James Potter y La Maldición del Guardián (48 page)

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
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—¡Tres!

James sintió otra vez la sacudida desorientadora de la Aparición cuando Hufflepuff le sacó de la Torre Sylvven. Un momento después, apareció un pasillo oscuro a su alrededor y sus pies golpearon el suelo de piedra. Casi instantáneamente, hubo un segundo crujido y Rowena Ravenclaw apareció junto a James y Hufflepuff. Ambas mujeres tenían las varitas listas. Examinaron el pasillo en ambas direcciones. Sin una palabra, Hufflepuff señaló. James miró. Reconoció este pasillo como el que conducía a los aposentos de Slytherin. Ahora, con un estremecimiento, vio que la puerta de la oficina del mago estaba abierta. La luz se derramaba a través de ella, y se produjo un esbozo de movimiento sigiloso.

—¿Cuál es tu nombre, jovencito? —susurró Hufflepuff, sin apartar los ojos de la puerta.

—James Potter —replicó James tan quedamente como pudo.

Hufflepuff susurró.

—Tenías razón, James. Salazar está aquí, ha vuelto a por sus cosas, tan audaz como pagado de sí mismo. Sabe que su tiempo aquí se ha acabado. Rowena y yo le enfrentaremos e intentaremos razonar con él. Si prevalecemos, te ayudaremos a encontrar lo que necesitas. Si somos superadas, entonces me alegrará morir sabiendo el nombre de nuestro misterioso benefactor.

—Tú puedes razonar si lo deseas, Helga —dijo Ravenclaw quedamente, obviamente ansiosa por luchar—. Pero yo negociaré solo con mi varita. ¡Ha tenido la osadía de volver esta noche, bajo nuestras mismas narices!

—Yo quiero ir —susurró James, alzando la varita—. Esta es mi lucha también. ¡Intentó matarme!

Ravenclaw entrecerró los ojos hacia James, sonriendo levemente.

—Bien puede terminar lo que empezó si nos acompañas, James Potter. Pero es tu elección.

James había esperado algo más de resistencia. Sonrió un poco nerviosamente. Honestamente, pensó, ¿qué era lo peor que podía ocurrir? La historia probaba que los cuatro fundadores sobrevivían a esta noche. Por supuesto, como Slytherin había insinuado antes, la historia no decía nada de un chico de cabello oscuro que podría haber aparecido en medio.

—Yo iré delante —susurró Hufflepuff, señalando hacia la puerta de Slytherin—. Rowena, a mi izquierda. James, tú síguenos. Aturdiré a Salazar si es necesario, pero no más. Recordemos que todavía es uno de los fundadores de este colegio, y merecedor de respeto.

—Respeto que desaparecerá en el momento en que alce su varita —masculló Ravenclaw mientras recorrían poco a poco el pasillo.

—Desde luego él no utilizaba hechizos Aturdidores en la torre —susurró James—. Solo hay que ver...

Un rayo verde chamuscó el suelo a los pies de Ravenclaw.

—¡Desmaius! —gritó Hufflepuff, apuntando su varita hacia la puerta abierta. Una sombra saltó a un lado mientras el hechizo golpeaba el dintel, explotando en chispas rojas—. ¡Es consciente de nosotras! ¡Debemos atacarle! ¡Somos demasiado vulnerables aquí!

James luchó por mantener el paso cuando Ravenclaw y Hufflepuff corrieron hacia el umbral de Slytherin, con las cabezas bajas y las varitas disparando. Rayos rojos bañaron el portal, obligando a Slytherin a retroceder.

—¡Acaba con esto, Salazar! —gritó Hufflepuff—. ¡Aún no es demasiado tarde para abandonar este curso de acción!

James todavía no había visto ni rastro de su antiguo captor. Cuando se lanzó a través de la puerta de la oficina, agachándose tras unas sillas y un estante de libros, una sombra escapó por un umbral oscuro, siseando furiosamente.

—¡Cuidado con su forma! —gritó Ravenclaw, jadeando—. Puede ser pequeña y alada. ¡Puede ocultarse!

Hufflepuff se asomó alrededor de la librería, con la varita delante.

—No está a la vista. Ni en la recámara interior.

James siguió a las brujas mientras estas cruzaban la habitación. Estaba asombrado por como se movían. Eran gráciles y veloces, notablemente rápidas pero absolutamente controladas. Las manos de las varitas las precedían, firmes como piedras. El corazón de James le golpeaba en el pecho, haciendo que su propia varita se sacudiera en su mano. Miró de reojo hacia las puertas dobles del laboratorio. Estaban ligeramente abiertas, pero el espacio más allá estaba oscuro.

—Peinemos la habitación —dijo Ravenclaw mientras entraba en el santuario de Slytherin—. ¡Ravaelio!

Un rayo de suave luz lavanda se extendió desde la punta de la varita de Ravenclaw, iluminando la pared. Lentamente, recorrió la habitación, dejando que la luz tocara cada superficie. Finalmente, bajó la varita, extinguiendo la luz lavanda.

—No está escondido aquí —dijo, obviamente decepcionada—. Ha huido una vez más, tal parece ser.

James finalmente se tomó un momento para mirar alrededor. Este era obviamente el dormitorio de Slytherin. Era sorprendentemente pequeño y estaba desordenado, con pilares góticos y contrafuertes por todas partes. Una sola ventana estaba cerrada y asegurada.

—Aprovechemos el momento entonces —dijo Hufflepuff, girándose hacia James—. ¿Qué crees que Salazar podía tener en su posesión? ¿Qué herramienta podría serte útil?

James intentó explicar de donde provenía, y como había llegado a esta época accidentalmente deseando atravesar el Espejo Mágico en la oficina del director. Describió la aparición a través del espejo enmarcado en plata colgado tras la estatua de la rotonda y la subsiguiente destrucción del mismo por Slytherin.

—Di por supuesto que ese era un Espejo Mágico también —dijo James—. Pero ahora no lo creo. A Slytherin le encantan esas cosas. Nunca destruiría algo realmente mágico solo para retenerme aquí. Creo que el auténtico Espejo Mágico puede ver a través de cualquier espejo, ¡tal vez incluso a través de cualquier cosa que refleje! Así que el espejo de detrás de la estatua era solo un espejo normal después de todo.

—Ese espejo era un resto de la ocupación de Hadyn —asintió Ravenclaw—. No había nada mágico en él.

—Pero Slytherin sabía todo sobre viajar a través de los Espejos —siguió James—. Dijo que creía que solo uno o dos hombres en el mundo sabían cómo hacerlo. Y entonces, justo cuando estábamos en la Torre Sylvven recordé al director diciendo algo parecido. Dijo que su Espejo Mágico era uno de sólo dos que se habían hecho, y que el otro había pertenecido a alguien a quien conocía. ¡Pero ahora sé quien debía ser esa persona! ¡Slytherin tenía el otro Espejo Mágico! ¡El gemelo del que me trajo aquí!

Los ojos de Ravenclaw habían empezado a agudizarse y a mostrar cautela. Miró de reojo a Hufflepuff.

—Busquemos —dijo Hufflepuff quedamente—. Así lo sabremos seguro.

Ravenclaw alzó la varita y dijo algún encantamiento, como antes. La luz lavanda apareció en el extremo de su varita. Se giró lentamente.

—En mi última pasada —masculló—. Solo buscaba signos de Salazar, como hombre o murciélago. Ahora...

Hufflepuff se paseaba por la habitación, observando la luz lavanda jugar sobre las paredes.

—Allí —anunció, señalando.

Ravenclaw hizo una pausa, descansando el haz sobre una pintura muy grande. Era un retrato enorme de un mago de cara estrecha y túnica borgoña, y era casi a tamaño real. El retrato deslizó la mirada sobre ellos y frunció el ceño. James vio que el haz de luz pasaba sobre la pintura, iluminado la débil silueta de un umbral oculto.

Ravenclaw se guardó la varita en el bolsillo y cruzó el suelo del cuarto. Agarró el marco de la pintura y tiró, pero estaba bien pegado a la pared. Hufflepuff se unió a ella, pero no pudieron mover la pintura ni cuando los tres tiraron de ella.

—Se acabaron los guantes de seda —dijo Ravenclaw furiosamente. Retrocedió, apartando a los otros del camino. Apuntó su varita hacia el retrato.

—Rowena Ravenclaw —se burló el retrato—, ¿sabes lo que estás haciendo...?

—¡Convulsus! —gritó Rowena, interrumpiendo al retrato. Hubo un estallido de luz blanca cegadora y el retrato pareció evaporarse. Un momento después, una vez los ojos de James se hubieron ajustado a la relativa semioscuridad de la habitación, vio que el retrato, de hecho, no había sido completamente eliminado. El marco había quedado destruido, y la pintura había sido cortada directamente por la mirad dejando un agujero abierto. La madera de la parte de atrás de la pintura había sido enteramente arrancada, perdida en el espacio oscuro de más allá.

James, Hufflepuff, y Ravenclaw se aproximaron al retrato destrozado cuidadosamente. James, entre las dos mujeres, pudo ver un destello de luz reluciendo hacia él desde las profundidades más allá de la lona rota. En la semioscuridad de la cámara oculta, la propia cara de James le devolvía la mirada.

—Está ahí —jadeó James, a la vez exaltado y asustado—. Puedo ver mi reflejo. ¡Es el Espejo Mágico!

Hufflepuff iluminó su varia y la sostuvo en alto. Muy cuidadosamente, se arrastró a través de la pintura desgarrada hasta la oscuridad de la cámara que había tras ella. Su varita iluminó el espacio y se reflejó sobre el marco del espejo. Cuando James entró en la cámara y se asomó más allá de Hufflepuff, pudo ver que este espejo era un duplicado exacto del de la oficina de Merlín, excepto que este estaba de pie en vez de sobre un costado. Además, había palabras grabadas en el marco dorado del espejo de Slytherin. La inscripción no tenía ningún sentido para James, pero la primera palabra, tallada en una hermosa y fluida caligrafía, era "Oesed".

—El Espejo —dijo Hufflepuff simplemente—. No fue destruido después de todo. Lo ha tenido él todo este tiempo.

La cara de Ravenclaw estaba roja de furia.

—Deberíamos haberlo sabido. Pero ¿y qué hay del Libro de Concentración?

—Podemos examinar estas cosas luego, una vez hayamos contado a Godric lo que hemos descubierto —dijo Hufflepuff—. Por ahora, James nos ha hecho un segundo gran servicio. Sospecho que preferirías marcharte ahora si puedes.

—Sí, si no les importa —estuvo de acuerdo James—. Ha sido realmente genial conocerlos a todos. Bueno, a la mayoría. Pero estoy realmente ansioso por ver si puedo volver.

—James Potter —dijo Hufflepuff, sonriendo—, tenemos una miríada de preguntas para ti, la menor de las cuales no es que será de nosotros, y como es esta escuela en tu época. Pero sospecho que cuanto menos sepamos, mejor.

—Hay una pregunta que debemos hacer sin embargo, Helga —dijo Ravenclaw. Se giró hacia James, con la cara sombría y pensativa—. Si esta historia que nos cuentas es cierta, y no tenemos razón para dudar de que así sea, entonces el director de esta escuela, dentro de unos mil años, ha tenido tratos en esta época con Salazar Slytherin. James, respóndeme a esta pregunta tan fielmente como puedas. ¿Sabes el auténtico nombre de ese director tuyo?

—Claro —dijo James, frunciendo el ceño extrañado—. Creía haberlo mencionado ya. Es Merlín. Probablemente le conozcáis como Merlinus Ambrosius. Llegó a nuestro tiempo el año pasado, la noche del alineamiento de los planetas. Supongo que vosotros lo llamáis la Encrucijada de los Mayores. Le vi esta misma noche. Bueno, le oí, en realidad, cuando estaba atrapado en el laboratorio. Estaba ahí mismo, en la oficina de Slytherin.

La cara de Ravenclaw se había puesto pálida. Estudió a James, y después se volvió para mirar a Hufflepuff.

—Estuvo aquí esta misma noche —dijo quedamente—. Todo es cierto. Apenas lo creímos.

—Y este chico es la prueba de que ha tenido éxito. Esto es peor de lo que esperábamos. La leyenda...

—Calla, Helga —dijo Rowena gravemente—. James no necesita oír eso.

Las dos mujeres miraron a James. A la luz de la varita, sus caras parecían pálidas y mortalmente serias.

—Óyeme ahora, James Potter: cuídate de Merlinus —dijo Ravenclaw, hablando con gran énfasis—. El hechicero tiene un encanto que hechiza a los que desean confiar en él. Si ha alcanzado la posición de director, entonces ha engañado ya a muchos. Puede que incluso sea demasiado tarde para tu mundo. Pero tal vez hayas sido enviado aquí esta noche por un gran propósito. Quizás vuelvas para servir como advertencia. Lo que Merlinus atraerá sobre tu mundo es una maldad como nada que se haya conocido jamás sobre la tierra. El Guardián del Vacío puede ahora mismo andar suelto, y Merlinus es su Embajador. No hay forma de luchar contra el Guardián, pero si encuentras un modo de destruir al Embajador, James Potter, debes aprovecharlo. No permitas que te engañe con su encanto. Si se presenta la oportunidad, no habrá tiempo para la duda o la palabrería. Será el momento de entrar en acción. ¿Lo entiendes?

James miró intensamente a la cara ansiosa y pálida de Ravenclaw. Incluso aquí, a mil años de distancia de los eventos que estaba describiendo, estaba claramente aterrada. Lentamente, James asintió.

—¿Cómo os atrevéis? —chilló de repente una voz furiosa, haciéndolos saltar a todos—. ¡Mis recámaras! ¡Mis cosas!

Hufflepuff y Ravenclaw se giraron en el espacio confinado de la cámara oculta. Apuntaron sus varitas a la oscura figura a través de la rasgadura del retrato. La voz chilló, y fue un chillido inhumano. De repente James recordó la puerta ligeramente entornada del laboratorio, recordó pensar que debía advertir a Hufflepuff y Ravenclaw que comprobaran allí. Slytherin los había despistado con una sombra, y después se había ocultado allí, probablemente en su forma de murciélago. Y ahora, rabioso porque hubieran descubierto el mayor de sus secretos, parecía atrapado en medio de sus dos formas, medio murciélago medio hombre. Su voz zumbaba horriblemente. Grandes alas de cuero flameaban desde su espalda encorvada.

—¡Vete James! —gritó Hufflepuff, apuntando su varita hacia la grotesca forma de Slytherin. En su rabia ciega, él batía sus enormes alas de murciélago, que golpeaban contra la pared, impidiéndole entrar. Babeaba monstruosamente, abalanzándose y chasqueando los colmillos hacia las mujeres.

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