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Authors: Eoin Colfer

Tags: #Ciencia Ficcion

Futuro azul (18 page)

BOOK: Futuro azul
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Stefan cerró los puños con tanta fuerza que le crujieron los nudillos.

—¿Qué está pasando?

—¿No quieres saber por qué no he hecho que te detuvieran?

—Hasta esta noche —la corrigió Stefan.

Faustino sacudió las manos para restarle importancia a sus palabras.

—Lo de esta noche ha sido un error. Te has involucrado en la operación de otro departamento. Si supieras la de favores que he tenido que pedir para que os dejasen bajo mi custodia... Dicho esto, llevo varias semanas tratando de encontrarte.

—Creía que era la directora. Seguro que podía localizarnos con su Satélite que todo lo ve, ¿no?

—Solo soy la directora de la división de Proyectos en Desarrollo. El gran jefazo es el alcalde Ray Sol. Ni siquiera sabe que tú y yo trabajamos juntos.

Stefan volvió a quedarse mudo de asombro.

—¿Ahora resulta que trabajamos juntos?

—Tú no lo sabías, claro. Te has estado encargando del problema de la plaga que asola la ciudad, o eso pensábamos.

«Aja —pensó Cosmo—, esa es la razón por la que no estamos sufriendo horrores ahora mismo.»

—¿Plaga? —preguntó Stefan con aire inocente.

Faustino sonrió.

—Vamos, Stefan. No te hagas el tonto conmigo. Yo también los veo, ¿sabes?

—¿Ver a quiénes? ¿El qué?

Ellen Faustino se dirigió a su escritorio y activó una proyección en tres dimensiones en el suelo. Transfirió las imágenes del Stromberg de la pantalla del techo y una versión de los Sobrenaturalistas en tres dimensiones y de alta resolución cobró vida en el centro de la habitación. Grabados desde arriba, parecían personajes de un videojuego. Un Parásito trepaba en solitario por una pared adyacente. Faustino congeló la imagen y manipuló el vídeo hasta que solo quedó el Parásito.

—Los veo, Stefan. Es un Especnoide 4, los devoradores de vidas.

Por tercera vez en otros tantos minutos, Stefan se quedó paralizado de asombro.

—¿Los ve? ¿Un Especno qué?

Faustino amplió la imagen del Parásito.

—Un Especnoide 4: Especie No Identificada 4. Las otras tres son criaturas marinas que estamos seguros de que existen pero que no hemos podido capturar todavía. No se considera identificada una especie hasta que puede ser capturada y examinada. Por supuesto, no todo el mundo los ve: para una persona normal, estamos viendo una proyección en blanco, pero para unos cuantos escogidos, tu grupito incluido, la verdad está más clara que el agua.

Faustino se dirigió a los guardias de seguridad.

—Fuera. Todos vosotros.

El jefe del servicio de seguridad dio un paso al frente.

—Pero, directora Faustino, eso va contra el reglamento.

Ellen no dijo nada, sino que se limitó a mirar al hombre a las gafas. El gorila de más de dos metros retrocedió en menos de cinco segundos.

—Muy bien, directora. Estaremos en el ascensor.

Ellen se sentó en el escritorio y no dijo nada hasta que la puerta del ascensor se cerró.

—Cuando me incorporé al cuerpo, antes de empezar a dar clases, Booshka era la zona de vigilancia que tenía asignada. Por aquel entonces todavía se respiraba algo parecido al orden ahí abajo. Una noche me encontré con una navaja clavada en las costillas, cuando intentaba entrar en un domicilio. Estuve a las puertas de la muerte: me vi salir de mi propio cuerpo, la luz al final del túnel... todo eso. Los médicos me devolvieron a la vida, pero aquella noche vi algo. Algo que he podido seguir viendo desde entonces...

Cosmo se incorporó de golpe.

—Es una Oteadora. Como yo.

Stefan resopló.

—¿Y por qué no firmas una confesión directamente, Cosmo?

—Lo guardé en secreto —prosiguió Ellen—, el hecho de que veía aquellas cosas, convencida de que estaba loca. Sin embargo, luego oí hablar de alguien que deliraba diciendo cosas extrañas sobre unas criaturas azules. Tú, Stefan, después del accidente. Fuiste el hazmerreír de la academia de policía durante un buen tiempo. «Carne de frenopático», decían todos. Como tu tutora personal y amiga de la familia, intenté ayudarte a superar el trauma, esperaba que te abrieras algún día.

Stefan abrió mucho los ojos, recordando.

—Todas aquellas sesiones de psicoterapia... Todas aquellas preguntas sobre el estrés postraumático y las alucinaciones...

Ellen lanzó un suspiro.

—Pero nunca te abriste a mí. Por lo visto, te habías dado cuenta de que nadie quería escucharte.

—Todo ese tiempo juntos en la academia y los dos teníamos el mismo problema. ¿Por qué no me lo dijo?

—Debería haberlo hecho, lo sé, pero temía que si lo hacía saliese a la luz pública y fuese el fin de mi carrera. —Bajó la mirada—. No confié en ti, lo siento. Cuando te marchaste de la academia para establecer tu brigada de vigilancia, terminé mi segundo doctorado y vine a trabajar para Myishi, en investigación y desarrollo. Una de mis tareas consistía en un proyecto de poco presupuesto para localizar pequeñas subidas de tensión que impactaban en el plato de las antenas del Satélite procedentes de la superficie del planeta; nada grave, solo pequeñas descargas que ni siquiera provocaban interferencias.

Deduje en apenas diez minutos de dónde provenían las descargas: los Especnoides 4 las estaban emitiendo. Naturalmente, no llegué a revelar a nadie mis suposiciones, tenía una carrera en la que pensar. Al final, las descargas se atribuyeron a las emisiones industriales de Ciudad Satélite. Continué con mi trabajo, tratando de mejorar las cosas aportando mi pequeño granito de arena, pero entonces, hace unos años, las descargas empezaron a aumentar de intensidad. Muy lentamente al principio, pero luego a una velocidad alarmante. Tanto era así, que empezaron a dañar los platos de las antenas. Ahora la descarga es tan fuerte que es una corriente eléctrica constante. Estamos perdiendo vínculos con la superficie, la gente se muere. Es una crisis de alerta máxima para la empresa.

—En Ciudad Satélite la gente lleva años muriendo y Myishi no ha hecho nunca nada al respecto. Ahora, cuando hay dinero de por medio, de repente ponen interés.

Por primera vez, la voz de Ellen Faustino adoptó un tono duro.

—No seas tan ingenuo, Stefan. El dinero consigue que se hagan las cosas. En cuanto el Satélite perdió su primer vínculo, todos los proyectos de desarrollo quedaron paralizados. Tenía proyectados dos hospitales y un centro de rehabilitación; bien, pues ahora ya no están programados, y no lo estarán a menos que podamos solucionar nuestro problema con los Especnoides. —El mal genio de Faustino desapareció con la misma rapidez con que había aparecido—. Tú llevas años enfrentándote a las criaturas, destruyéndolas de un modo muy eficaz. No había necesidad de formar un equipo, o eso pensaba.

Stefan se incorporó.

—¿Qué significa eso?

—Las varas electrizantes. Un sistema muy ingenioso: la propia carga residual destruye a la criatura.

—Parásitos —la interrumpió Cosmo—. Los llamamos Parásitos.

Ellen asintió con la cabeza.

—Parásitos. Es un buen nombre. Estabais liquidando a los Parásitos con un arrojo y una constancia insuperables por los empleados de Myishi, así que os mantuve bajo vigilancia y os dejé en paz para que hicieseis vuestro trabajo: nuestro trabajo. Sin embargo, después del reciente incremento en las descargas, reuní a un pequeño equipo y los puse a investigar. Hay dos factores que activan la capacidad de visión, en mi opinión: experiencias cercanas a la muerte, combinadas con una exposición durante toda la vida a la niebla tóxica de Ciudad Satélite. El ordenador realizó una búsqueda en los archivos de personal de Myishi y yo entrevisté personalmente a todos los miembros de la lista. Encontré a otros tres Oteadores, todos menores de veinticinco años. Yo soy la única mayor de cuarenta. Comenzamos un estudio en profundidad de los Parásitos, sobre todo de lo que les sucede después de que les dispares. Y descubrimos algo que tal vez te interese mucho saber...

Faustino se acercó a la puerta del ascensor para comprobar que estaba cerrada. A continuación pasó un detector de micrófonos por las paredes y los teléfonos, buscando dispositivos de vigilancia. Cuando estuvo segura de que no había nadie espiándolos en el Observatorio, cogió un chip de vídeo de cristal de su cartera y lo insertó en el proyector de tres dimensiones.

—Tecnología de nueva generación —explicó—. Podemos almacenar hasta doscientas horas de vídeo en un chip de cristal. El próximo trimestre Myishi va a dejar a Phonetix con un palmo de narices y va a desbancarlo en el mercado.

Una representación en 3D y a tamaño natural de un Parásito se materializó en la habitación. Stefan metió la mano inmediatamente en el interior de su chaqueta en busca de una vara electrizante.

Faustino se echó a reír.

—Tranquilo, Stefan. Una calidad asombrosa, ya lo sé. Es la primera generación de lentes que pueden incluso fotografiar un Especnoide 4. Lo que estoy a punto de enseñaros es el resultado de meses de vigilancia. Yo diría que es información clasificada, pero ¿a quién se lo vais a contar?

El Parásito emprendió su curioso galope por una pared de la proyección.

—Parece ser que los Especnoides 4 están hechos de energía pura, que obviamente se gasta durante su actividad. Advertimos que la luminosidad del Parásito se difumina cuanto más se desplaza. —Faustino encendió un puntero láser—. Este centro luminoso de aquí es el equivalente de un corazón en el Especnoide 4. A medida que se le agota la energía, las pulsaciones cardíacas laten más despacio. Al final, el corazón se alimentará del cuerpo de la criatura, absorbiéndolo para seguir palpitando.

El Parásito en 3D se difuminó hasta adquirir una tonalidad azul pastel. Su piel perdió consistencia y, poco después, el propio corazón dejó de tener la energía necesaria para seguir intacto. Desapareció con un fogonazo azul.

—Ese fogonazo... —dijo Cosmo—. ¿Es eso lo que les preocupa a los de Myishi?

Faustino negó con la cabeza.

—Ojalá. Nuestros medidores apenas registran esos fogonazos. No, el Especnoide 4 solo suelta chispas reales después de absorber energía.

La imagen se transformó. Esta vez había un Parásito agazapado en el pecho de un bombero herido. Una corriente de energía de color blanco áureo fluía en las palmas de las manos de la criatura. El Parásito brilló como una luciérnaga y luego desapareció por una pared próxima. La cámara siguió a la criatura al alféizar de una ventana, donde descansó brevemente. La energía absorbida le recorrió los órganos con una velocidad y una agitación crecientes. Tras varios segundos de malestar, una descarga de energía estalló por los poros de la piel de la criatura y subió en espiral hacia el cielo.

—Eso sí que no lo he visto nunca —comentó Stefan.

—Creemos que los órganos de los Parásitos digieren la energía y luego liberan energía completamente pura.

La mente adolescente de Cosmo fue la primera en sumar dos y dos.

—Entonces, ¿está diciendo que todos estos problemas los causa la caca de los Parásitos?

Ellen sonrió.

—Exacto. Hay gente que ha intentado explicarlo mejor y no ha podido. Se parece un poco al proceso de los árboles, que absorben dióxido de carbono y desprenden oxígeno. Los filtros de la naturaleza. El siguiente fragmento de vídeo es la parte que nos interesa realmente. Lo grabamos hace solo un mes, y desde entonces hemos estado intentando localizaros.

Una nueva imagen apareció en el proyector, en la que aparecía un Stefan Bashkir con aspecto obsesionado en mitad del escenario de una catástrofe. Los vehículos de emergencia acudían desde todas partes y los Parásitos se alimentaban de las víctimas de una revuelta.

—Lo recuerdo —dijo Stefan—. Una revuelta para reclamar comida en Booshka, cerca de la Barricada. Un desastre.

En la proyección, Stefan arremetía a diestro y siniestro con su vara electrizante, haciendo saltar a los Parásitos por los aires. La cámara captó a uno de los Parásitos en el momento en que estallaba en mil esferas relucientes. La cámara del Satélite siguió a una de las esferas durante varios minutos, siguiendo su ascenso a la atmósfera.

—No os imagináis lo que me costaron esas imágenes. Tuve que comprar un día entero de tiempo de la cámara.

Stefan ni siquiera oyó la queja, tan concentrado como estaba en la esfera. Dejó de subir después de más de un kilómetro y se desvió ligeramente en el viento, que soplaba con fuerza. La cámara hizo un zoom hasta que la esfera adquirió el tamaño de una pelota de baloncesto, suspendida entre el suelo y el espacio.

—Para poder fotografiar a los Parásitos, nuestras nuevas lentes están recubiertas de un compuesto químico —explicó Faustino—. Mi equipo tardó varios meses en encontrar la solución correcta. Le dijimos a la oficina central que era aerosol antirreflectante.

Stefan no respondió; tenía los ojos pegados a la proyección.

La superficie de la esfera empezó a ondularse ligeramente; en el interior, la energía se enroscó hasta formar una cuerda y enredó su propia cola en nudos intricados.

—¿Qué está pasando? —preguntó Cosmo.

Stefan extendió las manos y las metió en la proyección.

—No —exclamó sin aliento.

Las cuerdas se solidificaron y se hicieron más complejas. Una estrella de plata brillaba en el centro.

—No puede ser, no después de todo esto.

Aparecieron dos ojos redondos e inmediatamente después, unos dedos azules que apretaban contra la superficie de la esfera, forzando la piel.

—¿Qué es lo que he hecho?

La superficie de la esfera se resquebrajó y apareció un Parásito recién nacido, completamente formado y listo para absorber la vida de cualquier humano herido. Extendió los brazos y se lanzó en picado hacia la Tierra, a través del viento.

La cara de Stefan era la angustia personificada.

—Todo este tiempo, todos estos años... ¡Los he estado ayudando! ¡No destruyéndolos! Ayudándolos a reproducirse...

Faustino apagó el proyector.

—No es culpa tuya, Stefan. ¿Cómo ibas a saberlo? Lo único que veías eran unas criaturas que habían destrozado tu vida. Luchabas contra ellas tal como habría hecho yo. —Ayudó a Stefan a sentarse en el sofá—. Ahora lo que tenemos que decidir es cómo seguir combatiéndolos.

—No hay ningún combate —dijo Stefan con desolación—. Ellos ganan. Se acabó. ¿Cómo voy a seguir? Tardaría diez vidas solo en deshacer el daño que he causado.

—No necesariamente —repuso Faustino—. Para derrotar a los Especnoides 4 tienes que entenderlos. Deja que te ponga al día sobre lo que ha descubierto mi equipo después de cientos de horas de vigilancia con el Satélite: el Especnoide 4 es una especie parasitaria que se alimenta de energía, preferiblemente de vida humana, y que mantiene en secreto su actividad alimentándose de los enfermos y los heridos. Absorben la energía por osmosis, luego la reciclan a través de unos filtros corporales y, finalmente, desprenden la energía limpia. Estas emisiones han aumentado hasta proporciones muy peligrosas debido al incremento en el número de Parásitos. Por lo general, los Parásitos se dividen en dos entidades después de varios años, cuando han acumulado suficiente energía, pero a causa de tus acciones se están reproduciendo rápidamente y en cantidades espectaculares, contribuyendo de este modo al problema de la sobrecarga energética. Es un círculo vicioso.

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