Read El nacimiento de los Estados Unidos (1763-1816) Online
Authors: Isaac Asimov
Este primitivo rifle americano, adecuadamente manejado, podía acertar en un blanco del tamaño de la cabeza de un hombre a 70 metros. Tenía la desventaja de que para cargarlo se necesitaba el triple de tiempo que con el mosquete, por lo que no era apto para las andana das rápidas que se efectuaban en las batallas formales de la época. En cambio, en manos de un guerrillero, seguro detrás de un árbol o una roca, el rifle de Kentucky era un arma mortal. Esto hizo que, si bien los soldados americanos, que carecían de entrenamiento y experiencia, perdieron la mayor parte de las batallas campales que libraron, mantuvieran pese a todo el dominio de las zonas rurales, y raramente los británicos pudieron controlar un territorio mayor que aquel en el cual estaba su ejército.
De Concord a Bunker Hill
Los radicales de Massachusetts no querían dejar que las cosas se enfriasen. El Congreso Provincial se dispuso inmediatamente a poner sitio a Boston. El 23 de abril había autorizado el reclutamiento de un ejército de 13.000 hombres, que puso bajo el mando de Artemas Ward (nacido en Shrewsbury, Massachusetts, en 1727). Había combatido en la Guerra contra Franceses e Indios y era lo más parecido a un soldado profesional que tenía Massachusetts en ese momento.
Las otras colonias de Nueva Inglaterra rápidamente enviaron contingentes a unirse a las fuerzas de Ward en Cambridge, al otro lado del río desde Boston, de manera que la guerra ahora había arrastrado a toda Nueva Inglaterra. Las noticias de la batalla y sus consecuencias se difundieron por todas las colonias. Una partida de cazadores acampados en las soledades de Ohio oyeron las noticias y pusieron a su campamento un nombre que era un homenaje. Alrededor de él creció la actual ciudad de Lexington de Kentucky.
Pero si las fuerzas coloniales querían tener alguna esperanza de tomar Boston realmente, necesitaban artillería, y no la tenían. Lo que tenían que hacer era tomarla de los ingleses, y el lugar más cercano donde tenían alguna posibilidad de hacerlo era en Fort Ticonderoga, sobre el lago Champlain, escenario de muchos combates durante la Guerra contra Franceses e Indios.
La captura del fuerte fue sugerida por Benedict Arnold (nacido en Norwich, Connecticut, el 14 de enero de 1741). Se había incorporado a la milicia de Massachusetts tan pronto como ésta se formó, y tenía ahora el rango de capitán. Su plan fue aprobado, él fue ascendido al rango de coronel, el 3 de mayo, y se le envió a que emprendiese la aventura.
En esto, como en toda otra cosa, sin embargo, Arnold tuvo la suerte contra él. Demostró ser uno de los mejores soldados de América, pero nada le salía bien. Con respecto a Ticonderoga, por ejemplo, se le adelantó alguien que estaba más cerca de ese lugar.
Fort Ticonderoga estaba unos 270 kilómetros al noroeste de Boston. Al este, del otro lado del lago Champlain, estaba la región de las Montañas Verdes (ahora llamada Vermont, de palabras francesas que significan «montañas verdes»). Allí vivía Ethan Alien (nacido en Lichfield, Connectitcut, el 21 de enero de 1738). Había luchado en la Guerra contra Franceses e Indios y llegado a la región de las Montañas Verdes en 1769. Allí formó un grupo de milicianos que se llamaron a sí mismos los «Muchachos de las Montañas Verdes» y cuyo principal objetivo era vigilar para que la colonia de Nueva York no lograse establecer su dominación sobre esa región.
Cuando le llegaron las noticias concernientes a Lexington y Concord, pensó que sería una buena idea tomar Fort Ticonderoga, que estaba inmediatamente del otro lado del lago. Benedict Arnold se abalanzó al oeste para tratar de ocupar el lugar, pero Allen no lo permitió. Frustrado (como lo estaría en muchas ocasiones) Arnold acompañó a la partida, sin embargo; ochenta y tres hombres cruzaron a remo el lago Champlain el 9 de mayo de 1755. Lograron una sorpresa total. La guarnición inglesa fue incapaz de resistir la repentina invasión de los rústicos y se rindieron el 10 de mayo. Dos días más tarde, Crown Point, a quince kilómetros al norte, también fue tomado.
El 10 de mayo, el mismo día en que fue tomado Fort Ticonderoga, el Segundo Congreso Continental se reunió en Filadelfia, según lo planeado, y se vio obligado a abordar el tema de la guerra en curso, al menos en Nueva Inglaterra.
Nuevamente, fue elegido presidente Peyton Randolph, pero murió casi inmediatamente, y John Hancock fue puesto en su lugar, indicio de la creciente radicalización del organismo. Muchos de los delegados del Primer Congreso Continental estuvieron también en el Segundo, además de otros hombres de prestigio. Benjamin Franklin y George Washington, que no estuvieron en el Primero, asistieron al Segundo.
John Adams fue la principal fuerza radical del Segundo Congreso Continental y trabajó afanosamente para que las colonias que no formaban parte de Nueva Inglaterra hiciesen causa común con Massachusetts. Quería que la milicia de Nueva Inglaterra que estaba asediando a Boston fuese reconocida como un ejército intercolonial, un «ejército continental», para usar el mismo enfoque por el que la reunión era llamada un congreso continental.
Adams sabía que esto no sería aceptado si Massachusetts insistía en comandar el ejército e insinuó claramente que el delegado de Virginia, el coronel Washington, sería aceptable para Massachusetts como comandante en jefe, y que la milicia de Nueva Inglaterra gustosamente prestaría servicios bajo su mando.
Fue un golpe brillante. George Washington había combatido en las primeras batallas de la Guerra contra Franceses e Indios, pero había sido frustrado en su intento de desempeñar un papel más importante por los prejuicios británicos anticoloniales. Y ahora estaba ansioso por demostrar de lo que era capaz. Más aún, era un rico plantador que prestaría sus servicios sin paga, y un hombre enormemente respetado de carácter conservador y conocida integridad. Los hombres que no habrían confiado en los agitadores de Massachusetts confiarían en George Washington.
Así, el Congreso aceptó. El Ejército Continental fue creado el 14 de junio de 1775, y George Washington fue nombrado su comandante en jefe el 15 de junio.
Bajo su mando hubo cuatro generales, uno de los cuales era Artemas Ward. Otro era Israel Putnam de Connecticut (nacido en Danvers, Massachusetts, en 1718), quien, en un arranque patriótico, acudió a tomar parte en el sitio de Boston en el mismo momento en que se enteró de los sucesos de Lexington y Concord, aunque estaba cerca de los sesenta años. Los otros eran Philip Schuyler de Nueva York (nacido en Albany en 1733), un rico terrateniente tan respetado y conservador como Washington, y Charles Lee de Virginia, un oficial nacido en Gran Bretaña. Los cuatro generales habían actuado en la Guerra contra Franceses e Indios, pero ninguno de los cuatro había demostrado tener mucho talento militar.
Pero, apenas formado, el Ejército Continental se vio ante un momento decisivo en Boston. Los británicos no tenían ninguna intención de ceder y desembarcaron más tropas en Boston el 28 de mayo.
El 12 de junio el general Gage se sintió suficientemente confiado en la fuerza de sus tropas como para poner oficialmente a Boston bajo la ley marcial y declarar rebelde o traidor a todo americano que portase armas o prestase ayuda a otro que las portase. Pero, como gesto conciliador, ofreció el perdón a todo rebelde o traidor que depusiese las armas, con excepción de Sam Adams y John Hancock.
La respuesta americana fue hacer preparativos para ocupar y fortificar el terreno elevado de Charlestown, inmediatamente al norte del río Charles e inmediatamente al otro lado del río desde Boston. Como Boston, Charlestown estaba situada por entonces en una península unida a tierra firme por una estrecha franja de tierra. Había dos colinas en Charlestown, Bunker Hill y Breed's Hill, y cualquiera de ellas ofrecía una posición dominante para colocar la artillería que, se esperaba, llegase de Ticonderoga. En un principio, se pensó en fortificar Bunker Hill solamente, pero Breed's Hill estaba más cerca de Boston y el plan fue ampliado para incluirla.
En el alba del 17 de junio de 1775, 1.600 americanos estuvieron en Breed's Hill. Gage podía haber cercado la península de Charlestown colocando hombres en la franja terrestre, y luego haber bombardeado la colina desde los barcos del puerto. Si lo hubiese hecho, los americanos no habría podido resistir por mucho tiempo. Pero Gage probablemente estaba todavía irritado por la vergüenza de la retirada de Concord. Pensaba que los americanos necesitaban una lección y que se debía demostrar claramente su total inferioridad frente a los soldados regulares británicos.
Por ello, ordenó tomar por asalto las fortificaciones de la colina de Charlestown y, para tal fin, envió 2.400 hombres a través del río Charles, durante el mediodía del 17 de junio. Las tropas estaban al mando de William Howe, quien había llegado con el grupo más reciente de refuerzos.
Para los británicos, era una mala situación militar. Tenían que trepar por una colina expuestos al fuego de un enemigo protegido detrás de murallas en la cima
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. La única razón posible de que un jefe británico ordenase tal asalto era la idea de que la milicia americana flaquearía a la vista de soldados regulares británicos marchando hacia ellos y simplemente huirían.
Howe, pues, ordenó a un contingente de sus hombres que subiese por la colina en un perfecto orden cerrado, llevando pesadas mochilas y con sus uniformes escarlatas brillando al sol. Detrás de sus defensas esperaban los americanos, en perfecta posición, excepto por el hecho de que prácticamente no tenían pólvora.
Su comandante, el coronel William Prescott (nacido en Groton, Massachusetts, en 1726), no permitió que esa preciosa pólvora se desperdiciara. Toda bala debía dar en el blanco, lo cual significaba que sus hombres debían permitir a los británicos acercarse mucho, por atemorizadora que fuese su cercanía para muchachos granjeros no entrenados.
«No disparéis —ordenó— hasta que veáis el blanco de sus ojos.»
El contingente británico subió por la colina, tanto más confiado cuanto que la falta de disparos parecía indicar temor por parte de los americanos. En el momento apropiado, éstos, que se habían abstenido de hacer fuego hasta que los soldados estuvieron casi sobre ellos, lanzaron una andanada en la que casi toda bala dio en el blanco. La línea británica se derrumbo, y los sobrevivientes descendieron tambaleándose por la colina, dejando el terreno frente al reducto americano rojo de sangre y uniformes.
Por segunda vez, Howe envió un contingente por la colina que hallo la misma suerte que el primero. Ya no quedaba más remedio que continuar el mismo juego estúpido, pues marcharse habría sido un golpe tremendo para el prestigio británico.
Así, Howe envió un tercer contingente, y dice mucho de la disciplina británica el hecho de que los soldados se movieran. Lo que mantuvo con vida a los soldados del contingente fue que los americanos habían agotado sus municiones. El tercer contingente de tropas británicas llego a la cima de las colinas, calo sus bayonetas y cargó. Los americanos, que tampoco tenían bayonetas, no tuvieron más opción que marcharse. Lo más rápidamente que pudieron, abandonaron Charlestown.
Los británicos retuvieron el terreno, por lo que proclamaron su victoria, pero estaban demasiado maltrechos para tratar de perseguir a los americanos más allá de Charlestown. Sus perdidas habían sido enormes, 1.054 soldados muertos o heridos, entre ellos 89 oficiales. Uno de los oficiales muertos era el comandante Pitcairn, quien había conducido la vanguardia del ataque en el que se derramó sangre por primera vez, en Lexington. Las bajas americanas fueron de solo 450, pero uno de ellos era Joseph Warren, quien había elaborado las Resoluciones de Suffolk el año anterior.
Los británicos quedaron muy desalentados por esa «victoria» demasiado costosa y parecían haber caído en el letargo. Después de tomar las colinas de Charlestown, debían haber ocupado las alturas de Dorchester, inmediatamente más allá de la franja de tierra que unía a Boston con tierra firme. Si lo hubiesen hecho, no habría quedado ningún lugar desde el cual la artillería americana pudiese dominar el puerto de Boston.
Antes de la batalla de Bunker Hill, esa había sido la intención de Gage. Pero después de la batalla, Gage, aturdido, no hizo nada. Estaba apabullado, y lo único que se podía hacer era relevarlo del mando. Fue enviado de vuelta a Gran Bretaña el 10 de octubre de 1775, y William Howe fue puesto al frente de las fuerzas británicas en las colonias.
Esto también fue un error. Howe se mostraría, de manera creciente, incapaz de actuar de forma decisiva contra los americanos. Una explicación de esto es que nunca se sintió a gusto en una guerra que consideraba insensata e injusta, pero otra es que nunca se recupero de la horrible conmoción que le produjo la sangría de Breed's Hill.
Dos semanas después de la batalla, George Washington llego a Cambridge y asumió el mando de un ejercito que se consideraba vencedor de la batalla de Bunker Hill. No eran los británicos, sino su falta de pólvora, lo que les había derrotado. Quienes habían sido destrozados no eran ellos, sino los británicos.
Boston liberada
Fuera de Nueva Inglaterra, aun había una vaga esperanza de que se pudiese detener la guerra, que en verdad se estaba ahondando. El Segundo Congreso Continental aun no sonaba con la independencia y cundía la fría convicción de que los británicos finalmente triunfarían y los líderes coloniales serían ahorcados por traición. Por ello, se hizo un ultimo esfuerzo para lograr la paz. Dickinson de Pensilvania redacto una «Petición de Paz» que el Congreso firmo el 8 de julio de 1775 y la envió al rey Jorge. Reafirmaba la lealtad de las colonias y le pedía algunas concesiones que pusiesen fin a las hostilidades.
Pero esa petición no tenía ninguna probabilidad de ser escuchada. El 23 de agosto el Parlamento proclamo oficialmente que se había producido una rebelión general, y el 1 de septiembre, cuando se presento la petición al rey Jorge, éste la rechazó arguyendo que no aceptaba comunicaciones de rebeldes. Estaba claro que los británicos iban a someter a las colonias por la fuerza y no admitirían compromisos.
De todos modos, en Nueva Inglaterra no había sentimientos a favor de la paz. La euforia que siguió a la batalla de Bunker Hill era tal que las colonias de Nueva Inglaterra empezaron a pensar en acciones ofensivas. Se rumoreaba que los británicos iban a reclutar canadienses para combatir con los americanos, y se pensó que un audaz ataque contra Montreal y Quebec no sólo pondría fin a eso, sino que arrastraría a los franceses a la lucha contra su vieja enemiga, Gran Bretaña, con la esperanza de recuperar el Canadá.