Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta (9 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta
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—Bueno, teniendo en cuenta lo que descubrimos debajo del panel de acceso cuando lo abrimos, eso es un pequeño milagro. Después de haber visto cómo estaba aquello, le confieso que no entiendo cómo conseguía reparar los sistemas si se producía alguna avería. Cuando reconstruimos la nave, nos aseguramos de que todos los cables estuvieran adecuadamente identificados y reunidos en los haces correspondientes y de que todos los mecanismos quedaran protegidos de las vibraciones y sacudidas, y además pusimos tomas de tierra y escudos antirradiaciones en todo el cableado eléctrico, y...

—Ah, ya veo que he cometido un grave error dejando que actuara por su cuenta —dijo Han—. Probablemente han conseguido añadir un par de toneladas a...

—Su nave pesa trescientos kilos menos que antes.

—Lo hubiese hecho todo yo mismo, ya sabe, pero ahora sencillamente no tengo tiempo de nada.

Chewie emitió un gruñido muy expresivo.

—Sí, y yo tampoco hubiera podido soportar verla convertida en un montón de piezas sueltas —convino Han—. No quería ver las manos de otra persona metidas en sus tripas. Cuanto más lejos puedas estar de las autopsias y de las reconstrucciones, tanto mejor para ti. —Hizo una pausa, y alzó la mirada hacia la matriz impulsora—. Oiga, ¿eso de ahí es un aumentador de Sistemas Seinar?

—Lo es.

—Bueno, que me... —La expresión de Han se suavizó y el asombro se adueñó de sus facciones—. Estuvimos intentando conseguir uno en el mercado negro durante un montón de años. ¿Te acuerdas, Chewie? Pero cada vez que alguien nos daba un soplo, luego nos encontrábamos con que se trataba de un montón de chatarra pre-imperial, o de un trasto inservible extraído de los restos de un caza TIE al que le habían tapado las quemaduras con pintura. ¿Cómo se las ha arreglado para...?

El director del astillero sonrió.

—No me lo pregunte, general.

Chewbacca bostezó un comentario casi inaudible, y los labios de Han se curvaron en una sonrisa torcida.

—Sí, supongo que el llevar galones tiene unas cuantas ventajas. —Después se volvió hacia el director del astillero y le miró fijamente mientras inclinaba la cabeza hacia un lado—. ¿Hay alguna sorpresa más?

—Unas cuantas —respondió el director del astillero, adoptando el papel de guía turístico—. Hemos sustituido los módulos de escape de emergencia que habían perdido por otros nuevos. También hemos quitado el viejo generador del rayo tractor y lo hemos sustituido por un Mark Siete, y hemos instalado un motivador de hiperimpulsión de la Serie Cuatro Cero Uno para...

—Santa madre de los meteoros.

—Hemos sustituido las lentes de todos los sensores. También hemos construido un regulador de baterías YT-1300 partiendo de cero a partir de los planos corellianos...

—Eso probablemente ha sido un error.

—Hemos cambiado la moqueta de los compartimentos y los camarotes. Hemos reparado ese pestillo del módulo de almacenamiento del Número Dos que siempre se estaba atascando. Hemos puesto una pastilla acondicionadora nueva en el sistema de aireación del cubículo sanitario. —Sonrió—. ¿Le apetece ir a dar una vuelta?

Chewbacca votó levantando una mano peluda.

—Sí, todos esos años de historia han desaparecido... Sin los crujidos y las sacudidas, ya nunca volverá a ser el viejo
Halcón
de siempre —dijo Han.

—No, no lo será —dijo el director del astillero—. Será un veinte por ciento más rápido, un diez por ciento más eficiente y un ciento por ciento más fiable.

—Y supongo que habrán dejado las llaves puestas en el panel de encendido, ¿no?

El director del astillero asintió.

—El sistema de seguridad ha sido reinicializado y está esperando sus órdenes. Ahora lo único que ha de hacer es introducir los nuevos códigos de autorización.

Han miró a Chewbacca.

—Creo que Leia podrá sobrevivir un ratito más sin nosotros. Vamos a ver qué tal se porta el
Halcón
.

—Que se diviertan —dijo el director del astillero, con su sonrisa de satisfacción brillando nuevamente a máxima potencia—. Ya tienen permiso para entrar en órbita.

Han y Chewbacca agitaron sus tarjetas de identificación delante de los sensores y entraron en el recinto de la residencia presidencial, caminando a grandes zancadas y con toda su atención concentrada en el momento culminante de una entusiástica discusión.

—Lo sé, lo sé: todo funciona a las mil maravillas —dijo Han—. Y también sé que nosotros no podríamos haberla dejado en tan buenas condiciones ni aunque hubiéramos invertido un año entero de fines de semana en ella. ¿Y qué? Odio la perfección.

Chewbacca meneó la cabeza y emitió un largo y gimoteante aullido que expresaba toda la frustración que estaba sintiendo.

—¿A qué viene eso de que no estoy siendo razonable? ¿Cómo puedes decir eso? —preguntó Han, alzando las manos en un aparatoso gesto de disgusto—. ¿Es que no te diste cuenta? No sé, a lo mejor te pasaste todo el descenso con las orejas tapadas y por eso no te has enterado de nada...

Chewbacca echó la cabeza había atrás y respondió con un seco gruñido.

—Exacto. Apenas hizo ningún ruido. Tan reluciente y perfecta como una bota nueva, ¿eh? —dijo Han, deteniéndose y volviéndose hacia su amigo—. Oye, chico, odio las botas nuevas. Me gusta que mis botas estén llenas de arañazos y señales, y haberlas desgastado lo suficiente como para que estén a punto de romperse, porque así mis dedos tienen espacio para moverse y mis talones pueden girar con más libertad. Todos esos ruidos que han hecho desaparecer, por ejemplo... Bueno, pues esos ruidos me permitían saber cuándo estaba forzando los sistemas. ¿Cómo voy a saber si nos han dado de lleno o no cuando volvamos a meternos en líos?

Chewbacca meneó la cabeza y dejó escapar un prolongado gruñido de disgusto.

—Pensaba que tú lo entenderías —dijo Han con voz quejumbrosa—. ¡Chewie, han cambiado los almohadones de las literas de aceleración! —exclamó, cada vez más indignado—. ¿Es que no pueden entender por qué la gente tiene muebles viejos en su casa? Esa nave no es mi
Halcón
. Tengo la sensación de estar volando en la nave de otra persona. Oye, te juro que estoy pensando en dedicar un día entero a ir de un lado a otro del
Halcón
con una llave hidráulica y empezar a aflojar cosas...

Chewbacca había dejado de escucharle en algún momento del discurso de Han.

El wookie se irguió y ladeó la cabeza mientras prestaba atención a un sonido que parecía venir de lejos. Chewbacca acabó agarrando a Han por el hombro y le sacudió suavemente para interrumpirle.

—Arrorrr... —dijo el wookie en un tono de reprimenda.

—¿Qué? —exclamó Han, retorciéndose para volver la mirada hacia los jardines—. No la había oído.

Fueron corriendo por el camino hasta el lugar del que había llegado la voz de Leia. La encontraron en el patio de atrás, sentada sobre la hierba con un cuaderno de datos encima de su regazo. Los tres niños estaban acostados sobre la hierba junto a ella y yacían inmóviles el uno al lado del otro, con los ojos cerrados o mirando hacia arriba sin que parecieran ver nada.

—Pensaba que volveríais más pronto —dijo Leia, con una sombra de impaciencia en la voz—. He tenido que retrasar una entrevista con el senador Noimm.

Han bajó los ojos, sintiéndose un poco avergonzado.

—Lo siento, cariño —dijo, sentándose junto a Leia y alargando el brazo para cogerle la mano—. Ha habido algunos problemas en el astillero.

—Y apuesto a que tú causaste la mayoría de ellos —dijo Leia, inclinándose sobre Han para darle un beso en la mejilla—. ¿No es así, Chewie?

El wookie de pelaje color bronce desvió la mirada, cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro y se rascó la cabeza, no sabiendo qué debía responder.

—No te preocupes, Chewie —dijo Han—. Seré mi propio chivato, y así no tendrás que delatarme. —Después dirigió una inclinación de cabeza a los niños, que no se habían movido y no habían producido el más mínimo sonido desde que él y Han habían aparecido—. ¿Qué les has hecho, matarlos?

Sus palabras hicieron que Jaina soltara una risita, con lo que estropeó el efecto general.

—Es un ejercicio —dijo Leia.

—¿Y para qué sirve? ¿Quieres averiguar quién aguanta más tiempo levitando?

—Muérdete la lengua —replicó Leia en un tono bastante seco—. Están aprendiendo a percibir cómo la Fuerza fluye a través de la hierba y de cada planta sin interferir con su flujo. Es una de las disciplinas Jedi que te enseñan a moverte sin dejar ningún rastro.

Chewbacca gruñó.

—Eh, Chewie, yo no tengo nada que ver con todo esto —dijo Han, acostándose sobre la hierba—. La mejor arma disciplinaria que conozco es la frase «Espera a que tu madre vuelva a casa».

Leia sonrió y le hundió el índice en las costillas.

—A veces tengo la sensación de que no me conozco lo suficientemente bien a mí misma como para ser su maestra —dijo con un suspiro—, pero he de hacer todo lo que pueda. De acuerdo, niños —añadió, levantando la voz—, ya es suficiente.

Jacen, Jaina y Anakin se fueron incorporando uno detrás de otro. Jacen arrancó un tallo de hierba del suelo y empezó a tratar de silbar a través de él, con lo que consiguió ganarse una mirada asesina de su hermana, a la que acompañó una expresión de sorpresa dolida de su hermano menor.

—Decidme qué habéis aprendido gracias al ejercicio —dijo Leia.

Jaina miró a sus padres.

—A la hierba no le importa que caminemos sobre ella, pero lo nota.

—Todo lo que está vivo puede sentir lo que le ocurre —dijo Leia—. Es una verdad de gran importancia que debéis recordar. ¿Anakin? ¿Jacen? Bien, ¿cuáles han sido vuestras experiencias?

Anakin entrelazó los dedos detrás de su cuello para que le sirvieran de almohada.

—No sé si realmente lo he sentido o si ha sido cosa de mi imaginación.

—Venga, cuéntanoslo.

—Bueno... Estaba mirando las nubes. Y entonces me pareció que podía sentir cómo la hierba también las miraba. Era como si estuviera preguntándose si iba a llover.

—Estoy segura de que la hierba es consciente del tiempo que hace —dijo Leia—. Pero el preguntarse es una bendición que sólo ha sido otorgada a los seres conscientes.

—O una maldición —dijo Han.

—Pues yo he descubierto que la hierba opina que Jaina huele mal —dijo Jacen con una sonrisa maliciosa, propinando un empujón a su hermana gemela y rodando sobre sí mismo para alejarse de ella—. ¿Podemos ir a la piscina, madre?

—De acuerdo —dijo Leia, aceptando que el ejercicio había terminado.

Tres cuerpecitos se levantaron de la hierba y corrieron velozmente hacia el patio y la piscina de vórtices.

—Puedo ir a vigilarles —dijo Han, empezando a incorporarse.

—Quédate. No les pasará nada —dijo Leia, protegiéndose los ojos con una mano—. Visto desde aquí abajo pareces todavía más alto que de costumbre, Chewie. Espero que tu compañera sea más grande que yo. ¿Permitir que otras manos tocaran tu amado cacharro espacial ha sido tan duro para ti como para mi querido esposo, o lo has soportado mejor?

Chewbacca se acuclilló sobre la hierba, sentándose encima de sus talones con un grácil equilibrio que recordó a Han que su amigo procedía de un planeta arbóreo. El wookie alzó el rostro hacia el cielo y dejó escapar un gruñido lleno de orgullo.

—Oh, vale, perfecto, estupendo —dijo Han—. Tú eres el tipo práctico, y yo soy el que siempre se está enfadando por cualquier tontería insignificante. Esto es difamación pura y simple, y de la clase más vil.

—No te preocupes, querido —dijo Leia, dándole palmaditas en la mano—. Nunca permitiré que lo que pueda decir Chewie cambie lo que siento por ti.

El primer gruñido del wookie fue una réplica, y el segundo una pregunta.

—Por supuesto que puedes hablar —dijo Leia—. Adelante, Chewie.

Chewbacca movió la cabeza de un lado a otro con una fluida ondulación de su cuello mientras dejaba escapar un largo y muy bien modulado gruñido.

Antes de que el sonido se hubiera desvanecido, Han ya se había incorporado y estaba mirando fijamente a Chewbacca.

—¿Quieres volver a tu casa? —preguntó—. ¿Quieres irte?

—Pues claro que sí —dijo Leia, mirando a Chewbacca—. Tienes tu propia familia, tu compañera y tu hijo... Tus responsabilidades para con ellos son tan importantes como las obligaciones hacia nosotros que decidiste asumir. Díselo, Han.

—¿Eh? Oye, ¿y quién va a ayudarme a conseguir que el
Halcón
funcione tan mal como antes?

Leia le asestó un codazo en las costillas.

—¡Ay!

—Haz otro intento, querido —dijo Leia.

—Bueno, viejo amigo, supongo que llevas mucho tiempo lejos de casa —dijo Han con expresión compungida—. Si no regresas allí pronto y pasas más tiempo cerca del árbol del hogar, tu familia no te reconocerá.

La cabeza de Chewbacca subió y bajó en un vigoroso asentimiento mientras respondía.

—Por supuesto que lo entendemos —dijo Leia—. Has estado aquí cuidando de nuestros hijos en vez de estar en Kashyyyk cuidando de tu familia. Sí, creo que realmente deberías estar allí cuando Lumpawaroo celebre su mayoría de edad... Insistimos en que te vayas. Lamento muchísimo que hayamos sido tan egoístas.

El wookie respondió con un gruñido vacilante que no resultaba nada propio de él.

—Todo irá estupendamente, Chewie —dijo Leia—. Los chicos están a salvo aquí, y nuestros planes inmediatos no incluyen ningún recorrido de la galaxia. Y Luke está en Coruscant...

—Leia...

—... y nos echará una mano con los chicos. No, te aseguro que no tienes por qué preocuparte. Deberías irte apenas hayas podido hacer el equipaje. Díselo, Han.

Han asintió.

—Leia tiene razón, viejo amigo. Es el momento ideal para que te vayas. Todo está muy tranquilo. Te echaremos de menos, pero ya llevas demasiado tiempo montando guardia en el puente.

Los sutiles movimientos que agitaron sus músculos por debajo del pelaje del wookie indicaron el alivio y la gratitud que sentía Chewbacca.

—¿Rrargrarg? —preguntó, inclinando la cabeza hacia un lado.

—Dispara, viejo amigo —respondió Han, sonriendo afablemente. Pero su rostro palideció y sus ojos se desorbitaron en cuanto Chewbacca pidió su segundo favor—. Oh, no... Oh, no. No puedes pedirme eso. Acabo de recuperarlo después de ciento sesenta y siete días sin verlo.

El gruñido de réplica de Chewbacca fue tan tenso como despectivo.

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