El derecho a matarme
, pensó Arkady.
El ataque de la Dama Oscura le había proporcionado un momento de respiro y tenía que aprovecharlo.
Quería llamar a Sara, decirle que todo iba a arreglarse. Que había encontrado, al final, un modo para redimir, no sólo los recuerdos de sus predecesores sino también los de sus hijos. Todos aquellos que habían caído en la Espiral a lo largo de los siglos, olvidados sin que nadie los llorara.
Arkady había creído que la respuesta estribaba en liberarlos, en escuchar su cuento una última vez y, al hacerlo, convertirse en el receptáculo viviente de su último recuerdo. ¡Él podría recitar sus hazañas, sus linajes, sus sacrificios, un millar de veces! Él podía hacer que perduraran.
Sólo cuando se encontró frente a frente con la realidad demencial que era Jo’cllath’mattric comprendió Arkady que su esperanza era fútil. ¿De qué iba a servirles confiarle sus historias cuando él mismo estaba a punto de convertirse en la siguiente víctima de la caricia de olvido y vacío del gran espíritu? Sólo conseguiría perpetuar el círculo.
No, para hacer que todas esas historias tuvieran un último significado, para redimir a los muertos y no sólo aplacarlos, no bastaba con que Arkady recordara. Aunque lograra de alguna manera escapar de la cólera de Jo’cllath’mattric, algún día acabaría por llegar su final. Y entonces todas esas historias, todos esos héroes caídos, morirían con él. De nuevo.
Arkady sabía lo que tenía que hacer. Lo sabía con la misma certeza con la que siempre lo había sabido todo. Quería aullarlo con toda la fuerza de sus pulmones. Abrirse el pecho y proclamarlo con la voz del propio Halcón. Recoger a Sara entre sus brazos y decírselo al oído hasta hacerla reír.
No, no bastaba con que Arkady recordara lo que había sucedido allí. Con eso no les proporcionaría una impresión duradera, una inmortalidad. Tenía que hacer del propio Wyrm, eterno e inmutable, su testigo. Obligarlo a recordar… o, más exactamente, asegurarse de que nunca pudiera olvidar.
Con un bramido de desafío que estremeció la propia espiral, Arkady bajó su klaive en un destello de plata. Como uno solo, una legión de héroes de los Colmillos plateados fue tras él, siguiéndolo por el mismo camino que la Dama Oscura había tomado un solo momento antes, para arrojarse directamente a las fauces del Wyrm Tratando de Olvidar.