Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta (10 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta
7.56Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Me da igual lo que haya podido decir antes sobre las botas nuevas y lo mucho que las odio —contestó Han—. Ver los pies de otra persona metidos en mis botas sería todavía más horrible. La amistad tiene sus límites.

—¿De qué estáis hablando? —quiso saber Leia.

—Oh, de nada importante... Chewie está intentando utilizar mis propias palabras para tenderme una trampa. Puede que lo dijera, de acuerdo, pero tengo derecho a cambiar de parecer.

Chewbacca dejó escapar un gruñido de irritación, y después se levantó y empezó a girar sobre sus talones para irse.

—No te muevas, Chewie —dijo Leia, empleando un tono que no admitía réplica—. Vamos, Han... Deberías prestarle el
Halcón
.

—Bueno, pues no quiero prestárselo —dijo Han, levantándose y empezando a pasearse nerviosamente de un lado a otro—. No quiero que esa nave vaya dando tumbos por el hiperespacio sin mí. Quiero que esté en un sitio donde sepa que lo peor que puede ocurrirle es que algún mecánico demasiado entusiasta aparezca de repente con una llave hidráulica en la mano y se dedique a ajustar todos los conectores hasta dejarlos impecables. Y ya sabes cómo pilotan los wookies... Chewbacca haría el trayecto de ida y vuelta con los indicadores de todos los sistemas clavados en la zona de peligro.

Leia meneó la cabeza.

—Y tú te preguntas por qué Jacen nos crea tantos problemas.

—Arrarraroerrr —gruñó quejumbrosamente Chewbacca, volviéndose hacia Leia.

—¿Has oído eso? —preguntó Leia—. Han, querido... ¿Cuántos años de su vida le has robado a Chewie? ¿Cuánto tiempo hace que no le permites volver a Kashyyyk?

—¿Yo? Oye, yo no he hecho nada. Es esa condenada deuda de vida wookie que nunca he conseguido entender demasiado bien, y me encantará poder liberarle de ella aunque sólo sea durante una temporada.

—Lo mínimo que puedes hacer por él es permitir que regrese como un héroe, a bordo de la nave que os ha hecho famosos a los dos. Piensa en lo que eso podría significar para el hijo de Chewie y para su compañera... Saber que Chewie estaba haciendo algo importante y ver los honores que ha ganado con ello quizá serviría para que le perdonaran su ausencia con más facilidad.

—Supongo que sí —dijo Han, no muy convencido.

—Y es tu amigo. No querrás que crea que estabas dispuesto a prestarle el
Halcón Milenario
a Lando, y que en cambio ahora...

Han la interrumpió meneando un dedo en un gesto de advertencia.

—Eso es distinto. Estábamos en guerra. Y sigue sin gustarme.

—... no quieres prestárselo a él. No querrás que crea que estabas dispuesto a perder el
Halcón
en una partida de sabacc con Lando, y que en cambio ahora...

—De acuerdo, pero eso no tiene nada que ver con...

—... no quieres prestárselo a Chewbacca para que vuelva a su hogar. Supongo que no querrás herir sus sentimientos de una manera tan cruel y despiadada, ¿verdad, Han?

Han se sostuvo la cabeza entre las manos como si estuviera intentando eliminar una jaqueca con un desesperado masaje, y su mirada fue de Leia a Chewbacca y volvió nuevamente a Leia. Después entrecerró los ojos, frunció el ceño, se mordisqueó el labio inferior y meneó la cabeza. Su boca se movió sin emitir ningún sonido, y acabó produciendo lo que quizá fuera un «No es justo» pronunciado en un tono que rozaba la desesperación.

—¿Cómo dices? —preguntó Leia—. ¿Qué has dicho?

Han carraspeó para aclararse la garganta y después alzó la cabeza y miró a Chewbacca.

—He dicho que supongo que si necesitamos que nos lleven a algún sitio mientras estás fuera, probablemente o la presidenta o la princesa podrán echarnos una mano.

Chewbacca expresó su deleite con un potente rugido y se lanzó sobre Han para rodearle con sus peludos brazos.

—¡Pero será mejor que lo cuides bien! —se apresuró a añadir Han, removiéndose nerviosamente bajo el aplastante abrazo del wookie—. Quiero recuperarlo sin un solo arañazo, ¿me has entendido? Ni un solo arañazo, ¿de acuerdo? Y llena los depósitos antes de salir de Kashyyyk. No pienso correr con los gastos de tus visitas conyugales.

Como única respuesta, Chewbacca se limitó a revolverle los cabellos mientras le obsequiaba con una enorme sonrisa repleta de dientes.

Cuando Chewbacca se hubo marchado, Leia envolvió a Han en un abrazo mucho más delicado y agradable.

—Estoy orgullosa de ti —dijo—. Nunca nos lo dirá, pero sigue sintiendo terribles remordimientos de conciencia por lo que ocurrió cuando secuestraron a los chicos.

Han no necesitaba preguntar a Leia cómo se había enterado del dolor secreto de Chewbacca.

—Él no tuvo la culpa de que los secuestraran.

—Nunca le convencerás de eso. Se siente culpable por habernos fallado, y además se siente culpable por haber descuidado a los suyos. Necesita volver a casa para recuperar la confianza en sí mismo. —Leia se inclinó hacia atrás, alzó la mirada hacia su esposo y le sonrió—. Y por lo que he oído comentar, cuidar de un pequeño wookie es un buen ejercicio de precalentamiento para aprender a cuidar de tres niños Jedi.

—Quizá debería ir con él.

—No hay ninguna necesidad de que lo hagas —dijo Leia, y le besó.

—Bien, de acuerdo —murmuró Han—. Pero te diré una cosa: espero que Luke sea capaz de enseñar a los niños qué deben hacer para volar agitando los brazos, porque te aseguro que mientras yo viva, Jacen nunca tendrá acceso a los códigos del
Halcón
.

—¿Por qué? ¿Acaso tú no empezaste a pilotar cualquier cosa que pudiera volar tan pronto como pudiste hacerlo?

—Por supuesto que sí —replicó Han con indignación—. ¿Por qué crees que estoy tan preocupado?

El despacho particular del almirante Drayson estaba rodeado por cinco perímetros de seguridad y se hallaba escondido detrás de un telón de informaciones cuidadosamente deformadas y negativas de alta plausibilidad.

El departamento que dirigía no tenía ningún nombre conocido públicamente.

El nombre privado —Alfa Azul— era conocido únicamente por la docena de altos oficiales que gozaban del nivel de acceso más elevado, y no aparecía en ninguna de las bases de datos del gobierno o del mando militar. Los hombres y mujeres que Drayson tenía bajo su mando no llevaban ninguna tarjeta de identificación de Alfa Azul y no pasaban por debajo de ninguna insignia de Alfa Azul cuando iban a trabajar. Lucían la insignia de un gran número de unidades o —como el mismo Drayson— no llevaban ninguna insignia y, oficialmente, cobraban su sueldo en concepto de contramaestres, sargentos de artillería, mecánicos de sistemas iónicos y funcionarios civiles.

Dado todo ese contexto, Drayson se quedó un poco sorprendido aquella mañana cuando entró en su despacho y se encontró con que ya había alguien allí, un alguien que no había sido invitado ni anunciado y que no trabajaba para él y que, sin embargo, era lo bastante osado como para sentarse en el sillón de Drayson y apoyar los pies en una esquina del escritorio de Drayson.

—Vaya, vaya —dijo Drayson—. Lando Calrissian... Tienes suerte de que no te haya pegado un tiro.

Lando sonrió.

—Confiaba en su curiosidad natural. Pensé que verme aquí le dejaría tan sorprendido que reprimiría su primer impulso de matarme.

—He dicho pegarte un tiro, no matarte. Dejarte sin una rodilla habría sido suficiente —dijo Drayson—. Y ahora, ten la bondad de levantarte de mi sillón.

—Oh, si insiste... —dijo Lando, y se levantó del sillón con un elegante movimiento que lo dejó girando lentamente sobre su eje—. Me he limitado a seguir el consejo de mi querida madre.

—¿Te refieres a cómo forzar cerraduras y ese tipo de cosas?

—Me refiero a evitar las tensiones innecesarias. «Nunca estés de pie cuando puedas sentarte, y nunca estés sentado cuando puedas estar tumbado.»

—Comprendo —dijo Drayson, deteniendo la rotación de su sillón con una mano y dejándose caer en él—. Hacía tiempo que no sabía nada de ti...

—Lo dudo.

—Pues la verdad es que no he sabido nada de ti desde que Mara Jade mostró esa resistencia tan sorprendente a tus encantos.

—Es muy amable al recordármelo.

Drayson formó un puente con los dedos.

—Mi teoría es que has intentado digerir esa gran desilusión gastando la recompensa de la duquesa de Mistal en las mesas de sabacc y los divanes de placer. ¿Aún te queda algo de dinero, o ya te lo has gastado todo?

Lando sonrió y se sentó en el borde del escritorio.

—Estoy seguro de que podría decirme cuánto dinero tengo sin equivocarse en más de medio crédito. Nunca me ha perdonado el que usted y sus matones chandrilanos no pudieran atraparme cuando me escapé a bordo del
Halcón
, ¿verdad? Y tampoco me ha perdonado el que yo consiguiera ganar una fortuna con esos pequeños negocios que hice en Chandrila mientras usted tenía que conformarse con capturar a los contrabandistas más torpes y tontos. Realmente tendría que haberle dado una parte de los beneficios.

—Nunca conseguirás quitarte de la cabeza esa loca idea de que el contrabando es una profesión respetable, ¿verdad? —replicó Drayson, recostándose en su sillón—. ¿Qué te hace pensar que habría aceptado el dinero que habías ganado haciendo tus sucios negocios de contrabandista?

—El hecho de que sabía qué beneficios obtenía el almirante de la Flota de Defensa de Chandrila de esos negocios sucios —dijo Lando—. Todo buen contrabandista sabe que los sobornos le permitirán llegar a sitios hasta los que nunca podría llegar fanfarroneando y pegando tiros.

Drayson sonrió por primera vez.

—Ah, mi querido barón Calrissian... No puedo evitar que me caigas bien, y no soporto que me caigas bien.

—Lo sé —dijo Lando—. Yo tengo el mismo problema. Nunca pensé que podría llegar a ser amigo de alguien a quien le gustan tanto las reglas.

—Bueno, la vida está llena de sorpresas. No es que el verte sea una de ellas, desde luego. Si quieres que te diga la verdad...

—Oh, ¿por qué empezar ahora?

—... he estado esperando verte aparecer desde que me enteré de que el
Dama Afortunada
estaba atracado en una de las pistas de arriba. Aunque debo confesar que no pensaba encontrarte con los pies encima de mi escritorio, como si estuvieras tomando posesión de todo el lugar. —Drayson cruzó los brazos sobre su pecho—. Bien, bien... ¿Qué puedo hacer por ti?

—Pregunta equivocada, almirante —dijo Lando—. La pregunta que debe formularme es qué puedo hacer yo por usted.

—¿Cómo dices?

—Me aburro —se limitó a decir Lando—. Empiezo a hacer negocios, gano un poco de dinero, pierdo un poco de dinero... El juego ha dejado de interesarme. Alguien me arroja un título de propiedad a la cara, y me dedico a recoger los trocitos de algo que otra persona dejó caer al suelo..., hasta que llega el día en que me doy cuenta de que estoy sentado detrás de un escritorio y de que me estoy convirtiendo en todo un Drayson. El contrabando ya no encierra ningún desafío, a no ser que quieras ir al Núcleo..., y soy demasiado listo para cometer semejante estupidez. Y en veinte pársecs a la redonda no hay prácticamente nada que merezca la molestia que supondría el agacharse para recogerlo. Por eso estoy aquí.

—Te aburres —dijo Drayson.

—Exactamente. Encuentre algo interesante que pueda mantenerme ocupado y yo le diré cómo he logrado abrirme paso a través de sus perímetros de vigilancia. —Una expresión de pena ensombreció su rostro durante unos momentos—. Pero me temo que en el futuro debería prescindir de los servicios de algunos de sus expertos en seguridad.

—Comprendo —dijo Drayson—. ¿Y existe alguna razón en particular para que te hayas encontrado tan repentinamente atacado por el aburrimiento en este preciso momento?

—¿Por qué me lo pregunta?

Drayson frunció los labios.

—No puedo decirte nada más a menos que vuelvas a trabajar con nosotros.

—Y si lo hago... Bueno, ¿cree que lo lamentaré?

—¿Acaso no acabas siempre lamentando lo que haces, Lando?

El general Lando Calrissian y el almirante Drayson, el jefe de Alfa Azul, estaban inmóviles delante de una enorme pantalla visora y estudiaban una imagen holográfica que mostraba un navío espacial bastante extraño. Los cinco cascos cilíndricos de la nave, que habían sido colocados en paralelo el uno al otro como si fueran un haz de troncos, eran de un color tan oscuro que resultaba difícil ver muchos detalles. Pero las indicaciones registradas por los sistemas sensores esparcidas a lo largo del marco de la pantalla revelaban su verdadero tamaño.

—Me rindo —dijo Lando por fin—. Por un momento he estado a punto de decir que había sido construido en Mon Calamari, pero creo que sus astilleros nunca han construido nada tan enorme. ¿Qué es, almirante?

—Es el
Vagabundo
de Teljkon. —El rostro de Lando no mostró ninguna señal de reconocimiento, y Drayson siguió hablando—. ¿Estás familiarizado con la leyenda del
Otra Oportunidad
?

Lando enarcó una ceja y le lanzó una mirada interrogativa.

—¿El navío arsenal de Alderaan? Por supuesto. Cada contrabandista del sector tiene una historia que contar acerca de él y del día en que lo avistó, lo cual significa que todos los contrabandistas del sector son unos malditos mentirosos.

—¿Entonces no crees en la leyenda?

—Es un caso clarísimo de revisionismo histórico —dijo Lando, y meneó la cabeza.

—Explícate.

—Es muy sencillo. No puedo creer que después de que los pacifistas lograron controlar el Consejo de Ancianos de Alderaan pudieran llegar a ser lo suficientemente cínicos como para meter todas las armas en una nave espacial y enviarla a dar saltos por el hiperespacio. Cuando el Imperio llamó a su puerta unos años después, eso les dio una buena razón para que desearan haberlo hecho. —Lando dejó escapar un largo suspiro—. Créame, me encantaría que la leyenda fuera verdad... Ojalá hubieran hecho volver al
Otra Oportunidad
antes de que la Estrella de la Muerte llegase a Alderaan. Pero no es más que otra típica historia de nave fantasma.

—Estoy de acuerdo contigo —dijo Drayson, extendiendo el brazo y golpeando suavemente la pantalla con las yemas de los dedos—. Pero esto es una auténtica nave fantasma..., y probablemente es la que ha estado manteniendo viva la leyenda del
Otra Oportunidad
. Estas imágenes holográficas fueron grabadas por la fragata de la Nueva República
Corazón Valiente
, hace cinco años, justo en el momento más difícil de todos aquellos problemas que tuvimos con la almirante Daala.

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta
7.56Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Ghostbusters by Richard Mueller
Mission by Patrick Tilley
The Lost Sun by Tessa Gratton
Chasing Shadows by CJ Lyons
1 Aunt Bessie Assumes by Diana Xarissa
Valeria’s Cross by Kathi Macias & Susan Wales