individuo, el género literario, el marco general de las pequeñas unidades literarias y la forma literaria primitiva; de este modo ha intentado determinar de forma nueva la credibilidad histórica y el contenido de tradición.

¿Y, en fin, la
historia de la tradición?
Ha emprendido la tarea de esclarecer el proceso preliterario; ha analizado los más antiguos himnos, fragmentos litúrgicos, normas legales, etc.; los ha relacionado con el culto, la predicación, la catequesis y la vida de la comunidad, y con estos procedimientos ha intentado echar un poco de luz sobre los comienzos, decisivos para el nacimiento de la Iglesia, y sobre el primer estadio de su evolución.

a) La pregunta por Jesús

Con el método histórico-crítico en su más amplio sentido se ha puesto en manos de la teología un valioso instrumento con el que se puede preguntar por el Cristo verdadero, real e histórico de una forma que era sencillamente imposible en los siglos pasados.

Los mismos evangelios pretenden que el Cristo viviente que ellos anuncian es el mismo que el hombre Jesús de Nazaret, con el cual han convivido algunos de sus testigos durante su vida pública. Es cierto que los testimonios de fe no
son
simples informes, pero
contienen
informes y
se basan
en informes sobre el Jesús real. Pero ¿hasta qué punto y en qué sentido? Al lector de los evangelios le agradaría saber si hay coincidencia, y en qué medida, entre el Jesús de los evangelios y el Jesús de la historia. En otras palabras: ¿son realmente verdaderos testimonios?

  • La pregunta por Jesús no es indifente para el historiador: sólo desde Jesús podrá el estudioso del antiguo Oriente o del Imperio romano, de la religión judía o de la religión cristiana, explicar la asombrosa aparición del cristianismo.
  • Tampoco es indiferente para el creyente: sólo desde Jesús podrá saber el predicador, al igual que sus oyentes, si su propia fe se funda en un hecho, en la historia, o más bien en un mito, en leyendas o ficciones o hasta en un simple malentendido. Si, en consecuencia, está o no fundamentado y justificado su compromiso cristiano en el mundo de hoy.
  • Ni siquiera es indiferente para el no creyente: sólo desde Jesús podrá el comunista tradicional, el militante de la «nueva izquierda» y el humanista o positivista liberal ateo saber sobre qué versa en el fondo la disputa. Si lucha contra fantasmas o contra un adversario real. Si se topa solamente con las consecuencias políticas y sociales del cristianismo, con un cierto cristianismo moderno, medieval o antiguo, o se topa verdaderamente con el núcleo auténtico, con el corazón del cristianismo.

¿Puede hoy la
teología
eliminar dogmáticamente la cuestión de la verdad histórica, difamar por principio la historia en nombre de la fe? En los últimos años corren nuevos vientos en el campo de la investigación, aunque todavía quedan algunos viejos luchadores que querrían contentarse con un
kerygma
infundado y quizá, si fuera preciso, con un irracional
credo quia absurdum
(creo porque es absurdo). La teología del puro y simple
kerygma
tuvo su momento. Hoy vuelve a parecer posible resolver la cuestión del Jesús histórico de forma científica, si bien por otros caminos y dentro de ciertos límites. Tal posibilidad es admitida no sólo por la exégesis anglosajona
[14]
y francesa
[15]
, sino también por la alemana e incluso —después de la señal de cambio dada por Ernst Kasemann en 1953
[16]
— por la misma escuela de Bultmann
[17]
.

La legítima interpretación de todos los textos neotestamentarios en orden a la «historicidad» de la existencia humana («interpretación existencial») y a la «decisión» del individuo no debe oscurecer, en aras de una interiorización individualista, la historia real (y con ella el «mundo», la sociedad, la relevancia social del mensaje, del futuro).

El
kerygma
de la comunidad es absolutamente incomprensible sin un arranque muy concreto en el histórico Jesús de Nazaret, como prueba la misma teología del Nuevo Testamento de Bultmann. Ni se habría transmitido la predicación de Jesús ni se habrían escrito después los evangelios si no hubiera existido una correspondencia entre aquella predicación y la predicación de la comunidad. La predicación pospascual no constituye en modo alguno un nuevo comienzo absoluto. Entre el Jesús prepascual y la predicación pospascual de la comunidad no hay sólo una ruptura, sino también una conexión:
una continuidad pese a la discontinuidad
. La alternativa
kerygma
(proclamación) o historia (informe) es una alternativa falsa.
En
el mensaje de fe de los evangelios debe reconocerse esa historia, por la que los evangelistas, estando al servicio de la proclamación, seguían teniendo tanto interés algunos decenios después de la muerte del Jesús histórico y de las kerigmáticas cartas de Pablo. En los evangelios hay que buscar no sólo la «palabra», el
«kerygma»
, la «proclamación» de Jesús (Bultmann), sino también sus hechos, su lucha y su destino de muerte.

Sería enteramente gratuito que un lector acrítico pensase que podemos presuponer de antemano la credibilidad histórica de un fragmento tradicional, que podemos aceptar en bloque el contenido íntegro de los evangelios (lo mismo que el del Antiguo Testamento) como una suma de hechos históricos. Pero no sería menos gratuito que un lector hipercrítico creyese que la credibilidad es de antemano excepción, que casi nada de lo que hay en los evangelios puede tomarse como hecho histórico. La verdad está entre la credulidad superficial, que tiene gran afinidad con la superstición, y el escepticismo radical, que muchas veces va unido a una acrítica credulidad en las hipótesis. Cuando uno examina sin prejuicios el estado de las fuentes neotestamentarias ha de catalogar la
tradición de Jesús
desde el ángulo histórico como
relativamente fidedigna
. De aquí se deduce una consecuencia importante para la interpretación: las mismas mutaciones, reelaboraciones y discordancias de la tradición neotestamentaria excluyen automáticamente el cómodo supuesto de que el propio Jesús (o el Espíritu Santo) se ocupara de la exacta fijación y transmisión de sus dichos y hechos. Dentro de esta tradición hay que contar en todo momento con cambios de perspectiva y de matiz, con evoluciones e involuciones, con descubrimientos y encubrimientos.

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