Canciones para Paula (67 page)

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Authors: Blue Jeans

Tags: #GusiX, Infantil y Juvenil, Romántico

BOOK: Canciones para Paula
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—Pues no pasó nada —miente.

El hombre sonríe pícaro. No lo cree, pero no va a contradecirle.

—Vale, no pasó nada. Pero es normal que dos chicos guapos, jóvenes y sin compromiso conocido se gusten y comiencen una historia entre ellos. ¿Es lógico o no es lógico?

—Simplemente, es una posibilidad.

—Da igual, llámalo como quieras —protesta don Jaime—. Sigo atando cabos. El día que Katia tiene el accidente, da la casualidad de que tú estás en el lugar de los hechos sin que te avise nadie para que cubras la noticia.

—Había muchos periodistas allí.

—Sí, es cierto, pero ninguno dispuso de las informaciones que tú obtuviste. Es más, diría que hasta llegaste a ver a Katia en su habitación, ¿me equivoco?

El chico no responde. Se limita a seguir escuchando lo que Jaime Suárez sigue diciendo.

—No, no me equivoco. Y, por si fuera poco, el miércoles Katia aparece en la redacción de la revista porque habías quedado con ella para tomar café.

—Nos hemos hecho amigos. Es verdad.

—¿Amigos? ¡Amigos íntimos!

Jaime Suárez se pone de pie y suelta una carcajada. Ángel lo observa. Camina de un lado para otro con las manos en la espalda.

—Ayer —continúa relatando el director de la revista— alguien vio a Katia entrando en un edificio. Iba acompañada de un chico guapo, alto, bien vestido, que se parecía mucho a ti. ¿Eras tú?

Ángel duda en responder la verdad. Pero si aquel hombre está diciendo todo aquello es porque tiene pruebas convincentes. Así que mentir no es una buena solución.

—Sí, era yo.

—Menos mal que lo reconoces, porque ese alguien que os vio era mi mujer.

—¡Joder! ¿Su mujer nos vio?

—¡Sí! Por eso te he dicho antes que también en la noticia intervienen la suerte, el destino, las casualidades. Mi mujer confirmó mi corazonada y aportó la prueba definitiva: la que demuestra que tú y esa chica tenéis una relación.

Ángel se mantiene en silencio un instante.

Mientras su jefe continúa hablando, él busca algo entre sus cosas.

—Pero no te preocupes, yo no diré nada. Y la revista no publicará nada sobre vuestra relación. Eso sí, si la prensa del corazón se hace eco de que… ¿Ángel, qué haces?

El periodista abre la carátula del CD que estaba buscando y mete el disco en su ordenador.

—Escuche —le indica a Jaime Suárez.

Es el tema de Katia, cantado por ella misma. Suena algo diferente a la canción original, pero Jaime no entiende por qué Ángel quiere que oiga
Ilusionas mi corazón
. Sin embargo, en unos segundos, lo descubre. La letra no es la misma: los protagonistas de la canción se llaman Ángel y Paula.

—Pero, ¿qué significa esto?

—Veo que lo ha notado.

—¿Ese Ángel eres tú?

—Sí. Y Paula es mi novia. Mañana es su cumpleaños y le pedí a Katia que me hiciera este favor. Es una gran fan suya y que le dedique esta canción significará mucho para ella. En el edificio donde su mujer nos vio entrar hay un estudio de grabación, donde ayer nos pasamos toda la tarde grabando esta versión especial de
Ilusionas mi corazón
.

Jaime Suárez no recuerda ninguna ocasión en la que errara de esa manera. ¡Menos mal que ha sido con uno de sus chicos!

—Lo siento, Ángel. Estoy avergonzado.

—No se preocupe. Entiendo que todas las pruebas conducían a deducir que Katia y yo tenemos una historia, lo que demuestra que ni aunque la intuición, la lógica y la suerte se junten, eso garantice que el periodismo sea una ciencia exacta.

Después de esa última frase, el periodista vuelve a guardar el CD en su carátula. Sonríe a su jefe y pulsa el enter para que la columna de opinión sobre Katia aparezca en la página web de 1a revista.

Esa mañana de marzo, en un lugar de la ciudad.

Álex no va esa mañana a la ciudad. En casa, prepara la clase de esta tarde con Agustín Mendizábal y sus amigos. Menos mal que hoy es viernes y la tiene una hora antes. También intenta escribir un nuevo capítulo de
Tras la pared
a pesar de no encontrarse muy inspirado. De vez en cuando se atasca y, al repasar cada párrafo, todos le parecen iguales. Y entonces se culpa de su torpeza y de su falta de talento.

Constantemente mira el móvil y siente la tentación de llamar a Paula. La última conversación de anoche le hizo pensar. Tal vez la esté agobiando demasiado. No quiere que eso pase, pero le cuesta controlarse. A veces sus sentimientos le desbordan y la necesita. Necesita saber de ella, oír cómo se ríe. A pesar de que se conocen desde hace poco tiempo, y no se han visto demasiado, se ha enamorado como nunca antes lo había hecho.

Pero ella tiene novio, y ese es un gran inconveniente o, más bien, una tortura, y lo que hace que en ocasiones entristezca y lo dé todo por perdido. Imaginar que la chica a la que quieres está en los brazos de otro y que la besa y la abraza resulta desolador.

Quizá en estos momentos esté con él, haciendo quién sabe qué.

Álex suspira. Sí, realmente vivir así es una tortura.

Le apetece subir a la azotea de su casa y tocar el saxofón para desahogarse, pero llueve otra vez. Así que se debe conformar con mirar por la ventana de su habitación y tocar sentado en la cama.

La música del saxo invade toda la casa recorriendo cada rincón con su triste melodía.

Capítulo 99

Esa mañana de marzo, en un lugar de la ciudad.

Un nuevo viernes que se termina, al menos para los alumnos del instituto. Se acaban las clases hasta el lunes, ocasión de festejos y celebraciones, aunque no muchos. La semana que viene es la última del segundo trimestre y está llena de exámenes que determinarán las notas finales.

Las cuatro Sugus caminan juntas por los pasillos del edificio hacia la salida.

Miriam y Cris llevan discutiendo todo el día sobre los motivos de Mario para no ir al examen. ¿Fingió que estaba enfermo o no? Su hermana se reafirma una y otra vez en que sí, pero Cristina opina que Mario no es capaz de algo así porque, además, es el mejor de la clase en Matemáticas y, si se hubiera presentado al examen, lo habría aprobado sin dificultad. No necesita mentir y decir que se ha puesto malo. Paula y Diana se mantienen al margen. Prefieren no expresar su opinión, aunque ambas creen comprender las razones por las que el chico no ha aparecido.

Desde que terminó el examen de Matemáticas, Paula y Diana están más unidas que nunca: son más amigas, se conocen un poco más. Por primera vez, Diana se ha abierto. Ha sacado sus sentimientos al exterior y Paula estaba allí para tenderle su mano. Aunque ella es la tercera implicada de ese extraño triángulo amoroso, siente la necesidad de estar al lado de su amiga. En el cuarto de baño hablaron. Diana se desahogó y soltó todo lo que su corazón escondía. Paula la escuchó durante esa hora en la que faltaron a clase de Tutoría. Nunca había visto a su amiga llorar de esa manera. Desconsolada, repetía que no sabía qué le estaba pasando, no entendía cómo había podido llegar a eso por amor, o lo que ella creía que era amor. Su primer amor.

Un beso en la frente de Paula a Diana selló su apoyo incondicional hacia su amiga, fueran cuales fueran los próximos acontecimientos.

—Bueno, entonces quedamos a las ocho en mi casa —apunta Miriam, que ya se ha olvidado por completo del examen de Matemáticas—. Las Sugus tenemos que celebrar tu cumpleaños a lo grande.

—Vale. Vale. Llevaré helado y comeremos pizza —comenta Paula.

Aunque sea en casa de Miriam y con Mario cerca, en otra habitación, le vendrá bien olvidarse de todo al lado de sus amigas. Y a Diana también.

—Lo pasaremos bien. Mis padres no están y podremos desmadrarnos un poco. ¿Contratamos un
boy
?

—Estás loca, Miriam —comenta Cris, negando con la cabeza, aunque con una amplia sonrisa.

—Hey, ¿qué pasa? ¿A ti no te gustaría ver a un tío de esos bailando para nosotras solas?

—¡No! ¡Qué vergüenza!

—Ya, ya, vergüenza… Tú eres tímida y vergonzosa hasta que dejas de serlo. ¿O ya no recuerdas qué pasó hace un mes cuando te pillaste aquel ciego de Malibú?

—Pues no, no me acuerdo, lista.

—¿Te refresco la memoria?

—Déjalo, anda.

Diana y Paula observan en silencio la divertida discusión de sus amigas. Sonríen. Están más relajadas. Aunque saben que las cosas pueden cambiar pronto, ellas permanecerán unidas. Las cuatro comparten una forma parecida de vivir la vida. Son diferentes, pero su espíritu es muy similar, un espíritu libre, una misma esencia. Se divierten juntas, se entienden bien y, envidias de esas que llaman sanas aparte, se respetan. Pero sobre todo se quieren, ese es el gran secreto de las Sugus: se quieren mucho.

—Vale, pues sin
boy
. Ya inventaremos algo.

—Podemos jugar un trivial —comenta Cristina.

—Sí, o un parchís, ¡no te jode! Para un día que me dejan sola en casa, nos vamos a poner a jugar al trivial.

—Eso lo dices porque siempre pierdes.

—Eso lo digo porque… ¡Bah, paso de ti! Las Sugus llegan a la puerta del instituto entre gritos y risas. Llueve desde hace un rato con mayor intensidad.

—A las ocho en mi casa. ¡Sed puntuales! —exclama Miriam, que sale a la calle abriendo su paraguas—. ¿Vienes, Diana?

—Sí, espérame.

Se despide primero de Cristina, a la que guiña un ojo, y luego de Paula, a quien da un beso en la mejilla.

—Esta noche nos vemos. Y gracias por todo.

Paula sonríe y contempla cómo su amiga corre hasta Miriam y se refugia bajo su paraguas. Es una gran chica y le da mucha pena que lo esté pasando tan mal. Solo espera que todo se arregle y que las cosas vuelvan a la normalidad.

Ya lejos, Miriam y Diana dialogan.

—¿Crees que se ha enterado de algo?

—No, no sospecha nada.

—Lo del
boy
ha estado bien, ¿verdad?

—No te habrías atrevido a contratar uno.

—¿Que no?

—No.

—Pues tienes razón. Pero seguro que no necesitamos un
boy
para que el cumpleaños de Paula sea un éxito.

—Seguro.

—¿Tienes ya los condones?

—No. Esta tarde iré a por ellos.

—Bien. Yo ya tengo reservada la habitación del hotel.

Diana sonríe. Recuerda su primera vez. No fue como había imaginado: lo hizo mal, deprisa y con quien no debía, pero aún así fue especial. Y seguro que para Paula también lo será. Se lo merece.

Capítulo 100

Esa tarde de marzo, en un lugar de la ciudad.

Han pasado la mañana juntas. Más tarde han dado un paseo por la montaña, sin nadie que las moleste, sin horarios, sin móviles y sin fans. Ni la lluvia ha podido con ellas. Finalmente, han regresado a casa cansadas y empapadas, pero con sensaciones renovadas y muy positivas.

Son más de las seis y media de la tarde y acaban de terminar de comer. Katia sirve una copa a Alexia, un ron con Coca Cola, y se sienta en el sillón de al lado. La cantante ha invitado a su hermana a comer para agradecerle el gran día que han compartido y que le haya prestado el coche durante toda la semana. El mecánico llamó por la mañana para confirmarle que, a partir del lunes, ya tendrá de nuevo a su disposición el Audi rosa.

—Hacía tiempo que no pasábamos un día tan bueno juntas. ¿Desde cuándo tú y yo no comíamos así? Las dos solas y tranquilas. Por cierto, ha sido un detalle que me hayas invitado, aunque hayas encargado los platos al restaurante chino —dice la hermana mayor bromeando, mientras echa el refresco en el vaso.

—Es que hacer la comida no es lo mío, ya lo sabes.

—Lo sé. De todas maneras, los tallarines con bambú estaban muy buenos.

—Y el pato a la naranja, también.

—Tenemos que repetir más a menudo días como el de hoy. Pero, con tu agenda tan apretada…

—Lo siento —se disculpa Katia con sinceridad.

—No te preocupes, lo entiendo. Sé que es difícil que encuentres tiempo libre para otras cosas.

—Sí. He estado tan ocupada durante estos meses que apenas me ha quedado tiempo para hacer lo que siempre he hecho.

Katia se da cuenta de lo olvidado que ha tenido todo lo que hacía antes de convertirse en una celebridad.

—No debe resultar sencillo ser una cantante tan famosa y pararte a mirar dónde estás.

—Ya. Pero esta semana de descanso me ha venido muy bien para pensar.

—¿Sí? ¿Y qué has pensado?

La chica del pelo rosa cruza las piernas y se pone una mano en la barbilla.

—Algunas cosas.

—¿Como qué?

—Por ejemplo, que uno no dirige su propia vida, sino que es ella la que te dirige a ti.

—Qué profunda. ¿Y por qué dices eso?

—Por varias razones. Por ejemplo, el accidente de coche. Podría haber muerto sin previo aviso.

—No te pongas dramática. Afortunadamente, solo fue un susto.

—Sí, pero es una circunstancia que se te escapa. Tú no puedes prevenir que algo así te vaya a suceder, son cosas que la vida te tiene preparadas y que es imposible descifrar. En un segundo todo puede variar.

—Puede ser.

—Otro ejemplo: un día cualquiera conoces a alguien que piensas que es para ti, pero él no cree lo mismo. Tú intentas dirigir tu vida, que esa persona forme parte de ella de una manera y, sin embargo, resulta que forma parte de otra vida: no es lo que tú quieras que sea.

Alexia arquea las cejas y se frota el mentón.

—Pero, en ese caso, no es la vida quien te dirige y toma decisiones. Es otra persona, como tú y como yo, la que lo hace. No es un ejemplo válido.

—Sí que lo es. Es el destino, la vida misma, la que guía a la otra persona. Porque su vida actual ya está condicionada por lo que le ha pasado antes o por lo que él está viviendo ahora. La vida lo dirige a él y, de rebote, me dirige a mí. La hermana mayor bebe y reflexiona unos segundos.

—Resumiendo, que Ángel sigue sin hacerte caso —comenta mientras deja el ron con Coca Cola en la mesita.

—Me quiere solo como amiga —responde Katia, sincerándose.

—Tanta Filosofía para llegar a una conclusión tan simple y sencilla. Ya te vale, hermanita. —Soy así de tonta.

—Tú no eres tonta, eres muy lista. Mira hasta dónde has llegado.

—Cosas de la vida.

—¿Otra vez con eso? Katia, te voy a ser sincera: tienes las armas y la inteligencia suficientes para conseguir a quien quieras, pero te pasa una cosa. Eres muy legal, demasiado legal, y el amor es como una batalla. Hay un objetivo por el que debes luchar y rivales a los que tienes que derrotar. Y, para eso, vale todo.

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