James Potter y La Maldición del Guardián (3 page)

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
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El goblin no había estado prestando mucha atención, ya que estaba más preocupado por hacer lo que fuera que tenía que hacerse y salir vivo de la casa, pero de repente recordó las palabras de la vieja: Fuego negro. Cenizas... ojos... y nada. Una nada viva.

—¿Qué ha hecho? —preguntó Forge quedamente.

—¿Yo? —replicó el hombre pálido, alzando las cejas—. Nada. Solo estoy pasando el rato. Gregor aquí presente tiende a creer en historias fantásticas como esta. Le divierten.

Gregor gruñó y puso los ojos en blanco. La horrible y gimoteante voz llegó de nuevo. Parecía provenir de la silla que todavía estaba de cara al fuego. Forge sintió la piel del cuero cabelludo tensarse. Lo voz parecía invitar a la locura. Le daba escalofríos.

—Pero vayamos a los negocios —continuó el hombre pálido—. Señor Forge, requerimos de sus servicios. Tenemos entendido que es usted algo así como un experto en, hum, restauración. ¿Sería eso preciso?

Forge se agitó.

—Solo soy un simple comerciante goblin, señor…

—Es un maestro restaurador —dijo de repente el hombre pálido, con voz tan fría como un trozo de hielo—. Dígame que sí. Odiaría pensar que le he traído aquí en vano.

—S-sí, señor —respondió Forge rápidamente, intentando no temblar.

—Excelente —replicó jovialmente el hombre pálido, reclinándose cómodamente hacia atrás en su silla—. Y tengo entendido que esa habilidad suya se extiende a la restauración de retratos. ¿Sería eso también correcto? No me mienta, señor Forge. Yo lo sabría.

Forge tragó saliva y miró fijamente a Gregor. El hombre parecía no estar prestando atención. Miraba ociosamente al vino de su vaso mientras lo removía.

—Yo... si —dijo Forge—. Eso lleva más tiempo, por supuesto. No es una simple cuestión de reemplazar la pintura. Se deben determinar las pociones correctas para cada color... los trozos menos importantes han de ser rascados y reutilizados para conseguir los componentes adecuados... es muy delicado, pero he logrado un cierto nivel de éxito.

—Fascinante —dijo el hombre pálido, sus ojos azules perforaban al goblin. Está loco, pensó Forge. Completamente loco. Me pregunto si el otro lo sabe. Me pregunto si ambos están locos, pero de modos distintos.

El hombre pálido se puso en pie.

—Tenemos un trabajo para usted, señor Forge. Será bastante difícil, me temo, pero sospecho que un goblin con sus obvias habilidades lo considerará un desafío a su altura. Es una reliquia familiar de valor incalculable, como verá. Durante mucho tiempo la creí perdida. Curioso, verdad, cómo las cosas tienden a aparecer cuando más las necesitas. Ha sido horrendamente dañada por, hum, vándalos. Pero si hay algo que crea usted que puede hacer para ayudar le estaremos eternamente... agradecidos.

La voz fina farfullaba de nuevo cuando el hombre pálido comenzó a girar la silla de en medio. De repente, Forge deseó no ver en absoluto lo que había en ella. Deseó huir, o al menos apartar la mirada. Sabía que si lo hacía, probablemente le matarían. Observó y escuchó, y cuando la silla se giró por fin, la voz finalmente se hizo inteligible.

—¡Mostradme ante éeeeel! —jadeó con su fea, diminuta y rota voz—. ¡Mostradmeeee! —Y comenzó a reír con la risa alta, aguda y rota de un hombre concienzudamente loco, una risa fragmentada y retorcida.

El retrato no era grande. Estaba casi absolutamente destruido. Solo quedaban unas pocas trizas y jirones: la comisura de la boca; dos dedos de una delgada y pálida mano; un solo ojo reluciente y rojo. Había sido desgarrado. El reverso del marco mostraba docenas de cuchilladas profundas y pinchazos.

—¡Haced que me repaaaaareeeee! —gritó el retrato con su fina voz de insecto—. ¡Hazlo Luciuussss! ¡Haz que me repareeeee....!

—Será un placer para él, mi señor —sonrió el hombre pálido, levantando la mirada hacia Forge, con los ojos húmedos, refulgentes.

—¿M-mi señor? —dijo Gregor, como sorprendido al oír al diezmado retrato hablar tan claramente—. ¡Aún sigue aquí! ¡Pero creíamos...!

—¡Eso no imporrrrrrta! —chilló el retrato de Voldemort—. ¡El Guardián está en camino! ¡El legado de nuestro antepasado está al alcance de la mano! ¡Veeeeeenganza!

Gregor parecía desesperadamente perdido ante este súbito giro de los acontecimientos.

—¿Pero... pero cómo le encontraremos, mi señor?

—Noooo lo hareeeemos... —siseó el retrato. El sonido de su voz rota agitó un jirón del lienzo. Forge temía la visión de esta horrible cosa, temía lo que le iban a pedir que hiciera. Pero lo que más tenía era lo que esa cosa iba a decir a continuación.

La pintura suspiró profundamente y dijo, en una exhalación:

—Él nos encontrará a nosotros...

1. Finales y Principios

—¡Vamos, James! —gritó Albus, saltando impacientemente—. Déjame probar. ¡Nadie va a contarlo!

—Sabes que no puedo, escreguto —replicó James tranquilamente, pasando una pierna sobre su Thunderstreak—. Eres menor. Tendrás que aprender en la escuela, como todo el mundo. —Dio una patada, inclinándose hacia adelante para que la escoba se lanzara sobre el césped.

—¡Solo quieres que quede como un tonto sobre una escoba como tú en tu primer año! —bramó Albus, corriendo tras su hermano—. ¡No funcionará! ¡Voy a ser brillante! ¡Te daré cien vueltas, espera y verás!

James sonrió mientras el viento le azotaba el cabello. Tiró hacia arriba y viró, girando de vuelta hacia Albus. Albus se detuvo, y se agachó cuando James pasó volando, alborotando el cabello de su hermano menor.

James abrazó su escoba y ascendió formando un remolino hasta alcanzar la bóveda azul del cielo. Abajo, la Madriguera giraba perezosamente, lanzando su sombra sobre el huerto y los campos cercanos. James tomó un profundo aliento de aire veloz, y después bajó su escoba, conduciéndola a una súbita y bien practicada parada. Sabía que no debía pavonearse delante de su hermano, pero estaba bastante orgulloso de sus crecientes habilidades. Su padre había estado practicando con él durante el verano, y James había llegado a sentirse cautelosamente confiado en que después de todo entraría en el equipo de la Casa este año.

—Por fin, Potter —gritó Ted, colocándose junto a James sobre su vieja, pero bien conservada, Nimbus 2000—. Un tres contra tres es bastante duro, incluso con jugadores experimentados. Tendrás que jugar de Bateador y Buscador. Mantén un ojo sobre Angelina. Te hará creer que es delicada como una flor hasta que te estampe contra un árbol. George juega de Bateador y Guardián también, así que estará bastante ocupado, pero su Bludger de largo alcance te encontrará si no vigilas. Pero a la que tienes que mantener vigilada es a...

Algo rojo y verde pasó rugiendo entre Ted y James, obligándoles a caer en direcciones opuestas. James aferró su escoba y se dio la vuelta, estirando el cuello para mirar. Ginny giró hasta detenerse y sobrevoló gentilmente sobre él, sonriendo, con las mejillas sonrojadas y el cabello echado hacia atrás con una pulcra cola de caballo. Llevaba puesta su túnica de las Arpías de Holyhead.

—¿Qué te parece, James? ¡Aún me sirve!

James oyó un silbido apreciativo tras él. Miró y vio a su padre sonriendo a Ginny, tirando de su escoba para colocarse en posición a tres metros de distancia.

—¡Papá! ¡Mamá! —reprochó James, conteniendo una sonrisa—. ¡Dejadlo! ¡Me estáis avergonzando!

Ginny se sopló un mechón de cabello vagabundo de la cara.

—Vigila tu espalda, mi amor. Puede que sea tu madre, pero eso no significa que no te acribille para conseguir la Snitch. —Le sonrió, y después hizo girar su escoba y salió zumbando hacia el lado opuesto del campo.

—No habla en serio —dijo James, volviéndose hacia Ted.

—Será mejor que no —respondió Ted, observando a Ginny emprender el vuelo—. He jugado contra ella antes, y tiendo a pensar que tu única esperanza es que no golpee detrás de la cabeza con una Bludger a su propio hijo.

—Eres de gran ayuda —dijo James, pero Ted ya estaba retrasándose para colocarse en formación.

—¡Derriba a James de su escoba, mamá! —chilló Albus desde abajo. James miró y le vio de pie al borde del huerto. Cerca, Lily, Rose y Hugo estaban sentados en una enorme manta de tartán, sonriendo y guiñando los ojos hacia arriba contra la luz del sol. Los gemelos de Charlie, Harold y Jules, estaban sentados sobre el viejo roble nudoso que se alzaba junto al granero.

Rose dio un codazo a Lily.

—¡A por ellos, tía Ginny! ¡Derríbalo! ¡Siempre puedes tener otro hijo! ¡Uno con mejores modales y pies menos apestosos!

—¡Te he oído! —gritó James hacia abajo.

—Eso espero —dijo Rose remilgadamente, poniéndose los puños en las caderas y sonriendo coquetamente. Lily soltó una risita.

—Ya basta, Rose —la amonestó tía Hermione desde una tumbona junto al huerto.

—Jugaría en tu equipo, Harry, si pudiera —gritó Ron desde la tumbona que había junto a la de ella—. Pero tres contra tres, es la tradición. Tal vez alguien se haga suficiente daño como para dejar de jugar y podré sustituirle, ¿eh?

Hermione hizo una mueca y le frunció el ceño.

—¿Qué? Un tío puede tener esperanzas, ¿no? —protestó Ron. Volviendo a mirar a Harry—. ¡Parece que tendremos que llevar a cabo un torneo en toda regla el año que viene!

Harry asintió.

—Ninguno de nosotros bromeaba cuando decíamos que queríamos tener suficientes hijos como para formar un equipo de Quidditch, ¿eh? —gritó en respuesta.

Charlie estaba de pie en el centro del huerto, bajo los jugadores. Tenía un pie sobre el viejo y maltratado baúl de Quidditch de la familia. Sostenía una Quaffle, amarillenta por la edad y las manchas de hierba, en la mano derecha.

—¡El Partido Anual de Quidditch de la Familia Weasley está a punto de comenzar! —rugió, sonriendo—. Quiero ver un partido en serio. Quiero ver bastantes trastadas, montones de trampas, y un buen cupo de juego sucio. Cualquier jugador que no esté sangrando al final del partido será declarado inadecuado para seguir siendo un Weasley y tendrá que conformarse con ser un Potter. ¿Entendido?

—¡Lanza la Quaffle y súbete a la escoba, Pecoso! —chilló Harry, provocando una ronda de risas y maullidos. Charlie mostró una sonrisa ladeada.

—¡Bola! —gritó, lanzando la Quaffle y levantando el pie del baúl de Quidditch. La tapa se abrió de golpe y las pelotas remontaron el vuelo.

James tragó saliva, aferró su escoba, y se abalanzó hacia la refriega.

Técnicamente, este no era el primer partido de Quidditch de James. Había jugado varios partidos a lo largo del verano con quienquiera que estuviera alrededor. Concedido, la mayor parte de ellos habían sido dos contra dos, algunas veces utilizando jugadores fantasmas, que Ted había proporcionado de una pequeña caja que había comprado en la tienda de George. Aparentemente, era un producto en fase de prueba de Sortilegios Weasley. Cuando la diminuta caja de madera se abría, liberaba cuatro Boggarts, todos los cuales habían sido especialmente maldecidos para tomar las formas de famosos jugadores de Quidditch muertos. Parecían extremadamente convincentes, aunque fueran un poco transparentes. El problema era que los Boggarts no tenían la más ligera idea de cómo jugar al Quidditch; así pues, a pesar de su impresionante apariencia, tendían a flotar simplemente al azar sobre el campo, con los brazos en el aire, emitiendo sonidos fantasmales. Además, las Bludgers volaban a través de ellos.

—Aún así —había concluido George— añaden cierto efecto a un partido falto del número correcto de jugadores, ¿no?

Ninguno de los partidos en los que James había tomado parte ese verano se podía comparar a este, sin embargo. No solo por la tendencia de los Weasleys a ser ferozmente competitivos, sino porque todos los jugadores se conocían unos a otros inquietantemente bien. Esto algunas veces era una ventaja, como cuando George se agachaba bajo una Bludger y lanzaba la Quaffle sobre su cabeza, sabiendo que Angelina estaría directamente bajo él para batearla hacia la meta. También era a veces un temido inconveniente, como cuando Ginny predecía la maniobra favorita de Ted y le arrancaba la Quaffle del brazo en el mismo momento en que él se abalanzaba para marcar. A pesar del fervor del partido, había bastantes risas y buen ánimo por ambas partes. James sabía que probablemente él tendría muy poca influencia sobre el resultado del partido. Estaba principalmente preocupado por permanecer sobre su escoba y no dejar que su propia madre le hiciera quedar como un completo tonto delante de Rose y el resto. Para su gran placer, sin embargo, se las arregló para proporcionar unos pocos golpes de suerte a su equipo, enviando la vieja Bludger alocadamente en medio de la refriega e incluso desviando a alguna ocasionalmente de su curso. Una de ellas rebotó en la cola de la escoba de George, haciéndole girar momentáneamente a lo loco. Cuando se recobró, lanzó una mirada a James y le dirigió una enorme y dentuda sonrisa.

—¡Mirad a James! —gritó a los demás jugadores—. ¡Dando un toque de advertencia a la vieja guardia! La siguiente será a mi cabeza, ¿eh, James? ¡Buen tiro! —Y volvió a zambullirse en la melé.

Ron no podía evitar saltar arriba y abajo por el borde del campo, gritando instrucciones y advertencias a través de las manos ahuecadas.

—¡Formación dragón! —bramaba furiosamente—. ¡Formación dragón, George al ala! ¡La izquierda de Harry está débil desde ese golpe con Angelina! ¡No tienen defensa contra eso! ¡Ginny, estás derivando a la derecha! ¡Arregla tu cola! ¡Tu cola! ¡Oh, baja aquí y dame tu escoba!

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