James Potter y La Maldición del Guardián (6 page)

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
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James se sirvió a sí mismo un vaso de ponche y se alejó de la mesa, no deseaba oír más. Hagrid estaba sentado bastante incómodamente en una de las diminutas sillas de jardín, presionándola contra el suelo.

—Conocí a Arthur cuando él todavía iba a la escuela, sabe —decía Hagrid a Andrómeda Tonks, que estaba sentada a la mesa con él—. Nunca se conoció un alma más amable, sin duda. Siempre dispuesto con una sonrisa y una historia. Y agudo a su propio modo. Agudo como una garra.

James pasó deslizándose tan inadvertidamente como le fue posible. Adoraba a Hagrid, pero se sentía cansado y desgastado por sus lágrimas allá en la iglesia. No creía poder soportar oír más historias sobre su abuelo cuando era joven ahora mismo. Era demasiado triste.

Vio a Rose, Albus y Louis sentados a una de las mesas portátiles al borde del césped y fue a unirse a ellos.

—He oído que la abuela podría vender la Madriguera —dijo Louis cuando James cogió una silla.

—No puede hacer eso —dijo Rose, sorprendida—. Ha sido el hogar de los Weasley desde... desde... bueno, ¡no sé desde cuándo pero desde antes de que nuestros padres nacieran! ¡Es parte de la familia!

Louis se encogió de hombros.

—Papá dice que es demasiado grande para que ella la lleve sola. Quiero decir, el lugar tiene siete pisos de alto, y eso sin contar el ático y el sótano. Además, requiere mucha magia solo mantenerla erguida. Ahora que los hijos se han mudado, y el abuelo ya no está, es demasiado trabajo para ella sola.

—Simplemente no parece estar bien —insistió Rose, pateando la pata de la mesa. Levantó la mirada, con los ojos muy abiertos—. ¿Y por qué no se muda alguien otra vez con ella? George podría traer aquí a Angelina cuando se casen, ¿no?

James miró al otro lado del patio, hacia el nudo de familia y amigos que se arremolinaban melancólicamente al sol.

—George no puede quedarse en la Madriguera —dijo—. Tiene que llevar las tiendas. Además, Angelina ha aceptado un trabajo de tutora en Hogsmeade. Están buscando un piso para alquilar en la misma calle de la tienda.

—Yo he oído que Ted va a vivir en la parte de arriba —dijo Luis, alegremente—. Quiere intentar entrar en el equipo nacional de Quidditch, así que George ha dicho que puede vivir con ellos y trabajar en la tienda mientras entrena.

—No puede ir en serio. —Rose hizo una mueca—. Ted lo hace bien, pero no creo que crea realmente que puede entrar en el equipo nacional.

Louis se encogió de hombro nuevamente.

—Mamá dice que es un error que George le deje vivir con él. Dice que simplemente Ted no sabe qué hacer consigo mismo y que debería apresurarse y encontrar algún trabajo fijo.

—Tu madre cree eso sobre casi todo el mundo —comentó Rose.

—¿Vosotros dos estáis ansiosos por empezar el colegio la semana que viene? —dijo James antes de que Louis pudiera replicar.

—¿El principal ingrediente de la poción de raíz de halflinger es la raíz de halflinger? —dijo Rose, sentándose erguida excitadamente.

James parpadeó.

—Asumo que la respuesta a eso es "sí".

—El nuevo director ha hecho algunos cambios este año, sabes —señaló Louis—. Se acabaron los dormitorios compartidos entre diferentes cursos. Horarios de clase mucho más regulados. Nada de clases secundarias hasta tu último curso. Ha arrasado completamente con los cambios hechos por ese tipo que fue director antes de McGonagall. Tyram Wossname.

—En cierto modo me gustó tener a algunos de otro curso en mi dormitorio el año pasado —masculló James.

—Sí, bueno, mamá dice que fueron todas esas ideas reformistas de Tyram las que condujeron al Elemento Progresivo y toda esa basura revisionista sobre Voldemort hasta Hogwarts —dijo Louis sabiamente, alzando las cejas.

James no tenía respuesta para eso. No le sorprendía en lo más mínimo, sin embargo, que Merlín hubiera hecho algunas elecciones muy conscientes para llevar a Hogwarts de vuelta a los estándares y procedimientos previos a una batalla.

—¿En qué Casa crees que terminaremos, James? —preguntó Rose—. Papá cree que yo seré una Gryffindor, ¿pero qué se puede esperar de él? Personalmente, espero entrar en Ravenclaw.

—No tengo la más ligera idea de en qué Casa seréis seleccionados —dijo James—. El propio Sombrero Seleccionador no parece saberlo hasta que se posa sobre tu cabeza. No me sorprendería que te echara una mirada y te adjudicara once T.I.M.O. al instante.

Rose arregló la servilleta sobre la mesa ante ella.

—Solo porque sea la hija de mi madre, eso no significa que sea una especie de genio antinatural, sabes.

—No —estuvo de acuerdo Louis—. Pero el hecho de que hayas leído la enciclopedia entera de Pociones y Antídotos Mágicos y puedas recordar el número de página exacto del bálsamo Barglenarf… sí.

—¡En realidad no fue así! —insistió Rose, sus mejillas enrojecieron—. Mamá ha estado contando esa historia durante meses y es pura basura. Me compró esa enciclopedia por mi décimo cumpleaños, por los pantalones de Merlín. La única razón de que la leyera es porque quería saber cómo hacer el Brebaje de... er...

Louis sonrió cortésmente y alzó las cejas.

—El Brebaje de...

—Bueno, no importa —dijo Rose rápidamente, todavía plegando su servilleta—. Pero simplemente no puedo evitar tener memoria para los detalles. Además, era solo una cura para la hiedra venenosa. Y no recordé la página exacta. Solo el capítulo en el que estaba.

—Bueno, eso es diferente entonces —replicó Louis.

—No intentes esa expresión conmigo —dijo Rose, tirándole la servilleta y acertándole en la cara—. Nadie lo hace como la tía Fleur. Ella prácticamente nació con esa mirada en la cara.

—Bueno, yo espero entrar en Hufflepuff —dijo Louis, volviendo a tirar la servilleta a Rose y intentando parecer sereno—. Es la Casa conocida principalmente por su diligencia y trabajo duro. Planeo tomarme la escuela muy en serio.

Rose puso los ojos en blanco e imitó mudamente las palabras de Louis. James sonrió.

—¿Y qué hay de ti, Albus? —dijo Louis, codeando al hermano de James.

Albus se recostó hacia atrás y miró alrededor.

—¿Tiene importancia en realidad?

—¿Tiene importancia en realidad? —repitió Louis incrédulamente—. Es solamente la cuestión más definitiva de tu vida escolar. Quiero decir, ¿y si te seleccionan en la Casa equivocada?

—¿Y qué Casa sería esa? —preguntó Albus cortésmente.

—Bueno, no sé —respondió Louis, lanzando las manos al aire—. Es diferente para todo el mundo, ¿no?

—Albus Severus Potter —dijo Rose significativamente—. Louis no lo ha cogido aún. Por mucha diligencia y trabajo duro.

Louis frunció el ceño hacia Rose.

—Capté el nombre completo de Albus hace unos años, gracias.

—Sus iniciales, tonto —dijo Rose remilgadamente—. A.S.P. Asp es el nombre en inglés de un tipo de serpiente.

—¿Y eso qué se supone que significa entonces?

—Albus teme que le acaben enviando con los Slytherins —dijo James, poniendo los ojos en blanco—. Lleva tiempo siendo una especie de broma familiar. El primer Potter que va con las serpientes.

—Oh, cállate, ¿quieres? —dijo Albus hoscamente.

—¿Qué? —replicó James—. Es posible, ya sabes. Yo casi conseguí que me enviaran allí.

—Sí, eso es lo que siempre dices —dijo Albus quedamente—. Pero entonces, oh gloria, terminaste en Gryffindor. El primogénito de Harry Potter va a la querida vieja Casa de su padre. ¿Quién lo hubiera pensado?

—Es cierto, Al. Pero vamos, los Slytherins no pueden ser tan malos ya —razonó James—. Ralph está allí, y es un buen tipo. Tal vez puedas unir fuerzas con él y dar la vuelta a todas las viejas leyendas Slytherins, ¿eh?

Albus frunció el ceño, inclinándose hacia adelante, y descansando la barbilla en su antebrazo.

—El verde es realmente tu color, Albus —dijo Rose pensativamente—. Va con tus ojos y tu cabello más oscuro.

—Sí —intervino Louis—, y he oído que sus dormitorios tienen sangre de dragón fría y caliente en los grifos.

Albus se levantó de repente y se retiró de la mesa mientras los otros observaban. Rose miró de reojo a Louis, con una ceja arqueada.

—¿Qué? —dijo él a la defensiva—. Es lo mejor que se me ocurrió. Caliente y fría... ya sabéis, dicen que las familias Slytherin cazan dragones. —Puso los ojos en blanco—. No importa, probablemente no lo captaríais.

—No debes creer todo lo que oigas —dijo una voz directamente detrás de ellos. James se giró y miró a la cara de un hombre con la piel pálida y rasgos afilados. Una mujer de cabello oscuro estaba de pie a su lado.

El hombre sonreía tensamente.

—Por favor, perdonad la interrupción. Estaba a punto de preguntar si esta era la casa correcta, pero veo la evidencia aquí mismo, delante de mí. Puedo asumir que estoy hablando con el señor James Potter, ¿correcto?

James asintió con la cabeza, mirando una y otra vez del hombre a la mujer de cabello oscuro. Ambos eran atractivos de una forma bastante fría, y ambos vestían de negro con muy buen gusto. James estuvo repentinamente seguro de que si Zane, su amigo americano, hubiera estado presente, habría hecho algún comentario sobre lo valientes que eran por aventurarse a la luz del día, o preguntado cómo lograban peinarse tan bien sin poder verse en los espejos. Ni que decir tiene, que estaba bastante contento de que Zane no estuviera presente.

—Tal vez —continuó el hombre—, serías tan amable de conducirme hasta tu padre, James. Mi nombre es...

—¿Draco?

James miró a un lado y vio a su madre aproximándose lentamente. Miraba al recién llegado con una mezcla de incredulidad y precaución.

—Ginny —dijo el hombre. Hubo una larga e incómoda pausa, y entonces la mujer de cabello oscuro habló.

—Lamentamos mucho su pérdida, señora Potter. —Intentó sonreír, pero fue un intento bastante magro.

—¿Sabe Harry que estás...? —preguntó Ginny, todavía mirando al hombre.

—Creo que ahora sí —dijo Draco, alzando la barbilla ligeramente y mirando más allá de Ginny.

Harry se acercó a su esposa y miró al hombre pálido de arriba a abajo.

—Me alegro de verte, Draco.

Draco asintió lentamente, sin cruzar del todo la mirada con Harry.

—Sí, ha pasado bastante tiempo. Cuando oí lo del señor Weasley, pensé que sería... apropiado... venir a ofrecer nuestras condolencias.

James reconoció ahora al hombre pálido, aunque nunca le había visto en persona. Comparó a este hombre adulto con las pocas fotos que había visto del joven Draco Malfoy. Los ojos eran los mismos, así como el cabello rubio platino peinado hacia atrás desde las sienes. Todavía había un trazo de mofa allí también, justo como en la viejas fotos de la escuela, pero mientras miraba, James pensó que ya no parecía particularmente aposta, o siquiera consciente. Simplemente Draco llevaba tanto tiempo mostrando esa expresión que era parte de la topografía de su cara.

Harry estudió a Draco durante un largo momento, y después sonrió. James reconoció la sonrisa cortés de su padre.

—Gracias, Draco. Ginny y yo lo apreciamos. De veras. Esta debe ser tu esposa.

Draco puso un brazo alrededor de la cintura de la mujer.

—Por supuesto, disculpad. Esta es Astoria.

Harry se inclinó y Ginny estrechó ligeramente la mano de la mujer. Sonrió y dijo:

—¿Quieres entrar en la casa a por unas bebidas?

Astoria medio se giró hacia Draco, alzando las cejas.

—Yo tomaré algo de lo que está tomando él -dijo Draco, mirando hacia James y mostrando una ligera y ladeada sonrisa—. Gracias, querida.

Ginny abrió el camino entre las mesas y Astoria la siguió, volviendo la mirada una vez hacia Harry y Draco.

—¿Cómo van las cosas en Gringotts, Draco? —preguntó Harry, sin hacer ningún esfuerzo por conducir al hombre pálido hacia la multitud que se reunía cerca de la casa—. Tenía entendido que los humanos son algo insólito en las oficinas del banco, y aún así, ahí estás tú, vicepresidente de algo, por lo que he oído. Nos habríamos reído allá en los días de escuela si alguien nos hubiera dicho que terminarías siendo una persona de influencia en el banco mágico de Inglaterra.

—Allá en los días de escuela —dijo Draco quedamente, todavía sin mirar directamente a Harry—, nos habríamos reído si alguien nos hubiera dicho que estaríamos algún día de pie en el mismo patio sin apuntarnos con varitas el uno al otro.

La sonrisa de Harry decayó.

—Sí —admitió en voz baja—. Es cierto.

Hubo una larga pausa. James podía oír el balbuceo de voces amortiguadas más cerca de la casa y el trino de los pájaros en el huerto. Miró hacia Rose, que también estaba observando la escena con absorto interés. Ella alzó las cejas y sacudió la cabeza atentamente.

—Sabes —dijo Draco con un tono de voz diferente, riendo un poco sin humor—, a decir verdad, no hay una sola cosa sobre lo que parece la vida hoy en día que hubiera predicho durante nuestro último año en Hogwarts.

La sonrisa de Harry había desaparecido completamente. Se mantuvo en pie y estudió al hombre pálido con ojos ilegibles.

—A todos se nos enseñan cosas, crecemos —siguió Draco—, y raramente tenemos la audacia de cuestionarlas. Crecemos para tomar la forma con la que nuestras familias nos han definido. El peso de generaciones de creencias nos aplasta, y nos hace a su imagen y semejanza. Y la mayor parte de las veces eso es buena cosa. —Draco finalmente miró a Harry a los ojos, y por primera vez desde su llegada, la burla desapareció de su cara—. La mayor parte de las veces, es realmente buena cosa, Harry. Pero a veces crecemos, el tiempo pasa, y mucho, mucho después de cualquier esperanza de rechazar esas creencias decisivas miramos atrás. Y nos hacemos preguntas.

James miraba de Draco a su padre. La cara de su padre era todavía ilegible. Después de un largo momento, Harry volvió a mirar a la casa y suspiró.

—Mira, Draco, sea lo que sea lo que tengas que decir, sea lo que sea lo que crees que tiene que ocurrir aquí...

Draco sacudió la cabeza.

—No tiene que ocurrir nada aquí. No he venido aquí a pedir tu perdón, Harry. Solo vine a decirte a ti y a tu familia que lamento vuestra pérdida. A pesar de lo que puedas creer, sé que Arthur Weasley era un hombre fuerte. Era un hombre honorable. Mi padre no estaría de acuerdo conmigo, pero es como he dicho. Nos hacemos viejos. Algunos miramos atrás, y nos hacemos preguntas.

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