El nacimiento de los Estados Unidos (1763-1816) (9 page)

BOOK: El nacimiento de los Estados Unidos (1763-1816)
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La expedición fue puesta en un comienzo bajo el mando de Schuyler, pero su mala salud lo excluyó temporalmente y se puso en su lugar a otro neoyorquino, Richard Montgomery (nacido en Irlanda en 1736), quien había prestado servicios en el ejército británico. Montgomery condujo a su pequeño contingente hacia el norte mientras empeoraba el tiempo de otoño, y, cuando se aproximó a Montreal, el comandante británico, sir Guy Carleton, efectuó una retirada estratégica a Quebec. Montgomery tomó la ciudad indefensa el 13 de noviembre de 1775.

Mientras tanto, Benedict Arnold, que había sido defraudado al no obtener el mando de la expedición contra Fort Ticonderoga, estaba ansioso de tomar parte en esa nueva aventura. Con el permiso de Washington, reclutó 1.100 hombres y marchó hacia el norte, a través de Maine, hasta Quebec. Allí esperó a que Montgomery descendiese por el río desde Montreal para unirse a él. En el momento del encuentro, se había producido un considerable desgaste de hombres, y juntos tenían bajo su mando menos de mil hombres. Quebec estaba defendido por un número de hombres que duplicaba esa cantidad.

El 31 de diciembre de 1775, aventuraron un asalto en medio de una tormenta de nieve que terminó en el fracaso. La mitad de los hombres fueron muertos, heridos o tomados prisioneros. Montgomery fue muerto y Arnold herido. Arnold y los pocos cientos de hombres que quedaban permanecieron cerca de Quebec, pero no tenían esperanzas, y después de perder en otra escaramuza se retiraron, en junio.

El fracaso fue deprimente para los americanos y se convirtió en una excelente arma de propaganda en manos de los británicos. Los colonos habían proclamado que ellos sólo luchaban en defensa de sus derechos, pero ahora podía replicarse que los americanos habían atacado a una provincia pacífica sin provocación alguna.

El conflicto se agudizó aún más. Georgia se incorporó al Segundo Congreso Continental en septiembre de 1775, de modo que por primera vez estuvieron representadas las trece colonias
[10]
.

Frente a una Gran Bretaña intransigente, el Congreso, ahora aumentado, tomó con renuencia medidas adicionales dirigidas a una expansión de la guerra. El 13 de octubre de 1775, autorizó la formación de una armada. Sus barcos no podían ser buques de guerra desde el principio, por supuesto, pero podían armarse y llevar a cabo incursiones contra las naves británicas.

En respuesta, los británicos anunciaron, el 23 de diciembre, que todos los puertos americanos estarían cerrados al comercio desde el 1 de marzo de 1776. Las colonias, en efecto, fueron sometidas a un bloqueo.

A fines de 1775, pues, la guerra era abierta, y sin embargo los portavoces de las colonias, en general, proclamaban su lealtad a Gran Bretaña. Sólo Sam Adams y unos pocos ultraradicales como él osaban hablar de «independencia».

Pero esto cambió gracias a la labor de Thomas Paine, quien, después de Sam Adams, tiene derecho a ser considerado el apóstol de la independencia americana.

Thomas Paine nació en Inglaterra, el 29 de enero de 1739. Era hijo de un cuáquero y fue durante toda su vida un hombre muy humanitario, que no sólo simpatizaba con los necesitados y esclavizados, sino hasta con el oprimido sexo femenino. En noviembre de 1774, llevando una recomendación de Benjamin Franklin, llegó a Pensilvania.

Una vez allí, publicó el
Pennsylvania Magazine
y pronto llegó a la conclusión de que la independencia era necesaria para las colonias. En primer lugar, era la única manera en que las colonias podían crear una república y liberarse de la tiranía del gobierno de un solo hombre y del despilfarro de una aristocracia hereditaria. Además, razonaba, sólo declarando que luchaban por su independencia podían obtener ayuda extranjera.

Paine se hizo con muchos amigos influyentes en las colonias, entre ellos el doctor Benjamin Rush (nacido cerca de Filadelfia, en 1745). Rush también era de una familia cuáquera y un hombre humanitario interesado por las mismas causas que movían a Paine. Rush alentó a Paine a publicar sus ideas en un folleto, que salió el 10 de enero de 1776. Llevaba el título de
Sentido común
y pasaba revista a todas las razones a favor de la independencia. Paine no vaciló en dejar de lado toda reverencia irracional y en echar toda la culpa de la política represiva británica sobre el mismo Jorge III.

El
Sentido común
resultó ser un
best-seller
. Su estilo sencillo, directo y muy dramático le ganó una enorme popularidad. Más que cualquier otro factor, produjo un necesario cambio en el pensamiento popular y convirtió la independencia en algo exigido por una cantidad suficiente de americanos como para hacerla posible políticamente. Entre otras cosas, ganó a George Washington para su causa.

Por supuesto, la cuestión era si la independencia sería posible militarmente. Esto dependía casi totalmente de George Washington, quien estaba esperando lo único que permitiría avanzar: los cañones de Ticonderoga.

Había puesto la responsabilidad de llevar esos cañones sobre los hombres de Henry Knox (nacido en Boston el 25 de julio de 1750). Knox era librero de profesión y había aprendido mucho sobre el aspecto técnico de la artillería en los libros con que comerciaba. Había estado presente en la matanza de Boston, se había incorporado a la milicia, cuando ésta se formó, estaba ahora en el Ejército Continental y llegó a ser uno de los más íntimos amigos de Washington.

Era lo más cercano a un experto en artillería que había en el ejército, por lo que Washington lo envió a Ticonderoga a por esos cañones. La distancia era de 270 kilómetros en línea recta, pero de 500 kilómetros por caminos transitables.

Mientras esperaba, Washington recibió el nuevo año de 1776 desplegando una nueva bandera sobre su cuartel general. Llevaba las trece franjas rojas y blancas que hoy nos son familiares, una por cada colonia. Pero en la parte superior izquierda aún estaba la Unión Jack (la bandera del Reino Unido), formada por las cruces de San Jorge y San Andrés, los santos patronos de Inglaterra y Escocia, respectivamente, y el conocido símbolo de Gran Bretaña.

En el invierno (y ayudado, más que obstaculizado, por la nieve) Knox arrastró esos cañones. El 24 de enero de 1776, cincuenta y cinco piezas de artillería, con un peso medio por pieza de más de una tonelada, lograron entrar en las líneas americanas.

El 4 de marzo, Washington colocó esas piezas de artillería en las alturas de Dorchester, que Howe había dejado, imprudentemente, sin ocupar. Desde esa ventajosa posición, los americanos podían bombardear cualquier punto de Boston y casi cualquier barco que estuviese en el puerto.

Howe se percató del peligro y, no habiendo sido capaz de prevenirlo, planeó ahora un asalto contra la artillería. Fue retrasado por fuertes lluvias y, cuando el tiempo se despejó, los americanos parecían demasiado bien atrincherados y Howe había tenido tiempo de acordarse de Bunker Hill.

Decidió que Boston se había vuelto demasiado peligrosa para permanecer en ella y, el 17 de marzo, evacuó la ciudad, llevando a todos los soldados a los barcos del puerto. Luego zarpó para Halifax, en Nueva Escocia, el 26 de marzo.

En poco menos de un año desde los días de Lexington y Concord, los británicos habían perdido Nueva Inglaterra, y de manera permanente. Después de la partida de Howe, los británicos nunca volvieron, y desde ese día hasta hoy Massachusetts nunca oyó el paso de un ejército hostil.

La evacuación de Boston fue justamente considerada una gran victoria para los americanos, pero en definitiva constituyó una medida juiciosa por parte de los británicos.

Nueva Inglaterra era la parte más densamente poblada y más rabiosamente radical de las colonias, y todo intento de tomarla por la acción militar directa habría sido costoso y difícil. Había estrategias mejores. Por ejemplo, Nueva Inglaterra podía ser aislada de las otras colonias y luego ser sometida por hambre. En las colonias que no formaban parte de Nueva Inglaterra los sentimientos de rebelión eran mucho más débiles y éstos, posiblemente, podían ser sofocados, para luego golpear a gusto a Nueva Inglaterra.

Los americanos probritánicos eran llamados «leales» por los británicos y por sí mismos, y se los encontraba principalmente (aunque no exclusivamente) entre las clases propietarias. Según algunos cálculos, un tercio de la población americana era leal, mientras que otro tercio era indiferente a las cuestiones políticas y solamente trataba de vivir lo mejor posible. Sólo el tercio restante lo constituían los «rebeldes» activamente empeñados en el conflicto con Gran Bretaña. En realidad, en las colonias medias, los leales eran mayoría.

Para sí mismos, por supuesto, los rebeldes eran «patriotas», mientras que los leales eran «tories», nombre dado al partido británico que defendía los poderes y las prerrogativas del Rey.

La Guerra Revolucionaria, pues, fue tanto una guerra civil como una guerra de liberación nacional. Hasta en Nueva Inglaterra había leales, y miles de ellos fueron llevados de Boston cuando la evacuación británica. Temían por sus vidas si permanecían en la ciudad, y tal temor probablemente era justificado.

Los leales fueron muy útiles para los británicos durante toda la guerra. Muchos de ellos servían como agentes de espionaje entre los americanos. Otros, hasta unos 30.000, servían en las filas británicas. Su ayuda podía haber sido decisiva, pero los británicos siempre vacilaron en utilizar sus servicios a fondo. Si los británicos hubiesen aplastado las rebeliones con la importante ayuda de los leales, éstos, una vez hechos con el dominio de las colonias, podían haber pedido, como recompensa, esas mismas concesiones que los británicos negaban a los americanos en armas contra ellos.

La declaración de la Independencia

La evacuación británica de Boston no hizo pensar a Washington erróneamente que la guerra había terminado. No hacía falta mucha penetración para percatarse de que los británicos, derrotados en un punto, harían intentos en otro, y de que el punto débil de las colonias era la región media, entre la radical Nueva Inglaterra y la radical Virginia. Por ello, Washington condujo la parte principal de su ejército al sudoeste y llegó a Nueva York el 13 de abril de 1776, con 9.000 hombres.

Mientras tanto, entre el
Sentido común
de Paine y la excitación de la evacuación británica de Boston, el sentimiento favorable a la independencia llegó a récords de altura y los delegados del Segundo Congreso Continental podían sentirlo en cada mensaje.

Extrañamente, fue Carolina del Norte la que estuvo en el primer plano de la lucha. Ya el 31 de mayo de 1775, poco después de los sucesos de Lexington y Concord, los habitantes del condado de Mecklenburg, cerca de lo que era entonces la frontera occidental del Estado, elaboraron las «Resoluciones de Mecklenburg», en la que todas las leyes británicas eran declaradas nulas y vacías, e inútiles todos los despachos británicos. Las resoluciones declaraban la intención de los firmantes de lograr el autogobierno, pero no se hacía uso en realidad de la palabra «independencia». Sin embargo, el suceso dio origen a la leyenda de una «Declaración de la Independencia de Mecklenburg».

Un año más tarde, el Congreso Provincial de Carolina del Norte, el 12 de abril de 1776, instruyó oficialmente a sus delegados al Congreso Continental para que abogasen por la independencia. Fue la primera colonia que lo hizo de manera formal. Virginia la siguió, el 15 de mayo, y se dio por sentado que harían lo mismo las cuatro colonias de Nueva Inglaterra. Pero lo que se necesitaba para obtener la independencia era unanimidad. Sin ella, no se la alcanzaría. (Un delegado del Congreso dijo nerviosamente: «Debemos permanecer unidos.» Benjamin Franklin respondió secamente: «Sí, o con toda seguridad nos colgarán separadamente.»
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El 7 de junio de 1776, Richard Henry Lee de Virginia puso la cuestión a prueba. Se levantó y propuso que se aprobase una resolución en el sentido de que las colonias «son, y por derecho deben ser, Estados libres e independientes»
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La resolución era todavía demasiado difícil de abordar, y el Congreso postergó la votación designando a varios de sus miembros para que preparasen una formal Declaración de Independencia. Los designados para esto fueron Jefferson, Franklin y John Adams, junto con Robert Livingston de Nueva York (nacido en la ciudad de Nueva York el 27 de noviembre de 1746) y Roger Sherman de Connecticut (nacido en Newton, Massachusetts, el 19 de abril de 1721).

Fue Thomas Jefferson quien hizo lo principal de la tarea de preparar la Declaración, y obviamente fue influido por Rousseau y la doctrina del derecho natural. Escribió que las colonias debían asumir «la posición separada e igual a la que las Leyes de la Naturaleza y el Dios de la Naturaleza les daban derecho». También decía: «Sostenemos que son evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales, que están dotados por su creador de ciertos derechos inalienables, entre ellos el de la Vida, el de la Libertad y el de la búsqueda de la Felicidad. Que para asegurar estos derechos se instituyen entre los hombres gobiernos, cuyos poderes derivan justamente del consentimiento de los gobernados. Que cuando cualquier forma de gobierno se vuelve destructora de estos fines, es derecho del pueblo alterarla o aboliría e instituir un nuevo gobierno que se funde en tales principios y organice sus poderes de la forma en que se considera más probable el logro de la Seguridad y la Felicidad». Jefferson luego hizo una larga lista de los males infligidos a las colonias por Gran Bretaña, atribuyéndolos todos, clara y específicamente, a Jorge III; no mencionaba. al Parlamento. Esto era necesario, desde luego. Ningún americano sentía lealtad mística alguna hacia un cuerpo legislativo, sino sólo al rey; y era del rey de quien debían ser apartados los sentimientos americanos. Uno de los males registrados por Jefferson fue quitado por insistencia de aquellos que no lo consideraban un mal. Jefferson acusaba al rey de impedir que Virginia tratase de regular el comercio de esclavos africanos. Los delegados de Carolina del Sur se negaron a permitir toda mención acusatoria de la esclavitud, y ese punto fue suprimido.

El 28 de junio de 1776 se presentó al Congreso la Declaración de Independencia. Fue difícil hacerla aceptar. Algunos, como Galloway, estaban horrorizados. «La independencia —decía— significa la ruina. Si Inglaterra la niega, nos arruinará; si la otorga, nos arruinaremos nosotros mismos.» Galloway era absolutamente leal a Gran Bretaña, quizá el hombre leal más importante de las colonias. Más tarde, se unió al ejército de Howe y finalmente abandonó América, en 1778. Vivió los últimos quince años de su vida en Gran Bretaña.

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