Con Stephen en Londres le era casi imposible reunirse con sus amigos y, tal como había previsto, su padre no le permitió llevar el coche.
—Sólo servirá para distraerte y causar problemas. Es suficiente con un Joseph en la familia.
Tommy se había resignado, pero el día que siguió a la partida de Stephen había recibido una llamada de su tío y había corrido a la casa de los Andrew donde lo esperaba su coche.
Había algo mágico en ese coche, estaba seguro de ello. Era como si le hubiese devuelto la seguridad perdida en las duras palabras de su padre, en el afán de su madre de convertirlo en Sebastian, en los años de abandono.
Pero con ese coche era un nuevo Tommy. Un Tommy que quería sentirse deseado y sabía cómo conseguirlo.
Eufórico, había tratado de localizar a Sasha pero le fue imposible. Finalmente logró hablar con Richie y él le dijo que fuera al Heaven. Allí se habían encontrado.
Sí, había sido maravilloso entrar al Heaven del brazo de sus amigos, sintiéndose invencible. Había bebido, coqueteado y bailado con tantos hombres que había perdido la cuenta. Su torso desnudo y cubierto de sudor había sido acariciado, labios extraños lo habían besado, rostros atractivos le habían sonreído. Lo adoraban, pudo sentirlo. Podría haberse ido con cualquiera. Podría haberse ido con todos. Todos lo deseaban y no era sólo a causa de su auto, era a causa de él. Del nuevo Tommy consciente de su atractivo y deseoso de explotarlo.
Sí, podría haberse ido con todos ellos.
Pero entonces un rostro había destacado entre todos y le había tendido la mano. Y Tommy se había ido con él, con su único amor.
—¿Sasha? —llamó alzando la cabeza, pero no había nadie—. Qué noche... —murmuró, dejándose caer.
Estaba en el apartamento de Sasha. Era su primera visita y recordaba de modo confuso haber mirado la estancia principal y preguntado:
—¿Dónde está la cama?
Sasha se había echado a reír señalando el sofá y con rápidos movimientos lo había transformado en una cama.
—Las cobijas están en el armario.
—Ya. ¿Y es cómodo? He oído que no lo son...
—Sólo hay un modo de probarlo.
Habían bebido, habían follado y habían estrenado el apartamento de Sasha en todos los lugares posibles. Era casi mediodía y tenía una sed enorme. Se arrebujó entre las mantas mirando la casi vacía habitación del apartamento.
Anastasia lo miraba desde el retrato en la pared y se avergonzó por un momento.
—Qué nochecita —volvió a decir—. ¡Sasha!
No hubo respuesta, pero se sentía demasiado perezoso como para moverse. Estaba adormilándose, mirando las fotografías de la mesita con una sonrisa tonta en los labios, cuando oyó abrirse la puerta y Sasha entró con varias bolsas.
—Estás despierto —dijo sonriendo.
—Eso creo. ¿Dónde estabas? —Tommy se desperezó, pero no abandonó el calor de las mantas.
—Fui a comprar algunas cosas para desayunar. Como no paro mucho aquí, no tenía comida. —Sasha dejó los paquetes en la cocina, se quitó la camisa y se tumbó en la cama—. ¿Cómo estás? Apenas hablamos anoche.
Tommy sonrió al recordar todo lo que habían hecho y se estiró, provocativo.
—Estoy bien, pero podría estar mejor.
Sasha lo besó en la punta de la nariz.
—¿Ah, sí? ¿Te apetece comer algo?
—A ti —respondió con una sonrisa pícara y comenzó a mordisquearle de una manera para nada dolorosa un pezón.
Sasha rió atrayéndolo en un posesivo abrazo.
—Pudiste quedarte anoche en el Heaven...
—Bueno, prefería estar contigo.
Tommy siguió dándole besitos de mariposa por toda la piel a su alcance, aún dentro del abrazo y Sasha lo soltó, mirándolo a los ojos. Esa noche había tenido miedo de que Tommy eligiera a otro, y aunque esa vez había sido él, en el fondo sabía que algún día no sería de ese modo.
—Anoche podrías haber tenido a cualquiera. Todos te miraban, te deseaban. Pero estás aquí. —Un beso hambriento y posesivo, con sabor a alcohol, impidió que Tommy replicara.
Sorprendido, Tommy sólo pudo responder al beso con la misma hambre y pasión. Si se expresaran igual de bien con las palabras como lo hacían con sus cuerpos, quizá todo habría estado mucho más claro entre ellos desde hace años.
Sasha rompió el beso unos instantes, los necesarios para desnudarse y volver a los brazos de Tommy. Olía a alcohol, a sudor y a perfume, algo tan íntimo y masculino como el hecho de verlo despertar por primera vez en su apartamento. Lo sentía muy suyo y muy cercano y todas las dudas que habían comenzado con el anuncio del auto nuevo se fueron disolviendo en medio de caricias que se hacían más osadas.
Tommy se dejó llevar por la pasión, sabiendo que Sasha se había rendido a ella y ansiaba complacerlo del mismo modo. Lo había notado distante en el teléfono y en el apartamento de Richie durante una apresurada visita, días atrás.
—Me alegra que vuelvas a ser tú, te noté un poco raro en estos días. —«Desde que tengo el coche», pensó pero no dijo nada.
Sasha no replicó. Sus temores le parecían mezquinos y nunca se los confesaría. Pero había algo que sí podía darle. Volvió a apoderarse de sus labios y, estirándose, alcanzó el tubo de lubricante que había dejado a la mano.
—Toma —dijo rompiendo el beso.
Tommy se quedó mirando el tubo. Hacía mucho que no jugaba el rol dominante con Sasha y no se lo esperaba, pero era obvio que su compañero lo deseaba. Sin pararse a pensar, comenzó a prepararlo con cuidado, apreciando en su justa medida el regalo que suponía para él que Sasha lo dejara tomar el control.
—No voy a romperme —jadeó Sasha, ondulando sobre la cama—. Hazlo ya.
—Shhh… hace tiempo que no lo hacemos así, déjame que te prepare bien. Soy grande, no quiero hacerte daño —añadió dándole un suave beso en los labios.
«Nunca me harías daño», pensó Sasha. Las manos de Tommy estaban por todo su cuerpo, tocándolo, lamiéndolo, marcándolo. Giró atrayéndolo y lo besó.
—Llevamos tanto tiempo sin hacer esto —comenzó a decir Tommy mientras empezaba a penetrarlo—. ¡Es tan difícil controlarme! —añadió entre jadeos mientras el sudor escurría por su rostro.
—No te controles. —Sasha gimió con fuerza y su mundo se hizo trizas, lleno de la presencia de Tommy.
—No. Quiero que lo disfrutes como lo disfruto yo —susurró Tommy. Sus movimientos eran lentos pero cada vez se adentraba más hasta que se dejó caer sobre Sasha con un jadeo agotado por esfuerzo de controlarse.
La sensación de ser poseído era intensa. Sasha se quedó inmóvil, saboreándola, sabiendo, como sabía Tommy, que nadie más recorrería ese camino. Poco a poco comenzó a moverse con urgencia, jadeando sin pudor.
Tommy comenzó a moverse al ritmo que marcaba Sasha, con movimientos lentos y profundos, abrumado por la sensación.
—Fuerte y duro… —jadeó Sasha—. ¡Cómo te he extrañado! —Sus movimientos se hicieron más urgentes y arrastró a Tommy en ese remolino de placer en el que sus cuerpos se acoplaban perfectamente. En medio de su éxtasis, Tommy lo masturbó rápidamente y lo hizo terminar con un profundo gemido, empapándole la mano y se corrió a su vez, dejándose caer sobre él totalmente agotado.
Sasha lo besó. Se sentía eufórico e invencible.
—En escala del uno al diez, tienes un doce.
—Gracias, aunque no esperes que me levante en la próxima hora a hacerte el desayuno. No puedo con mi alma.
—¿Sabes? Si comparamos el follar con el ajedrez, serías un Gran Maestro.
Tommy lo miró frunciendo el ceño.
—¿Ah, sí? ¿No era eso lo que tú querías ser?
Sasha miró el retrato de su madre y suspiró.
—No lo sé. Quizá a ella le habría gustado, pero no es lo que deseo ser.
—¿No? —Tommy se mostró interesado. Sasha solía dedicarle tiempo al Club de Ajedrez.
—No. Es decir… —Sasha se detuvo un momento a ordenar sus sentimientos antes de ponerles palabras—. El ajedrez me llevó a Saint Michael y gracias a ello estoy aquí. Y me apasiona, no lo voy a negar. Pero no pasará de ser un pasatiempo, no es lo que me hace vibrar.
Tommy jugó con su miembro dormido antes de preguntar con picardía:
—¿Y qué te hace vibrar?
—¿Aparte del sexo?
Ambos rieron con complicidad y Sasha volvió a ponerse serio.
—Me gusta lo que hago. No lo que hago ahora mismo, sino lo que podría hacer. ¿Te cuento un secreto? Disfruto mucho esas reuniones del consejo directivo, planeando con Alex la estrategia para que sus propuestas sean aceptadas, analizando a cada accionista para saber cómo lograr que vote a favor, reaccionando cuando McAllister interviene o anticipándome a lo que quiere hacer. En cierto modo es como jugar al ajedrez. Alistair decía siempre eso.
—Entiendo. Te da un subidón de adrenalina. Como en el ajedrez pero aun mejor.
—Sí. Eso es. Ahora no hago gran cosa, sólo conozco la parte interna de un negocio que mueve millones, pero poco a poco Alex me está mostrando la parte externa.
—¿Y qué hay en la parte externa?
—Fusiones, compras, absorciones. Han iniciado las negociaciones para comprar Praxa Labs, un laboratorio de Birmingham líder en genéricos. He estado en algunas reuniones, pero ahora todo se lleva en el más absoluto secreto, con abogados expertos en negociación.
—Bueno —razonó Tommy—, es una corporación, es normal que los abogados manejen esas cosas.
—Sí, claro. De momento soy un peón que se mueve poco a poco para llegar al objetivo final. Es maravilloso cuando logras que se tome una decisión que hace ganar más dinero a Alex o que fortalece su posición. Ha contratado a unos ingenieros japoneses para hacer más eficiente la producción. McAllister no quería.
—¿McAllister no quería mejorar la producción?
—No confiaba en que los resultados justificaran la inversión, pero cedió al final. Claro que Alex tendrá que andar con cuidado, si sale mal, perderá credibilidad.
—Ese McAllister es gilipollas —afirmó Tommy con el ceño fruncido. No le gustaba McAllister y no entendía esos juegos de poder. Sasha le había dicho alguna vez que la industria farmacéutica era un negocio muy sucio y prefería no conocer los detalles.
El ruso calló. No quería abrumar a Tommy con cuestiones de trabajo. Tenían todo un día para disfrutar.
—¿Viste el retrato de mi madre? ¿Qué te parece?
Tommy había visto miles de veces la ajada foto que Sasha siempre llevaba en la cartera, pero no era lo mismo. El autor del retrato había hecho un gran trabajo y la señora Ivanov parecía salir fuera del cuadro, rebosando vida y belleza.
—Está hermosa.
—¿Verdad que sí? No es una obra de arte, pero quiero que este retrato me acompañe siempre. ¿Te gusta el apartamento? No es algo permanente, de modo que no he invertido mucho en él, pero es cómodo y espero pasar todo el año aquí.
—Tienes una cama, un sitio tuyo y está en una calle muy buena. ¿Para que quieres más? Ojalá yo pudiera irme a un sitio así. Mío.
Sasha se apoyó en el codo para mirarlo mejor.
—Lo mío es tuyo, aunque no sea gran cosa. Puedes venir cuando quieras.
—Ya, bueno… pero no es lo mismo. —Tommy se imaginaba que Sasha también querría su intimidad ahí. Se traería chicos… Él solo podría ser un invitado—. Si necesitas mi coche también puedes pedírmelo cuando quieras…
—Tengo que aprender a conducir. —Sasha se imaginó por un momento al volante del lujoso coche y sonrió. Sí, con ese coche ligaría mucho—. Supongo que le habrás sacado provecho en el verano.
—Bueno… tampoco podía alejarme mucho de casa. Pero he dado unas cuantas vueltas por ahí. Mi padre se ponía insoportable cada vez que me veía con él.
—¿Y eso por qué? Es un coche genial.
—Sí que lo es. Y llama muchísimo la atención. Pero no quería irritar a mi padre más de lo que se irrita él solito. Tuve que sacar a pasear a Sally varias veces para que estuviera contento. Me dieron ganas de estrellarme contra un árbol más de una vez con tal de no aguantarla.
Sasha entrecerró los ojos.
—Siempre he tenido curiosidad. ¿Qué haces cuando sales con una chica? ¿Eres igual a como eres con Richie y conmigo?
—Depende de la chica. Con Sally te puedo asegurar que es total y completamente distinto. E infinitamente más aburrido. La llevo a tomar algo. Hablamos… bueno habla ella, yo suelo desconectar y limitarme a asentir de vez en cuando, damos una vuelta y la llevo a casa. Pero no es así siempre con todas las chicas.
Sasha jugueteó con el vello de su pecho, tratando de imaginar a Tommy con una chica sin que lo invadieran los celos.
—¿Y si no es como Sally?
—Pues en parte parecido. Vamos a tomar algo y hablamos. Luego a bailar a algún sitio, ahí empiezan las similitudes a salir con un chico. Caricias, juegos, indirectas… bailar arrimado. Si la chica es receptiva pues entonces se va a un sitio donde puedas tener intimidad. El coche ahora ayuda mucho. —Sonrió con cierta vergüenza—. Y bueno… pues si la chica se deja, se folla. Con las chicas hay muchos preliminares pero en general es lo mismo.
—Ya. —Sasha se levantó, cortando por lo sano. Se recriminó por haber preguntado detalles: lo último que necesitaba esa mañana de domingo era recordar que Tommy se acostaba con chicas.
Encendió el televisor para buscar las noticias. Un reportero hablaba sobre el SIDA y eso le recordó algo.
—¿Cómo salieron tus análisis?
—Estoy limpio. Totalmente limpio y sano como una manzana. Tengo mucho cuidado. No practico ningún tipo de sexo sin protección. Ni siquiera el oral, por si acaso.
—Yo también. Sobre todo desde que leí ese absurdo rumor sobre Freddie. ¿Tú crees…? —No completó la frase. Pero una cosa era cierta, en sus apariciones en público, el cantante lucía muy desmejorado.
—No quiero creerlo. Pero no tiene buen aspecto últimamente, ¿verdad? —Tommy puso en palabras lo que Sasha estaba pensando—. A lo mejor es una gripe o una dieta mal llevada.
—Sí. Esa vida está llena de estrés. —Sasha se levantó de nuevo, encaminándose hacia la cocina—. ¿Quieres una tortilla? ¿Tostadas? ¿Café? ¿Yogurt? He comprado de todo.
—Te diría otra vez que te quiero a ti para desayuno, pero la verdad es que mi estómago está empezando a protestar. —Un gruñidito se hizo audible desde sus tripas—. Así que comeré lo que quieras prepararme. Estoy famélico. —Y para enfatizarlo fingió un desmayo dejándose caer en la cama, echándose el revés de la mano en la frente y con un falso gemido.