Read Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta Online
Authors: Michael P. Kube-McDowell
—Bueno, supongo que es una petición bastante razonable. Pero espero que no esté pensando en tratar de enviar al equipo de incursión —le advirtió Lando—. Hemos estado discutiendo esa posibilidad, y por aquí tenemos nuestras dudas de que la llave vaya a funcionar una segunda vez.
—No, no planeamos enviar al equipo de incursión —respondió Pakkpekatt—. Limítese a permanecer a la espera en su posición actual. —Cortó la conexión—. ¿Preparado?
—Sí, señor.
—Pues entonces, adelante.
Desde su veloz travesía por la zona de acceso restringido del
Vagabundo
el día anterior, el
D-89
había estado volando en formación con el
Glorioso
, aguardando su próxima misión como segunda plataforma de detección para las grabaciones estereofónicas de larga distancia del contacto a intentar por el equipo de incursión que deberían obtener. Cuando su sistema de propulsión por el espacio real cobró vida de repente con un rugido, el
D-89
sólo tuvo que recorrer unos cuantos kilómetros antes de llegar a la frontera invisible de la esfera de seguridad del
Vagabundo
.
El
D-89
aún seguía acelerando cuando fue interpelado por el
Vagabundo
mediante una señal que se oyó claramente tanto a bordo del
Dama Afortunada
como del
Glorioso
. Lobot fue el primero en comprender la causa a bordo del
Dama Afortunada
.
—Otra nave se está aproximando al
Vagabundo
—dijo.
—No es la misma secuencia de antes, amo Lando —dijo Cetrespeó casi en el mismo instante.
—Lo sé —respondió Lando con expresión sombría—. Me ha bastado con oírla durante unos momentos para darme cuenta. Ah, ya me temía que iba a intentar precisamente ese truco...
La señal del
Vagabundo
terminó bruscamente y la respuesta, transmitida desde el
Glorioso
a través de los emisores del
D-89
, llegó de inmediato.
Pero antes de que la respuesta se hubiera completado, una cegadora luz azulada ya había empezado a bailotear sobre el tercio de popa del casco del
Vagabundo
.
—¡Agarraos todos! —gritó Lando nada más verlo.
Después se lanzó sobre la consola y alargó la mano hacia el control que alimentaría los escudos de combate del
Dama Afortunada
con toda la energía que eran capaces de producir los motores.
Pero su mano todavía no había llegado al interruptor cuando la cabina quedó repentinamente inundada de luz, una luz tan intensa que incluso Cetrespeó se encogió bajo ella y tan fría que hizo estremecerse a Lando.
Media docena de alarmas empezaron a sonar en ese instante, como si el mismo yate estuviera emitiendo un estridente chillido de sorpresa. Y atravesando la cacofonía se oyó el gemido quejumbroso de un Erredós repentinamente enloquecido por el terror.
Desde el privilegiado punto de observación de quienes contemplaron el espectáculo en el puente del
Glorioso
, todo pareció durar sólo un momento, un abrir y cerrar de ojos. Quienes bajaron la mirada hacia sus consolas en ese instante se lo perdieron por completo. Cuando sus cabezas se alzaron de golpe al oír el jadeo colectivo, lo único que quedaba por ver era la nube de fragmentos que se expandía rápidamente por el espacio entre el crucero y el
Vagabundo
.
El resplandor azulado había hecho que el
Vagabundo
pareciera relucir con una repentina brillantez en las pantallas del crucero. Después tres haces de energía habían salido disparados de la cola de la nave, acuchillando el espacio como reflectores y avanzando velozmente hacia el mismo blanco. Los haces se intersectaron y se confundieron unos con otros y, en ese momento y en ese punto del espacio, hubo una explosión pequeña pero espectacularmente intensa.
En ese mismo instante, toda la emisión telemétrica del
D-89
desapareció de las consolas del puente del
Glorioso
.
Después las lanzas de energía destructiva se esfumaron tan deprisa como habían aparecido, y el silencio se adueñó nuevamente del espacio. El
Vagabundo
volvió a sumirse en su estado de cuasi invisibilidad anterior mientras pequeñas explosiones secundarias iluminaban los restos atomizados desde el interior, ardiendo como novas diminutas perdidas en las profundidades de una nebulosa recalentada.
—¿Qué ha sido del
Dama Afortunada
? —preguntó Pakkpekatt, volviéndose hacia un técnico de sensores que aún no se había recuperado del todo.
—En... El índice de ionización es tremendamente elevado, así que no podremos ver a través de la nube hasta que se haya dispersado. Pero el Merodeador sigue teniendo visible al
Dama Afortunada
en sus pantallas.
—Qué interesante —dijo Pakkpekatt, irguiéndose cuan alto era.
—Coronel, el capitán Hannser solicita instrucciones desde el Merodeador.
—Dígale que espere —dijo Pakkpekatt, volviéndose hacia los ventanales del puente—. Sistema de captación de imágenes, vuelva a mostrar el ataque pasando la grabación a la mitad de la velocidad normal. Que todo el mundo esté atento a sus monitores. Vamos a ver qué podemos averiguar sobre los amigos del general.
Lando fue silenciando las alarmas una por una: alarma de radiación, alarma de proximidad, alarma de contacto, alarma de sistemas, alarma de anomalía... La nave parecía no haber sufrido ningún daño y, de hecho, parecía estar totalmente intacta.
—¿Qué ha sido eso?
—Estoy mostrando una explosión producida a ocho kilómetros de nuestra popa —dijo Lobot—. Creo que acabamos de presenciar una demostración del poder de la tecnología armamentística de los qellas.
—Santa reina de los marineros... Dime que lo que estalló no era la lanzadera del equipo de incursión, Lobot.
Lobot abrió una conexión con uno de los procesadores no protegidos del
Glorioso
.
—Era el hurón
D-89
. No había nadie a bordo.
—Demos gracias a las estrellas por eso. —Lando rozó la consola que tenía delante y abrió un canal de comunicación con el crucero—. Coronel, espero que uno de estos días aprenderá a hacer caso de lo que le digo.
—General, le aseguro que en cuanto decida empezar a decirme la verdad, entonces escucharé con sumo gusto todo lo que tenga que contarme.
—¿La verdad?
—Sí, la verdad —replicó secamente Pakkpekatt—. Podría empezar explicándome para quién está trabajando, qué hay dentro del objetivo y por qué ha decidido traicionar a la Nueva República. El
Vagabundo
le permitió aproximarse, y ahora le está protegiendo.
—General, ya le advertí de que la llave quizá sólo funcionaría una vez. El desafío al que tuvo que enfrentarse el hurón era distinto del desafío al que nos enfrentamos nosotros..., probablemente para impedir que alguien hiciera exactamente lo que usted intentó hacer que, puestos a ser sinceros, consistía en meter las narices donde no debía y robar la llave. Si el
Vagabundo
nos está protegiendo, eso se debe única y exclusivamente a que cree que tenemos derecho a estar donde estamos.
—¿Sigue afirmando que todo esto no es más que el resultado de una corazonada de jugador al que le ha sonreído la suerte?
—Coronel, vamos a entrar en el objetivo de una forma bastante irregular. No habíamos concertado ninguna cita previa.
—En ese caso, ¿qué razón puede tener el
Vagabundo
para no haberse marchado?
Lando alzó la mirada y echó un vistazo por el visor delantero del
Dama Afortunada
. El arma que había sido utilizada contra el hurón resultaría igualmente efectiva contra las naves que proyectaban el campo de interdicción. Y con una de esas naves destruida o incapacitada, no habría nada que pudiera impedir la huida del
Vagabundo
.
—No lo sé, coronel —dijo Lando—. Quizá nos está esperando. Voy a iniciar una nueva trayectoria de aproximación y veremos qué ocurre. —Lando puso la mano sobre los controles del sistema de impulsión y desplazó la palanca principal hacia adelante en un movimiento casi imperceptible—. Mientras tanto, y si deja de tratar de enviar a la caballería durante el tiempo suficiente para escucharnos, compartiremos con usted todo lo que sabemos, o creemos saber.
Erredós y Cetrespeó habían estado manteniendo su propia conversación privada en la parte de atrás de la cubierta de vuelo del yate, y un instante después Cetrespeó fue hacia los asientos en que se habían instalado Lando y Lobot.
—Señor.
—Espera un momento, Cetrespeó.
—Lamento tener que interrumpirle, señor, pero Erredós dice que la nueva secuencia transmitida por la nave de los qellas no figura en la información acumulada en los archivos exploratorios.
—¿Qué?
—Erredós dice que es totalmente incapaz de determinar la respuesta correcta.
Lando meneó la cabeza.
—Me siento como si estuviera tomando parte en un concurso de deletrear palabras y el chico que está sentado delante de mí acabara de fallar una palabra que yo tampoco conozco —dijo—. ¿Está siguiendo todo esto, coronel?
—Lo sigo, pero no lo entiendo.
—Hemos identificado la señal original del
Vagabundo
y sabemos que corresponde a un fragmento del código genético de una especie conocida con el nombre de qellas —le explicó Lando—. La respuesta correcta era la siguiente porción del código. Pero el
Vagabundo
ha interrogado al hurón utilizando una secuencia distinta, y al parecer ahora no sabemos qué viene a continuación de dicha secuencia. Quizá Lobot tenga una explicación, ya que fue él quien descubrió que la primera secuencia era una parte del código genético de esa especie.
—Dispongo de una explicación —dijo Lobot—, pero no nos será de ninguna ayuda a la hora de resolver nuestro problema.
—Me gustaría oírla de todas maneras —dijo Pakkpekatt.
Lando inclinó la cabeza para indicar que estaba de acuerdo con el coronel.
—He repasado la historia de los registros concernientes a los qellas —siguió diciendo Lobot—. Los qellas fueron descubiertos por la Tercera Exploración General, que supuso el primer examen completo y a gran escala de los mundos habitables de los brazos galácticos llevado a cabo por la Antigua República. Pero el único informe disponible es el del navío de exploración. Cuando el navío de contacto llegó ocho años más tarde, todos los qellas habían muerto, y más de una tercera parte del planeta estaba recubierta por una capa de hielo que tenía hasta cien metros de grosor en algunos puntos.
—¿Todos habían muerto? ¿Qué ocurrió?
—Los equipos de inspección adelantaron la hipótesis de que un asteroide había chocado con el planeta—dijo Lobot—. El navío de contacto recogió muestras genéticas y artefactos tecnológicos de dos lugares distintos, pero no estaba equipado para llevar a cabo trabajos arqueológicos, y había muchos mundos con poblaciones vivas esperando la llegada de un navío de contacto. Qella fue inscrita en los registros como mundo a investigar por un equipo arqueológico, y el navío de contacto prosiguió su ruta. Pero el planeta no volvió a ser visitado por ninguna nave.
—¿Por qué no? —preguntó Lando.
—La Tercera Exploración General nunca llegó a terminarse —dijo Pakkpekatt—. Fue interrumpida por el estallido de las Guerras Clónicas.
—El coronel tiene razón —dijo Lobot—. Todos los navíos de exploración y contacto fueron requisados por la Armada Imperial cuando la Tercera Exploración General sólo había abarcado un sesenta y uno por ciento de los objetivos fijados.
—Y eso significa que no vamos a disponer de más información sobre los qellas y que hemos de conformarnos con lo que sabemos, ¿verdad? —preguntó Lando—. Tiene que haber más datos en algún sitio. Está claro que los qellas ya habían conseguido desarrollar la tecnología del viaje interestelar. Debían de tener vecinos, socios comerciales...
—El personal del coronel tal vez pueda localizar ese tipo de información —dijo Lobot—. Yo no he podido encontrar ninguna otra referencia a ese planeta o a sus habitantes.
—Tengo gente trabajando en ello —dijo secamente Pakkpekatt—. Si se me hubiera comunicado esta información en cuanto lograron acceder a ella, ahora tal vez ya podría tener algunos resultados que transmitirles.
El
Vagabundo
ya casi llenaba por completo la pantalla visora de proa del
Dama Afortunada
.
—Coronel, dos jugadores pueden recibir exactamente la misma mano de cartas y uno de ellos ganará con esas cartas, y el otro perderá con ellas. Si le hubiéramos dado la posibilidad de averiguar si nuestra corazonada tenía alguna base sólida, ¿qué habría hecho con ella? ¿Dónde estaría Bijo Hammax en estos momentos?
Hubo una larga pausa antes de que el oficial de inteligencia respondiera a la pregunta de Lando.
—Comprendo lo que quiere decir, general.
—Gracias, coronel —dijo Lando—. Nos encontramos muy cerca, como supongo que podrá ver por sus pantallas. Tal como yo veo las cosas, será mejor que empiece a concentrarme en la partida que está teniendo lugar aquí. Nos mantendremos en contacto con ustedes, pero ésa no va a ser la primera de mis preocupaciones.
—Si dejara abierto un canal de audio...
—Probablemente querrá recibir todos los datos que vayan captando los sensores de nuestra cabina, ¿no? Lobot puede transmitírselos.
—Haremos cuanto podamos para ayudarles —dijo Pakkpekatt.
Lando sabía que al hortek tenía que haberle costado un gran esfuerzo llegar a pronunciar aquellas palabras.
—Ya nos oirá gritar —dijo—. Pero si realmente desea ayudarnos, entonces quizá quiera averiguar qué puede hacer para que envíen una nave al mundo de los qellas..., y deprisa. Quizá allí siga habiendo algunas respuestas que nos van a hacer mucha falta antes de que esto termine.
Con el
Dama Afortunada
avanzando lentamente a lo largo del casco del
Vagabundo
a una distancia de sólo cien metros, Lando tuvo la sensación de que estaba viendo la nave con claridad por primera vez.
Visto desde lejos, el casco tenía un aspecto irregular y salpicado de bultos. Visto de cerca, recordaba a un amasijo de enormes troncos de árbol, envuelto por gruesas lianas que se entrecruzaban en todas direcciones, que hubieran ido creciendo lentamente sobre la corteza metálica hasta introducirse en ella. Pero la escala no encajaba en lo más mínimo con aquella comparación: las «lianas» eran lo bastante gruesas para que se hubiera podido estacionar el yate dentro de una de ellas, y los «troncos» habrían engullido la colosal masa de un crucero sin ninguna dificultad.