James Potter y La Maldición del Guardián (10 page)

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
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James puso los ojos en blanco, ignorando el resto de la conversación. Bueno, al menos había tenido éxito en correr la voz. Ted estaría satisfecho. Después de un rato, James oyó a su padre diciendo: —¿Por qué no lo invitamos a vivir con nosotros y acabamos con esto?

—¡Sí! —estuvo de acuerdo James al instante—. No me importaría compartir habitación con Al. ¡Teddy podría quedarse mi habitación!

—No —intervino Harry—. Al y tú compartiréis habitación sólo cuando quiera que la casa sea demolida. —Comprobó su reloj y sonrió—. Son casi las once. Será mejor que vayáis subiendo.

James abrazó a su madre y su padre, y un minuto más tarde estaba a bordo del tren, dejando el ruido y el vapor tras él. Se metió en el compartimiento más cercano con Rose justo a su espalda. Ella abrió la ventana y se inclinó hacia fuera saludando con la mano. James se unió a ella y echó un vistazo al exterior. Albus estaba todavía en el andén, con su padre agachado junto a él. James recordó a Harry haciendo lo mismo con él el año pasado, y no cabía duda de que Albus y su padre estaban teniendo una conversación muy similar. Ginny vio a James y lo saludó. Lily merodeaba cerca, sujetando laxamente la mano libre de su madre.

Albus se separó de su padre, abrazó a su madre y, a luego se abalanzó hacia el tren. Un momento después, entró en el compartimiento donde estaban James y Rose. Hubo una conmoción tras ellos cuando varios estudiantes más se amontonaron en el interior del compartimento, inclinándose hacia la ventana abierta, charlando excitadamente.

—¿Por qué están mirando todos? —preguntó Albus mientras él y Rose se giraban.

En el andén, Ron se encogió de hombros y gritó:

—No dejes que te preocupe. Soy yo. Soy extremadamente famoso.

Albus sonrió y, después se rió un poco. Rose rió entre dientes hacia su padre. Con un fuerte traqueteo y una sacudida, el tren comenzó a moverse. James no pudo evitar notar que su hermano parecía sentirse un poco mejor. Albus sonrió, permitiendo que algo de excitación se mostrara en su cara mientras se despedía. Junto al tren, su padre caminaba, con una mano levantada y una sonrisa nostálgica en el rostro. El tren lentamente ganaba velocidad y James veía a sus padres hacerse más y más pequeños en el andén. Rose se inclinó por la ventana y saludó efusivamente a Ron y Hermione, después se echó hacia atrás con un suspiro, cerrando la ventana.

—Bueno —dijo, dejándose caer en el asiento frente a James—, ¡allá vamos!

James asintió. Albus miró por la ventana hasta que el andén se perdió de vista, y luego se unió a Rose en el asiento. Se recostó hacia atrás y observó por la ventana como Londres comenzaba a pasar.

—¿En qué piensas, Al? —preguntó James, recordando la advertencia de Lucy en el andén—. ¿Esperando con ansias tu primer año?

Albus miró a James durante un largo momento, y luego suspiró profundamente.

—Lo estaría esperando con muchas más ansias si supiera que has metido en mi baúl algunos calcetines.

James parpadeó, sonrió un poco, y pateó el pie de su hermano.

—De todos modos nunca te los cambias. No creí que necesitaras más que los que ya están en tus pies.

—Qué repugnante —comentó Rose.

Hubo un fuerte golpe en la puerta del compartimiento y los tres levantaron la mirada.

Ralph se asomó, con la cara colorada y risueña.

—Hola a todos. ¿Hay espacio para uno más?

—¿Así que Zane irá este año a Alma Aleron? —preguntó Rose, fingiendo desinterés.

—Sabías que se iría desde que nos visitó con sus padres el pasado julio —dijo Albus.

—Bueno, no estaba completamente seguro entonces, ¿no? Dijo que había una oportunidad de que su padre consiguiera que su contrato fuera prolongado.

—No —insistió Albus—. Dijo que incluso si eso sucedía, probablemente él terminaría regresando a los Estados Unidos con su hermana y su madre. Estás loca por él y no puedes evitar pensar que un batir de pestañas tuyo debería haber sido suficiente para que consiguiera escalar montañas y vadear poderosos ríos para estar en Hogwarts contigo este año.

Rose puso los ojos en blanco teatralmente.

—Eso es totalmente ridículo. Apenas le conozco, y por lo poco que conozco de él, lo encuentro absolutamente insufrible.

—¿Lo bastante insufrible como para tratar de hacer la Poción de Amor? —sonrío abiertamente Albus.

Rose giró la cabeza y miró boquiabierta a Albus.

—Yo nunca…

Albus se encogió de hombros, todavía sonriendo.

—Tienes que aprender a proteger tu diario con algo más que el sencillo Encantamiento Olvido que viene con él. Tú, más que nadie, debes saber lo fácil que es abrirlo con un conjuro.

—¡Qué canalla eres! —gritó Rose, su voz se agudizó tanto que resultaba inaudible—. Si supiera cómo llevar a cabo alguna maldición, ¡te convertiría la cabeza en un malvavisco!

—¿Es así como son siempre las cosas en tu familia? —preguntó Ralph a James, mascando una varita de regaliz.

—Casi siempre —asintió James—. Menos mal que Louis no nos ha encontrado todavía. Él es quien realmente saca lo peor de Rose.

—¿Esto no es lo peor?

James rebuscó en su bolsa y sacó su varita. Finalmente, ahora que estaba en el tren, se le permitía volver a usarla. Estuvo tentado a entablar un juego de Winkles y Augers con Ralph, pero sabía que Ralph lo derrotaría fácilmente con su varita poco ortodoxa y de punta verde. A James le hubiera gustado creer que las habilidades de Ralph sólo se debían al hecho de que su varita había sido una vez parte del báculo de Merlín, pero era más listo que eso. Ralph tenía talento, y probablemente ni siquiera él mismo conocía los límites de ese talento. Ser derrotado por Ralph en Winkles y Augers era particularmente mortificante porque Ralph tendía a pedir disculpas por ello.

—Es una pena que Zane no pueda volver con nosotros este año —dijo James—. Será un poco raro estar sin él.

—Bueno, siempre fue un poco raro estar con él —dijo Ralph—. Así que quizás una cosa compense la otra. Además, puede que aún así le veamos. Me dijo que Alma Alerons tiene algunos nuevos métodos experimentales de comunicación. Está en el equipo de pruebas.

James asintió.

—Parece que el viejo rector Franklyn ha estado trabajando duro en eso desde que se fue.

—Eso diría yo —estuvo de acuerdo Ralph—. Papá les visitó durante el verano y le llevaron de gira por la escuela y sus terrenos. Todo el campus está contenido en un solo patio rodeado por un muro de piedra en algún antiguo barrio de Filadelfia. Nunca repararías en él aunque pasaras a su lado. ¡Hablando de espacios intrazables! ¡Incluso tienen una Exclusa de Tiempo!

James arrugó la frente.

—¿Qué es una Exclusa de Tiempo?

—Oh, es algo absolutamente guay —se entusiasmó Ralph—. Es la única forma de entrar en la escuela. Es algo así como una exclusa de aire. Ya sabes, cómo cuando los cohetes se conectan a una estación espacial, tienen que mantener estancas las cámaras entre ellos.

James alzó las cejas sarcásticamente.

—Oh, sí —dijo Ralph—. Sigo olvidándome de que fuiste criado por magos. Está bien, una exclusa de aire es una especie de cámara cerrada entre dos lugares con atmósferas muy diferentes. Tiene puertas a ambos lados. Cuando entras en la exclusa de aire de tu lado, te llevas la atmosfera contigo. Luego, las puertas se cierran y tu atmósfera es intercambiada por una nueva. Esa es la única forma de que un astronauta pueda estar dentro del entorno respirable de una estación espacial.

La expresión de James no cambió.

—Está bien —dijo Ralph a la defensiva—, crecí viendo películas de ciencia-ficción, ¿qué pasa?. No todos nacimos con una varita de plata en la boca, ¿sabes?

James rió.

—Vamos, Ralphinator. ¿Entonces que una Exclusa de Tiempo?

—Bueno, ¡es solo eso! ¡Una exclusa para el tiempo! No solo el campus de Alma Aleron está oculto dentro de algún muro de piedra mágico que hace a su masa parecer más pequeña de lo que es, ¡También está oculta en el tiempo! Tienes que atravesar la Exclusa de Tiempo para intercambiar tu tiempo por cualquier momento que el campus este ocupando en un día determinado.

—Eso es imposible —intervino Rose, bajando el libro que había estado leyendo—. El viaje en el tiempo no sólo es altamente inestable, sino muy arriesgado. El Ministerio incluso ha declarado ilegal los giratiempos porque demasiadas personas estaban haciendo chanchullos con el flujo temporal, torciendo la historia.

—¿Flujo temporal? —repitió Ralph, parpadeando.

—¿Torciendo? —Albus sonrió burlonamente.

—Cuesta un poco acostumbrarse a Rose —dijo James—. Pero ella es la persona ideal si necesitas una cura para la hiedra venenosa.

—O una poción de amor ocasional —añadió Albus.

—Habría funcionado si hubiera logrado que se la bebiera —señaló Rose remilgadamente—. Y sólo la estaba probando con él. Apenas le encontré ligeramente menos odioso que a cualquiera de vosotros.

—¿Qué clase de varita conseguiste, Rosie? —preguntó James, cambiando de tema.

—Sólo a mi padre le está permitido llamarme así, Jameson —respondió Rose, rebuscando en su mochila.

James sonrió.

—“Jameson” ni siquiera es mi verdadero nombre.

—Sauce —dijo Rose, haciendo delicadamente una floritura con su varita y sosteniéndola en alto—. Veinte centímetros con núcleo de pluma de Pegaso.

—¿Y la tuya, Albus? —preguntó Ralph, metiéndose el último pedazo de varita de regaliz en la boca.

La cara de Albus cambió un poco y se encogió de hombros.

—Es una varita. Veintiún centímetros. De tejo.

Ralph asintió.

—¿Y de qué es el núcleo?

Albus miró de reojo por la ventana, con el rostro oscurecido.

—¿De qué es el núcleo de tu varita, Ralph? —preguntó con mordacidad.

Ralph parpadeó. Buscó en su mochila y sacó su varita. James la miró, recordándola muy bien. Tenía casi treinta centímetros de largo y era tan gruesa como un palo de escoba. En el extremo tenía una punta torpemente tallada y pintada de verde lima. Era tan ridícula como había sido siempre, y aún así James sabía, quizás mejor que nadie, lo que la varita era capaz de hacer en manos Ralph. Había salvado la vida de James al menos una vez.

—Bueno —admitió Ralph—. Solía creer que era un bigote de Yeti del Himalaya...

—¿Bigote de Yeti?— dijo Albus, inclinándose hacia delante y sonriendo.

—Ya hemos pasado por esto —suspiró Rose—. Nadie sabe lo que hay dentro de la varita de Ralph salvo quizá Merlín. Y definitivamente yo no voy a preguntárselo. Ese hombre me da escalofríos.

James miró a Rose.

—¿De veras? ¿Por qué?

Rose dirigió a James una expresión de desdén exasperado.

—Sólo es el mago más famoso y egoísta de la historia del mundo mágico, ya sabes.

—Sí, supongo, pero no es malvado.

—¿No se te ha ocurrido que un mago tan poderoso como Merlín podría ser todavía más temible porque no es malvado, sino simplemente egoísta?

James frunció el ceño incrédulamente.

—¿De dónde diablos sacaste eso? Tus propios padres formaron parte del comité que logró que lo nombraran director.

Rose volvió a meter su varita en la mochila y dejó esta bajo su asiento.

—Digamos que incluso sus más firmes partidarios creen que hay mucho que no sabemos de él.

—¿Como qué? —exigió James.

—Como cosas que no sabemos —repitió Rose con pedantería—. De eso se trata más o menos: cosas que no sabemos.

James resopló y se giró, toqueteando su varita.

El cielo fuera de la ventanilla del tren seguía gris pizarra, prometiendo lluvia. Los campos pasaban monótonamente. James decidió ir a ver si podía encontrar a algunos de sus amigos. Se puso en pie y abrió la puerta.

—Eh —dijo Ralph, sin levantar la mirada del periódico sensacionalista que estaba hojeando—, si ves a la señora del carrito, envíala para acá, ¿vale? Me muero de hambre.

James asintió y salió. Estaba a punto de cerrar la puerta de nuevo cuando Albus la atravesó, uniéndose a James en el pasillo.

—¿Por qué no le dijiste a Ralph de qué era el núcleo de tu varita? —preguntó James mientras caminaban.

—No es asunto suyo —contestó Albus, como desafiando a James a responder.

James se encogió de hombros. Después de un momento, Albus suspiró.

—Mira, ya es bastante malo que todos hagan esos chistes con mi nombre. ASP, una especie de serpiente venenosa, ja, ja. Si se sabe que el núcleo de mi varita es fibra de corazón de dragón…

—Yo creo que es guay —dijo James. —Nadie se mete con un dragón.

—A excepción del tío Charlie y Harold y Jules —dijo Albus, permitiéndose una pequeña sonrisa.

—Sí, pero esos están totalmente chiflados. Son casi tan malos como Hagrid cuando se trata de dragones —James se detuvo en el pasillo y miró a Albus—. En realidad no es para tanto, sabes. Me burlé de ti por eso, pero de verdad, fue sólo porque cuando fui seleccionado, realmente consideré…

Un destello pasó a su lado por el pasillo. James lo vio y se dio la vuelta, jadeando.

—¿Qué? —preguntó Albus, echando un vistazo alrededor.

James sacudió la cabeza, estudiando todavía las sombras del pasillo.

—No lo sé. Algo. Creo que lo he visto antes, pero no sé lo que es aún…

—Veo que tu primer año de escuela te ha dejado rebosante de conocimientos —dijo Albus.

James alzó la mano hacia Albus, silenciándolo. La luz del pasillo era acuosa e indirecta, llena de sombras revoloteando mientras el tren pasaba a través de extensiones de bosque, pero James estaba seguro de haber reconocido la figura y el movimiento de la pequeña sombra maliciosa. Tenía intención de encontrarla.

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