El joven samurai: El camino de la espada (8 page)

BOOK: El joven samurai: El camino de la espada
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Jack comprendió que el
origami
era mucho más difícil de lo que parecía. Miró a sus compañeros. Los intentos de Yamato y Saburo fueron igualmente baldíos, e incluso el modelo de Akiko parecía ladeado, con un ala mucho más grande que la otra. El único estudiante que había plegado una grulla a la perfección era Yori, que tiraba de la cola y hacía que las alas del pajarito se movieran.
—Parece que algunos de vosotros necesitáis más práctica —observó el
sensei
Yamada, que seleccionó un segundo trozo de papel y lo colocó ante él—. ¿Quién puede decirme ahora qué es esto?
—¡Una grulla! —exclamó la clase al unísono.

—¡Desde luego que no! —advirtió el
sensei
Yamada, para gran confusión de sus estudiantes—. Usad los ojos de vuestra mente, no los ojos de vuestra cabeza.

Cogió el papel, lo dobló y plegó, y sus dedos lo manipularon con destreza hasta hacerlo adquirir formas cada vez más complejas. Llenos de asombro, los estudiantes se quedaron boquiabiertos al ver el modelo terminado.

—Esto es claramente una mariposa —dijo el
sensei
con una sonrisa astuta, y en su mano apareció una réplica de una mariposa, con antenas y todo—. Esta noche, quiero que todos practiquéis para hacer una grulla de papel como os he enseñado. Y mientras lo hacéis, meditad sobre lo que os enseña el
origami.

La clase recogió sus papeles y salió del Salón del Buda.

—¡Recordad que la respuesta está en el papel! —advirtió el
sensei
Yamada a los estudiantes que ya se marchaban.

Jack, sin embargo, se quedó atrás. Esperó a que todos se hubieran ido, y entonces se acercó al
sensei.

—Pareces preocupado, Jack-kun. ¿En qué piensas? —preguntó el
sensei
Yamada, colocando sus modelos de la mariposa y la grulla en el altar al pie de la gran estatua del Buda.

Jack hizo acopio de valor para hablar sobre sus temores personales.

—Me han dicho que el
daimyo
Kamakura mató a un sacerdote cristiano. ¿Es verdad?

El
sensei
Yamada asintió tristemente.

—También yo he oído esa noticia. Es un caso desafortunado.

—¿Entonces el
daimyo
pretende matar a todos los cristianos de Japón? —exclamó Jack, alarmado al oír que los rumores eran ciertos.

—¿Quién te ha dicho eso? —dijo el
sensei
Yamada, alzando sorprendido las cejas—. Según tengo entendido, la muerte no fue motivada por la religión. El sacerdote sobornó a un funcionario de la corte y fue castigado por ese delito. Cierto, algo así no ha sucedido nunca antes y el
daimyo
Kamakura parece estar empleando mano dura contra los extranjeros, pero esto no significa automáticamente que todos los cristianos estén amenazados.

—Pero he oído decir que el
daimyo
iba a expulsar por la fuerza a todos los extranjeros —insistió Jack—. ¡Y eso me incluiría a mí!

—No tienes por qué preocuparte —respondió el
sensei
Yamada, sonriéndole cálidamente a Jack—. Si Masamoto-sama pensara que corres peligro, haría lo necesario para asegurarse de ponerte a salvo.

Jack advirtió que el
sensei
Yamada tenía razón y que su idea de escapar a Nagasaki por su cuenta había sido una estupidez, además de completamente innecesaria con Masamoto como protector. Pero también era consciente de la estricta jerarquía del gobierno japonés. Kamakura, como
daimyo
de Edo, era un hombre influyente, y Jack se preguntó si Masamoto tenía suficiente poder para protegerlo de la autoridad superior de un alto señor.

—¿Pero no es un
daimyo
más poderoso que un samurái? —preguntó—. ¿Puede realmente Masamoto-sama protegerme de él?

—Estamos hablando de Masamoto-sama —dijo el
sensei
Yamada, riendo ante la idea—. Además, aunque el
daimyo
Kamakura tuviera en mente una idea tan ridícula, tendría poco apoyo. Los extranjeros son necesarios en Japón, ya que potencian buenos negocios.

El
sensei
Yamada se levantó y acompañó a Jack hasta la entrada del Salón del Buda. Desde lo alto de los escalones de piedra, señaló los tejados del castillo Nijo.

—Como eres bien consciente, el señor que gobierna aquí en Kioto es el
daimyo
Takatomi. Pero el
daimyo
Takatomi no es sólo responsable de esta provincia. Gobierna Japón como uno de los regentes nombrados y es popular entre los señores samuráis. Le gustan los cristianos y los extranjeros. He oído que él mismo se ha convertido al cristianismo. Así que no permitiría que aquí sucediera nada de eso.

El
sensei
Yamada sonrió y colocó una mano tranquilizadora sobre el hombro de Jack.

—Jack, estás perfectamente a salvo.

14
Intruso

—¿Puede decirme alguien qué es esto? —preguntó el
sensei
Yamada, señalando un brillante cuadrado de papel blanco a sus pies.

El anciano monje estaba sentado, con las piernas cruzadas, en su posición habitual en el estrado elevado situado al fondo del Salón del Buda, con las manos tranquilamente colocadas sobre el regazo. Rastros de incienso tejían una cortina de humo a su alrededor y se mezclaban con la telaraña gris de su barba, haciéndole parecer un fantasma, como si la más leve brisa pudiera hacerlo desvanecerse.

Los estudiantes, sentados también en la postura del semiloto, estudiaron los cuadrados de papel que tenían delante como si fueran grandes copos de nieve.

—Papel,
sensei
—contestó Nobu desde el fondo de la clase, sonriéndole a Kazuki en busca de aprobación. Pero Kazuki tan sólo negó con la cabeza, incrédulo ante la idiotez de su amigo.

—Nunca asumas que lo obvio es cierto, Nobukun —dijo el
sensei
Yamada—. Esto es lo que es, pero es mucho más que esto. ¿Qué más es?

Bajo la mirada del
sensei
Yamada, Nobu guardó silencio. El
sensei
puede que fuera un anciano, pero Jack sabía que había pertenecido a los
sohei
, los temibles guerreros monjes de Enryakuji, que fuera en tiempos el monasterio budista más poderoso de Japón. Se rumoreaba que el espíritu luchador de aquellos monjes era tan fuerte que podían matar a un hombre sin siquiera tocarlo.
El
sensei
Yamada dio una palmada y exclamó:

—¡Mokuso!

Indicó así el inicio de la meditación de la clase. El
koan
había sido establecido: «Es papel, ¿pero qué más es?»

Jack se acomodó en el cojín de su
zabuton
en preparación para la meditación de su
zazen.
Tras entrecerrar los ojos, redujo el ritmo de su respiración y dejó que su mente se vaciara.

Como cristiano, Jack no conocía la meditación, ni el budismo, antes de su llegada a Japón. Al principio, los procesos y los conceptos le habían parecido difíciles de entender. Se cuestionaba si, como cristiano, debería aceptarlos tan rápidamente, pero tres cosas le habían ayudado a cambiar de opinión.

Primero, cuando trató el conflicto de fe con el
sensei
Yamada, el monje le explicó que el budismo era una filosofía abierta a todas las religiones. Por eso los japoneses no tenían problemas para seguir el shintoísmo (su religión nativa), practicar el budismo, e incluso convertirse al cristianismo, todo al mismo tiempo.

—Todo son hilos del mismo tapiz —le había dicho el
sensei
Yamada—, pero de diferentes colores.

Segundo, Jack había descubierto que la meditación era bastante parecida al acto de rezar. Ambas cosas requerían concentración, un entorno pacífico y, normalmente, reflexiones sobre la vida y cómo debería ser llevada. Así que Jack decidió que consideraría la meditación simplemente como otra forma de rezarle a Dios.

Tercero, durante una meditación particularmente profunda, había experimentado la visión de una mariposa venciendo a un demonio y esta visión le había ayudado a vencer su combate de
taijutsu
en la competición de
Taryu-Jiai.

Esto fue la prueba que animó a Jack a abrir su mente a las posibilidades y beneficios del budismo, aunque siguiera siendo cristiano de todo corazón.

A través de la práctica diaria se había vuelto adepto a la meditación, y en un abrir y cerrar de ojos su mente se concentró en el trozo de papel que tenía delante, intentando desvelar el misterio del
koan.
Aunque no obtuvo ninguna respuesta inmediata, no se preocupó. Sabía que la iluminación, el
satori
, como lo llamaba el
sensei
Yamada, requería paciencia y una intensa concentración.

Sin embargo, mirara como mirase al papel, seguía siendo simplemente una hoja de papel.

Una barrita entera de incienso se había consumido ya cuando el
senseí
Yamada interrumpió la meditación, y Jack seguía sin poder experimentar el
satori.


¡Mokuso yame!
—dijo el
sensei
, dando de nuevo una palmada—. Bien, ¿tienes una respuesta para mí, Nobu-kun?
—No,
sensei
—murmuró Nobu, inclinando avergonzado la cabeza.

—¿Alguien más? —invitó el
sensei.

Kiku alzó la mano, vacilante.

—¿Es
kozo, sensei?

—¿Qué te hace decir eso?

—El papel está hecho de fibras del árbol
kozo
—explicó Kiku.

—Una buena sugerencia, pero sigues pensando demasiado literalmente. ¿Y si hago esto?

El
sensei
Yamada cogió su papel y lo dobló varias veces. Al principio le dio la forma de un cuadrado más pequeño, luego fue doblando la hoja en pliegues cada vez más intrincados. En unos instantes, la hoja plana de papel se había transformado en un pájaro pequeño.

Colocó el modelo de papel en el suelo para que todos lo vieran.

—¿Qué es entonces?

—¡Una grulla! —dijo Emi, llena de emoción—. Nuestro símbolo de la paz.

—Excelente, Emi. Y doblar una grulla de papel es como hacer la paz: algunos de los pasos son torpes. Al principio, puede que incluso parezca imposible. Pero con paciencia, el resultado es siempre una cosa bella. Éste es el arte del
origami.

—Dejadme reformular mi pregunta para que meditéis sobre ello. Este es el
koan
: ¿qué es lo que nos enseña el
origami?
Pero primero observadme con atención, para que todos podáis hacer vuestras propias grullas.

El
sensei
Yamada repitió la compleja combinación de pliegues que creaban el pequeño pájaro. Eran más de veinte pasos individuales. Cuando el
sensei
hizo su último movimiento, tirando de las esquinas del modelo para formar las alas, en su mano quedó una perfecta grulla en miniatura.

Sin embargo, en la mano de Jack había un trozo de papel arrugado.

Jack comprendió que el
origami
era mucho más difícil de lo que parecía. Miró a sus compañeros. Los intentos de Yamato y Saburo fueron igualmente baldíos, e incluso el modelo de Akiko parecía ladeado, con un ala mucho más grande que la otra. El único estudiante que había plegado una grulla a la perfección era Yori, que tiraba de la cola y hacía que las alas del pajarito se movieran.
—Parece que algunos de vosotros necesitáis más práctica —observó el
sensei
Yamada, que seleccionó un segundo trozo de papel y lo colocó ante él—. ¿Quién puede decirme ahora qué es esto?
—¡Una grulla! —exclamó la clase al unísono.

—¡Desde luego que no! —advirtió el
sensei
Yamada, para gran confusión de sus estudiantes—. Usad los ojos de vuestra mente, no los ojos de vuestra cabeza.

Cogió el papel, lo dobló y plegó, y sus dedos lo manipularon con destreza hasta hacerlo adquirir formas cada vez más complejas. Llenos de asombro, los estudiantes se quedaron boquiabiertos al ver el modelo terminado.

—Esto es claramente una mariposa —dijo el
sensei
con una sonrisa astuta, y en su mano apareció una réplica de una mariposa, con antenas y todo—. Esta noche, quiero que todos practiquéis para hacer una grulla de papel como os he enseñado. Y mientras lo hacéis, meditad sobre lo que os enseña el
origami.

La clase recogió sus papeles y salió del Salón del Buda.

—¡Recordad que la respuesta está en el papel! —advirtió el
sensei
Yamada a los estudiantes que ya se marchaban.

Jack, sin embargo, se quedó atrás. Esperó a que todos se hubieran ido, y entonces se acercó al
sensei.

—Pareces preocupado, Jack-kun. ¿En qué piensas? —preguntó el
sensei
Yamada, colocando sus modelos de la mariposa y la grulla en el altar al pie de la gran estatua del Buda.

Jack hizo acopio de valor para hablar sobre sus temores personales.

—Me han dicho que el
daimyo
Kamakura mató a un sacerdote cristiano. ¿Es verdad?

El
sensei
Yamada asintió tristemente.

—También yo he oído esa noticia. Es un caso desafortunado.

—¿Entonces el
daimyo
pretende matar a todos los cristianos de Japón? —exclamó Jack, alarmado al oír que los rumores eran ciertos.

—¿Quién te ha dicho eso? —dijo el
sensei
Yamada, alzando sorprendido las cejas—. Según tengo entendido, la muerte no fue motivada por la religión. El sacerdote sobornó a un funcionario de la corte y fue castigado por ese delito. Cierto, algo así no ha sucedido nunca antes y el
daimyo
Kamakura parece estar empleando mano dura contra los extranjeros, pero esto no significa automáticamente que todos los cristianos estén amenazados.

—Pero he oído decir que el
daimyo
iba a expulsar por la fuerza a todos los extranjeros —insistió Jack—. ¡Y eso me incluiría a mí!

—No tienes por qué preocuparte —respondió el
sensei
Yamada, sonriéndole cálidamente a Jack—. Si Masamoto-sama pensara que corres peligro, haría lo necesario para asegurarse de ponerte a salvo.

Jack advirtió que el
sensei
Yamada tenía razón y que su idea de escapar a Nagasaki por su cuenta había sido una estupidez, además de completamente innecesaria con Masamoto como protector. Pero también era consciente de la estricta jerarquía del gobierno japonés. Kamakura, como
daimyo
de Edo, era un hombre influyente, y Jack se preguntó si Masamoto tenía suficiente poder para protegerlo de la autoridad superior de un alto señor.

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