Otro tema comienza a sonar, pero la mayor parte de chicos, sorprendentemente y al mismo tiempo, abandona el salón. Al lado se oye un murmullo que va aumentando. Algo pasa en la entrada de la casa. Paula siente curiosidad. Coge a su novio de la mano y juntos salen de la habitación. Álex va detrás y Cristina le acompaña.
Parece que alguien ha llegado y está causando mucha expectación. Todos le rodean.
—¿Qué pasa? ¿Quién ha venido? —le pregunta Paula a Ángel.
—No lo sé. Espera.
El chico se pone de puntillas y por fin logra ver quién ha levantado tanto revuelo.
No puede ser. ¿Qué está haciendo ella allí? Katia consigue por fin librarse de buena parte de los chicos que la abordaban y camina hasta Ángel, al que acaba de divisar entre la multitud. Paula la ve llegar y suelta un grito:
—¡Dios, es Katia! ¡Y está en mi fiesta de cumpleaños!
La cantante del pelo rosa saluda primero a Ángel con dos besos y luego se dirige a la chica que está a su lado.
—Hola, tú eres Paula, ¿verdad?
—Hola…, hola. Sí, sí. Soy yo —responde muy nerviosa.
Ángel no dice nada. No entiende ni para qué ha ido ni cómo le ha encontrado, pero sonríe y trata de disimular su enfado. Si ya tiene el CD dedicado que pensaba darle a Paula a las doce de la noche, que es cuando es realmente su cumpleaños, ¿por qué Katia está allí?
—Me han dicho que eres una gran fan mía.
—¡Sí! Me encanta tu disco. En serio, es genial.
—Gracias. Ángel me ha hablado mucho de ti y me pidió que viniera a dedicarte un tema como regalo de cumpleaños.
—¿De verdad? ¿Has hecho eso por mí?
Ángel le sigue la corriente a la cantante y se encoge de hombros. La chica, emocionada, besa a su novio. Katia siente un pinchazo en su pecho, pero aguanta con entereza el momento de pasión de la pareja.
Los tres entran en el salón, con una fila de chicas y chicos detrás.
—Bueno. Esta versión especial de
Ilusionas mi corazón
es para ti.
Katia aclara la voz y muy suave comienza a cantar
a capella
el tema que la ha hecho famosa, cambiando el nombre de los protagonistas.
Ángel ve en ella el camino,
La luz que invita a soñar,
Un truco que hizo el destino,
Como se unen la copa y el vino.
El juego que quiso el azar.
Ángel la acoge en su nido,
Siente en su boca el manjar,
Caricias de un fruto prohibido,
Le cuenta en susurro al oído
Lo que ella desea escuchar.
Ilusionas mi corazón.
Nunca pensé que pudiera amar
Como te amo a ti, mi amor,
Como te quiero a ti, jamás.
Y en esta historia de dos
Que no tiene escrito el final
Tú eres mi cielo, mi sol,
Tú eres mi luna, mi mar.
Paula ve en él un amigo,
Un amante que le hace volar,
Un confidente que es el testigo
De besos, de roces furtivos
Abriéndose paso en la oscuridad.
Paula se enreda en su abrigo,
Se acerca cada vez más.
Unidos en cada latido
Le cuenta en susurro al oído
Lo que él desea escuchar.
Ilusionas mi corazón.
Nunca pensé que pudiera amar
Como te amo a ti, mi amor,
Como te quiero a ti, jamás.
Y en esta historia de dos
Que no tiene escrito el final
Tú eres mi cielo, mi sol,
Tú eres mi luna, mi mar.
La canción termina y un gran silencio invade la sala. Paula tiene los ojos llorosos. Está muy emocionada. Mira a Katia y a Ángel una y otra vez. ¡Es increíble que la cantante más popular del momento esté allí y le haya cantado a ella expresamente!
—¿Te puedo dar un abrazo? —pregunta a Katia con las lágrimas saltadas.
—Claro.
Las dos chicas se abrazan ante la mirada de todos, que aún no pueden creerse lo que están viendo.
Esa noche de marzo, en la fiesta de cumpleaños de Paula.
Katia mira el reloj constantemente. Hace media hora que tenía la actuación a la que Mauricio le había pedido que no faltara. Su representante la ha llamado unas veinte veces, pero ella no ha cogido el móvil y, al final, ha terminado por desconectarlo. Le duele muchísimo lo que está haciendo, pero no puede irse de allí sin que Ángel sepa lo que siente. Hasta el momento no ha habido ocasión para expresárselo. A cada minuto se le acerca alguno de aquellos chicos y le comenta algo, pues todos quieren hablar con ella. Y cuando logra librarse y quedarse sola, Ángel es el que está ocupado, besando a su novia y bailando con ella.
Ahora es uno de esos momentos en los que no tiene a nadie alrededor. Muchos de los invitados están jugando a un típico juego de adolescentes en el que hay que decir la verdad sobre si has hecho algo o no. Quien responda afirmativamente debe beber un vasito pequeño de alcohol, en este caso un chupito de ron.
—Hola. Eres Katia, ¿verdad?
Se acabó la soledad. Alguien vuelve a hablarle. En esta ocasión no se trata de uno de esos estudiantes de Bachillerato sino de un chico guapísimo, algo más mayor, con una sonrisa increíble. Ya se había fijado en él antes, pero no había tenido la oportunidad de conocerlo aún.
—Sí. Y tú te llamas…
—Álex.
El chico se inclina y le da dos besos.
—¿Eres amigo de Paula?
—Sí. Nos conocimos hace poco tiempo.
—Ah. Parece buena chica.
—Lo es.
Los dos guardan silencio y observan al grupito que está jugando a "Yo nunca he…".
—¿Me dejas hacerte una pregunta?
—Sí, claro. Que no sea muy difícil, por favor —bromea la chica.
—¿Has recibido mi carta?
—¿Tu carta? —pregunta extrañada Katia, que no sabe de qué le está hablando.
—Sí. Te he mandado una carta con una petición y el principio de un libro titulado
Tras la pared
.
La cantante piensa un instante y entonces recuerda aquel sobre del que Mauricio le habló.
—¡Ah! ¡Sí, por supuesto! ¿Tú eres ese Álex?
—Sí, soy yo.
—Qué casualidad entonces encontrarnos aquí.
—Sí. Ha sido una feliz coincidencia.
—Mi representante me insistió mucho para que leyera lo que me mandaste y tengo que reconocer que es muy bueno —miente Katia, que no leyó ni una línea del cuadernillo que le envió Álex.
—Gracias, me alegro de que te guste.
Poco a poco la chica va recordando algunas cosas que Mauricio le contó sobre aquella historia.
—Y, si no me equivoco, quieres que escriba una canción para promocionarte y que así puedas llegar a más gente, ¿no?
—Algo así —reconoce Álex.
—Mmmm… Es una idea interesante. Y si te haces famoso, también me podría beneficiar a mí.
—No creo que me haga famoso escribiendo.
—Nunca se sabe. Yo tampoco creía que me haría famosa cantando y mira.
—Es distinto. Hay más cantantes famosos que escritores famosos.
—Quizá porque la música llega a más gente que los libros.
—Porque para oír música no necesitas hacer nada y, para leer un libro, tienes que prestar atención y esforzarte.
—Eso es verdad —responde ella esbozando una sonrisa.
Katia encuentra al chico muy interesante. No está nada mal y, ahora que le conoce, no le importaría prestarle una de sus canciones o escribir una nueva para su libro. Mauricio le comentó que
Quince más quince
, que no se llegó a grabar en el disco, se ajusta perfectamente a la historia: es un tema que habla de la diferencia de edad y de que los años no tienen que ser un problema en una relación.
Mientras continúan hablando, Ángel y Paula aparecen de nuevo. Ella le besa a él y se sirve un vaso de Fanta de naranja.
—No voy a tardar en irme —indica Álex, que ve la escena.
—Yo tampoco, hace casi una hora que debería haberme ido a un concierto.
—Vaya. ¿Y por qué sigues aquí?
—Tengo que hablar con Ángel de algo muy urgente, pero entre que a mí no me dejan y que Paula siempre está a su lado, no he tenido la ocasión de hacerlo.
Álex piensa un instante.
—Quizá pueda ayudarte —comenta—. Ahora mismo todos los chicos están entretenidos. Si logro llevarme a Paula, tú podrás hablar con Ángel.
—Vale.
—Tú llévatelo a la cocina y yo me llevo a Paula arriba. ¿OK?
—Perfecto.
Sin más palabras, los dos se acercan a la pareja para intentar llevar a cabo sus objetivos personales.
Esa noche, instantes más tarde, en la casa de los Parra.
De la mano, Katia lleva a Ángel hasta la cocina. Mientras, en otra parte de la casa, Álex le ha arrebatado a Paula por unos minutos. La pareja apenas si ha podido resistirse ante la insistencia de sus pretendientes.
—Perdona, Ángel. No quería ser tan brusca, pero tenía que hablar contigo.
El periodista sigue todavía molesto con ella por su presencia allí sin invitación.
—Habla. Te escucho.
—Primero me quería disculpar por haberme presentado aquí sin decirte nada.
—¿Cómo sabías dónde estaba? Ni siquiera lo había dicho en la redacción.
—Fui a tu casa y vi cómo te montabas en un taxi. Seguirte no fue fácil, por la lluvia y el tráfico que había, pero tuve suerte.
—¿Me seguiste desde mi casa? —pregunta asombrado.
—Sí. Tuve que hacerlo porque quería hablar contigo.
Ángel suspira. Aquello cada vez es más surrealista.
—Cuéntame.
—No es sencillo para mí todo esto. Así que te pido por favor que no me interrumpas. Cuando termine de hablar, me dices qué piensas.
Katia está temblorosa. Le falla la voz y le cuesta muchísimo mirarle a los ojos.
—Bien.
La chica respira hondo y comienza con su historia.
—Hace poco más de una semana que te conozco. Pero para mí es como si te conociera desde siempre. Desde el primer momento me pareciste una persona increíble… Yo últimamente estoy rodeada de mucha gente, pero no consigo saber quién viene por mí y quién por la cantante. Contigo no tuve dudas. Te fijaste en cómo era yo como persona y estuviste ahí en momentos importantes como el del accidente. Sé que hemos tenido nuestros problemas, que me equivoqué besándote el día de las
fotos, que no te debí llevar a mi casa y meterte en mi cama, aunque no pasó nada, como ya sabes, el día que te emborrachaste, porque ni tan siquiera te debí pedir que vinieras conmigo a tomarte una copa. Luego las llamadas. Para ti tuve que ser un verdadero incordio, una pesadilla. Pero aún así me volviste a llamar y a integrar en tu vida. También sé, y no soy tonta, que desde ese día te aprovechaste un poco de la situación. Lo que realmente querías era que le dedicara una canción a Paula para su cumpleaños. Quizá me utilizaste, pero no me importó. Lo poco que compartíamos juntos lo intenté disfrutar, aunque fue difícil, sabiendo que en quien pensabas no era en mí, sino en ella.
"Hoy hablé con mi hermana. Y realmente es por ella por lo que estoy aquí. Pensaba que mis posibilidades contigo eran cero. Pero Alexia me convenció de que al menos debía luchar y gastar la última bala de mi revólver, y decirte lo que siento. Yo te quiero, Ángel. Te quiero hasta donde tú no puedes ni imaginar. Y te voy a ser sincera: no quiero explicaciones, solo pretendo que me des un sí o un no sobre si tengo posibilidades contigo. Nada más. Si me contestas que sí, trataré de que te enamores de mí, haré las cosas bien y te prometo que jamás encontrarás a alguien que pueda darte más de lo que te daré yo. Si me dices que no, me olvidaré de ti para siempre. Y tampoco puedo tener tu amistad, porque sería engañarme a mí misma y seguir sufriendo, porque, si te sigo viendo, sé que volveré a llorar —toma aire. Suspira. Y temblando realiza la pregunta decisiva—. Ángel, ¿tengo alguna posibilidad de que algún día seas mi chico?
Silencio. Para Ángel, aquello supera cualquier momento comprometido que haya tenido hasta ahora. Nunca se ha visto en una situación tan al límite y que le provoque tanto dolor. Pero sabe la respuesta a la pregunta de Katia:
—No. Lo siento, Katia. Estoy enamorado de Paula.
La cantante sonríe. Se acerca a él y, sin que se lo espere, le da un beso en los labios.
—Hasta siempre, Ángel.
Abre la puerta de la cocina y desaparece.
Al mismo tiempo, esa noche de marzo, en la planta de arriba de la casa de los Parra.
—No entiendo nada, Álex. ¿Para qué me has hecho subir aquí?
—Antes nos han interrumpido. Nos quedamos con la conversación a medias.
Paula resopla. Durante toda la noche ha intentado estar lo más cerca posible de Ángel para tratar de olvidar lo que había pasado con Álex. Se siente mal, como si le
estuviera traicionando, y tiene miedo de que eso que está sintiendo continúe creciendo.
—Lo siento, Álex. Creo que antes…
—Antes casi me besas.
—No. No te quería besar.
—¿De verdad que no me querías besar, Paula?
La chica aparta la mirada de los ojos inmensos de aquel chico que por momentos le confunde más.
—No, Álex. Quiero a mi novio… Él es todo para mí.
—¿Y por qué no me miras cuando me lo dices?
Paula clava sus ojos color miel en los ojos marrones de Álex. Pero no logra aguantar su mirada ni un segundo.
—Álex, por favor. No me hagas esto.
—Bésame, Paula.
—No, por favor.
—Dime que no me quieres y me iré.
—Álex, por favor.
—Dímelo. Dime que no me quieres y abandonaré definitivamente.
—Álex, yo…
La chica entonces ve en la planta de abajo a Ángel. Está buscándola. El periodista mira a un lado y a otro, desorientado, desesperado.
—No te quiero —termina diciendo—. Lo siento. No te quiero.
Aquellas palabras hieren de muerte el corazón del joven escritor. Los ojos de Paula están en los suyos. No hay más que decir.
La mira por última vez, con dolor, con muchísimo dolor dentro.
Tranquilamente, Álex baja las escaleras. Se despide de Ángel y sale por la puerta de la casa de los Parra.
Esa noche de marzo, en otra habitación de aquella casa.
El final de
Serendipity
le encanta. La película relata cómo el destino puede jugar con las personas hasta un punto en que dos desconocidos se enamoren y tras años separados se vuelvan a encontrar y sigan enamorados. Es la segunda película que Mario y Diana ven juntos esa noche. No han salido de la habitación a pesar de todo lo que parece que ha sucedido. Ellos han tenido su fiesta particular y lo han pasado mejor que la mayoría de invitados que ahora regresan a sus casas vomitando la comida del cumpleaños por los efectos del alcohol.