James Potter y La Maldición del Guardián (11 page)

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
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Hubo un ruido repentino y una ráfaga de aire, haciendo saltar James. Levantó la mirada cuando un hombre grande con el cabello negro muy corto entró al pasillo desde el vagón adyacente. El hombre cerró la puerta de conexión con facilidad, colocándola bruscamente en su lugar.

—Un día glacial el de allá fuera, chicos —bramó, avanzando a zancadas hacia ellos por el pasillo—. ¡Será mejor que vayáis a vuestros compartimentos! No es muy prudente estar deambulando por un tren en movimiento.

—Sólo estábamos, hmm, buscando a nuestros amigos —respondió James.

—Como yo, entonces. —El hombre sonrió burlonamente, pasando a su lado—. Espero que tengáis más suerte que yo ¿eh?

El hombre alto avanzó hasta el final del pasillo y tiró de la puerta, dejando entrar otra ráfaga de aire y ruido del acceso entre vagones. Después de un rato, cerró de golpe la puerta.

—¿Era un profesor?— preguntó Albus, siguiendo al hombre con la mirada.

—Nunca le había visto antes —respondió James, distraído. Había notado que la puerta por donde el hombre había llegado no estaba totalmente cerrada. Se había deslizado ligeramente hacia atrás cuando el hombre la había cerrado de golpe. Un silbido de aire frío se abría paso a través de ella.

La sombra maliciosa aterrizó bruscamente delante de la puerta, examinando la pequeña abertura. James la vio y sus ojos se desorbitaron. La criatura pareció volverse hacia él, como desafiándole a seguirla. La rendija era demasiado estrecha, incluso para la pequeña sombra misteriosa, pero entonces se retorció y se apretujó a través de ella, vertiéndose a través del hueco como si fuera humo.

James saltó hacia ella.

—¿Qué es eso?—dijo Albus, siguiéndolo.

—¿Lo viste? —preguntó James, tratando de mantener el equilibro sobre el suelo bamboleante.

—¡Sí! Parecía una sombra, ¡pero manteniéndose por sí misma!

James alcanzó la puerta y tiró de ella para abrirla. El aire neblinoso y el ensordecedor golpeteo de las ruedas del tren llenaron el interior del pasillo. El pequeño acceso se sacudía desconcertantemente, pero la criatura estaba allí, brincando en el nicho de entrada que conducía al vagón contiguo. James extendió el brazo hacia ella, pero se deslizó bajo de la puerta, haciéndose tan delgada que prácticamente desapareció.

—¡Vamos! —dijo James, abriendo de un tirón la puerta—. ¡Quiero ver qué es esa cosa! ¡Le debo una paliza!

El siguiente vagón del tren era exactamente igual que el anterior. Los compartimentos a lo largo de toda la parte derecha estaban llenos de estudiantes de Hogwarts, charlando y riendo. James los ignoró mientras perseguía a la criatura por el pasillo. Esta correteaba dentro y fuera de la luz cambiante, brincado por las paredes y saltando por el suelo. James se dio cuenta que aún tenía su varita en la mano. Rápidamente, intentó recordar todos los hechizos que el profesor Franklyn le había enseñado el año pasado en Defensa Contra las Artes Oscuras.

—¡Allí va! —Albus se detuvo, señalando— ¡Se dirige al compartimiento de la locomotora! No podremos entrar ahí, ¿verdad?

James estaba decidido a seguir la criatura sombra. Corrió hacia delante mientras esta titilaba en la parte iluminada entre la puerta y la pared. James podía ver a través de la pequeña ventana de la puerta. El siguiente vagón no era un vagón de pasajeros, sino el vagón del carbón que alimentaba la máquina. El ruido de la locomotora carmesí era notablemente más alto aquí. Extendió la mano hacia la manilla de la puerta y tiró, pero estaba cerrada.

—¿Estás seguro que esto es buena idea? —dijo Albus cuando James apuntó su varita hacia la puerta.

—¡Alohomora! —dijo James en voz alta. Hubo un clic y la puerta se abrió parcialmente. James agarró la manija y tiró de la puerta hacia un lado.

Un aire brumoso y frío, y trozos de hollín volaron hasta el interior del compartimiento. El vagón del carbón era un muro negro metálico al otro lado de una conexión. Por debajo de la gigantesca ensambladura, los tramos de las vías del tren pasaban. La sombra bailaba sobre la ensambladura, manteniendo un equilibrio vertiginoso entre el viento y el ruido variantes.

James la apuntó con su varita.

—¿Qué eres? —le gritó— ¿Qué haces aquí?

La criatura se inclinó de repente. Cerró sus brazos de múltiples articulaciones alrededor del perno que mantenía unida lo el engranaje. Comenzó a tirar furiosamente, intentando sacar el perno y desconectar el tren.

—¡Alto! —ordenó James, intentando mantener firme su varita entre el barrido del viento y de la niebla—. ¡Detente o te Aturdiré! ¡Sé cómo hacerlo!

La criatura aumentó su ferocidad, tirando de la clavija salvajemente. James inhaló.

—¡Desmanius! —gritó en el momento exacto en que una gran mano agarraba su muñeca, tirando de ella hacia arriba. El hechizo rebotó en la pared metálica del vagón de carbón y se desvaneció entre el resoplar de la niebla. James se dio la vuelta tan rápido como pudo, con el brazo todavía sostenido en alto por un duro apretón.

—Eso no sería una sabia idea —dijo Merlín con su voz tranquila y retumbante. Estaba de pie justo detrás de James, resplandeciente con su túnica y la barba engrasada, mirando fijamente a la criatura sombra. Liberó la mano de James pero no retrocedió.

James se hizo a un lado mientras el mago avanzaba. Albus estaba de pie cerca, con los ojos muy abiertos.

Merlín habló a la criatura. James no pudo entender las palabras, pero reconoció la lengua que Merlín había utilizado cuando habló con la directora McGonagall en la Torre Sylvven, la noche después de su llegada. Se trataba de un lenguaje muy denso, lleno de giros y con montones de consonantes.

La figura dejo de tirar del perno de la conexión y se irguió lentamente, como transfigurada. Entró en el compartimiento, casi por entre los pies de Merlín, y se detuvo, bamboleándose ligueramente cuando el tren se sacudía. Merlín cerró la puerta, bloqueando el viento y el traqueteo de las ruedas. Retrocedió, aún con los ojos fijos en la oscura y misteriosa figura.

—Señor Potter —dijo con calma— ¿Sería tan amable de vigilarme esto durante un momento? Tengo que recuperar algo de mi compartimiento. Me temo que no estaba en absoluto preparado cuando le vi pasar corriendo en persecución del Borley.

—¿El Borley? —dijo James, llevando su mirada lentamente a la criatura bamboleante—. Hmm, sí, claro. ¿Qué tengo que hacer para vigilarlo?

—Absolutamente nada —dijo Merlín—. Lo he puesto en trance, pero las palabras no durarán mucho. No lo pierda de vista si se llegara a despertar de nuevo.

—¿Qué debemos hacer si despierta? —intervino Albus, poniéndose entre Merlín y James.

Merlín le miró.

—Decirme por donde se va —retumbó. Se giró y recorrió a zancadas el pasillo—. ¡Oh!, y muchachos —dijo, volviéndose a mirarlos sobre el hombro— hagáis lo que hagáis, no utilicéis magia en presencia del Borley.

Un momento después, la puerta de conexión se abrió y se cerró de golpe cuando Merlín pasó a través de ella.

—¿Qué demonios es un Borley? —preguntó Albus, bajando la mirada a la sombra en trance.

—No tengo idea.

—Así que ese era Merlín, ¿no?

James asintió.

—Es bastante difícil de confundir.

A mitad de camino por el pasillo, una puerta de comportamiento se abrió. Ambos Potter observaron como un chico salía al pasillo. El muchacho miró en la dirección que Merlín había tomado, y luego se volvió hacia James y Albus. Su rostro era frío, desinteresado, y muy pálido. James reconoció el hijo de Draco Malfoy.

—¿Haciendo travesuras ya? —comentó el muchacho—. Y por si fuera poco, atrapados por el nuevo Director.

—Bueno, no es asunto tuyo de todos modos —dijo James, intentando permanecer delante de la pequeña criatura sombra.

—Os conozco —dijo el chico, sonriendo y entrecerrando los ojos—. Los dos Potter. No puedo recordar vuestros nombres. ¿De qué sirve, en realidad?

—¿Qué quieres? —preguntó James, intentando imbuir algo de autoridad en su voz. Después de todo, estaba en segundo año. No era mucho, pero algo es algo.

—Al principio, quería ver si erais tan espesos como había oído. Se cuenta entre los Slytherins que el mayor de vosotros tiene delirios de ser un gran héroe, como lo fue supuestamente vuestro padre. Pero ahora que os veo no sois más que un par de críos asustados, sólo quiero ver lo que tenéis acorralado ahí —dijo el chico, gesticulando hacia el suelo a los pies de James.

Albus dio un paso adelante.

—Repito, esto no es asunto tuyo. ¿Por qué no te largas, Scorpius?

—De hecho, no tengo planeado hacerlo —dijo el chico pálido, aún sonriendo indulgentemente—. Soy del tipo curioso, ya veis. Echemos un vistazo, ¿por qué no?

—Vi a tu padre la semana pasada —dijo James. Se dio cuenta de que aún tenía su varita en la mano.

—Sí —dijo Scorpius, poniendo los ojos en blanco—. En el funeral del viejo ese. Pensó que era lo más noble, supongo. Madre no estaba de acuerdo, pero se plegó a las ideas de Padre como toda buena esposa debe hacer. Personalmente, no vi la necesidad. Es difícil sentirse mal por la muerte de un Weasley cuando hay tantos otros que pueden tomar su lugar.

James sintió algo pasar a su lado y bajó la mirada, seguro de que la sombra se había reanimado. Solo fue consciente de lo que estaba ocurriendo cuando oyó el trompazo que siguió a continuación. Albus se había abalanzado sobre Scorpius, golpeándolo contra la pared del compartimento lo suficientemente fuerte como para hacer que el chico se tambaleara. Se derrumbaron en el suelo en un revoltijo.

—¿Cómo te atreves? ¡Quítame las manos de encima! —gritaba Scorpius, oponiendo resistencia mientras Albus forcejeaba para mantenerlo abajo.

—¡Retíralo! —gritó Albus furiosamente—. ¡Retíralo ahora mismo!

Más puertas se abrieron a lo largo del pasillo. Estudiantes curiosos se reunían, algunos riendo socarronamente y señalando.

—James —dijo Sabrina Hildegard, una compañera de Gryffindor, mientras se adentraba en el pasillo—. ¿Qué está pasando? Primero, la puerta de conexión se abre, y ahora…

Se produjo un repentino chasquido y un destello de color rojo. Scorpius se levantó tambaleante, con la cara lívida. Apuntaba su varita salvajemente, pero Albus arremetió contra él.

—¡No! —gritó James—. ¡Albus, para!

Había un furor de voces y figuras clamando mientas Scorpius retrocedía tropezando, intentando esquivar los brazos de Albus. Otro hechizo rebotó en el techo del compartimiento. De repente, James recordó al Borley. Se giró, buscándolo, pero la criatura se había ido. Desesperado, escudriñó el pasillo.

—¡Nada de hechizos! —gritó, levantando las manos, pero nadie le hacía caso.

James fue empujado cuando más estudiantes se amontonaron en el estrecho espacio, aglomerándose para ver la pelea. Se giró, buscando a la criatura, y de pronto la vio. El Borley saltaba dentro de las sombras de los estudiantes aglomerados. Era mucho mayor de lo que había sido al principio, y parecía bastante más sólido. Saltó al suelo y James oyó un golpe cuando aterrizó. Sin pensarlo, lo apuntó con su varita. El Borley lo vio y embistió como para atacar. James desvió la varita y se agachó. La criatura pasó por encima de su cabeza y desapareció entre la muchedumbre que atestaba el pasillo.

—¡Quietos! —retumbó una voz muy alta, y James no tuvo que adivinar a quién pertenecía. Hizo una mueca y se desplomó contra la pared.

La multitud de espectadores se silenció inmediatamente. Un momento después, el pasillo estaba vacío de nuevo mientras los bulliciosos estudiantes se deslizaban rápidamente de vuelta a sus compartimentos, dejando a James, Albus, y Scorpius. Albus tenía cogido un puñado de la túnica de Scorpius. Scorpius aún tenía su varita en la mano. Intentó esconderla subrepticiamente en su túnica.

Merlín movió los ojos lentamente.

—Entonces —dijo con su voz baja y retumbante— ¿puede alguno de ustedes decirme en qué dirección se ha ido?

3. La Selección

—¡No puede quitar diez puntos a Gryffindor antes de que lleguemos siquiera a la escuela! —insistió James, trotando para mantener el paso a la enorme zancada de Merlín. Albus les seguía, mirando atrás airadamente.

—La deducción de puntos a la Casa del infractor es el método de disciplina preferido en Hogwarts, señor Potter —dijo Merlín distraídamente—. Le pedí que vigilara al Borley. Y que no permitiera que se utilizara ninguna magia en su presencia. Fracasó en eso, pero al menos me ha señalado la dirección de su huída. No estaría cumpliendo cabalmente con mis deberes como director si no le impartiera alguna forma de disciplina por su completa desatención a mis instrucciones.

—¡Pero fue Scorpius quien hizo magia! —insistió James, saltando delante del director y obligándole a detenerse—. ¡No es culpa mía que sea un imbécil impulsivo! ¡Hice todo lo que pude por detenerle!

Merlín estaba examinando el corredor lentamente.

—¿Realmente hizo todo lo que pudo, señor Potter?

James lanzó las manos al aire.

—¡Bueno, supongo que podría haberme sentado encima de Albus para evitar que atacara a ese maldito bocazas!

Merlín asintió con la cabeza, y después bajó la mirada hacia James, concediéndole toda su atención por primera vez.

—Es cierto lo que dicen, señor Potter: provengo de una época muy diferente. Cuando doy una orden, no lo hago a la ligera. Le convendría recordar que una falta de esfuerzo por llevar a cabo esas órdenes es más lamentable para mí que un exceso de esfuerzo. ¿Entiende?

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